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Brasil un mes después del balotaje - Análisis

La lucha de Lula contra cuatro golpistas: los militares, los civiles, los partidos y Bolsonaro

El presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, saluda a su llegada a una reunión, en la capitial Brasilia, el lunes 28 de noviembre de 2022. El Tribunal Superior Electoral (TSE) de Brasil anunció el martes que el 12 de diciembre entregará el diploma de presidente legalmente electo a Lula. El candidato del Partido de los Trabajadores (PT) venció las elecciones del 30 de octubre. Lula ganó el tercer mandato presidencial de su carrera política, imponiéndose en el balotaje del último domingo de octubre sobre el actual mandatario y candidato del Partido Liberal (PL) Jair Bolsonaro, que buscaba su reelección.

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Lo primero que hay que decir es que no habrá Golpe de Estado. No habrá ruptura violenta de la institucionalidad. La democracia brasileña no corre (ese) peligro. Ni un golpe a la antigua, con tanques en las calles (como en Brasil en 1964, en Argentina en 1966, en Chile en 1973). Ni una renuncia presidencial arrancada bajo la amenaza del uso de una fuerza irreprimible (como en Argentina en 1962, en Bolivia en 2019). Lo segundo que conviene añadir es que la gravedad del peligro no se mide según esa escala. El golpismo brasileño actual no busca el derrocamiento directo del presidente electo Luiz Inácio Lula de Silva. Pero la sola invocación del Golpe como vía legítima para que el pueblo bolsonarista recupere el poder que le fue 'birlado' por las élites 'anti-pueblo´ del PT es instrumento eficaz para rehusar toda legitimidad al mandato electoral del presidente electo Luiz Inácio Lula da Silva.

El vicepresidente de Brasil, general retirado del Ejército y senador electo por Rio Grande do Sul, Hamilton Mourão, garantizó el martes la disposición del oficialismo para llevar adelante el proceso de transición del Gobierno de Jair Bolsonaro hacia la asunción en Brasilia, el 1° de enero, del presidente electo, Luiz Inácio Lula da Silva.

Mourão hizo la aseveración al recibir en el Palacio do Jaburú, sede de la vicepresidencia, al vicepresidente electo. Geraldo Alckmin, del Partido Socialista de Brasil (PSB), encargado de comandar la transición de la gestión Bolsonaro a la administración de Lula. “La transición está en marcha. Nos reunimos con Alckmin y todo marcha correctamente. El presidente Bolsonaro no participa de la transición”, dijo Mourao a periodistas tras recibir al vicepresidente electo en el marco del traspaso de las funciones administrativas del Poder Ejecutivo.

El presidente Bolsonaro ha decidido no participar de la transición luego de haber sido derrotado en las elecciones del 30 de octubre por Lula, líder del Partido de los Trabajadores (PT) que asumirá su tercer mandato tras haber gobernado dos gestiones entre 2003 y 2010. Este fue el primer encuentro presencial entre Alckmin y Mourão, senador electo, de cara al cambio de Gobierno. Mourão dijo que Bolsonaro estaba “algo triste” por haber fracasado en su intento de reelección.

El vicepresidente electo Alckmin comanda el equipo de transición que sesiona en Brasilia, en la sede del Centro Cultural Banco do Brasil. Allí se han formado grupos de trabajo temáticos para analizar la documentación, estructura y presupuestos del área federal.

En este marco, el presidente electo Lula mantiene encuentros con senadores y diputados y líderes partidarios para conformar una alianza parlamentaria necesaria para aprobar los proyectos que enviará al Congreso su gestión. En esta serie de encuentros el Partido de los Trabajadores ha decidido apoyar la reelección del presidente de la Cámara de Diputados, Arthur Lira, del Partido Progresista (PP), un aliado de Bolsonaro en los últimos dos años, mientras aguarda la aprobación de una enmienda constitucional que permita aumentar el gasto social a partir de 2023.

La sociedad incivil

El presidente Bolsonaro evitó cuidadosamente pronunciar la palabra 'derrota' para calificar el resultado del balotaje presidencial del último domingo de octubre, donde su rival Lula lo superó por 1,8 puntos porcentuales.

