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OPINIÓN

Neolopezreguismo y terrorismo psicológico

José López Rega, "El Brujo", y la ex presidenta Isabel Perón.

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En Argentina existió un hombre mediocre que no parecía precisamente destinado a cambiar la historia del país. Era un triste cabo primero de la policía federal con un fuerte sentimiento anticomunista, inclinaciones esotéricas y ambiciones de poder. Una mezcla de azar y arribismo le permitieron vincularse con Isabel Perón a mediados de los sesenta. Isabel tenía afinidad con ciertas espiritualidades alternativas y este personaje la cautivó con sus conocimientos paranormales, particularmente con su “Astrología Esotérica”. Se llamaba José Lopez Rega y le decían El Brujo. Tras la muerte del General Perón –para quien “Lopecito” era apenas un sirviente– el vínculo mágico entre el astrólogo y la presidenta de la Nación se afianzó.

Este binomio que se apropió del aparato estatal argentino en 1975, se convirtió en triángulo con el ascenso de la pata económica: Celestino Rodrigo. Entre los tres armaron un modelo totalmente ajeno al pensamiento peronista que combinaba una paranoia anticomunista, agresión estatal, represión paraestatal y un brutal ajuste económico cuyos elementos centrales fueron una devaluación del 100%, el aumento de las tarifas y el congelamiento salarial.

Bajo nuevas formas ese esquema se repite hoy. El Gobierno está comandado por lo que denominan un triángulo de hierro. Esta figura alquímico-geométrica está presente en varios textos esotéricos clásicos como el Lemegeton (La llave menor de Salomón) donde se aplica a la invocación de los 72 espíritus del Ars Goetia. En la alquimia el hierro suele representar la búsqueda del poder basado en la violencia y la guerra. Su transmutación es, desde luego, el oro.

Más allá de esta asociación libre, en un plano de la más absoluta racionalidad, basándose en evidencias que tienen estado público, debemos tomar nota del ascendente que tienen las prácticas esotéricas en la estructura de poder gubernamental.

La combinación de poder político, violencia paraestatal y esoterismo ha sido trágica en la historia argentina. Que una persona con probadas prácticas esotéricas como la Secretaria General de la Presidencia Karina Milei ejerza una influencia preponderante en el Presidente de la Nación Javier Milei, influencia que ha reconocido públicamente en términos casi teocráticos, es un problema para los más elementales fundamentos de la República. Si a esto se suma la aplicación de técnicas de agresión paraestatal –terrorismo psicológico– el problema se agrava.

Me han contado que desde el poder se ha promovido la práctica de rituales mágicos dirigidos a dañar personas vinculadas a la vida pública en el campo opositor pero sobre todo en el oficialismo. No tengo pruebas, pero me parece verosímil ¿Cuál es el efecto de estos actos de “magia negra”? Aquí la racionalidad se cruza con la creencia, pero hay algo que es indiscutible: si te hacen llegar que desde los más altos niveles de poder están invocando fuerzas sobrenaturales para dañarte, algún efecto psicológico tiene.

Al igual que en tiempos de Lopez Rega, no se trata de una creencia individual, sino de la aplicación de la brujería con fines políticos… así como se lee. No importa si el lector cree o no cree en dichas prácticas. Tienen efecto en la psique de los gobernantes y condicionan sus decisiones, además de colocarlos “más allá del bien y del mal” tras haber cruzado todos los límites morales que exigen a las personas con Fe en no incurrir en prácticas mágicas maléficas. Cuando se cruza este umbral, se abren las puertas del infierno… un infierno bien terrenal y concreto donde todo vale por el hierro del poder y el oro de la codicia.

Mientras el staff permanente de la derecha neoliberal argentina –Bullrich, Caputo, Sturzenegger– realizan su faena de saquear al país despacito para que no se note hasta que todo vuele por los aires, el triángulo de hierro tiene como función fundamental la agresión contra todo conato de oposición intelectual, artística, cultural, periodística, sindical, social o política.

Ha creado una triple A virtual apalancada con el apoyo explícito del Presidente y muy probablemente con fondos de los servicios de inteligencia del estado, aparentemente comandados por Santiago Caputo que sería además el máximo jerarca de la red de ciberdelincuencia montada para ejercer el terror, particularmente contra mujeres.

El caso de Julia Mengolini es elocuente al respecto, pero miles de ciudadanos, con distinto grado de exposición pública, han sido identificados como objetivo del hostigamiento sistemático en plataformas digitales. La confección de listas negras parece una obviedad. La incitación al odio por razones políticas agregada por la comisión en ejercicio de la función pública (art 213bis, 248 y cc.l) es autoevidente… para todos menos para los fiscales adeptos a actuar de oficio si y sólo si esto le cae en gracia al poder de turno.

La comparación con la triple A puede parecer fuerte y como toda comparación histórica es una mera metáfora, en este caso más bien una hipérbole; pero tanto el rol preponderante del esoterismo como la aplicación de terrorismo psicológico son puntos claros de contacto. Gracias a Dios esto no implica una violencia física sistemática en el sentido clásico, pero sí una grave afectación física a las víctimas.

En efecto, el contacto estrecho con víctimas y familiares del régimen en éstos últimos meses sumado a la lectura de bibliografía científica referida al fenómenos del ciberacoso criminal me llevan a concluir que producen un dolor agudo que trasciende la esfera meramente psíquica para introducirse en el cuerpo. Produce dolor en el físico, en los casos más graves, discapacitantes. Es una forma de tortura.

El Gobierno intenta justificar su accionar ilegal argumento del “vuelto”, además de sus connotaciones mafiosas, no resiste el más mínimo análisis lógico. Hay una asimetría de poder entre los actos ofensivos que pueda realizar un actor civil con la maquinaria paraestatal montada por el Gobierno. Esta asimetría genera una obligación moral y legal de los gobiernos de abstenerse del uso ilegal de la violencia sea esta física o simbólica; el incumplimiento de esta obligación es un crimen de estado bien tipificado en el derecho nacional e internacional.

Quiero reiterar el llamado a todas las personas que tantas veces pidieron mayor institucionalidad y mejor calidad republicana a que no callen ahora que la maquinaria persecutoria funciona a todo vapor agravada por un delirio paranoide estatizado y la guía esotérica de personas con mucho poder. Lo que sucede es grave y puede terminar mal. Tal vez alguno no lo haya sufrido, pero puede sufrirlo en el futuro. Todos sabemos de muchos críticos al gobierno que han sido acallados, pero no pueden callarnos a todos si tenemos valor para oponernos. Es un problema de integridad personal y dignidad colectiva. Tengamos coraje.

JG

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