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ENTREVISTA

Abal Medina (padre): “El General era un hombre noble. Si hubiera llegado antes, habría encauzado a la Argentina de manera distinta”

Juan Manuel Abal Medina (padre)

Diego Genoud

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Juan Manuel Abal Medina (padre) fue el último secretario general del Movimiento Nacional Peronista. Tuvo un rol protagónico, estelar en un momento muy importante de la historia argentina. Tuvo también una actuación política muy destacada, que los argentinos quizás conocemos menos, durante el tiempo que vivió en México. Abal Medina escribió un libro que se lee y se discute con mucho interés. Se llama: “Conocer a Perón, destierro y regreso”. Está fechado en un momento clave de la historia argentina: el primer regreso de Perón, el 17 de noviembre de 1972. Y llega hasta nuestros días, prácticamente cuando se cumplen 50 años de muchos de los episodios que ahora se están recordando.

-¿Dónde estabas vos exactamente hace 50 años, el 7 de marzo de 1973?

-Estaba en vuelo. En vuelo de regreso de Madrid. De ver al General la última vez que lo vi, antes del 11 de marzo.

-Habías tenido un viaje muy importante, el peronismo iba camino a la victoria después de 18 años. En ese momento, Héctor J.Cámpora era el candidato presidencial. Faltaban unos días, unas horas para el cierre de campaña del 11 de marzo.

-Un acto grande. Aquí, en el estadio de Independiente, en Avellaneda. Sí, fue el acto más importante del siglo

-Y vos habías viajado los días previos a Puerta de Hierro para verlo a Perón, para hablar ¿de qué en ese momento?

-De esta situación y ver la posibilidad de que se acercara porque estábamos con algún temor de no llegar al 50% por una cantidad de motivos, la cantidad de maniobras fraudulentas que había manejado la dictadura, intimidatorias. Y teníamos algunos errores que habíamos cometido en la campaña. Pensábamos que, aproximándose el General, de esa manera se iba a producir un movimiento de adhesión todavía mayor. Esto no fue posible hacerlo porque el General había tenido, durante la segunda quincena de febrero, nuevos problemas de salud que lo tenían bastante incómodo, bastante molesto. El General estaba notoriamente disminuido con relación al General que se había ido de Buenos Aires a mediados de diciembre.

Hacer una revolución es una tarea como la que hacíamos y no un festejo estudiantil.

-En pocos meses se había desmejorado mucho su salud, ¿no?

-Se había desmejorado notoriamente su salud.

-¿Con qué Perón te encontraste en ese momento? Un Perón disminuido físicamente, con problemas de salud más acentuados. Y te marco dos cuestiones que aparecen en el libro que, por supuesto, tienen el valor único de un protagonista clave de la historia argentina. Vos decís varias cosas: la cuestión de la salud, la cuestión de un Perón que empezaba justamente por este tema de la salud a depender más de López Rega, y la cuestión de un Perón que estaba disconforme con la campaña electoral, con el protagonismo que la Juventud Peronista había tenido. ¿Es así? ¿Cómo lo recordás? ¿Qué nos podés contar de ese Perón que te encontraste en los días previos al 11 de marzo del 73?

-El General estaba, como cuento, disminuido, y con relación a López Rega: es la primera vez, quizás la única vez que el General me hace un juicio más o menos elogioso sobre López Rega, en el sentido de decir “no sé qué haría sin este loco que se queda despierto para toda la noche dándome la medicina”. O sea, era de este tipo la dependencia que comenzaba a tener el General y tenía observaciones a hacer sobre la campaña que alguna me había adelantado por distintas vías durante el desarrollo. Y es que la campaña había tomado un sesgo muy duro, digamos así, y esto si bien acercaba a algunos nuevos votantes, también era evidente que nos alejaba de algunos otros. El gran protagonismo que tuvo la juventud, que fue importante obviamente en ese desarrollo de la campaña, paradójicamente también generaba problemas, por la forma que fue tomando ese protagonismo, sobre todo con un enfrentamiento grande hacia los sectores sindicales históricos del peronismo, y eso determinó casi la exclusión del sindicalismo en la campaña. Hubo que inventar, inventamos algunas campañas paralelas. Pero incluso en algunos actos de esa campaña paralela hubo también concurrencia en un sector juvenil que era agresivo hacia la dirigencia sindical. Y bueno, en un caso, en Chivilcoy, desgraciadamente fue tiroteado el grupo y tuvimos un muerto: Osvaldo Bianculli. Un amigo, muy joven, también de mi edad. Esto molestaba mucho al General y, además del hecho gravísimo, claramente había sectores que se asustaban un poco de todo esto. Así que era peligrosa esa situación.

