Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Opinión - Panorama de las Américas

Vamos ganando, compañero Boric

Alfredo Grieco y Bavio Panorama de las Américas rojo
4 de diciembre de 2021 11:03 h

0

Si el balotaje de la elección presidencial chilena fuera hoy, ganaría Gabriel Boric. Que había salido segundo en la primera vuelta del 21 de noviembre. Seis encuestas se conocieron hasta el viernes. Los seis sondeos de intención de voto coinciden en que el 19 de diciembre el candidato izquierdista cada vez más centrista se quedará con la presidencia. Y superará por 6 puntos a su rival el candidato cada vez más centrista y mucho menos ultra derechista José Antonio Kast. Que había ganado en primera vuelta. Todo cambió en Chile desde el ‘estallido social’ de octubre de 2019 y también se oxidó aquella ley que decía que el candidato presidencial que ganaba la primera vuelta ganaba la segunda y entraba en La Moneda. Corolario matemático de la unanimidad de los sondeos  es que hay hasta un 80% de posibilidades de que no sea Kast sino su adversario quien remplace en La Moneda a su actual inquilino, el empresario multimillonario y presidente centro-derechista Sebastián Piñera.  

Conocido el recuento de los votos informado por la autoridad electoral, en la noche del penúltimo domingo de noviembre la recuperación de las derechas había sido muy segura y firme en la elección legislativa y la ventaja en la presidencial lucía muy prometedora para esos colectivos. El primer discurso nocturno fue del vencedor relativo. Kast lo pronunció desde su comando de Las Condes, al oriente de Santiago, a su militancia. Allí, en esa comuna donde el metro cuadrado ha de ser el más caro de Chile, había entre quienes oían gentes que jamás podrían habitar en la zona.

El líder republicano del Frente Social Cristiano habló de manera tranquila. Kast dijo que solucionaría los problemas de seguridad que sufren los sectores más pobres de la población, que daría soluciones justas a los problemas por la violencia de la inmigración en el Norte y por las reivindicaciones de los pueblos originarios en el Sur (dos regiones donde había ganado) y auxilio urgente a la desigualdad ofensiva que sufre el Centro del país (la región más poblada y donde había perdido). Porque sería el presidente de la paz y la justicia sociales y el del cambio con buen orden y eficaz administración en la economía. Después habló el líder frenteamplista de Apruebo Dignidad y dijo más o menos las mismas cosas generales, razonables, irrefutables. Por supuesto, como no podría ser de otro modo, cada uno pidió para sí el voto, y aseguró que su competidor era incapaz de ejecutar el programa que juraba cumplir. Pidieron el voto de quienes no fueron a votar: el sufragio es voluntario, y el ausentismo había sido de más de 50 por ciento del padrón.

El centro, unido, jamás será vencido

Un habitante de otra galaxia, un persa, un marroquí, un babilonio, un iroqués en tierras de mapuches, que no leyera los diarios ni escuchara los análisis, quedaría pasmado por las semejanzas ante que por las diferencias entre los dos candidatos. El vocabulario político propositivo que esa noche usaron Kast y Boric no era parecido: era idéntico. Y es el mismo que siguieron usando y siguen usando. Al fin del día 21 usaron estas palabras, estas frases, estos giros, y las ordenaron según esta misma secuencia: esperanza, miedo, diálogo, justicia, social, dignidad, democracia, cambio, responsabilidad, sentido, niños, niñas, historia, aprendizaje, naturaleza, justicia, trabajar sin descanso, llegar hasta quienes hoy no votaron por nosotros porque tenían dudas legítimas, que llegue a todo su pueblo y no a una minoría, que todos puedan ganar lo justo, empleos de calidad, discriminación entre ríos y pobres, corrupción venga de donde venga, no más políticos que vivan en una burbuja, paz social en una sociedad cohesionada que no discrimine a nadie, no sobra nadie, contra los privilegios, la esperanza le va a ganar al miedo, hacer grande a Chile y a nuestro pueblo. Desde entonces, las usan todas, o casi todas, casi todos los días.

Desde luego, aquella noche también Boric dijo No, dictadura militar, oposición, guerra, Piñera, recetas que fracasaron, inclusivo, la gloriosa marcha del 25 de octubre de 2019, mujer violada obligada a parir, retroceso en el derecho a decidir sobre su cuerpo (pero ya no dijo aborto), pinochetismo. Y Kast dijo terrorismo, comunismo, ultraizquierda, Cuba, Venezuela y (sin mencionarla por su nombre) Argentina. Aunque desde entonces hayan morigerado todo abuso de estos léxicos que huelen demasiado a sus respectivas parroquias.

