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En primera persona

“Mi equipo secuenció la nueva cepa de Covid-19 y esto es lo que sabemos”

Un testeo de PCR para Covid-19

Sharon Peacock

Londres —

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Siempre creímos que el genoma del SARS-CoV-2 mutaría. Después de todo, eso es lo que hacen los virus y otros microorganismos. A medida que circula, el genoma del SARS-CoV-2 va sumando entre una y dos mutaciones por mes. De hecho, su tasa de mutación es muy inferior a la de otros virus conocidos. La gripe estacional, por ejemplo, muta a tanta velocidad que cada año hay que sacar una nueva vacuna.

Aunque el ritmo sea menor, con el paso del tiempo la población del virus va acumulando bastantes mutaciones en diferentes combinaciones. La característica más llamativa de “la nueva variante”, como los medios llaman al linaje 1.1.7 del SARS-CoV-2 que descubrimos aquí, en el Consorcio de Genómica COVID-19 de Gran Bretaña, es que su genoma acumula un total de 23 mutaciones, un número elevado en comparación con relación a otros linajes que hemos identificado en el Reino Unido.

La mayoría de las mutaciones no son preocupantes porque no implican cambios en los aminoácidos que generan las proteínas de las que está compuesto el virus. Pero cuando sí lo hacen hay que prestar mucha atención, especialmente si las mutaciones (o eliminaciones) ocurren en una región del virus susceptible de cambiar la forma en que interactúa con su huésped humano. En especial, son de gran interés los cambios en la proteína de espiga, que adorna la parte exterior del virus y es el mecanismo que le permite adherirse a la célula anfitriona y entrar en ella para replicarse.

17 mutaciones preocupantes

Lo que preocupa a los científicos es que en el linaje 1.1.7 hay seis mutaciones que no modifican ninguna proteína pero otras 17 sí lo hacen (14 mutaciones y tres eliminaciones, exactamente). Un análisis genómico preliminar del linaje 1.1.7 demostró que varias de estas mutaciones ya habían sido encontradas en otros linajes y se había comprobado que cambian el comportamiento del virus. Se ha visto que una de las mutaciones (denominada 501Y) aumenta la fuerza con que la proteína se une al receptor en la superficie de las células humanas. Un segundo cambio (el 69-70del) ha sido identificado en virus que evolucionaron para eludir la respuesta inmunológica natural de algunos pacientes con el sistema inmune comprometido. Pero no se puede suponer nada sobre la nueva variante ni sobre lo que significarán estas mutaciones. Necesitamos más experimentos científicos para entender cómo se comporta esta versión del virus en comparación con otras.

Lo que queremos saber

Esto es lo que queremos saber: si esta variante se contagia con mayor facilidad, si produce enfermedades más (o menos) graves, y si puede eludir la respuesta inmune de nuestro cuerpo. Por ahora no hay pruebas de que el linaje 1.1.7 cause enfermedades más graves o de que sea capaz de eludir el sistema inmunológico. Tampoco hay razones para pensar que las vacunas que se están aplicando, o las que están en desarrollo, sean menos eficaces contra esta variante. Pero lo que sí parece cada vez más probable es que este linaje sea más transmisible.

Esto es lo que queremos saber: si esta variante se contagia con mayor facilidad, si produce enfermedades más (o menos) graves, y si puede eludir la respuesta inmune de nuestro cuerpo

En Gran Bretaña, el Grupo Asesor sobre Amenazas de Virus Respiratorios Nuevos y Emergentes (Nervtag, por sus siglas en inglés) es el organismo responsable de examinar las nuevas pruebas. En sus últimas actas públicas, Nervtag estimó con un nivel de “confianza moderada” que esta nueva variante era sustancialmente más contagiosa. Los datos para fundamentarlo incluyen un análisis genómico que muestra que este linaje está creciendo a una velocidad en torno a un 70% mayor. El organismo también encontró correlación entre un valor R mayor y la detección de la nueva variante en las muestras (el valor R, recuérdese, es el número de personas a las que contagia cada infectado; cuanto más alto, mayor la propagación). También observaron que la nueva variante creció exponencialmente cuando se aplicaron medidas de bloqueo nacional. 

Todavía hay otras posibles explicaciones para esta rápida propagación, pero la idea de que esta variante es más contagiosa es plausible y parece cada vez más probable. Los estudios de laboratorio que se están realizando en este momento darán una respuesta con certeza.

En términos prácticos, lo que significa es que todos nuestros esfuerzos para evitar la propagación, como lavarnos las manos, usar mascarillas y mantener las distancias físicas, se han vuelto aún más importantes. Nada sugiere que el nuevo linaje sea capaz de eludir estas medidas, siempre y cuando cumplamos correctamente con ellas.

Una pregunta que tal vez nunca tenga respuesta es el origen de la nueva variante. Kent y Londres fueron los primeros lugares donde la detectamos mirando muestras de virus. Pero no está claro si verdaderamente surgió allí. Hay que decir que el Reino Unido está haciendo más secuenciación de SARS-CoV-2 que muchas otras naciones. El hecho de que sea este país donde se ha encontrado puede tener más que ver con ese esfuerzo de laboratorio que con su origen.

Una posibilidad interesante que se ha sugerido es que la variante haya surgido en una persona con el sistema inmune comprometido y crónicamente infectada, con el virus capaz de replicarse y evolucionar en ella durante un largo período. Como siempre, hace falta más trabajo para determinar si fue así o no.

Una posibilidad interesante es que la mutación haya surgido en una persona con el sistema inmune comprometido y crónicamente infectada, con el virus capaz de replicarse y evolucionar en ella durante un largo período.

De cara al futuro, necesitamos revisar los sistemas con los que predecimos si una determinada mutación puede tener consecuencias para la salud. Un estudio reciente de mutaciones elaborado a partir de 126.219 genomas de muestras positivas por nuestro Consorcio de Genómica COVID-19 identificó 1.777 mutaciones que cambiaban los aminoácidos en el gen de la proteína de espiga.

La identificación de mutaciones preocupantes es un proceso imperfecto. Tenemos herramientas para modelar los cambios en la estructura y en la función viral que puede generar una mutación, pero esta simulación siempre tiene que ser confirmada con experimentos. Además, el número de mutaciones a modelar es enorme. 

Hasta ahora, nuestra forma de identificar mutaciones que pueden ser importantes para la salud es rastreando la tasa de propagación del virus, vigilando cuidadosamente la gravedad de los contagiados y usando sistemas que nos alertan cuando el virus elude la inmunidad generada tras un contagio o una vacunación. 

La nueva variante salió a la luz a principios de diciembre, cuando el organismo británico de Salud Pública estudiaba por qué no disminuían las tasas de contagio en Kent pese a las restricciones nacionales, y decidimos cotejar esa observación con los datos del genoma.

La historia de la nueva variante muestra lo importante que es secuenciar el genoma. También, que para mejorar el control de la enfermedad esos datos del genoma se tienen que relacionar con la información clínica y epidemiológica. Afortunadamente, y a diferencia de las epidemias del pasado, ahora podemos utilizar esta herramienta rápidamente y a una escala inédita. Deberíamos estar agradecidos por ello. No será la última vez que lo necesitemos.

La autora, Sharon Peacock, es la directora del Consorcio de Genómica de la COVID-19 del Reino Unido y profesora de salud pública y microbiología en la Universidad de Cambridge.

Traducción de Francisco de Zárate

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