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Al final, no era tan así

Revés para el gobierno alemán y el riesgo de una guerra abierta en otro inquietante caso de escuchas ilegales

El presidente ruso, Vladimir Putin. Se sospecha que sus agentes de inteligencia se infiltraron en las conversaciones del ejército alemán.

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El gobierno del alemán Olaf Scholz lleva un 2024 de pesadilla. A los problemas políticos que atraviesa su coalición y una recesión amenazante, se sumó esta semana otro affaire de magnitudes por la filtración de un diálogo entre altos funcionarios militares alemanes que reprodujo la cadena estatal rusa Russia Today.

El hecho abrió una serie de polémicas que atraviesan a la política, el periodismo, y los intereses de los Estados, con un radio de acción que llega hasta nuestro lejano país. 

El caso es el siguiente. Unos días atrás, la directora de la cadena estatal rusa, Margarita Simonián, publicó en su cuenta de X un audio de treinta y ocho minutos que recogía un diálogo entre funcionarios del ejército alemán a propósito del posible envío de misiles Taurus a Ucrania. 

El envío de este misil ha sido un asunto de debate en Alemania durante los últimos meses porque es uno de los más sofisticados de Europa, y su alcance podría permitirle al ejército ucraniano atacar la ciudad de Moscú. La postura del canciller Olaf Scholz ha sido no entregar los Taurus porque para ello debería haber militares de su país en el terreno de la guerra, y eso podría arrastrar a Alemania al conflicto.

La aparición del audio reveló una información que desmiente el principal argumento de Scholz para negarse al envío de los Taurus y disparó toda una serie de controversias.

En principio, los medios europeos no se abstuvieron de reproducir la parte más relevante de las escuchas a pesar de su origen ilegal. Del Welt al Der Spiegel, todos escribieron artículos en los que recogían el diálogo y lo analizaban, lo que evidencia que para todos ellos era más importante el contenido que la forma en que se había filtrado al público. Un asunto cuyo eco resuena en Argentina, donde en los últimos años se han filtrado numerosas conversaciones y los medios han tomado la decisión de publicarlas o no según su filiación ideológica y no tanto por criterios deontológicos.

Por otra parte, la filtración muestra cómo el Kremlin ha naturalizado el uso de los medios estatales para la concreción de sus objetivos políticos y militares. Aunque la investigación está en curso y no se ha confirmado que el responsable de conseguir el audio sea Rusia, todo apunta a sus servicios secretos. 

La directora de Russia Today ha sido el vehículo para hacerlo público, y en toda una serie de posteos posteriores ha dejado en claro que trabaja para el gobierno de Vladímir Putin. “Sirvo a Rusia!”, declaró este viernes para rematar un artículo de Der Spiegel que destacaba el poder del aparato de inteligencia que lidera el presidente ruso. 

Mientras los medios privados de Occidente también cuentan con sus intereses y afinidades políticas, conviene analizar los riesgos de entablar acuerdos con medios estatales como los de Rusia y China, incluso para Argentina, que parece desconectada de los conflictos más relevantes del escenario internacional. 

En la misma línea, la filtración de los audios pone en evidencia la fragilidad de ciertos Estados para proteger su información sensible. Para Alemania, no se trata de la primera infiltración de agentes de inteligencia extranjeros en comunicaciones oficiales. Entre los años 2012 y 2014, la excanciller Ángela Merkel sufrió el espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos. Si este es el nivel de vulnerabilidad para una potencia de primer orden en Europa, ¿qué queda para los países subdesarrollados, con muchas menos herramientas y experiencia en contra inteligencia? ¿Donde está parada la Argentina de Milei?

Por último, la filtración dejó en evidencia lo cerca que puede estar Europa occidental de entrar definitivamente en guerra con Rusia, y de las divisiones que existen entre los principales países del bloque. 

Cuando Olaf Scholz rechazó enviar los Taurus, declaró que Alemania no podría hacer lo que ya hacían Francia y Reino Unido, que entregaron misiles teledirigidos a las fuerzas armadas de Ucrania y cuentan con algún tipo de personal militar en esa nación que ayuda o ayudó con su manejo. Cuando el canciller alemán hizo pública esa información sensible, ¿lo hizo por descuido o de manera calculada? Además, en declaraciones relacionadas, afirmó con algo de enojo: “Me sorprende que a algunas personas ni siquiera les conmueva, que ni siquiera piensen si lo que estamos haciendo podría conducir a una especie de implicación en la guerra”.

En la misma semana en que el canciller alemán ratificó que no enviaría los Taurus aunque la filtración dejó en claro que Alemania podría instruir a los ucranianos y no pisar suelo de ese país, el presidente de Francia declaró que, en el caso de que Rusia llegara con sus fuerzas a Kiev o a Odessa, su nación podría desplegar tropas francesas en Ucrania. Ese escenario está descartado en Alemania, al menos durante el gobierno del socialdemócrata Scholz. En tanto, para el Reino Unido, las posibilidades de escalar el tipo de equipamiento militar que se le entrega a Kiev, está fuera de toda duda. Durante una reunión con su homóloga alemana, el ministro de Exteriores y exprimer ministro inglés, David Cameron, dijo que enviar artillería de precisión y largo alcance no representa una escalada. 

“Si lo que estás haciendo es ayudar a un país a defenderse de una agresión ilegal y completamente injustificada, entonces nada debería impedirte ayudar a ese país a luchar para recuperar su territorio”, dijo de forma sutil. Un exministro de defensa del mismo país no fue tan diplomático, y dijo que, en relación a la seguridad de Europa, Scholz era el hombre equivocado en un cargo equivocado y en un tiempo equivocado.

Los últimos días han expuesto como pocas veces en los últimos años las diferencias que existen entre Berlín, París y Reino Unido en relación a la guerra en Ucrania, y la extrema sensibilidad que rodea a un conflicto en el que Europa parece dispuesta a jugar sus cartas incluso aunque un Estados Unidos liderado por Donald Trump se retire. El tema no es menor, el debate sobre el envío de los Taurus o sobre la presencia de tropas occidentales en Ucrania es un ejercicio de especulación de altísimo riesgo sobre cuándo se cruza o no lo que el Kremlin considera una línea roja. Si se cruzara, ¿qué pasaría entonces?

AF

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