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Tribuna Abierta

Cero + Infinito: un aporte para el futuro de la Argentina

El edificio Cero + Infinito se inauguró en octubre de 2021 como parte de lo que se quiere presentar como la etapa de reconstrucción de la ciencia y la tecnología. Nació como proyecto en 2006

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El pasado miércoles 13 de octubre se inauguró el edificio Cero + Infinito en Ciudad Universitaria, que funcionará como un anexo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. El edificio aspira a brindar un espacio estimulante para que estudiantes, profesores, científicos, investigadores del país y Latinoamérica puedan estudiar, enseñar e investigar en el Instituto de Cálculo, el Departamento de Computación, el Departamento de Ciencias de la Atmósfera, o en el Instituto CELFI. El edificio es, también, una puerta de entrada a la ciencia para el público en general. A nivel personal fue un día emocionante, ya que integro el grupo de hacedores que soñaron e hicieron su parte para que este edificio se transformara en una realidad. Es, además, una invitación para que podamos pensar en el futuro de nuestro país. Más allá de mis sentimientos por la inauguración, hay hechos más profundos que ocurrieron durante la gestación, desarrollo y ejecución de la obra que vale la pena destacar. 

Cuando surgió el proyecto de Cero + Infinito, hace 15 años, no existía algo parecido a Whatsapp o las redes sociales, y la tecnología de los smartphones estaba todavía en ciernes. Muchas de las disciplinas que se estudian en la Facultad de Exactas no eran necesariamente las más buscadas en el mercado laboral, como son ahora los desarrolladores de software, los modeladores matemáticos, o los expertos en ciencia de datos. Con esto quiero señalar algo que ahora parece evidente, pero no lo era entonces: el mundo cambió, y lo hizo en dirección de más ciencia y más tecnología aplicadas a transformar la vida cotidiana de las personas. Es un signo de los tiempos: los cambios son veloces, a veces vertiginosos. Pero cuando imaginamos el Cero + Infinito teníamos indicios de que el desarrollo del país debía caminar por la senda de la ciencia y la tecnología. Argentina tiene que animarse a estar a la altura de las circunstancias, tiene que apostar a desarrollar capacidades en áreas de punta. Nuestro futuro está ligado a la capacidad de producir conocimiento, y la universidad pública es un gran activo en ese sentido, es una ventaja comparativa que todavía tenemos: no en vano la UBA es la única universidad de Latinoamérica que se encuentra entre las 100 mejores del mundo. Más allá de las crisis, más allá del estancamiento, nuestra universidad sigue produciendo talentos: de allí se gradúan, año tras año, hombres y mujeres cuya formación es valorada en los centros más dinámicos de la economía global. Que quede claro: nuestras universidades públicas forman investigadores extraordinarios, forman talento para el sector público y privado, y también forman empresarios y empresarias exitosas. No hablo por hablar: lo digo porque lo veo y lo digo porque lo vivo. 

Tanto la génesis del proyecto Cero + Infinito, como su continuidad a través de 15 años, dice algo deseable en términos de futuro: la formación de una suerte de comunidad dentro de la varia gama de opiniones, afinidades electivas, ideologías. Hubo en ese tiempo algunas contramarchas, demoras. Sin embargo, pese a haber atravesado gobiernos de diverso signo político, el proyecto siguió adelante. Hubo continuidad de una política de Estado, esto no siempre existió en otras áreas. En ese sentido, fue una historia inusual para la Argentina, pero no debería serlo. Este es un ejemplo a repetir. Independientemente de quiénes se palmeen la espalda, este edificio fue imaginado, diseñado y construido por gente que piensa políticamente de una manera heterogénea. No obstante, nos pudimos poner de acuerdo en que la construcción de este edificio emblemático era importante para mandar una señal sobre dónde vale la pena invertir. El nombre mismo de este edificio simboliza que a veces la dificultad está en comprender los tiempos y adelantar el reloj cuando es preciso: en el cero va ubicado el Instituto del Cálculo, que es donde nació la Computación en la Argentina con la llegada de la computadora Clementina, la primera en Latinoamérica. En el infinito va ubicado el Departamento de Computación, que es el futuro.

La lista de agradecimientos sería muy larga para incluir en esta nota. Debería enorgullecernos poder agradecerle a tanta gente, más allá de lo que cada uno piense en términos políticos. Me gustaría que así fuera la regla, no la excepción. Así podemos construir consensos duraderos para el país. Cada uno hizo su parte, desde el lugar donde estaba, para que Cero + Infinito fuera posible. A su manera, cada uno se involucró en un proyecto perdurable: nadie dio por sentado que esto podía surgir de un día para el otro. Cada uno tuvo la osadía de proyectar un futuro. Lo digo una vez más: construir este edificio no fue sencillo y fue producto de asumir una responsabilidad compartida, sin que medie otro objetivo más que llevar a cabo lo que nos habíamos propuesto. Yo viví esta historia como una misión, y toda misión es un ejercicio colectivo. Es una idea simple, pero poderosa: si somos capaces de hacer algo que nos trascienda, otro futuro es posible. 

Nadie puede ignorar que la universidad pública no es gratuita: la paga la empleada doméstica o el colectivero que hacen sus aportes, y que seguramente sueñan con que sus hijos o hijas puedan tener una educación de calidad. Desarrollé casi toda mi carrera profesional en el extranjero, particularmente en Estados Unidos, pero soy un egresado de la universidad pública de la Argentina. Como a muchos otros egresados de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, me fue realmente bien. Lo que pude hacer con mi vida y con mi trabajo está íntimamente ligado a mi formación. No sería lo que soy si no hubiera desentrañado los primeros misterios de la Matemática en las aulas del Pabellón 1 y 2 de la Ciudad Universitaria, pero yo no voy a estudiar ni trabajar en el Cero + Infinito. Mi aporte está destinado a que muchos otros estudien allí, y tal vez, que algunos que ni pensaban en estudiar en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales puedan acercarse para seguir una carrera allí. La Universidad hizo por mí mucho más de lo que yo hice por ella, por eso siento gratitud, un sentimiento amplio y propositivo, y expreso mi gratitud impulsando esta obra, y ayudando a la UBA como pueda. La gratitud es parte integral de la materia de la que están hechos nuestros sueños. Y en los sueños comienzan, también, las responsabilidades. Estoy convencido de que muchos egresados y egresadas de la universidad pública comparten este sentimiento. A ellos y a ellas van dirigidas especialmente estas palabras. Mi deseo es que el edificio Cero + Infinito sea una fuente de inspiración para encarar las muchas misiones que hoy necesita la Argentina para cambiar su futuro. Como lo demostramos con el Cero + Infinito, ese futuro es posible, solo hace falta imaginarlo, y trabajar sin descanso para hacerlo realidad. Tenemos con qué.  

SC

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