Kissinger not dead
El Dr Kissinger era “un personaje increíble, inexplicable, en el fondo absurdo”, escribía cincuenta y un años atrás Oriana Fallaci en el más famoso de sus jamás infames reportajes. Que se encontraba con Mao Tse-tung cuando quería, que entraba en el Kremlin cuando le daba la gana, que despertaba al presidente y entraba en su cuarto de la Casa Blanca cuando le parecía oportuno. Según la periodista italiana, “al lado de este cincuentón con anteojos de lentes bifocales James Bond parecía un invento desabrido”. No disparaba armas de fuego, no se boxeaba, no saltaba desde un fórmula 1 en carrera como el 007 que peleaba la Guerra Fría de Su Majestad británica. Pero el Secretario de Estado de EEUU aconsejaba qué guerras librar, sugería cuáles abandonar, pretendía torcer nuestros destinos. Y cuántas veces terció, y torció: la licencia para matar, Kissinger, Henry Kissinger, nunca la pidió prestada.
Cien es un número redondo
Sólo la muerte está a la altura del mito. El ex asesor en Seguridad Nacional de doce presidentes norteamericanos, el ex jefe de la diplomacia de los republicanos Richard Nixon y Gerald Ford, murió al cumplir un siglo. Mejor morir a los 100 que a los 99 para quien quiere vivir. Y para sobrevivir, también mejor que a los 102, acaso. El número 100 es redondo y pop sin redondeo previo. Los centenarios se comportan como lobistas congénitos en pro de dotar de un formato histórico a las narrativas globales.
En mayo de 2023 se cumplió el centenario del nacimiento en 1923 del ciudadano alemán de familia judía Heinz Kissinger que el último día de noviembre murió como Henry en EEUU, desde 1938 su patria de entusiasta adopción y adhesión, y donde en 1954 se doctoró brillantemente. La Universidad de Harvard hizo su profesor de quien había hecho doctor. (A Henry Kissinger aplica lo que el poeta mexicano Salvador Novo dijo de un colega y compatriota, gran funcionario de la UNESCO suicidado en 1974: “Jaime Torres Bodet nunca tuvo vida, ya de niño tenía biografía”).
Un centenario es dos cincuentenarios, o el Golpe y el Nobel
En meses posteriores de este 2023 se cumplieron, con pareja puntualidad de número redondo, dos cincuentenarios sucesivos. Dos acontecimientos, que contrapone entre sí una ironía rechinante. El Golpe de Estado en Chile y el Nobel de la Paz para Kissinger.
En septiembre de 1973 el gobierno del presidente socialista Salvador Allende cayó por la fuerza en Chile. La Secretaría de Estado norteamericana había acompañado en su semi-clandestina concepción, y secundado en su sobreactuada ejecución, el Golpe del general Augusto Pinochet.
Cincuenta años atrás triunfó en Chile el Golpe apoyado por Kissinger que instauró la dictadura de Pinochet y cincuenta años atrás el secretario de Estado de Nixon recibió el Nobel de la Paz por '"el fin la guerra de Vietnam" (que concluyó en 1975).
Kissinger fue más lejos. Favoreció la instauración de un régimen cívico-militar que en el corto o mediano plazo manifestara que derivaba su justificación del buen éxito en la gestión económica y social -o de su buen éxito en hacerse ver como tal eficaz gestor. Una legitimación propia, no derivada de la ‘pesada herencia’ del gobierno de la Unidad Popular (UP), para prolongarse en el poder y demorar toda alternancia de su titularidad. Pinochet plebiscitó en 1981 una Constitución, actualmente en vigencia, y la transición democrática chilena esperó hasta 1989.
El cuerpo de Kast y el alma de Kissinger
Cuando el líder de la oposición chilena de hoy, y vencedor de la primera vuelta de las últimas elecciones presidenciales, el derechista José Antonio Kast, del Partido Republicano, reivindica un nuevo vínculo, ‘desacomplejado’, ‘sin histerias’, con el pasado pinochetista, con las violaciones de DDHH de la dictadura, se nutre, a sabiendas o no, de argumentos que fueron el oxígeno de la biósfera del siglo de Kissinger.
