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Opinión - Panorama político

Cuando el poder tampoco sabe

Panorama político

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“A veces, la mejor campaña es gobernar: dedicarse lo menos posible a la campaña formal y demostrar capacidad para resolver los problemas de la gente”. De lo más oportuna, la frase que interpela al Frente de Todos tanto como a Horacio Rodríguez Larreta y a los gobernadores radicales figura en “Memorias de un sociólogo político”, el libro legado de Julio Aurelio, el consultor que fue rector de la Universidad de Mar del Plata, vivió en España, fundó Aresco y trabajó en las campañas más importantes del peronismo desde el regreso de la democracia. Compilado por sus hijos Alexia, Federico y Juan Manuel, es un recorrido que combina la historia de los estudios de opinión pública en Argentina con el relato de un protagonista de la disputa electoral que llega hasta hace muy poco. Aurelio, que murió en enero del año pasado, cuestiona el abuso de las encuestas por parte de la política y el periodismo y relativiza su importancia: dice que sirven para captar el estado de ánimo en un momento determinado, pero no tienen un valor predictivo, ni pueden anticipar el futuro. Son una instantánea de la opinión pública y la actitud de la población. 

Según Aurelio, frente a los sectores que sobredimensionan la importancia de los sondeos se imponen muchas veces climas de opinión que no se corresponden con el criterio de la mayor parte de la sociedad. Cita como ejemplo las victorias del peronismo kirchnerista en 2007, 2011 y 2019, incluso la paridad de 2017. “Si uno se basaba en los climas de opinión que fomentaban los medios en esas contiendas, deberían haber sido derrotas o paridades (...) A la hora de votar la gente termina decidiendo en base a sus problemas reales”, dice. 

Nunca como en estos comicios las definiciones del fundador de Aresco quedarán a prueba y pondrán en aprietos a un peronismo que sólo tuvo para ofrecer un operativo de reducción de daños. Al terremoto que representa la pandemia sobre un cuerpo social herido se suma la disyuntiva entre un gobierno que no logró revertir el deterioro crónico sobre los ingresos y una fuerza que se presenta como alternativa después de haber protagonizado una experiencia ejecutiva que reactivó en tiempo récord los recuerdos más traumáticos de la población. Las PASO ayudarán a precisar cuál es el criterio mayoritario después de dos años excepcionales y en qué medida el sistema político conserva la legitimidad en un país que tiene 20 millones de personas bajo la línea de pobreza. Si en los 70’ y los 80’, la participación electoral rondaba el 85%, hoy oscila en torno al 80% y en elecciones recientes como las de Salta tocó el piso del 63%, con un 12% de voto en blanco. 

La crisis social profunda, el ensimismamiento del Círculo Rojo y la distancia de la dirigencia con las problemáticas que afectan a la mayor parte de la población pueden generar sorpresas de lo más variadas. Acostumbrados a contar siempre con información privilegiada para tomar decisiones y proteger sus intereses, en circunstancias como estas los factores de poder viven horas de incertidumbre y descienden por un rato al estado natural de los que viven de un ingreso en pesos: hoy ellos tampoco saben lo que puede pasar.  

En su libro póstumo, Aurelio sostiene que aún en el marco de la fugacidad, de sus mutaciones ideológicas y de sus múltiples crisis internas, el peronismo es en términos electorales un partido muy estable y el voto peronista muestra a lo largo de 75 años de historia una importante continuidad desde el punto de vista socioeconómico, sectorial y territorial. Sin embargo, esa sorprendente continuidad no garantiza el éxito y debe soportar ahora el combo inédito de un presente que en cualquier circunstancia normal sería letal: a la pandemia se le suman la caída prolongada del poder adquisitivo, la recesión, el endeudamiento externo y la reducción del déficit fiscal que decidió el gobierno en un año en que la cifra de muertos por el Covid va camino a triplicarse en relación a 2020.

Con la nostalgia de un tiempo distinto, cuando el consumo era su marca de gobierno, Cristina Fernández es una de las que más insiste con lo preocupante de la crisis social. Lo advierten los dirigentes que la visitan en su despacho y reciben como respuesta una frase que da cuenta de esa distancia entre la política y los votantes: “Ustedes están todos bien”. Si el Frente de Todos tuvo que “gobernar en tinieblas y sin manuales”, como dijo Axel Kicillof en el cierre de campaña en Mar del Plata, a la mayor parte de sus votantes le tocó vivir en esas condiciones. 

