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La orquesta vuelve a tocar en Mosul tras años de terror: “Si se enteraban de que soy músico podían matarme”

Imagen del teatro Al Rabea durante el concierto de la semana pasada.

Javier Biosca Azcoiti

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Entre los cristales rotos, las paredes agujereadas, los escombros y los hierros que cuelgan de un techo abierto por el fuego y las explosiones, Hamza, de 12 años, toca solo, sentado ante el piano, la banda sonora de la película Requiem por un sueño mientras sus compañeros de la Watar Youth Orchestra y el anfiteatro entero escuchan con atención. Los dedos de Hamza muestran que el sueño no ha muerto y el famoso Teatro Al Rabea (primavera) de Mosul (Irak) hace honor a su nombre y vuelve a florecer tras vencer a un largo invierno de tiranía y terror del ISIS, el llamado Estado Islámico de Irak y Siria.

El 8 de abril, la gruesa capa del polvo de la guerra había desaparecido de las butacas, que se llenaron para romper el silencio de un teatro que llevaba 18 años callado, desde la invasión estadounidense de 2003. Los habitantes de Mosul habían recuperado sus tierras y ahora recuperan su música. La orquesta, creada hace siete meses y compuesta por 32 músicos de entre 12 y 32 años y de diferentes religiones, es un “viejo sueño” del maestro Mohamed Mahmoud, que siempre quiso formar parte de una banda y hoy lo hace como director.

“Durante el periodo del ISIS estuve menos de un año en la ciudad y después hui ilegalmente con mi familia a Turquía y me quedé allí hasta la liberación de Mosul”, dice. “Dejé mi casa, mis muebles e incluso mis instrumentos. No podía vivir con ellos [los terroristas] porque rechazaba sus ideas y me causaban mucho daño”, cuenta a elDiario.es. Los instrumentos los repartió en casas de algunos amigos, pero “después vino ISIS y los rompió”. Refugiado en Turquía y aunque no tenía sus instrumentos, siguió componiendo música y algunas de esas piezas de exilio se interpretaron por primera vez este abril en el gran teatro. Mahmoud es autodidacta y no tiene estudios musicales. Es abogado.

Hakam Zarari tiene 32 años, es de los más mayores de la agrupación y toca la guitarra. Empezó a tocar “un año antes de la ocupación de ISIS”. La caída de la ciudad en manos del grupo terrorista fue algo tan traumático que se ha convertido en medida de referencia temporal: pre-ISIS o pos-ISIS. Zatari no huyó durante la ocupación. “Al principio ensayaba dentro de casa y con mucho cuidado, pero después se volvió peligroso y tuve que dejar de practicar y esconder mi guitarra”, dice. “Si se enteraban de que soy músico, podrían matarme”.

Zatari, que realiza un doctorado en diseño de medicamentos, cuenta que el periodo del ISIS impactó gravemente en su vida “a nivel científico, financiero y psicológico”. “Por culpa del ISIS, mis estudios de doctorado se retrasaron tres años. Las escenas diarias de violencia, asesinato y el uso de métodos brutales para oprimir a la gente han dejado un gran impacto negativo en mi mente”.

“Organizar un evento artístico tan grande en Mosul manda un mensaje importante al mundo. Y es que Mosul es una ciudad de arte, ciencia y paz y no es una incubadora de terroristas. Un grupo extremista como ISIS no puede destruir el espíritu y la cultura de una ciudad milenaria como Mosul”, reflexiona Zarari.

La elección del teatro también manda un mensaje importante. El teatro, construido en 1969, no se ha utilizado en 18 años (desde la invasión de EEUU) y la ocupación del ISIS terminó por destrozarlo. El sindicato de artistas de Mosul ha denunciado que el grupo terrorista robó los muebles, aires acondicionados, sistema de sonido y otros aparatos.

“Está destrozado y abandonado y con el concierto lo convertimos en el centro de atención del mundo y del Gobierno central hasta que se reconstruya”, dice Zarari. Un equipo de voluntarios se encargó de limpiar todos los restos de la guerra y dejarlo presentable. Asma Al Rawi era uno de esos voluntarios: “El ISIS no usó el teatro, simplemente lo quemó. Solo quedaban algunas butacas y las paredes principales. La destrucción sería quizá de hasta un 80%”.

Cargado con su cámara, Ali al Baroodi estaba entre los espectadores. Ali nunca huyó de la ciudad. “Viví todos los días de la ocupación, la batalla y la liberación”. “Esta orquesta nos da esperanza aunque no haya escenarios ni teatros intactos en la ciudad y plantea preguntas como si debemos vivir solo del alimento. La respuesta es que no. La música y las artes se deberían promover en el Mosul pos-ISIS”, dice.

“Hubo muchos grupos que trabajaron duro por prohibir la música. Desde 2003, 2005 y 2006 no era posible tocar música en público, cafeterías… Algunas personas lograron tocar y romper las normas, pero desafortunadamente la ley del terror siempre ha sido más fuerte que nosotros. En 2014, cuando el ISIS ocupó Mosul, tocar se convirtió en un gran crimen”, explica.

Por el graderío también estaba Abdullá al Awhad, un joven de 18 años que quiere ser periodista. A diferencia de Ali, Abdulá sí que huyó de la ciudad durante la ocupación y pasó tres años en Bahrain. “Volví a Mosul en agosto de 2017. La ciudad estaba apagada y había perdido la mayoría de sus características. Mis ojos se esforzaban por captar cualquier parecido que pudiera corresponderse con el recuerdo de mi infancia”. “Fue muy emocionante escuchar el eco de esos sonidos en el escenario de un teatro gravemente dañado bajo las manos del grupo terrorista ISIS”, dice.

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