Hay que decir que los argumentos de Kast son argumentos ‘realistas’. La Realpolitik presentada como control de daños, como opción menos catastrófica entre opciones presentes que lo son -y sobre todo, lo serán- todavía más, es el corazón de la sensibilidad Kissinger. Kast invita a una visión general, sin exclusiones, donde la modernización ganada por la economía chilena, la observancia ‘democrática’ de sus propias normas por Pinochet -que perdió un plebliscito en 1988 y llamó a elecciones-, han de ser tenidas en cuenta in the big picture para evitar injusticia. Son invitaciones a comparar lo inconmensurable.
Un realismo mágico muy poco maravilloso
Pongamos de momento entre paréntesis examen y condena del realismo de Kissinger. Porque ocurre que, tal vez, sea a la luz misma de esa doctrina más duro y grave todo veredicto actual sobre su legado. Si se ha de buscar, sin remilgos, sin reparos, sin detenerse cual bellas almas hegelianas en dogmatismos idealistas, es la solución menos hiriente entre las más ultrajantes, ¿califican así las que ideó y propuso como tales Kissinger? En África, Asia, América, esas dictaduras sangrientas (o esos mediocres partidos monopólicos del poder, en México o Venezuela o Indonesia o aun Japón), merecedores del favor de Washington por garantizar o prometer un anticomunismo consistente, ¿eran en efecto el mal menor? El bombardeo sistemático de Camboya, cuya consecuencia fueron la dictadura de Pol Pot y un genocidio paleotécnico pero millonario en víctimas nacionales, ¿era realmente el medio menos lesivo para evitar la beligerancia camboyana, para frenar una internacionalización (mayor) del conflicto vietnamita?
Apenas pasado un mes del Golpe en Chile, Kissinger recibió el Premio Nobel de la Paz 1973. Por la paz en Vietnam, decían quienes se lo otorgaron. Paradoja no sólo contextual, sino intrínseca. Porque, no dejaban de reconocer todos, en Vietnam paz, lo que se dice paz, ni había sido pactada, ni había. El fin de la guerra llegaría en 1975, cuando las últimas fuerzas de EEUU abandonaran en helicóptero los últimos edificios que tenían bajo su dominio en la ciudad que entonces se llamaba Saigón, capital de un Vietnam del Sur que desaparecía con el vuelo del último helicóptero, fusionándose con el norte en un único Estado nacional vietnamita.
'Que prime el buen fondo sobre la mala cara, caballeros'
No faltan en Occidente medios y análisis que a la muerte de Kissinger insisten en cerrar un balance equilibrado movido por la razón y no por la fuerza, por la lucidez antes que por el rencor de pueblos famélicos. Algunos periódicos, como el diario conservador británico Daily Telegraph, han hecho el inventario de los resentimientos, de la prensa gráfica que en países agraviados ha publicado titulares como “Murió un criminal de guerra”.
Los partidarios de la equidad, del ‘a más bé sobre dos’, apuntan el orden y el progreso de la diplomacia de Kissinger para abrir nuevas perspectivas de desarrollo pacífico en dos áreas globales clave, Medio Oriente y China. Dos áreas que, sin embargo, esos mismos balances armoniosos reconocen como las dos más potencialmente incendiarias en un horizonte contemporáneo ya suficientemente flamígero.
La paz a ti debida, o avanza Egipto retrocede Gaza
En octubre de 1973, Egipto y Siria atacaron de sorpresa al Estado de Israel en el día más sagrado del calendario religioso hebreo. El de la Guerra de Yom Kippur es otro cincuentenario más de 2023, uno que en octubre Hamas conmemoró con mortífera virulencia.
Finalizado el combate en el campo de batalla, neutralizados por las IDF (las FFAA israelíes) los dos ejércitos árabes más profesionales y poderosos, Kissinger se colocó, en virtud de una prioridad sólo por él escogida, y a título personal, como actor protagónico de la diplomacia subsiguiente. Al conjunto de estos esfuerzos regionalmente concentrados se llamó shuttle diplomacy. Una diplomacia de puente aéreo. El Secretario de Estado conversaba con el gobierno israelí, y volaba a informarlo a las autoridades egipcias, cuyas reacciones volaba de regreso a transmitir a autoridades a su vez reactivas, y así siguiendo, entre Tel Aviv, El Cairo, Damasco.
Se ha tornado convencional el apreciar en los acuerdos de Camp David de 1978, firmados cuando el demócrata Jimmy Carter era el presidente de EEUU y el secretario de Estado no era Kissinger, un fruto comestible de aquella diplomacia del funcionario de Nixon, acerca de cuya buena voluntad como correveidile de entonces no hay por qué dudar ahora. Egipto reconoció al Estado de Israel, y firmaron la paz dos países que habían librado dos grandes guerras, la de los Seis Días y la de Yom Kippur (Ramadán para los musulmanes, de Octubre para los laicos).
