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Entrevista

Diego Bossio: “Ya sabemos cuál es el alma de este gobierno: agravó la situación social, titubea y no tiene una línea política”

Diego Bossio

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¿Cómo se define en este momento: analista neutral, peronista en pausa, simpatizante massista? 

Vibro con la política. Soy dirigente y pretendo dar la discusión en el ámbito de las ideas, de la territorialidad, de los votos, en cualquier tipo de conversación pública. Cuando uno participó de la función pública, de un ámbito legislativo y tiene esa vocación, es muy difícil abandonarla. Eso no significa que no pueda, en algún momento de la vida, trabajar o ejercer la profesión. Ahora ejerzo como economista. Formo parte de un grupo de estudios que se llama Equilibra junto con Martín Rapetti, Abel Delgado, Lorenzo Sigot y otros economistas. Pero hablo como peronista, como dirigente y fanático de Racing que vibra con la política.

¿Un político nunca se retira?

Lo hablo mucho con otros dirigentes. Cuando uno tuvo un rol más o menos importante, es muy difícil que otro tipo de actividades te puedan seducir como te seduce la política. Sobre todo cuando vos tenés una vocación.

¿Estar alejado de la gestión o de la tarea legislativa permite más claridad en el análisis?

Como político es importante el análisis, pero nunca dejando de ser dirigente. En una discusión con el ex presidente Kirchner, un estrecho colaborador de él dijo: “El que hace el análisis lidera”. Nunca subestimo los análisis, porque muchas veces son los puntos de partida. A eso asintió con la cabeza Kirchner. No me olvido más. El que hace el análisis muchas veces lidera. Pero hay que dejar bien claro desde el lugar desde donde habla uno. Yo lo hago desde el lugar de dirigente, de peronista, que tiene sus opiniones sobre cómo la Argentina puede salir adelante, muchas veces disímiles a las de otros compañeros.

¿Y en qué cuadrante ideológico se ubica? ¿Alineado con Sergio Massa?

 

Con Sergio tengo una relación de afecto, de respeto, de admiración. Compartimos haber estado varios años al frente de un organismo que, tanto en su etapa como en la mía, tuvo mucha relevancia. La ANSES. Compartimos un espacio después del 2016, tratando de renovar el peronismo. Él venía ya antes, en 2013, 2016, intentando renovar el peronismo y buscar una alternativa. Eso culminó con el ingreso de Sergio al Frente de Todos, con un nuevo gobierno que venía a ponerle límites al de Mauricio Macri. 

¿Usted no es asesor de Massa entonces?

Si bien tengo una relación estrecha con Sergio, en términos de consultas puntuales, no tengo ningún rol en el Gobierno y no tengo ningún rol en el espacio del Frente de Todos. Contestaría “estoy cerca en cuestiones puntuales”, pero la verdad es que no tengo ningún rol político. Hablamos mucho de política económica, diría muchísimo, pero no de estrategias políticas

¿Pero le interesaría ocupar un rol político relevante? 

Uno aspira a tener, no solo un rol político, sino a protagonizar un esquema distinto al que está gobernando y distinto a lo que fue el de Macri. ¿Esto significa que tengo mala relación con Massa? No, es buena y hay consultas puntuales y demás. Es uno de los pocos dirigentes que tiene una agenda internacional increíble y que tiene una capacidad de interactuar con distintos actores. 

Estuvo en un asado reciente junto a él y otros economistas.

Hace pocos días participé con él, y participo habitualmente de algunas reuniones por temas puntuales. Pero no tengo ningún rol en el Frente ni en el gobierno. Y es también por decisión propia. Él lo sabe muy bien. Yo no comparto el rumbo de gobierno.

¿Saldó las diferencias que tuvo con el cristinismo?

Para no ponerlo en términos personales, durante el gobierno de Macri estábamos los que pretendíamos darle gobernabilidad a un proyecto muy complejo. Nunca un gobierno no peronista había terminado su mandato desde la vuelta a la democracia. Había necesidades claras de las provincias, en un sistema de unitarismo muy fuerte, de poder interlocutar y dialogar con el gobierno central. Éramos una serie de opositores que no nos oponíamos por oponerse, sino que efectivamente teníamos una mirada crítica del gobierno, pero garantizando ciertas cuestiones que tenían que ver con la gobernabilidad, el diálogo, un método político. 

Ese choque de miradas respecto al gobierno de Macri generó peleas muy intensas, ¿no?

Generó diferencias muy fuertes. Esas diferencias en parte se saldaron. Se saldaron luego en el año 2019. Y ahí aparece un proceso nuevo que lo lidera Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, en donde otros actores forman parte de ese espacio: Sergio Massa, los gobernadores... Pero este espacio ha frustrado a muchos argentinos. De hecho, en la última elección perdieron 5 millones de votos. Y se armó una coalición que, en vez de enriquecerse con otras miradas, parece obturada entre unos y otros. Y hay, tanto en lo político como en lo social y lo económico, una crisis muy, muy fuerte. 