A casi dos décadas del estallido de la Convertibilidad y el que se vayan todos, la polarización es la coartada para evitar el descrédito generalizado y hasta los que se dicen en contra del sistema hacen campaña para ocupar una banca. Entre frustraciones y promesas incumplidas, Aurelio analiza el gobierno de Néstor Kirchner, recuerda que tuvo picos de popularidad que lo llevaron a superar por momentos el 90% de aprobación y dice que la eficacia decisional le permitió resolver la tensión inevitable entre gobernabilidad y representatividad. Pero, enfatiza, el ex presidente gobernó una sociedad marcadamente optimista, sorprendida por la velocidad en que la Argentina salía del pozo profundo en que había caído. Si ese contraste con el presente es lo que más puede golpear al experimento de los Fernández en el poder, el oficialismo apuesta a que el voto estable del peronismo sepa asimilar el tiempo de frustraciones y extienda el compás de espera un poco más. Que vuelva a primar esa pertenencia que no se puede medir en IVR pero persiste abajo, lejos del radar de la discusión pública. 

En dos años pasaron demasiadas cosas como para asegurar que todo resultará previsible. 861 mil adolescentes de 16 y 17 años, para empezar, tendrán la posibilidad de votar por primera vez. Hijos del kirchnerismo que fue de las tasas chinas al estancamiento, ¿votarán de acuerdo con el recuerdo que le transmitieron sus padres o según la realidad que les toca atravesar bajo el gobierno de los Fernández? ¿Cómo se conjugan la resignación y la sabiduría popular a la hora de ir a las urnas?

Del lado de la oposición, Horacio Rodríguez Larreta avanzó en los últimos días con una propuesta ambigua en la que planteó el fin de la doble indemnización pero postuló también la necesidad de cambiarla por un seguro de desempleo como el que rige en la industria de la construcción. Ese sistema fue el que le permitió a Paolo Rocca despedir personal en el inicio de la pandemia y lograr imponer su criterio en el ministerio de Trabajo de Claudio Moroni, unos meses después de que el Presidente tildara de miserable al CEO de Techint. Que el establishment promueva esas consignas en el marco de un salario real que se derrumbó entre un 20% y 25% en los últimos cuatro años y con destrucción de empleo da cuenta de que la salida que se propone tiene como prioridad excluyente maximizar ganancias. 

El Frente de Todos en pleno salió a cuestionar las propuestas de Larreta pero el rumbo económico que promueve el gobierno para la pospandemia es todavía de lo más incierto. Con el Fondo Monetario Internacional sentado a la mesa de las decisiones como acreedor privilegiado, Argentina hará lo que el Instituto Patria y los senadores del PJ consideraban una herejía: pagará en pocos días el vencimiento de septiembre por 1900 millones de dólares con los Derechos Especiales de Giro que acaban de llegar, paso previo para firmar un acuerdo antes de fin de año que no estará exento de una nueva cuota de sacrificios.

Casi un clásico de la víspera electoral, la presión sobre el dólar y la caída de reservas de los últimos días contrastan con el rebote de las acciones y los bonos, lo que sugiere que la timba se extiende al campo de la política y da lugar a múltiples interpretaciones. Algo están festejando los mercados antes de tiempo. La euforia de bancos y fondos de inversión coincide con versiones que parten desde el oficialismo y sus adyacencias: la inminencia -desmentida- de un acuerdo con el Fondo, los rumores de un pacto entre Máximo Kirchner y Larreta vía Sergio Massa para renegociar la deuda con Kristalina Georgieva, la reventa de Martin Redrado como ministro de Economía, la presentación de la nueva ley de Hidrocarburos y la posibilidad de que la vicepresidenta no solo no se radicalice, como pronostican sus detractores, sino que habilite una salida en favor de los deseos del mercado después de las elecciones. Falta una eternidad y todo depende tanto del resultado de los comicios como del voltaje de la crisis. Habrá que esperar. Por unas horas, se impone la incertidumbre y, como en el cementerio, cada cuerpo vale lo mismo.

DG

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