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Las convicciones de Antonio

Antonio Cafiero

Por Santiago Cafiero, canciller argentino

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Ministro de Juan Perón a los 29 años, de trato personal con Eva Perón; Antonio Cafiero pudo haber vivido de las fotos y los símbolos. O de las anécdotas personales, que le sobraban y además lucían bien en sus inflexiones de buen narrador. Pero no lo hizo. Afecto a los proyectos colectivos, cada mención suya a figuras históricas o a presidentes estuvo marcada siempre por un concepto que fuese útil para la construcción política. No es algo nimio: un dirigente también se mide por cómo habla de los demás.

Vale la pena verlo en el acto de Los Toldos de 1988, que por suerte está en las redes, cuando dejó inaugurado un museo en la casa de Eva. Antonio se preguntó: “¿Cuál es el misterio de esta muchacha frágil?”. Y se contestó de inmediato: “La humildad y el amor ganan las mejores batallas en la historia de la Humanidad”. Para definirla con esta síntesis: “Hacía temblar a los poderosos y a los oligarcas de su tiempo, a los que se sentían más allá del bien y del mal, a los que se reían cuando se les hablaba de la justicia y la solidaridad de los argentinos”.

Fiel a su pertenencia política, Cafiero estuvo preso después del golpe de Estado de 1955. Luego volvería a la misma condición durante la última dictadura militar. Era embajador en el Vaticano cuando los comandantes dieron el golpe de 1976.

Decidió volver a la Argentina aún sabiendo que en Ezeiza lo esperaban para apresarlo. Una vez, después de un acto en homenaje a los desaparecidos de Tucumán, le preguntaron cuál de los cargos que ocupó en su vida (ministro, embajador, senador, diputado, gobernador) le había gustado más.

Respondió Antonio: “Cuando me preguntan cuál fue el mejor cargo que ocupé, siempre digo que el haber sido un preso político durante la dictadura. «Haga su cama; póngase firme; tiene permiso para ir al baño». Dejamos de ser personas, pero eso nos iba creando el sentido de la resistencia”.

En su vida aparece muchas veces una palabra: convicción. Antonio la tenía, pero no hacía gala personal de ella. La destacaba cuando retrataba a otros dirigentes.

Cuando murió Néstor Kirchner, el 27 de octubre de 2010, Cafiero subrayó como un valor histórico muy importante que tanto Néstor como Cristina habían reconstituido la autoridad presidencial.

Y, al hablar de Néstor, retomó su palabra predilecta: “Nos ha dejado el ejemplo de lo que debe ser el político que es fiel a sus convicciones. Siempre asumió con coraje responsabilidades importantes. Adoptó decisiones en su gobierno que podríamos definir como bien peronistas. No fue un oportunista, de cambiar sus posturas hacia donde va el viento. Creo que hacen falta hombres corajudos como Néstor en el país”.

En 2011, su libro de memorias “Militancia sin tiempo” fue publicado con dos prólogos. Uno de Pacho O'Donnell y otro de Cristina Fernández de Kirchner, entonces Presidenta de la Nación. “Hay algo que se destaca en todo el libro: la confianza en la política como instrumento irreemplazable para transformar la realidad”, escribió Cristina. “Confianza que la historia ha convertido en certeza”.

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