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Opinión

Los sures, nuestros nortes

Leandro Santoro quedó relegado a un segundo lugar detrás de Adorni, pero cosechó para el peronismo una de sus mejores elecciones legislativas porteñas.
19 de mayo de 2025 14:26 h

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Me toca escribir sobre política partidaria en un día triste para los sectores medios y las clases populares; otra vez inundaciones, otra vez ayuda que falta, sistemas de emergencias que no funcionan. Otra vez el ejército invisible de las mujeres que organiza la asistencia y la evacuación. Como dijo Facundo Pedrini, hubo más inundados que votantes. 

En efecto, entre los datos relevantes que dejaron las elecciones porteñas, está el bajo nivel de participación: el más bajo en dos décadas. Esta cifra no puede ser leída de forma aislada, ni atribuida exclusivamente al contexto económico o a la decepción con el gobierno del Frente de Todos. La gente tiene otras prioridades, otros problemas. La democracia degradada que tenemos se va desgastando… para alegría de la oligarquía plutocrática que hace su agosto cuando cunde la indiferencia política.  

Es un síntoma claro de una crisis de representación más profunda, que desafía nuestras formas tradicionales de organización y los marcos conceptuales con los que pensamos la política. Esta crisis afecta transversalmente a toda la política. Los que capturaron el voto “anticasta” de ayer ya no entusiasman en la misma medida que antes. Se castificaron demasiado rápido.  

Como hace un cuarto de siglo, la democracia procedimental capturada por distintos collages de bandas políticas que muestran extravagantes sus privilegios, su sentido de impunidad, su desprecio por amplios sectores del pueblo, va entrando en una etapa de “que se vayan todos”. 

En ese contexto lamentable, el desempeño de la lista del campo nacional y popular —encabezada por Leandro Santoro— fue muy bueno, significativamente mejor de lo que al menos yo esperaba. Aunque mis dotes de encuestador sean mediocres, no esperaba una victoria y sí un menor porcentaje de votos. 

En la previa, había un aire triunfalista que suele presagiar malos resultados. Así sucedió. Se daba casi como un dato cierto la victoria de Santoro, cuando, por lo menos, debió reinar la cautela y la sobriedad. El triunfalismo histérico suele ser una actitud yeta y un tanto indigna.  

Así sucedió después de la elección general del 22 de octubre de 2023 cuando una inesperada ventaja de 7% produjo un exitismo que relajó la militancia y generó falsas expectativas. La victoria de Javier Milei nos tomó casi por sorpresa. Con el diario del lunes, era totalmente esperable. El gobierno del Frente de Todos había terminado con una serie de escándalos lamentables y una altísima tasa de inflación. 

Volviendo a los buenos resultados de nuestra lista. Se obtuvo el mayor porcentaje de votos positivos en una elección legislativa de los últimos 20 años. Éste es un dato objetivo que no tiene una relación directa con la fragmentación del voto de la derecha gorila. En todo caso, esa fragmentación aumentaba nuestras chances de ganar por el debilitamiento del rival pero no afectaba nuestro caudal electoral. 

Hay otro elemento que me parece crucial en la reflexión sobre estas elecciones. La lista encabezada por Santoro expresa una idea política. Además de la cabeza de lista -el mejor posicionado en las encuestas que, además, tiene varias virtudes propias- los integrantes de la misma conforman una composición razonable de las distintas identidades de clase, generación y sector, sin descuidar los equilibrios entre las tendencias de nuestra coalición. 

Como predicador de la necesidad de aumentar la representación de los trabajadores excluidos, vecinos de barrios populares y pequeños productores rurales, no puedo dejar de expresar mi satisfacción. El parlamento porteño contará con la presencia de dirigentes como Mariana González y Pitu Salvatierra, militantes populares que traen consigo el saber de la calle; no sólo una pertenencia política dentro de nuestro campo sino experiencias vividas de exclusión, no-resignación, organización y lucha.

Esto no es menor. Porque durante años, incluso dentro de nuestro propio campo, se sostuvo —de forma tácita o explícita— que los sectores populares, los negros, villeros, “cabecitas negras”, los sin-titulo-universitario, eran “piantavotos” pasibles de ser objeto de interés social pero no sujetos protagónicos de la batalla política. La elección de estos dos compañeros desmiente ese prejuicio profundamente clasista y muestra que una nueva síntesis es posible: el indispensable trasvasamiento generacional y social que requiere la estrategia electoral del movimiento popular.

Sin insinuar una relación lineal con lo antedicho, sí debo señalar una relación indirecta: la consolidación de un núcleo nacional-popular celeste en el sur de la Ciudad y otro núcleo gorila violeta en el norte. No es nuevo que Buenos Aires esté partida, pero la intensidad del fenómeno actual marca un rumbo interesante. 

Los barrios más postergados han apostado -a pesar de las claudicaciones, incumplimientos y agachadas- por proyectos humanistas. Empieza a recuperarse el corte de clase que debe expresar lo nacional-popular: desde el medio hacia abajo. Es necesario terminar con el corte vertical entre la falsa dicotomía izquierda progresista vs derecha reaccionaria para volver a la verdadera dicotomía los primeros ocho deciles de la pirámide social frente a los últimos dos deciles. Desde luego, armonizando intereses de una manera sustentable y pacífica, pero cinchando por y con los del medio y los de abajo. 

Otra expresión del cambio de expresión socioeconómica de las elecciones porteñas fue que La Libertad Avanza se convirtió en una potente aspiradora de los votos de las clases altas y medias altas, además de otras capas inferiores ideológicamente identificadas con la derecha y la extrema derecha. No me gusta emitir certificados de defunción, pero todo indica que el macrismo va marchando por el tobogán a la irrelevancia.  

La identidad gorila pasó desde la mafia calabresa cajetilla del macrismo que representaba la lumpenburguesía planera local hacia los terraplanistas descerebrados escogidos por el algoritmo para representar la broligarquía [nota al pie: así se le llama en EEUU a los magnates tecnológicos bizarros que en pocos años se convirtieron en los individuos más ricos de la historia mundial] plutocrática globalista.

Las cosas van a estar en su lugar cuando podamos aclarar la confusión ideológico-social que atraviesa las fuerzas políticas. Los movimientos de masas inspirados en el humanismo deben priorizar la agenda de la clase trabajadora -formal e informal, registrada y no registrada, sindicalizada y no sindicalizada, precaria y estable, joven y madura, rural y urbana, etc-. El ingreso a la Legislatura de Pitu y Mariana, Noemí -trabajadora sindicalizada de edificios- y compañeros de la juventud y el movimiento universitario son buenas señales. Falta programa, profundidad y unidad de concepción. 

Con todo, parece que estamos recuperando el norte porque los sures siempre debieron ser nuestro norte. Desde las periferias se ve mejor. Ahora vamos a ver en la cancha de los centros a estos pingos del sur.  

MC

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