Tras la división por el Presupuesto, la reforma laboral y la Corte tensan al peronismo en el Senado
La jujeña Carolina Moisés vio a la camporista Anabel Fernández Sagasti en el salón Eva Perón del Senado y corrió para cruzarla. “Dejá de publicar en contra mío. Yo no extorsiono gobernadores como hacen ustedes con Kicillof. Nos quedan solo seis y así los vamos a seguir perdiendo”, la espetó, furiosa. Minutos antes, la jujeña había votado, junto a otros dos senadores peronistas, a favor del capítulo 2 del Presupuesto. Sagasti había tuiteado en su contra -y de todos los que habían votado en favor al desfinanciamiento en educación- y se la quedó mirando, sin responderle.
La escena del viernes, durante la sanción del Presupuesto 2026, dejó expuesta, sin matices, la división del peronismo. El voto afirmativo de Carolina Moisés, el catamarqueño Guillermo Andrada y la tucumana Sandra Mendoza cristalizó una ruptura que se venía gestando hace más de un año. No era la primera vez que los senadores peronistas se diferenciaban del resto del interbloque -pasó con el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones, en la Ley Bases-, pero las repercusiones no habían alcanzado nunca ese nivel de virulencia. La sospecha había echado raíz en la bancada peronista.
En las redes sociales y en las conversaciones privadas, la militancia y la dirigencia cristinista pedían la cabeza de los senadores que habían votado con Milei. En Convicción Federal -el bloque peronista que integran los tres senadores díscolos junto al riojano Fernando Rejal y el puntano Fernando Salino- están convencidos de que son “operaciones” de La Cámpora. Denuncian una “caza de brujas” orquestada por la agrupación de Máximo Kirchner, con quien están enemistados hace años.
Están convencidos de lo que votaron, incluso del capítulo 2, que fue el más difícil de digerir. “No se podía caer el Presupuesto”, argumentan los senadores, repitiendo las palabras de los gobernadores peronistas a los que responden: Osvaldo Jaldo (Tucumán), Raúl Jalil (Catamarca) y Gustavo Sáenz (Salta). Necesitaban los avales para refinanciar las deudas provinciales y, para los mandatarios, poner en peligro el Presupuesto representaba la posibilidad de no pagar los sueldos.
El Gobierno, finalmente, logró aprobar el capítulo 2 del Presupuesto -que incluye la derogación de las leyes que establecían un piso de inversión en ciencia y educación- con 42 votos a favor y 28 en contra. Los tres votos peronistas no eran necesarios para cambiar el resultado de la votación, pero ahí estaban. Una demostración de fuerza de un Ejecutivo que, hasta último momento, decidió jugarse a todo o nada para que no hubiera más cambios en el proyecto.
“Cristina debería estar defendiendo a los gobernadores, no tratándolos de traidores”, se queja una dirigenta del PJ que defiende la postura de los tres senadores peronistas. El voto en contra del financiamiento a la educación es, para los peronistas díscolos, una defensa al federalismo. Al igual que la salteña Flavia Royón, que se mantiene por fuera del interbloque “Popular” que preside José Mayans, los díscolos del peronismo reclaman libertad de acción para defender a sus provincias.
Incluida Moisés, quien sostiene, puertas adentro, que ella defiende a todos los gobernadores peronistas. Aunque no sean de su provincia.
Unidad a la fuerza
Para el resto de la bancada peronista, los tres senadores se convirtieron en persona non grata. Desconfían de ellos y consideran que, a partir de ahora, se convertirán en aliados habituales del Gobierno. Pero, en el Senado, ninguno se anima a llamarlos abiertamente “traidores”. No en público, al menos.
El motivo es pragmático: los prefieren adentro que afuera. Son tres votos que, a diferencia de lo que pasó con Saénz -que rompió con el PJ nacional-, consideran que volverán a jugar con ellos en el futuro. “Esto no va a salir gratis. Pero hay que trabajar para que sigan de este lado”, señala un referente de La Cámpora.
La conducción kirchnerista en el Senado los necesita, por ejemplo, para asegurarse un tercio vetador que les garantice, a futuro, que el Gobierno tendrá que negociar con Cristina Fernández de Kirchner para aprobar los pliegos de la Corte Suprema de Justicia. Con 28 senadores propios, el cristinismo tiene fuerza para forzar una negociación con el Gobierno.
Si los tres díscolos peronistas rompen del todo con el interbloque que preside José Mayans, en cambio, al Gobierno se le abre una ventana de oportunidad para negociar por separado. La posibilidad de cerrar un acuerdo con los aliados -PRO, UCR y gobernadores- y no con CFK representa una oportunidad atractiva para un Gobierno que vio cómo el Senado le rechazaba, por orden de la ex presidenta, los pliegos de Ariel Lijo y Manuel García Mansilla.
Pero no es el único motivo. Pese a la cercanía de los tres senadores peronistas con el Gobierno a través de Santiago Caputo, en la bancada cristinista están convencidos de que volverán a votar con el resto del interbloque. Los necesitan para las batallas legislativas de 2026, especialmente una: la reforma laboral.
“La reforma laboral es distinta al Presupuesto. Ahí el Gobierno va a encontrar un bloque peronista mucho más sólido”, afirma un importante senador kirchnerista. Confía, como muchos de sus compañeros de bancada, que la CGT intercederá para convencer a los gobernadores peronistas. Que son sus votos los que definirán el resultado de la votación cuando Patricia Bullrich lleve el tema al recinto en febrero.
“Lo de los tres compañeros es un suicidio político. Pero no me preocupa, no sé qué margen les queda. O se van a LLA o se acomodan en el bloque”, pronostica una senadora muy cercana a CFK, quien viene advirtiendo sobre la necesidad de ser “pragmáticos” con los votos de los gobernadores. La ex presidenta repite, desde la derrota electoral de octubre, que hay que ser “flexibles”. “No vamos a expulsar a nadie”, insiste la senadora cristinista.
Casi en espejo, una de las senadoras que votó con el Gobierno, retruca: “Yo no les voy a regalar el peronismo a ninguno de ellos, no me voy a ningún lado”. Una máxima que se repite en el peronismo desde que comenzó el gobierno de Milei. Nadie se va, son los otros los que los quieren ir.
MCM/MC
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