Quién con quién iba a acordar? Con el General obedecíamos. No acordábamos con él.

-Se está cumpliendo en estos días también medio siglo del proceso que se abre con el triunfo del peronismo, con la fórmula que hablaba de “Cámpora al Gobierno y Perón al poder”. Vos contás en el libro que volvés de Madrid y lo vas a ver directamente a Cámpora. Contás las diferencias que ya existían. Hay una definición que me parece interesante: “No hubo una primavera camporista”. Estás en desacuerdo con esa definición que quedó en la historia. Mi pregunta es: ¿por qué hubo ese malentendido? ¿Qué fue lo que falló para que después pareciera que Cámpora no quería renunciar tal y cual se había acordado con Perón en Asunción? ¿Qué pensás que pasó en ese momento?

-Esto no se había acordado, digamos, no tenía cómo acordarse. Nosotros teníamos todos un jefe que era el General, los demás éramos instrumentos y cada uno jugaba el papel que el General le asignaba. El General designa a Cámpora porque era su delegado (o sea, lo más parecido), pero era obvio que el proceso tenía un candidato que era él, que no podía serlo por las diversas maniobras proscriptivas. Entre otras, la cláusula de residencia que había establecido arbitrariamente (el entonces presidente de facto Alejandro) Lanusse, pero no era la única. ¿Fueron varias, ¿no? Pero no hay malentendidos a este respecto. Ni que hubiera acuerdo. ¿Quién con quién iba a acordar? Con el General obedecíamos. No acordábamos con él. Entonces yo quería para evitar malos entendidos, que el doctor Cámpora anunciara en el acto de Independiente este hecho, que por otra parte era obvio que iba a ser así, pero que se dijera expresamente, porque yo creía que eso llevaba tranquilidad a algunos sectores del movimiento y arrimaba, creo, más votación. Porque se iba viendo cada vez más, en amplios sectores del país, no sólo peronistas, que la presencia del General era la única posibilidad de tranquilizar al país que estaba en una situación tremenda. Sobre todo a partir de Trelew fue toda una cosa muy densa la que se vivía.

Hay también alguna cosa mal interpretada por parte de los compañeros de la juventud y, sobre todo, de los compañeros de organizaciones armadas. De atribuirse un protagonismo absoluto que, realmente, no fue así.

Tengamos en cuenta que aún durante la campaña electoral, el ERP continuó operando y organizó algunos episodios muy graves. Y había la idea de que la presencia del General… y esta idea se fue Generalizando. Cámpora no quiso hacer esto, así como yo le sugerí. Dijo que era un tema delicado, que podía motivar que el gobierno militar cancelara el proceso. Yo no puedo asegurar que no hubiera sido así. Yo tenía alguna información militar de parte del Comando de Ejército, del General (Alcides) López Aufranc concretamente -y creo que llego a contar por qué vía la tuve, fue por mi amigo el doctor (Marcelo) Sánchez Sorondo- de que no se iba interrumpir el proceso electoral en ningún caso. Yo creo que hubiera sido conveniente que Cámpora hubiera anunciado eso. No, él no lo consideró conveniente. Consideró un episodio de mucha gravedad que tenía que hacerlo con una orden expresa del General. Bueno, y ahí empezamos una carrera de malos entendidos porque el General no daba sus órdenes de esa manera. El General tenía una gran educación y, en su trato con todos nosotros, no era tan imperativo, pero era clara su línea, era clara. No usaba el lenguaje de haga tal cosa de tal manera. Nunca lo haría así. Pero bueno, esto fue lo que sucedió, más o menos. Y en ese momento se inicia, yo creo, una situación que pudo haberse salvado, quizás en momentos posteriores. Concretamente uno muy obvio, el 25 de mayo, el cual ya no era sólo mi opinión, sino de un asesor clave de Cámpora, su sobrino Mario, que había viajado a ver al General a París, le dice algo muy similar a lo mío. Pero bueno, el doctor Cámpora estimó que eso no era posible porque quizás podía haber asumido simplemente diciendo las líneas Generales de lo que el peronismo iba a hacer y que centralmente iba a iniciar el proceso para limpiar la elección con una nueva convocatoria para que el General pudiera ser presidente.