A los ojos marcianos o de protagonista de ‘novela filosófica’ dieciochesca, extraviados en una loca geografía que no conocen de antemano, habría sido difícil reconocer en Kast a un fanático ultraderechista y en Boric a un izquierdista. Los dos eran abiertamente reformistas, ninguno un fundamentalista de la retaguardia o de la vanguardia. La oratoria de Kast fue más serena; la de Boric, más vibrante, inquieta y ansiosa. Si fuera todo cuestión de palabras, de audio, de podio, el heredero de un cambio radical pero que sin embargo seguiría siendo muy chileno, “con empanadas y vino tinto”, el que había prometido el socialista Salvador Allende medio siglo atrás, el mismo que se cumple del Premio Nobel de Literatura concedido al poeta (que fue embajador del gobierno de la Unidad Popular) Pablo Neruda, habría parecido ser Kast y no Boric. También parecía inevitable que los votos del tercero en la primera vuelta, el economista liberal y populista Franco Parisi, líder del Partido de la Gente, drenarían a Kast. Hoy esto es más dudoso.

Conviene tener siempre presente que las apariencias engañan, a los que odian y a los que aman.

Piedras y votos

Según la interpretación más difundida, y en absoluto infundada, entre los motivos que hacían impredecible a simple vista el resultado del balotaje, impredecible el resultado de estas seis últimas encuestas de intención de voto, se cuenta que el electorado del izquierdista Boric elige orientado por un ideario formulado de manera menos visceral y más cerebral, cuyo corolario es la preferencia del Estado al Mercado. En cambio, el electorado del súper derechista Kast, muy poco cerebral, muy epidérmico,  se guiaría buscando preservarse del desorden y la inseguridad. ¿Es así? Sólo podemos decir que aquella dicotomía no es desechable, aunque no sepamos si es muy útil.

Si hoy miramos de más cerca un día clave, el 18 de octubre de este año, segundo aniversario del ‘estallido social’ de 2019, ¿qué vemos? Hay imágenes suficientes para reconstruir la jornada.

A las seis de la tarde de ese lunes 18, se registraron en Santiago de Chile los primeros saqueos, a los que sucedieron otros, menos y menos frugales; a la seis de la mañana del martes seguían activos, hasta menguar y cesar con el desamparo de la sombra. El paisaje del día después ofreció imágenes análogas -a escala, guardando las debidas proporciones- en el Gran Santiago, en Valparaíso, en centros urbanos menores. Durante la noche, la expropiación popular de bienes de consumo se había concentrado en barrios provistos de farmacias, multitiendas y supermercados. El Ministerio del Interior y Carabineros singularizan como ‘hechos de delincuencia común’ estas acciones. Algunas lo son, como el asalto en Maipú a una sucursal Banco Estado, del que una banda robó 100 millones de pesos. En un país catequizado en la veneración de la propiedad privada, aumentar el patrimonio propio a expensas del ajeno, por la fuerza y no por la razón, es una violencia muy condenable, aunque una conducta perfectamente inteligible. Desasosegantes son aquellos comportamientos que Gobierno y medios llaman ‘actos vandálicos’. La violencia de la protesta que había salido a protestar en el primer aniversario inmune de la protesta (en 2020 había toque de queda), dejaba su signo en la destrucción de signos favoritos de la modernidad de Chile. La del Estado y las castas que gozaban de ella, de esa prosperidad cuyo precio era la desigualdad que excluía a quienes dos años atrás había salido a las calles. La destrucción podía ser todo lo igualitaria que no había sido la construcción. Todas las cosas pueden ser golpeadas, quemadas, estropeadas. Estos daños, que una interpretación condescendiente buscaría hacernos ver como indemnización simbólica, pueden infligirse en todos los barrios, sin importar cuán bien o mal surtido sea su comercio. Infraestructura, semáforos, luminarias, en capitales regionales. Las puertas del Registro Civil de Puente Alto cedieron ante la presión; los manifestantes entraron, le prendieron fuego al archivo, convirtieron manualmente en papel picado documentos que no se quemaban, y salieron para esparcirlo en las veredas.

Dijo Marco Enríquez-Ominami que cada piedra del 18 de octubre de este año sería un voto para Kast. ¿Es así? ¿O la violencia de esta épica retaliatoria alta multiplicó también los votos de Boric, animó a votar a quienes,  si no,  se habrían quedado en casa, y ayudó a un balotaje entre ellos dos?

En todo caso, la perpetua evocación de esas violencias por Kast, la insistencia en el eco y la furia del estallido, no le sirvió para reunir a la centro derecha en torno de él. Recién esta última semana las diversas facciones de Renovación Nacional (RN), el partido de Piñera, a través de comunicados y documentos, no de encuentros personales (no quieren la foto), y la Unión Democrática Independiente (UDI) dieron un resignado apoyo a Kast.

Por el contrario, Boric recibió de inmediato la cooperación de las fuerzas de centro-izquierda e izquierda de la antigua Concertación que gobernó Chile después de la dictadura, y por más años que el capitán general Augusto Pinochet. Tal vez sea, en gran medida, una cuestión de liderazgo. Las fuerzas de la derecha no encuentran creíble o idóneo a Kast. La centro-izquierda, en cambio, no cree que Boric sea de ultraizquierda. Al revés, ven en él una vía de continuidad para la Concertación, pero con una candidatura que impulse las reformas que no supieron, o quisieron, hacer. Como telón de fondo tranquilizador, para los partidos y el electorado centrista, está el equilibrio de fuerzas de derecha e izquierda que estas elecciones ya crearon en el Congreso, significan un límite infranqueable para revolución o reacción. 

AGB

Etiquetas
stats