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Preguntas y respuestas sobre las protestas en China

Un hombre grita durante una protesta en Pekín este domingo.

Helen Davidson / Taipéi (Taiwán)

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Una ola de protestas ha sacudido este fin de semana las principales ciudades de China contra la política de “cero COVID”. A continuación, algunas preguntas y respuestas sobre lo que está ocurriendo:

¿Qué está pasando?

La frustración que generan las estrictas políticas del Gobierno chino contra el COVID ha desatado una extraordinaria oleada de desobediencia civil. Decenas de protestas han estallado durante el fin de semana a lo largo de las ciudades del país.

Desde grupos formados por menos de diez manifestantes hasta aglomeraciones de un millar de personas se han congregado en vigilias con velas y protestas callejeras pacíficas. En algunos lugares como Wuhan la gente ha empujado vallas para cerrar recintos por la pandemia y en Shanghái ha llegado a haber enfrentamientos con la Policía.

Con velas, luces teléfonos móviles y folios en blanco, los manifestantes han pedido el fin de los confinamientos y de los frecuentes test masivos.

En algunas protestas se han escuchado demandas prodemocracia, libertad de prensa, y el fin de la censura en Internet. También ha habido informaciones sobre cánticos haciéndose eco de los eslóganes exhibidos en las pancartas que aparecieron colgadas en un puente de Pekín la víspera del congreso del Partido Comunista celebrado en octubre.

¿Cómo se ha llegado hasta aquí?

La frustración desencadenada por la política oficial de “cero COVID” lleva un tiempo resonando. Mientras el resto del mundo ha vuelto a algo parecido a la vida normal, la población china sigue sufriendo confinamientos duros y repentinos que van desde cerrar una sola tienda hasta todo condados enteros, a menudo por solo unos pocos contagios.

En septiembre se estrelló un autobús que llevaba por la noche a unas personas a un centro de cuarentena de Guizhou. Murieron 27 personas, un número muy superior al de los dos fallecidos por COVID que se han registrado en la provincia desde que comenzó la pandemia.

Debido en parte a las restricciones por el COVID-19, miles de trabajadores de una fábrica de iPhone de Apple en Zhengzhou se han enfrentado a la Policía antidisturbios y han derribado barricadas.

En las ciudades confinadas, residentes han citado informaciones y rumores de suicidios y de otras muertes relacionadas con la política de “cero COVID”, incluyendo la de un bebé y un niño de tres años.

A medida que la lista de incidentes crecía, también lo hacía la impaciencia y el escepticismo de la gente, a pesar de los intentos de las autoridades por censurar la información y las voces disidentes.

Al menos 10 personas murieron la semana pasada por el incendio de un edificio en Urumqi (Xinjiang) que llevaba 100 días confinado. La gente achacó las muertes al confinamiento. Su enfado aumentó cuando una de las autoridades pareció culpar a los propios residentes por no rescatarse a sí mismos.

Las primeras protestas de este fin de semana tuvieron lugar el viernes en Urumqi. En los vídeos se podía ver a la gente cantando en una plaza la letra del himno nacional de China: “Arriba, todos los que se niegan a ser esclavos”.

El sábado, una multitud se reunió en Shanghái en la calle Middle Urumqi, nombrada así por la capital de Xinjiang. Corriendo un riesgo extraordinario, la multitud coreó consignas sobre la dimisión del Partido Comunista Chino y de su líder, Xi Jinping. El domingo, la oleada de manifestaciones en solidaridad con Urumqi y como expresión de las propias frustraciones locales se había extendido a la capital del país, Pekín, así como a Shanghái, Chengdu, Wuhan, Lanzhou, Nanjing, además de decenas de campus universitarios.

¿Por qué llevan folios A4 en blanco?

Los folios en blanco se han convertido en un símbolo de las protestas. Bajo el Gobierno autoritario de Xi no hay lugar para expresar de una forma segura la disidencia, algo que se ha vuelto sumamente arriesgado. Los folios en blanco son un guiño a la falta de libertad de expresión y a la censura rampante.

Una protesta en la elitista universidad de Tsinghua (Pekín) comenzó con una estudiante sosteniendo una sola hoja cerca de la cantina del campus. El personal se la quitó pero ella no se movió del lugar, según se informó. Pronto se le unieron decenas, y luego cientos, de personas. “El papel en blanco representa todo lo que queremos decir pero no podemos”, dijo a la agencia Reuters un joven manifestante junto al río Liangma de Pekín.

En un vídeo supuestamente grabado en Liangmaqiao (Pekín), una mujer criticaba la cobertura que los medios estatales habían hecho de la tragedia “provocada por el hombre” en Urumqi. “Todo es mentira, todo es silencio”, dijo la mujer. “Hemos lanzado el movimiento en homenaje del papel en blanco. ¿Decimos algo en el papel? No. Todas las acusaciones están en nuestros corazones. Todos los pensamientos están en nuestros corazones”.