De inmediato, apenas conocidos esos números, se multiplicaron en Brasil cortes de rutas, favorecidos por los camioneros, profesión fiel al bolsonarismo. Muchos grupos fueron a los cuarteles, pidiendo la intervención militar.

El antipetismo de unas FFAA atiborradas de privilegios

Las FFAA, colmadas de privilegios, carecen de incentivo corporativo para intentar cualquier Golpe de Estado eficaz, cruento o incruento. A diferencia de lo que ocurría en el siglo pasado, carecen por completo de apoyo exterior, ni regional, ni de Washington, ni de ninguna potencia. En la Constitución brasileña de 1988, vigente, sin embargo, el artículo 42 hace de las FFAA el garante pero también el árbitro del buen desarrollo constitucional del gobierno democrático. Esto abre el ingreso a intervenciones diversas, pero no es una puerta que quieran abrir.

Dicho esto, dentro de la institución, una proporción no insignificante comulga con las ideas e indignaciones de esos civiles que los reclaman. El antipetismo militar, en determinados sectores, es firme. El PT ha buscado discutir lo que las FFAA no están dispuestas a discutir, el artículo constitucional 42 en cuestión. Pero es más antipetismo que antilulismo. De Lula tienen el buen recuerdo del gran gasto en infraestructura y armamentos, en helicópteros y navíos, en compra multimillonaria a Francia. De Dilma Rousseff, en cambio, el resentimiento con 'la ex guerrillera' que buscó poner las bases de una operativa Comisión de Verdad y Justicia que investigara los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la larga dictadura militar 1964-1985.

Tampoco quieren las FFAA discutir su autarquía. A pesar de que el Presidente es Comandante en Jefe de las FFAA, ni designa realmente a los más altos mandos de las armas, ni influye en las promociones: Presenta, motu proprio, los nombres y los avances que los militares sugieren, sin contradicción.

Bolsonaro y el Partido Liberal

El presidente Bolsonaro condenó la violencia de los manifestantes negacionistas, elogió a quienes se manifiestan por sus ideas, reivindicó el derecho absoluto a la libre expresión, y, junto con su partido, el Partido Liberal (PL), hicieron una presentación ante el Tribunal Superior Electoral (TSE) pidiendo explicaciones por anomalías en varios centenares de miles de votos.

Ni Bolsonaro, que busca constituirse en jefe de la oposición, ni mucho menos el presidente del PL, Valdemar Costa Neto, que conoce muy bien a la Justicia de Brasilia, creen en la viabilidad del pedido de impugnación. Pero la denegación era necesaria para estar a la altura del escándalo del resultado de la segunda vuelta presidencial, que sólo así pueden explicar a su base más dura. El presidente del TSE, Alexandre de Moraes, rechazó de plano el pedido del PL y aplicó una multa de 22.991.544,60 reales al Partido por litigar de mala fe.

Para Bolsonaro, el enemigo exterior, el “comunismo”, tiene representantes internos. La respuesta del TSE demuestra, a sus ojos, que no se puede confiar en las instituciones: al contrario, hay que sospechar sistemáticamente de ellas, porque fueron capturadas por esa minoría elitista y antipopular que Moraes representa. En su discurso antisistémico, Bolsonaro representa la voluntad del pueblo, que lo elige por una aclamación que el voto refleja, pero ni funda ni establece. Entre Bolsonaro y el pueblo, la comunicación es directa, en los dos sentidos. Nada podrán, dice, las interferencias artificiales de la Justicia, electoral, tribunalicia.

El mayor éxito político de Bolsonaro fue el de fidelizar una sección importante del electorado antisistema. Llamarlo genocida, fascista, ignorante, equivale a despolitizarlo. Y a desconocer sus méritos tácticos y estratégicos. Acaso la tercera presidencia de Lula deba enfrentar el proceso de un cambio de objetivo. Si Bolsonaro se prpone trasmutar una oposición que es antissistema, y por lo tanto, no necesariamente antidemocrática, en una oposición a la democracia como tal.

AGB

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