-En el libro decís “yo no podía festejar realmente porque no lograba sacarme de la cabeza la certeza de que se estaba avanzando sin resolver una cuestión de fondo que quedaba enterrada como un foco de infección”. Justamente en medio del triunfo del festejo después de 18 años…

-Textuales, textuales. Es un poco lo que estoy contando.

-La pregunta es, también, por el poder. El jefe de ese movimiento era Perón, Cámpora era el candidato designado por Perón para una circunstancia peculiar en la que Perón no podía competir. ¿Qué pasaba a nivel social? ¿Esta sensación amarga que vos tenías era visualizada, era compartida por parte de los propios votantes del peronismo? ¿O nadie imaginaba, pensás vos, que ese conflicto, esa cuestión de fondo, que estaba enterrada como un foco de infección, iba a generar los problemas que generó después?

-No, probablemente esto no fuera una sensación Generalizada. Todo el mundo esperaba que, bueno, de una u otra manera esto se iniciara y fuera el General el presidente. Pero nadie tenía muy claro cómo lo íbamos a hacer porque no se había explicado. Entonces, lo que yo veía no lo decía en público, no iba a generar estos inconvenientes. Esto había que hacerlo, no decirlo. O sea que no, no había una sensación, como la que yo fui sintiendo, aunque sí había algunos episodios que eran bastante incompatibles con una llegada del General al gobierno. Hay dos temas muy delicados en todo esto que han pasado un poco con una lectura liviana que no fue tan liviana. Uno grave: lo de las masivas ocupaciones de lugares públicos y de incluso empresas privadas, que se producen en esos días.

El General era un dirigente de enormes condiciones, pero un hombre normal y una persona cálida. Algo no tan frecuente en los hombres de poder.

-En los 49 días de gobierno de Cámpora.

-Ya incluso en los días previos que asume el doctor Cámpora de una forma masiva, una cosa impresionante. Que el gobierno no hace mayormente nada o no hace nada, yo le insisto al doctor Cámpora que esto no puede funcionar, y el General me da instrucciones precisas de que diga lo que diga el gobierno, desocupemos.

-Se produce un nivel de conflictividad, casi como si el peronismo no hubiera asumido, decís vos, en esos días.

-Claro, un gobierno peronista con semejante desorden era una cosa impensable. Y entonces el clima… O sea, cuando se habla de la “Primavera camporista”, que es algarada, pero que es un desorden... Hacer una revolución es una tarea como la que hacíamos y no un festejo estudiantil, no sé si me explico. El otro aspecto muy delicado, pero que bueno, tal cual se dieron las cosas a partir de Trelew era difícil pensarlo de otra manera, es que todos en el país político en su conjunto, todos avanzamos hacia una situación absurda que era una amnistía General que incluía a gente que expresamente anunciaba que iba a continuar con la lucha armada.

-Lo que se conoció como el “Devotazo”. El 25 de mayo, ¿no?

-No, el conjunto, porque también la ley de Amnistía no hace ninguna diferencia. Y es absurdo porque yo lo viví, lo viví porque fui a Devoto con la indicación directa del General, creo que lo cuento en el libro que los presos los soltaba el movimiento armado, no otro. Había una movilización importante en las puertas, y eso había sido un hecho de violencia, sin duda. El ERP se proponía tomar la cárcel.

-Estaban las organizaciones armadas en ese momento, el PRT-ERP, pero también estaban Montoneros, sectores de la FAR reclamando la amnistía generalizada, ¿no?

-La salida delante de mí, cuando yo doy la indicación, y también los presos de las filas de los efectivos del ERP formados militarmente y saludando con el puño en alto, preanunciaba lo que iba a suceder después.

-¿El gobierno se vio forzado a esa situación? ¿Tendría que haber actuado de otra manera, no pudo evitarlo? Eso es lo que contás, ¿no? Que finalmente, para evitar un derramamiento de sangre o una confrontación mayor, se liberó a todos los presos. Pero el gobierno no tenía esa idea.

-No, eso no, no. Yo creo que como se fue dando el proceso finalmente no había otra que… No es que el gobierno tuviera esa idea, yo creo el gobierno estaba decidido a sacar a todos. En fin. Yo en eso no participaba. Yo no participaba del gobierno.

-Era Esteban Righi, en ese momento, el ministro del Interior.

-Mi amigo el doctor Righi, pero con apreciaciones distintas sobre la situación política.