¿Qué está pasando con los manifestantes?

La Policía ha detenido a un número indeterminado de manifestantes, entre los que hay al menos un periodista extranjero. En Shanghái, la segunda noche de protestas fue recibida con un fuerte dispositivo policial y la BBC comunicó que su cámara en la ciudad, Edward Lawrence, había sido detenido y golpeado antes de su liberación. Según la BBC, la Policía se limitó a decir que lo detuvieron por su propio bien, para evitar que se contagiara de COVID-19 en la multitud.

En Pekín, dos grupos de manifestantes en los que había al menos 1.000 personas se concentraron el domingo por la noche a lo largo de la tercera carretera de circunvalación de la capital china, cerca del río Liangma, y se negaron a dispersarse. Cerca de la plaza de Tiananmen, los manifestantes exigieron democracia y Estado de derecho, a la vez que condenaron las dictaduras y los “cultos a la personalidad”.

¿Por qué son significativas estas protestas?

Según los analistas, las protestas no se parecen a nada de lo que se ha visto en las últimas décadas, quizás desde la mortal represión contra las protestas estudiantiles en la plaza de Tiananmen de Pekín en 1989.

“Se trata de un acontecimiento verdaderamente notable, teniendo en cuenta lo sincronizadas que están en cuanto a su alcance y al tamaño de las multitudes en todas estas ciudades”, dice Dali Yang, politólogo de la Universidad de Chicago.

En su opinión, incidentes como el incendio de Urumqi y el accidente del autobús interpelan a todos porque son cosas que podrían pasarle a cualquiera. “Todas esas personas han compartido las mismas situaciones: confinamientos, preocupación por sus trabajos y por sus empresas, y diversas formas de frustración por la atención médica y por las muertes”.

Una novedad de las protestas es el rechazo a la censura en Internet. El cortafuegos que el Gobierno de China ha interpuesto en la red y los ejércitos de moderadores son extraordinariamente eficaces, pero es posible que hayan colmado la paciencia de la gente. Los ciudadanos juegan al gato y al ratón con los censores, encontrando formas creativas de compartir vídeos y mensajes sobre las protestas, expresar su solidaridad o quejarse de las autoridades.

En Pekín, los manifestantes han pedido que vuelve a haber libertad de expresión. “Devuelvan las películas, queremos libertad de cine, queremos libertad de expresión, devuelvan los medios de comunicación, devuelvan el periodismo”.

Mientras ocurre todo esto, cientos de miles de personas se reúnen en los estadios de Qatar para ver el Mundial de fútbol. Las multitudes apretujadas y sin mascarillas no han pasado desapercibidas para los aficionados chinos, por mucho que las cadenas de televisión evitasen deliberadamente esas tomas.

Según los analistas, es normal que las emisoras chinas se preparen para “precensurar” los partidos internacionales evitando tomas del público en las que puede aparecer alguien sosteniendo una bandera políticamente sensible o algo similar, pero la práctica está recibiendo mucha más atención y críticas en el contexto actual.

Los intentos de controlar la información también se han extendido más allá del cortafuegos, con los hashtags relacionados con las protestas y temas de búsqueda en Twitter inundados de mensajes irrelevantes que contienen turismo, publicidad y pornografía. Gran parte del intercambio de información se ha alejado de redes públicas como Weibo para trasladarse a herramientas de comunicación personal como WeChat, más privadas y más difíciles de censurar.

¿Qué va a pasar?

No es raro que haya protestas en China, pero sí que tengan esta magnitud y extensión. Y lo que piden, poner fin a la estricta política de “cero COVID”, no es algo que el Gobierno esté dispuesto a conceder en este momento.

La atención está puesta ahora en lo que ocurra esta semana, si siguen las protestas, o aumentan, y cuál va a ser la respuesta de las autoridades. Es posible que las personas identificadas como manifestantes sufran graves consecuencias.

Los medios estatales no se han pronunciado sobre las protestas, pero han publicado llamamientos enérgicos a la “adhesión inquebrantable” a la política de “cero COVID”.

Yang destaca que hasta el momento la reacción de las autoridades locales a las protestas no ha sido homogénea. En algunas zonas ha habido un relajamiento de las restricciones y en otras una acción policial contundente.

En su opinión, el Gobierno central podría introducir algunos cambios para apaciguar a la gente o aliviar la presión usando como chivos expiatorios a las autoridades locales o a las empresas privadas implicadas en la respuesta a la pandemia.

“Podrían ser mucho más claros sobre el camino a seguir, por ejemplo sobre cuándo y cómo podrá salir China del 'cero COVID'. Hasta ahora los mensajes han sido frustrantes y confusos incluso para las autoridades”, dice. “El reto es que este virus no va a desaparecer”. Traducido por Francisco de Zárate.

AGB

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