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Según la querella demócrata en el impeachment, “la horda que atacó el Capitolio creía obedecer una orden de Trump”

El odio y el cálculo son las dos pasiones rectoras de la psicología del presidente 45 de EEUU, según el perfil industriosamente multimediático que trazaron a lo largo de dos días los nueve congresistas demócratas en el alegato contra Trump ante el Senado

Lauren Gambino y Sam Levine

Desde Washington y Nueva York, EEUU —

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Quienes el 6 de enero atacaron el Capitolio de EEUU creían actuar siguiendo instrucciones de Donald Trump, dijeron los demócratas de la Cámara de Representantes, el jueves, cuando entraron en la recta final de sus argumentos en busca de una condenar para Trump al final del proceso del impeachment.

Diana DeGette, una congresista demócrata de Colorado, reprodujo varios videoclips y se refirió a documentos legales en los que los atacantes dijeron que estaban siguiendo los deseos de Trump. En un clip, los manifestantes le gritaban a la policía que Trump los había invitado al Capitolio.

“No renegaron de sus crímenes, porque pensaron que estaban siguiendo las órdenes del Comandante en Jefe. Y así nunca serían castigados”, dijo. “Vinieron porque él les dijo que lo hicieran.”

El congresista Jamie Raskin, el principal gerente del impeachment, presentó ante los senadores varios ejemplos en los que Trump había alentado y ratificado la violencia de parte de sus partidarios. 

Los ejemplos mencionados incluyen las repetidas ofensivas de Trump, durante el año pasado, contra Gretchen Whitmer, gobernadora demócrata del norteño estado de Michigan.

Después de los reiterados ataques de Trump, sus seguidores -algunos de ellos fuertemente armados- invadieron en el pasado mes de abril el Capitolio de Lansing, la capital estadual, en lo que Raskin caracterizó como un “ensayo general” de lo que después se desarrolló el 6 de enero en Washington DC.

Trump no condenó el ataque de abril, señaló Raskin, lo que llevó a sus partidarios a asaltar nuevamente el Capitolio estadual dos semanas más tarde. Las peligrosas consecuencias de la retórica de Trump se volverían más claras en octubre, alegó el congresista, cuando 13 hombres fueron acusados en relación con un complot para secuestrar a la gobernadora Whitmer.

“Estas tácticas fueron puestas a prueba a medida que se desarrollaban los acontemientos”, dijo Raskin. “El 6 de enero fue la culminación las acciones del presidente, no un desvío de su curso normal.”

Esta argumentación busca refutar el aserto de los abogados de Trump, expreso en los escritos preliminares de la defensa, de que las palabras que pronunció Trump durante el mitin cerca de la Casa Blanca aquel 6 de enero significan el legítimo ejercicio de un derecho amparado por la Primera Enmienda de la Constitución de EEUU, que protege la libertad de expresión, y que, por lo tanto, al expresidente no cabe responsabilidad alguna por acciones que los agitadores decidieron llevar a cabo más tarde en esa misma jornada.

Los acusadores insistieron en la “falta de remordimiento” de Donald Trump y en el daño duradero del ataque del 6 de enero al Capitolio de los EEUU como pruebas concluyentes del caso que busca la condena en el impeachment en curso. Advirtieron que la ausencia de condena a Trump significaría condenar al Capitolio y a la democracia de EEUU a sufrir nuevos ataques.

La presentación del jueves sigue a un día en que los demócratas mostraron repetidamente las imágenes filmadas en un video desgarrador del ataque del 6 de enero, algunas de las cuales nunca antes se habían visto públicamente.

Las inquietantes imágenes -tomadas por la cámara de seguridad- y otros videoclips se reprodujeron cuando presentaban el caso de manera meticulosa de cómo Trump fomentó deliberadamente la violencia el 6 de enero y luego, una vez que esta comenzó, por no detenerla abdicó de su deber constitucional de proteger a EEUU.

Entre las filmaciones que se habían exhibido el miércoles en el Senado, una incluía la revelación de que Mitt Romney, senador por el estado de Utah y candidato presidencial republicano en 2012, ese 6 de enero había estado en el edificio del Congreso, casi al lado de la horda que lo había invadido. Sólo advirtió el riesgo que corría cuando un oficial de policía, Eugen Goodman, le dio un golpecito en el hombro para que se diera vuelta.

