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Desde lejos, cerca

Por qué nos hace tan mal la incertidumbre

Odiamos la incertidumbre

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Los últimos meses han sido difíciles de predecir. Vamos de un lado a otro imaginando diferentes escenarios posibles y parece que todo cambia día a día. Y no es que viniésemos de tiempos tranquilos. Hace un poco más de tres años se declaraba una pandemia global, generadora de inestabilidad si las hay. Y aunque por suerte eso va quedando atrás, no dejamos de tener fuentes de incertidumbre. Sigue siendo difícil saber qué va a pasar en las próximas semanas o meses en el país. Y ese estado de perpetua duda, que nos obliga a estar evaluando posibles escenarios y suponiendo qué pasaría si… puede ser muy agotador. Porque tendemos a detestar la incertidumbre.  

En un estudio que se hizo hace algunos años, encontraron que puede ser más estresante no saber qué va a pasar, que saber que va a pasar algo malo. Esto lo probaron con un juego de computadora en el que las personas tenían que dar vuelta rocas. Si debajo había una serpiente, les llegaba una pequeña descarga eléctrica a la mano. Pero además, el juego tenía una complejidad más: la probabilidad de que hubiera víboras debajo de las rocas iba variando. Al mismo tiempo les medían indicadores de estrés, a través de la transpiración y las pupilas. 

¿Qué encontraron? Los mayores niveles de estrés eran cuando había una chance del 50% de que hubiese una serpiente, cuando no podían predecir qué era lo más probable. Y era incluso más alto que cuando sabían que venía un shock eléctrico. O sea “no saber” nos estresa más que saber que viene un shock. La incertidumbre nos estresa mucho, nos obliga a estar preparándonos para dos cosas a la vez. 

El efecto es tan fuerte, que incluso estamos dispuestos a ganar menos con tal de evitar la incertidumbre. Esto fue lo que identificó una investigación en la que los participantes tenían que tomar decisiones para ganar un poco de plata. Por una lado, podían elegir una opción rápida, en la que tenían menos probabilidad de ganar y los montos eran menores. Pero si esperaban unos segundos, sin saber exactamente cuántos, podían ganar más. La decisión más racional sería siempre esperar, aumentaba la probabilidad de ganar. Pero menos del 40% de las personas eligió esperar cada vez. Por supuesto, hay diferencias personales y muchos factores que pueden influir sobre nuestra paciencia y nuestra capacidad de manejar lo incierto, pero en general, no saber qué va a pasar nos estresa. Tanto que preferimos perder un poco de plata con tal de saber la respuesta.  

En distintos estudios, se ha visto como el hecho de tener pocos recursos económicos obliga a las personas a estar en un cálculo mental constante que limita las posibilidades de usar esa energía para otras cosas, como planificar más a largo plazo

Más allá de los experimentos de laboratorio, el estrés que trae la incertidumbre, el hecho de estar pensando en todo lo que podría pasar, nos puede ocupar una parte grande del cerebro. “La incertidumbre que las personas sienten sobre áreas clave de su vida, como los ingresos o la seguridad, genera la necesidad de prepararse mentalmente, pensar cómo sobrevivir y manejar la situación en caso de que lo peor ocurra”, explica Samuli Laato, un investigador de la Universidad de Tampere que ha estudiado el efecto de la incertidumbre en las decisiones. 

Y Laato agrega: “Tener que ocuparse de estas cuestiones aumenta la carga cognitiva”. Es decir, aumenta la cantidad de variables que tenemos que tener en la cabeza en un determinado momento. Y tener muchas cosas a la vez puede volverse agotador, y estar agotado no es una gran manera de tomar decisiones.

Un área en la que se ha estudiado mucho el efecto de esta carga cognitiva es la de las decisiones económicas. En distintos estudios, se ha visto como el hecho de tener pocos recursos económicos obliga a las personas a estar en un cálculo mental constante que limita las posibilidades de usar esa energía para otras cosas, como planificar más a largo plazo. Si cada día tengo que calcular al detalle cuánto voy a gastar, y por lo tanto qué no voy a poder comprar, cada decisión se vuelve clave, y hay que dedicarle tiempo y energía. 

Nuestra capacidad mental es limitada, tenemos un cierto ancho de banda, que cuando está ocupado en sobrevivir en el día a día o tener en mente 1500 posibilidades de lo que va a pasar nos impide pensar en otras cosas. Tendemos a odiar la incertidumbre, no saber qué va a pasar nos estresa y nos absorbe mucha energía que podríamos estar usando en otras cosas. 

OS/CRM

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