-En el libro hay una reivindicación muy clara de quién era el jefe del movimiento político que todavía hoy sigue siendo clave en la Argentina. Pero, en ese marco, también aparecen algunas voces críticas. Había una confrontación muy fuerte en la Argentina, después de 18 años de proscripción del peronismo y con Perón en Puerta de Hierro. Righi, a quien vos definís además como el principal operador político de Cámpora, le dice a Marcelo Larraquy en uno de sus libros: “Perón tenía una imagen vieja de la Argentina. 20 años provocan una distorsión enorme de cómo está el país. Él creía que volvía y todo se tranquilizaba”. Vos no decís exactamente eso, pero sí decís en algún pasaje que, en alguna materia, Perón sobreestimaba su propia posibilidad de encauzar ese conflicto que llevaba tantos años, ¿no?

-No, yo creo que el General en buenas condiciones, digamos, si hubiera llegado al gobierno antes -es muy difícil decirlo desde hoy- pero yo creo que hubiera encauzado a la Argentina de manera distinta.

-Aparece, también, el tema Montoneros. Durante la campaña, había una consigna que se había hecho muy popular, según vos lo reconstruís que era: “Montoneros y Perón, Conducción, conducción”, donde aparecía la Juventud Peronista, lo que se llamaba en ese momento “La Tendencia” en un supuesto pie de igualdad con Perón. Eso, obviamente, a Perón le incomodaba. Hay discursos de él diciendo: “algunos que hace tres años están en el movimiento, hoy se sienten con más derecho”. ¿Era una atribución desmedida por parte de esa juventud ambiciosa, arrolladora que había tenido, como vos también reconocés, un protagonismo importante? ¿Era consecuencia de la época? ¿Era, también, un costo que había pagado Perón por haber estado exiliado? ¿Cómo ves el lugar que la juventud había ocupado o había pretendido ocupar en ausencia de Perón?

-Yo creo que hay varios elementos. Hay un clima de época, sin duda, pero hay también alguna cosa mal interpretada por parte de los compañeros de la juventud y, sobre todo, de los compañeros de organizaciones armadas. De atribuirse un protagonismo absoluto que, realmente, no fue así. El peronismo venía de 17 años de resistencia y la organización sindical había cumplido el papel que el General le había asignado. Asignarse una exclusividad, como se asigna con esta consigna, molestaba el conjunto del movimiento, por un lado, y por el otro, ¿qué pasaría si la CGT hubiera cantado “Sindicatos y Perón conducción, conducción”, o cosas por el estilo? Era un despropósito esa consigna de atribuirse eso. Todo eso fue una tontería de los compañeros.

-Hay varios personajes muy importantes en esta historia, muy cercanos a Perón, que vos relatás la importancia que tuvieron. El primero que viene a cuento de esto que estamos charlando, era Rodolfo Galimberti, un dirigente muy importante de la Juventud Peronista en esos años, muy cercano a Perón, que Perón estimaba de manera especial, que le tenía un cariño especial. Te voy a preguntar por una frase que él te dijo alguna vez: “No lo suelte a Rodolfo, no lo suelte”. ¿Por qué te decía eso? ¿Cuál era el papel que creía Perón que tenía Galimberti en este contexto que veníamos de una juventud peronista-tendencia revolucionaria que tenía un protagonismo indudable y, para muchos, excesivo?

-El General pensaba en una reorganización del Movimiento. Ese era el otro tema que quería hablar conmigo en esos días, me había encargado que fuera planeando eso y yo le llevaba algunas ideas al respecto. En esa reorganización, el aspecto de la juventud le iba a ser confiado nuevamente a Galimberti y el General no quería que dependiera de otros. O sea, no quería que se integrara a otras organizaciones, que siguiera siendo su agente frente a la juventud, no un agente de Montoneros frente a él.

-Él era una figura bisagra. Porque tenía una relación con Montoneros, creo que era orgánica en ese momento, pero al mismo tiempo tenía una confianza y una relación única con Perón.

-Yo creo que la integración de Rodolfo a Montoneros es posterior. Al menos así me lo dijo él a mí.

-Es importante esa precisión para entender la dinámica de los acontecimientos.

-Cuando decía “No lo suelte”, el General decía “No lo integre”. No porque estuviera en contra. Pero el tema es que ese sesgo que toma Montoneros a partir de la integración con las FAR tenía muy poco que ver con el movimiento peronista, digamos, porque inevitablemente iba a haber de parte de Montoneros una deriva ideológica hacia posiciones que no eran las del justicialismo.

-Las FAR eran una organización que, en su momento, tenía dirigentes que en algunos casos venían del Partido Comunista, de formación marxista.

