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Opinión

Symns: el periodista del pasado que nos mostró el futuro

Enrique Symns

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Los muertos de hoy no fueron nuestros contemporáneos. Para la generación de periodistas +35 la cosa siempre fue igual: a veces el futuro está en el pasado. Y ahí fuimos. Aprendimos que lo nuevo siempre está en los márgenes. Aquí, allá y en todas partes dijo Miguel Grinberg cuando explotaba la contracultura en los sesentas en nuestro país. Astor Piazzolla está dialogando con Luis Alberto Spinetta nos dijo la Expreso Imaginario en los setenta. Nada tenía fronteras si encontrabas lo indicado en ese pasado. Y entonces siempre hacia atrás: pensaba eso cuando lo miraba a Enrique Symns entre las mesas de resaca de la banda platense Don Lunfardo y el Señor Otario, una banda que siempre emuló el espíritu de Patricio Rey y Los Redonditos de Ricota.

Por aquellas noches, se agitaba el funcionamiento de Mercado Libre y se comenzaba a cruzar con los servicios de correos y entonces volvían a aparecer aquellas revistas contraculturales de los años ochentas. Mientras mirábamos por la tele la tragedia de Cromañón leíamos una nota de Enrique Symns sobre el escritor Rodolfo Fogwill. Cerdos & Peces era la revista más importante para ese foco extraviado. La fundó en 1983 y luego la refundó un par de veces más. Una vez abrí una, el papel tenía olor a humedad, y decía: “Este es el fin. De una vez por todas, mi vida y la tuya comienzan a escribir las maravillosas anécdotas del final de nuestra vida. No temas. Estaremos, como siempre, corriendo a la deriva con los ojos ciegos bien abiertos”. Recuerdo que era de un editorial titulado “Este es el fin”. Y ahora parece que ese texto de mi viejo maestro imaginario me está hablando a mí.

Y hay que insistir con Cerdos & Peces, la gran creación periodística de Symns que también fue escritor (editó, entre otros textos, las novelas La banda de los chacales -1987- y El señor de los venenos -2004-, que también funciona como una autobiografía), actor y prologuista. Porque las tapas, esas tapas, fueron el mascarón de proa de la propuesta extrema de su dirección. De su intuición, de su deseo estético. Desde Iván Noble con joroba a Diego Armando Maradona gordo y con una bajada que apuntó: “La nueva trola cubana”. Desde los protagonistas del Parakultural a la nena desnuda y menor por la cual tuvieron problemas legales. Cerdos & Peces fue revulsiva y expulsada, censurada y ninguneada. Algo que a la juventud de cualquier época la seduce. Y la nuestra no fue una excepción.

Mientras tanto, en el pasado, miraba a ese ser mágico y crujiente entre las mesas de una banda de rock. Ese es, me decía a mí mismo, el que se subía con Los Redondos a leer textos que después se filtraron en los editoriales de su revista. O al menos esa fue la idea que deduje con los años. Después la historia se desordenó y hubo algunos héroes: durante algunos meses Fito Páez, después Andrés Calamaro, Rodolfo Fito Palacios, Sebastián el Pollo Duarte y tantos otros amantes del gran periodista maldito. Pescadores del gran surubí, como alertó el poeta Pedro Mairal pensando en otro horizonte, tratando de que el pez siga nadando.

Lo de Páez, por ejemplo, fue un escándalo. Primero entre ellos y luego empastado en el circuito musical. El autor de El amor después del amor dejó que Symns ensaye una biografía con un repaso en vida. La idea de Páez era ayudarlo por otro mal momento económico pero lo que no tuvo en cuenta era que frente a él estaba el señor de los venenos. Symns no se calló nada y la biografía pasó a ser una gran crítica de todo el mundo Páez. Dijo cosas que no se podían decir. Mirá que se iba a quedar en el molde. Pese a eso, Páez (Espasa Calpe, 1995) es un buen libro. Sirve de consulta y revive los años ochentas bajo la perspectiva del gran compositor del pop argentino. Además, sigue: llega hasta la gira de Circo beat, el disco editado en 1994 que lo termina por convertir en una estrella de rock.  

De Symns, estando en ese pasado que era el futuro, había que aprender como con Donvi Vitale. Entrar a una clase de música y que te revoleen la partitura por los aires, entrar a una charla en cualquier bar inmundo y que Enrique te diga “no seas tan careta, andá directo a la jeta”. Como él lo hizo con Páez.

De Symns, estando en la grieta, aprendí de todo: de sus crónicas en el barrio del Once, bajo la oscuridad de Mar del Plata o las historias “heavies” en Villa Soldati. Un ojo atento, pícaro y sagaz para registrar. De sus preguntas incorrectas a distintas celebridades: Charly García, Néstor Perlongher, Diego Capusotto y Julieta Ortega. De sus entrevistas donde la formalidad no contaba (“andá directo a la jeta”) y el riesgo de enfrentarse a una cruda realidad permanente desde el minuto cero.

La contracultura para Symns siempre nos llevó a la incomodidad, y quién quiere acaso aprender sentado en una parrilla llena de carbón prendido. En síntesis, los muertos de hoy no fueron nuestros contemporáneos pero cuánto nos enseñaron. Un don lunfardo con forma de pez, salvado una y mil veces, que al final encontró el brazo del río que le terminó dando la libertad definitiva.

FA

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