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El 2023 ya llegó

El año electoral: Massa quiere ser síntesis de un peronismo en crisis mientras Macri y Larreta definen el reparto del PRO

Sergio Massa, Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner

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Experto en ser invisible, Marcelo D'Alessandro, ministro y principal problema de Horacio Rodríguez Larreta, es un mini prisma para mirar la política criolla: efímero dirigente del massismo, al que llegó por ser un camino corto con la jueza federal y con competencia electoral María Romilda Servini, que migró veloz hacia el universo larretista, aparece en estas horas en el centro del tablero donde se juegan las internas de Juntos por el Cambio (JxC) y el Frente de Todos.

La filtración de chats del ministro, primero de Lago Escondido y la semana que pasó sobre supuestas conversaciones con empresarios porteños, un fiscal, la ex “Señora 8” de la AFI macrista, y Silvio Robles, el operador estrella de Horacio Rosatti, pusieron a D'alessandro en un vórtice crítico que, además de dañar a un Larreta que trata de recomponer su hoja de ruta hacia el 2023, derrama sobre el universo oficial que busca un motivo para preservar la unidad.

Antes de la última tanda de filtraciones, a pesar de la cadena nacional de Alberto Fernández y del discurso post sentencia de Cristina Kirchner, la polémica por el viaje organizado por el grupo Clarín a la mansión del empresario Joe Lewis en el sur argentino, no figuraba en eso que los científicos de datos llaman “conversación pública”. Pega en una agenda chiquita, híperpolitizada, lo que no quiere decir que no sea la obsesión de la política. Toda una paradoja: las conversaciones privadas no se convierten en tema de la conversación pública.

Hackeo de usos múltiples

Detrás de las filtraciones, aunque D'Alessandro apuntó al diputado del FdT Rodolfo Tailhade, el larretismo no descarta que haya movimientos transversales porque la herida que produce el episodio, real o simbólica, impacta en la negociación que tiene con Mauricio Macri. El ministro, en un descargo impreciso en el diario La Nación, deja una frase al pasar que en el mundo político se registró con intensidad, donde dice que podrían aparecer chats “de Larreta, de Santilli o de Alberto Fernández y cualquiera dice cualquier barbaridad”.

Hay una traducción, producto de otras conversaciones, referidas a que la usina de filtraciones seguiría drenando contenidos. El otro factor interesante, aunque no hay criterio unívoco sobre el origen del hackeo, es que se convierte en un elemento que pesará inevitablemente en la negociación que Larreta tiene por delante con Mauricio Macri, inducida por el empresario Nicolás “Nicky” Caputo, que dicen a su lado, se reconcilió con el expresidente. Que se encuentren en Cumelén es todo un símbolo: allí, Caputo tiene una casa de descanso, que Macri -antes de tener la suya- usaba como su fuese propia.

“Vas a ser la Michetti del 2023”, le dijo un dirigente de JxC, en referencia a la PASO del 2015 entre Larreta y Michetti por la jefatura de gobierno porteño, a Patricia Bullrich cuando empezó a percibirse con nitidez que el jefe de Gobierno paralizaba su plan de desmarcarse de Macri para repetir un modelo clásico: buscar la bendición del expresidente, antes que enfrentarlo, proceso este último que solo le significó daño. Los que frecuentan a Bullrich dicen que padece la ausencia de Gerardo Milman, el diputado -vice presidente del bloque del PRO- sobre el que pesan varias denuncias. Las turbulencias en el PRO, entre D'Alessandro y Milman, llevan el plano de la negociación política a un territorio fangoso.

En ese proceso, la crisis impacta sobre JxC: la negociación Macri-Larreta, que difícilmente implique precipitar una definición sobre las preferencias del expresidente porque eso podría empujar a Bullrich a una aventura extra PRO -con Javier Milei-, sí tendrá consecuencias sobre la relación con la UCR. La incorporación de Waldo Wolf al equipo larretista, que per se no significa demasiado (aunque sembró el malestar de la exministra de Seguridad) si no se rastrea la pertenencia del diputado, que ingresó a ese espacio de la mano de Jorge Macri, ex intendente de Vicente López y actual ministro de Gobierno porteño. Lo de Wolf debe leerse como una ratificación del acuerdo entre Larreta y Jorge Macri, lo que funciona como una cláusula puntual: el jefe de Gobierno debe garantizar que el sucesor en CABA sea un dirigente del PRO. Traducción: que no sea Martín Lousteau.

El tema porteño es un expediente central y paralelo a la presidencial: Macri desliza en sus contactos que ve a María Eugenia Vidal como la continuidad natural en la ciudad, de aquel ciclo que él comenzó en el 2007 y Larreta estiró en el 2015 hasta el 2023. Ante esa eventualidad, el radicalismo tendrá que redefinir su dinámica o acepta ser, como en el cuatrienio 2015-2019, un socio menor del PRO.

