Migración venezolana: iba camino a EEUU, quedó varado en Costa Rica y su pareja está en un refugio en Bronx

El 12 de octubre Luis Bravo sintió cómo todas sus ideas de futuro se desmoronaban. Ese día el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos lanzó un nuevo programa para la migración venezolana, un “nuevo proceso de control migratorio”. Se trataba de un tapón.

Entre enero y septiembre de 2022, 130.511 migrantes de Venezuela ingresaron de manera ilegal por las fronteras a Estados Unidos, según indican los datos publicados por Aduanas y Protección Fronteriza. Pero ahora ya no podrán hacerlo a menos que tengan un patrocinador en el país que los aloje y pueda pagar sus gastos durante dos años. Y si no lo tienen, ya no podrán entrar a pedir asilo. 

Luis Bravo tiene 27 años y cuando se enteró estaba atravesando la selva del Darién a pie, lleno de barro, hambriento. Llevaba días enteros de caminar, de intentar sobrevivir a los animales salvajes, de comer poco y nada, de no dormir. 

“Aquellos que intenten cruzar la frontera sur de Estados Unidos ilegalmente serán regresados a México y no serán elegibles para este proceso en el futuro”, dijo el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro N. Mayorkas, en ese anuncio. 

 Pero Luis no llegó ni siquiera a México, quedó varado en Paso Canoas, un pueblo de la frontera entre Costa Rica y Panamá. Ahora no le permiten llegar a Estados Unidos a pedir asilo y no tiene dinero para volver a ningún lado. Darnell Gil (33), su marido, trabaja limpiando casas para mandarle plata y que no tenga que vivir en la calle. Pero cada día que pasa es un gran signo de pregunta: no sabe si va a poder comer, dónde va a dormir, o cuánto tiempo tendrá que estar ahí. 

Una organización estadounidense llamada Centro Nacional de Justicia para Inmigrantes (NIJC) sacó un comunicado donde explica que este “nuevo programa” no sólo no protege a la mayoría de los venezolanos que buscan asilo sino que ha resultado en la expulsión de miles de ellos a México. 

“La gente quedó en la calle en los demás países”, advierte Darnell Gil. 

El “nuevo programa” de Biden

Cientos de personas estaban y están en la misma situación que Luis Bravo. “Y hay muchos que no tienen el apoyo económico que yo le puedo dar a mi marido de estar trabajando aquí y enviarle dinero”, indica Darnell. 

Darnell Gil llegó a Estados Unidos hace poco más de un mes pero su mente no está acá. Como no pudieron juntar la plata suficiente para migrar juntos, él y su marido decidieron que primero saldría Darnell. 

Se conocieron en Chile. Los dos habían migrado de Venezuela porque el dinero ya no alcanzaba para mantener a sus familias. A Darnell, además, lo habían golpeado en un ataque de odio hacía unos años y ya no se había podido sacar el miedo de encima. Su proyecto era vivir en Chile para juntar plata y entonces sí migrar a Estados Unidos. 

Pero la decisión del gobierno de Estados Unidos de cerrar la frontera a los venezolanos entró en sus planes. Darnell está desesperado. Llegó hace más de un mes a Nueva York, desearía tener la energía para conocer la ciudad, pero no puede. Vive en un refugio en el Bronx y todos los días busca casas para limpiar y le envía todo lo que consigue a su esposo.

 “No quiero que viva en la calle. Le envío dinero para un hotel al menos por estos días. Estoy tratando de comprarle un boleto de regreso a Venezuela porque sé que está sufriendo”, dice Darnell. No puede pensar en nada más.

 Para ser elegibles en este nuevo programa y lograr entrar al país, los venezolanos deben cumplir tres requisitos imposibles: tener una persona en Estados Unidos “que les proporcione patrocinio económico y otro tipo de apoyo, aprobar rigurosas verificaciones e investigaciones biométricas y biográficas de seguridad nacional y seguridad pública, y completar los requisitos de vacunación y salud pública”.