Egipto ha estado al frente, tradicionalmente, de los 22 países que integran la Liga Árabe, y la sede de la Liga Árabe está en El Cairo. En los primeros días de diciembre de 2023, las IDF han invadido Gaza, después de bombardeos que dejaron más de una decena y media de miles de muertes, y más de la mitad de las víctimas son mujeres y menores. Gaza limita con dos países, con Israel, y al sur con Egipto.
La Franja vive cerrada desde 2007. Por Israel. Pero también, al sur, por Egipto.
Mi amigo el Dragón dormido (que despertó)
En 1971, la China comunista, con capital en Pekín, fue reconocida por la ONU como una más de las Naciones Unidas. Desplazó de su banca en la Asamblea General a la China nacionalista, la isla de Taiwan, con capital en Taipei, hasta ahora protegida como única China por EEUU. La reorientación de Washington significó intercambiar embajadas con el país maoísta y el ingreso de China continental al Mundo con mayúsculas, a expensas de una Moscú más irrelevante que indiferente.
El rediseño añadió un integrante más del club atómico como final n°5 del Consejo de Seguridad, esa suerte de Cámara de los Lores de la ONU con voto y veto, frente a la cual la Asamblea General es Cámara de los Comunes con voz sin voto.
Sus relaciones con China enfiló EEUU por un camino del que nunca se apartó en el siglo XX, hasta advertir en la segunda década del XXI que el apartarse sería un giro no sólo de un costo segundo a ninguno en la hora actual, sino además imposible de poner en marcha, aun decidido con determinación sin quiebres, sin antes pasar por las demoras y reformas de una transición difícil de acelerar en su extensión.
Quienes reclaman un balance con debe y haber a la hora centenaria del Dr Kissinger, reclaman para el haber su diplomacia dedicada a crear condiciones para la paz en dos áreas que, admiten, son las dos que menos apacibles lucen hoy, Medio Oriente y China.
El modelo de sociedad estratégica chino-norteamericana fue radicalmente novedoso para EEUU: una coordinación en sus estructuras productivas e integración de cadenas de suministro que coexistió con la admisión de la rivalidad comercial.
Sólo a destiempo se percibió que el reto no tenía por qué regirse por el juego limpio si importaba menos competir que ganar. Y que tal pugnacidad en los negocios no podría crecer sin que el desafío se volviera militar. En otra escala, lo mismo ocurre entre China continental, y Taiwan, la isla cuya soberanía disputa pero de cuyas fábricas de microchips depende, sin proveedor alternativo, para la producción de los bienes industriales que exporta.
Un modelo divergente al que Kissinger había moldeado para la bipolaridad fundante de la Guerra Fría: el de las áreas de influencia exclusivas. Nada compartían, nada podían compartir, las áreas de influencia de Washington y Moscú, de un interés estratégico exclusivo y excluyente, destinadas a coexistir por separado, no a existir conjuntas.
Kissinger, una eternidad que no se desgasta por el uso
La doctrina de las áreas de influencia exclusivas está por detrás de la actual guerra en Ucrania. El presidente ruso Vladimir Putin sostiene que Occidente interfirió e intervino política y militarmente, más allá de lo tolerable, en un área de influencia a todas luces rusas como es la ex República Socialista Soviética ucraniana. Que al alentar los sueños del gobierno de Kiev de pertenecer a la OTAN y a la Unión Europea (UE) afrentaron más de lo imaginable los intereses estratégicos de Rusia a un punto que Moscú jamás llegó al rivalizar con los intereses occidentales.
La animosidad anti-palestina de Egipto es un elemento de una magnitud menor, y que sin embargo ha sido determinante en la encrucijada actual de la Franja de Gaza.
La doctrina de colaboración estratégica norteamericana con la integración china al mundo está por detrás de las aporías y callejones sin salidas a la vista en una hostilidad que demócratas y republicanos coinciden en considerar primordial y urgente para Washington. Y que el encuentro de San Francisco entre el demócrata Joe Biden y el comunista Xi Jinping ha sabido maquillar porque no pueden modificar.
Heinz Kissinger murió centenario, el siglo del Dr Henry Kissinger tardará en morir.
AGB
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