-Y el justicialismo con el marxismo no tienen nada que ver. Ya había algunos marxistas dentro del movimiento, como decía el General, pero aceptaban las cosas esenciales del peronismo. Teníamos, como decía el General, algunos a la izquierda y lo complementamos con otros bastante a la derecha.

-Un equilibrio difícil.

-Y el General lo mantuvo durante muchísimos años, porque intelectuales del calibre de Rodolfo Puiggrós, de la izquierda marxista, estuvieron en el peronismo por mucho tiempo.

-La otra figura clave es José Ignacio Rucci, que era el jefe de la CGT. Vos contás el protagonismo que tuvo en el primer regreso de Perón, jugando un rol clave para que pueda llegar finalmente en ese momento, cuando Lanusse todavía ponía reparos, ponía obstáculos y hasta no quería que finalmente regrese al país ese 17 de noviembre.

-Sí, el rol que jugó él fue fundamental. Desde mediados del 70, Rucci es el secretario General de la CGT y, en ese momento, queda alineada la CGT verticalmente con el General. Esto fue determinante. Fue fundamental cómo un tipo que era muy desenvuelto frente a los militares, no le tembló la voz para decir “yo paro el país si el General no puede volver. Y lo iba a parar. Lo iba a hacer porque desde mediados de junio, cuando llega la conducción hasta este noviembre dos años después, había tomado realmente muy bien la conducción.

Que el resto del mundo político no haya tenido frente al peronismo y, en general, un pedido formal de perdón por los crímenes cometidos contra el pueblo peronista, habla mal de aquella gente.

-Contás que te decidiste a escribir este libro a pedido de tus hijos. Dijiste “bueno, lo voy a hacer, nunca lo hice. Pasaron casi 50 años, lo voy a hacer”. ¿Cumpliste el objetivo que tenías?

-Sí, cumplí el objetivo, ahí está. Seguramente podría estar mejor escrito. Lo hice en muy poco tiempo, unos tres meses. No lo hice con apoyo de nadie, que me proponían que me lo escribieran o cosas por el estilo. Hicimos un intento, pero no me gustó, no me sentía yo. Había un texto muy bien escrito, seguramente mejor que lo que yo escribí, pero esto es todo y soy yo el que habla claramente. Tengo la conciencia tranquila de que fui de una sinceridad lineal.

Entonces yo puedo decir que hay muchas más cosas, sin duda, pero, bueno, creo que con lo que hay es suficiente para evitar interpretaciones muy negativas que se hicieron del General y quedaron, por falta de quién contara realmente cómo fueron las cosas. Fueron quedando. Como que el General era un Viejo Vizcacha, qué sé yo. El General era un dirigente de enormes condiciones, pero un hombre normal y una persona cálida. Era de una enorme lealtad con el pueblo. El General siempre decía que la lealtad que él había sentido de parte del pueblo -la lealtad, sobre todo, de los 17 años del peronismo proscripto y perseguido- tenía valor si él la devolvía de la misma manera, con su lealtad hacia el pueblo. Así era el General, un hombre noble. Algo no tan frecuente en los hombres de poder.

-Perón te decía: “Si usted es prudente, que sé que lo va a ser, cuando hable, todos sabrán que soy yo el que habla”. Ese era el rol que te asignaba. Y te cierro con esta frase que también vos citas, cuando Perón te dice que nunca escuchó a nadie, del otro bando, que se arrepienta. Habla de la necesidad de la unidad nacional, pero dice: “Nunca escuché a nadie que se arrepienta de las bombas”. Y dice una frase: “En la historia nuestra desde siempre es como si fuéramos de dos razas, en realidad de dos especies distintas”, para referirse a lo que él interpretaba como el campo de los sectores del peronismo y los sectores del antiperonismo.

-Y el antiperonismo cerril, el antiperonismo gorila, gorila. O sea, que pudieran haber bombardeado… He visto una sola crítica al libro y es que recuerdo nada más que la violencia de un lado y no la del otro. Comparan el bombardeo sobre el pueblo indefenso en una plaza, con la quema de algunas imágenes o cosas por el estilo. Francamente, es una falta de respeto a la dignidad humana. Que el resto del mundo político no haya tenido frente al peronismo y, en general, un pedido formal de perdón por los crímenes cometidos contra el pueblo peronista, habla mal de aquella gente.

Entrevista realizada por Diego Genoud para su programa Fuera de Tiempo (Radio Con Vos)

El audio completo puede escucharse aquí:

DG/MF

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