En el anuncio, el Departamento de Seguridad Nacional también advirtió sobre quiénes no podrían entrar aunque cumplieran esos requisitos. No podrán entrar quienes tengan orden de deportación de Estados Unidos en los últimos cinco años, quienes hayan cruzado sin autorización entre puertos de entrada después de la fecha del anuncio ni quienes hayan ingresado de manera irregular a México o Panamá después de la fecha del anuncio. Tampoco quienes tengan estatus de refugiado en cualquier otro país, y quienes no hayan completado las vacunas.

“Los venezolanos no deben viajar a México para intentar entrar a Estados Unidos”, indican en la página web del Departamento de Seguridad Nacional. Pero esa es la forma en que lo vienen haciendo hace por lo menos tres años. Y a partir de mayo de 2022 la cantidad de migrantes empezaron a crecer de manera exponencial. 

Nueva York sin las luces

 “Bajando una montaña que se llama La Bandera vi a un hombre muerto que acababa de morir en la mañana. Y todos pasamos encima de él. Ese viaje es fuerte”. En su camino de 33 días hasta Estados Unidos, Darnell no sólo tuvo que saltar a una persona muerta, sino que también sintió el maltrato en casi todos los países, tuvo miedo y mucha hambre. Al entrar por Texas lo tuvieron casi 3 días en un centro de detención que los migrantes llaman La Hielera. Varias organizaciones internacionales ya advirtieron sobre violaciones a los derechos humanos en esos lugares. 

 Cuando lo dejaron salir, se dio cuenta de que no le habían dado las pastillas que debe tomar todos los días, las que le habían retenido cuando entró. Al salir, pidió que se las devolvieran pero, dice Darnell, los oficiales le advirtieron que si continuaba molestándolos lo regresarían al centro de detención. 

 En Texas vivió en la calle esperando a su hermano, con quien había hecho el camino. Después vieron unos colectivos que trasladaban a la gente a Nueva York y se subieron. Son transportes que paga el gobernador de Texas, Greg Abbott, del partido Republicano, para sacar a los migrantes de su Estado y llevarlos a uno demócrata, como Nueva York.

 

Homo-odio en Venezuela y Chile

 “En Venezuela una vez hasta me golpearon por mi condición sexual. Me golpearon en el ojo, lo que literalmente me dejó viendo estrellas. Tuve que huir porque podrían haberme masacrado allí. Tenía como 21 años”, dice Darnell.

 Después de eso, pasó mucho tiempo escondido, caminando con cuidado, tratando de parecer “lo más hombre posible, tenía que ser una persona que no era yo, porque llamaba la atención y me empezaban a gritar cosas”.

 Cuando las cosas empezaron a empeorar, decidió migrar a Chile y ganar la mayor cantidad de dinero posible para poder migrar definitivamente a Estados Unidos. Estaba -y está- buscando un país donde pudiera ser él mismo.

 En Chile conoció a Luis, quien ahora es su esposo. Ambos comenzaron a trabajar en una clínica como personal administrativo. Un día, un paciente que vivía cerca los amenazó de muerte a ambos. Estaban realmente asustados. Fue entonces cuando decidieron que Darnell viajaría primero a Estados Unidos. 

 

Pedido de asilo

 Cuando estaba en México, Darnell comenzó a buscar una organización LGBT que pudiera ayudarlo. Encontró América Diversa, una organización legalmente registrada en la ciudad de Nueva York que apoya a personas migrantes LGBTQ de origen latino.

 Yonatan Matheus, también venezolano, es uno de los fundadores. “Los migrantes han decidido venir a Nueva York por tres razones básicas: la primera, porque no encuentran protección a sus derechos en su país de origen o han sido víctimas de violencia; la segunda es que muchas veces en sus países no cuentan con sistemas democráticos que puedan garantizar acciones de incidencia y movilización para que sus derechos sean reconocidos; y la última son personas LGBTQ que están pasando por problemas de salud”.

 Yonatan ayudó mucho a Darnell: a buscar medicamentos, a conseguir el albergue donde vivir, a hacer la cita para la cédula y a buscar un abogado para inicar los trámites de asilo. 

 “No estoy pidiendo casi nada para mí aquí, estoy como loco buscando ayuda para traer a mi esposo”, dice Darnell una y otra vez.

RM