Mal de muchos

La esperada cumbre de Cumelen funciona como espejo invertido de lo que pasa en el FdT: los Fernández, sin diálogo ni relación, no tienen más enlace que Sergio Massa, no solo porque de la destreza del ministro depende la expectativa del Gobierno, sino porque es el canciller entre ambos. Desde ahí, Massa puede recortarse como una síntesis: la excusa perfecta para que Fernández de un paso al costado y cancele la fantasía reeleccionista, y el instrumento para que el camporismo, entendido como dispositivo más pragmático de la galaxia Cristina, acepte repetir un ensayo moderado luego del fracaso Fernández-Fernández del 2019.

La idea de un Massa que sirva como vehículo para canalizar las diferencias entre el presidente y la vice, abre otra discusión: si Massa aparece como candidato de ambos, ¿habrá PASO en el peronismo? Si bien se instaló como una demanda genérica la existencia de una primaria competitiva, no aparecen en el mapa figuras para jugar ese partido. Los únicos dos dirigentes que dieron señales precisas son Daniel Scioli y Eduardo “Wado” De Pedro -con menos rotación Juan Manzur- algo así como candidatos muletto que están expectantes desde hace tiempo ante la eventualidad de que Alberto y Cristina decidan no competir. La vice ya lo anunció y eso puso en circulación al ministro que hará, en un ritual casi vintage, alguna recorrida por la costa.

Scioli, que recibirá el 2023 en Brasilia y estará en la asunción de Lula este 1° de enero, saldrá a hacer running por la costanera marplatense a principios de año, en eso que sus colaboradores llaman el “Bristol test”, una especie de encuestas in situ para medir saludos, pedidos de votos y gestos sobre su empatía con los veraneantes. Scioli, más que Wado, tiene el beneficio de su alto conocimiento: eso no implica ser competitivo pero no requiere, como otras figuras, salir a recorrer para instalarse. En el FdT dicen que hay que esperar las encuestas de enero y/o febrero que excluyan, como potencial candidata, a Cristina Kirchner y que ahí se verán las reales potencialidades de los candidatos.

“Si hay alguno que mide mejor, se baja. Pero por ahora ninguno mide bien. En los últimos meses, empezó a cambiar la tendencia sobre la opinión del Gobierno”, explican en Casa Rosada sobre Fernández que el jueves, en el brindis con los periodistas, cometió una gaffe o una confesión al pronosticar un 2023 con crecimiento y proyectar que el “presidente o la presidenta que lo suceda” cosechará las mejoras que “se sembraron en estos últimos tiempos”. En tercera persona. Fernández anticipa, además, que aplicará una lógica similar a la del 2021: los funcionarios que sean candidatos a cargos relevantes, deberán dejar sus lugares. ¿Es una forma de decir que él no será candidato a presidente? ¿Aplicará esa lógica para, por ejemplo, Massa, el ministro de Economía, si este se convierte en postulante presidencial? Parece, a simple vista, un mensaje para el camporismo.

Si Massa lograse esa magia, solo sería probable que tenga, por adentro, un competidor más ideológico, un Juan Grabois, casi solo a los fines de tratar de contener el voto más duro del cristinismo dentro del dispositivo del FdT.

Fondos y demás

La pelea con la Corte, un capítulo en el que Cristina se involucra de lleno, y la cuestión de la copa que endureció la disputa con Larreta, no lograron unificar la postura en el FdT ni, tampoco, apagar las tensiones previas. La semana pasada empezó a circular entre gobernadores un borrador para impulsar una nueva ley de coparticipación que buscará fijar un porcentaje más bajo de fondos para CABA, algún recorte a Buenos Aires, para darle más fondos a provinciales como Corrientes y La Rioja. Ayuda memoria: es más difícil, por el nivel de consenso que hay que lograr, cambiar la ley de Coparticipación que reformar la Constitución.

Sobre Larreta se cierne ese problema: todo el peronismo, incluso algunos dirigentes de la UCR, usarán el conflicto por los fondos para CABA como una pelea interior-capital, una agenda incómoda para un el candidato presidencial. Los anteriores jefes de gobierno que llegaron a presidente, Macri y Fernando de la Rúa, no tuvieron jamás una discusión tan puntual sobre recursos que se disputan la ciudad y las provincias. Sobre esa veta, la versión del FdT que imagina Massa buscará nutrirse de algunos y sectores ajenos al FdT que construyó Cristina en el 2019. Todo, claro, en la medida que se cumpla su pronóstico de “estabilización” para abril, con una inflación de 3%, e instale un clima de cambio de tendencia hacia adelante. En diciembre, se espera una inflación general similar o algo arriba de noviembre, pero anticipan que estará abajo en el rubro alimentos, producto de los acuerdos de Precios Justos y el 4x4.

PI

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