Una filmación distinta mostraba a Daniel Hodges, otro oficial de la policía, que gritaba de dolor porque lo aplastaban contra el marco de una puerta; estas imágenes, muy visiblemente, trastornaron a varios senadores presentes que seguían atentos la exposición.

Tommy Tuberville, senador republicano por el estado de Alabama, también reveló el miércoles que le había avisado a Trump que se había evacuado del recinto del Senado al vicepresidente Mike Pence, porque estaban atacando el Capitolio. Esta revelación aporta credibilidad al relato del equipo de acusadores de la Cámara de Representantes, quienes sostienen que Trump había violado su juramento presidencial cuando no hizo nada que pudiera haber detenido el ataque contra uno de los poderes del gobierno de EEUU.

Sigue siendo muy poco probable que los demócratas obtengan en el Senado una condena para Trump y su proscripción vitalicia de la función pública. Necesitan que cambien de parecer y condenen al expresidente al menos 17 senadores republicanos -lo que parece ser un obstáculo demasiado grande, y pondría fin a la carrera del impeachment-. Sin embargo, asesores del equipo de acusadores demócratas daban ayer pruebas de su confianza en que no tenía por qué ser un obstáculo infranqueable. Quienes han participado antes en el primer juicio político contra Trump dicen que es notable la diferencia entre la reacción de los senadores republicanos de entonces y las reacciones de sus pares ahora. “Es prácticamente imposible evocar ni una sola ocasión, durante el primer impeachment, en que los 100 senadores estuvieran todos sentados en sus bancas, callados y prestando atención, y en que se mostraran tan absortos y se sintieran tan cuestionados por los materiales que les presentaban como ha ocurrido en los últimos dos días de este proceso”, dice uno de los asesores de la querella.

Como sostén de su argumento de que pueden persuadir a los senadores republicanos -y de que estos pueden llegar a votar una condena-, los asesores de los congresistas demócratas citan el caso de Bill Cassidy, un senador republicano por el estado de Lousiana, que el martes votó a favor de seguir adelante con los procedimientos del juicio político contra Trump, mientras que un mes atrás había votado en contra de iniciar ese mismo juicio.

Otros senadores republicanos no han dado signo alguno de moverse un palmo de sus posiciones. Lindsay Graham, senador por el estado de Carolina del Sur y aliado de Trump, dijo el miércoles que la presentación de los demócratas había sido “ofensiva y absurda”. Marco Rubio, senador por Florida, dice que no hay nada que los acusadores puedan alegar que lo convenza de que este juicio político es legal y constitucional.

Terminados de redondear los considerandos finales del alegato acusatorio del equipo de demócratas de la Cámara de Representantes, toca a los abogados de Trump comenzar a exponer todos los hechos y argumentos que prueban que su defendido es por completo inocente del cargo que se le hace de haber incitado a la insurrección a una multitud de partidarios que el 6 de enero, después de oírlo, pero no a causa de oírlo, quiso tomar el Capitolio por asalto.

La respuesta del equipo legal de Trump al alegato de sus acusadores se oirá en el Senado a partir de mañana. El martes próximo, el equipo que defiende al ex presidente estuvo lejos de causar la mejor de las impresiones incluso a los senadores republicanos que apoyan a Trump. Cuando fue el turno de la defensa para hablar por primera vez ante el senado, la argumentación del abogado Bruce Castor fue larga, zigzagueante y digresiva. Según funtes cercanas, Trump se habría enfurecido por el desempeño de sus abogados mientras los veía en vivo y en directo por televisión desde Florida, aunque Castor dice que al ex presidente le había gustado su presentación.

Al equipo legal de Trump le corresponden 16 horas, distribuidas en dos jornadas procesales, para exponer los argumentos de la defensa. Sin embargo, no hay expectativas de que efectivamente hagan uso de todo el tiempo del que disponen para hablar ante el Senado. Si no llaman a declarar a testigos -falta todavía una decisión final al respecto-, el segundo juicio político al que fue sometido el presidente 45 de EEUU podría llegar a su fin el día domingo. 

Traducción de Alfredo Grieco y Bavio

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