¿Cómo define la crisis política del gobierno?

La falta de autoridad simbólica del gobierno, con diferencias profundas entre el presidente y la vicepresidenta. Hay actores que uno escucha, actores del oficialismo siendo más opositores que los opositores. Gente con la que he compartido gabinete. Eso habla a las claras de lo difícil que es en la Argentina conformar coaliciones. Y cuando esas coaliciones no tienen unidad de concepción, la unidad de acción se entorpece y se generan fuertes dificultades. 

Recién afirmó que no comparte el rumbo del gobierno. ¿Qué le cuestiona puntualmente? 

Hay 40% de pobreza y 70% de inflación. Una situación social crítica que, independientemente de la pandemia, se ha agudizado. Un gobierno que no ha tomado las decisiones en el tiempo justo. Macri había hecho un ordenamiento del esquema tarifario, que de hecho fue excesivo. Había generado problemas, sobre todo en los sectores medios. Había devaluado, dejando las condiciones para un ordenamiento de la deuda pública y la privada. Después aparece la pandemia, un hecho negativo y muy dificultoso. Pero había condiciones para ordenar las situaciones de fondo. Se dilataron las decisiones. Y cuando vos tirás la pelota para adelante, los problemas son más grandes. Es un gobierno que no encara los temas con profundidad, que no se anima a discutir con convicción. 

¿A qué temas de fondo se refiere?

Desde los 60 a la fecha, son muy pocos los períodos en los que hemos tenido superávit fiscal. ¿Por qué no podemos, lo pida o no lo pida el FMI, tener algún tipo de equilibrio en materia fiscal? ¿Por qué no podemos discutir un orden macroeconómico? ¿Qué nos asusta a los peronistas de tener orden macroeconómico? ¿Por qué no podemos discutir un modelo exportador agresivo? ¿Por qué tenemos temor a discutir la minería? Hace poco se puso en consideración un proyecto minero en una provincia, y se incendiaron los tres poderes del Estado y un diario. Y no hubo una sola voz nacional hablando al respecto. ¿Tenemos temor a discutir el tema energético? Todavía el gasoducto de Vaca Muerta ni siquiera ha sido licitado. ¿Tenemos temor a desarrollar el litio? ¿Cómo el peronismo no puede tener un vínculo más amplio y franco con el campo? ¿Tanta es la diferencia como para no poder resolver la crisis alimentaria, de dólares y de exportación? Es un gobierno que no ha sido claro y convincente, con marchas y contramarchas en aspectos estratégicos, como el de la hidrovía. Entonces no puedo compartir el rumbo de un gobierno que no ha encarado, como habitualmente hace el peronismo, estos temas con firmeza, claridad, posiblemente rompiendo el statu quo o saliendo de la situación de confort.  

Existen funcionarios dentro del gobierno que sostienen ese discurso sobre el valor del orden fiscal y de la producción para generar dólares. Pienso en el ministro Matías Kulfas...

Yo no quiero entrar en el simplismo de creer que apretás un botón y crecés. Las dificultades económicas y políticas son las que determinan hacia dónde se puede avanzar y hacia dónde no. Pero uno gobierna para mejorar las condiciones materiales de vida de los argentinos. Ya han pasado prácticamente dos tercios de este gobierno. Uno puede hacer una evaluación. Es injusto hacerla a los 60 días, a los 100 días o luego de una derrota electoral. Pero ya estamos en condiciones de ver cuál es el alma del gobierno. Y es un gobierno que agravó la situación social, que titubea y no tiene una línea política. Entonces yo no sé si hay algún funcionario que piensa o no como yo. Veo que hoy la Argentina está en una situación absolutamente frágil desde el punto de vista económico, social y político.

 

¿Considera que el sector que piensa como usted no tuvo la capacidad de imponer el rumbo?

Puede ser. La verdad yo dudo que exista. Porque cuando existe la convicción y sos parte del Poder Ejecutivo, vas para adelante. Si no existe esa convicción, es que no tenés la templanza suficiente para conducir los destinos de la Argentina.

O tal vez en el Frente de Todos conviven diversas convicciones que chocan entre sí…

Ese es el gran problema. La coalición evidentemente es un modelo nuevo para nosotros, máxime para los peronistas que venimos de la lógica de un liderazgo, y vamos para adelante en función de ese liderazgo. Los cimientos que formaban la coalición evidentemente no eran tan sólidos como pretendíamos o imaginábamos. 

¿Se le ocurre algún método para zanjar diferencias dentro de las coaliciones?

Posiblemente haya que incorporar un método para resolver las crisis. Por ahora no está el método, ni la mesa, ni el diálogo, ni el acuerdo institucional para resolver la crisis. Hay alguien que tiene una mirada, y otro que tiene una mirada totalmente distinta, alguien que piensa que las cosas se resuelven desde el mercado, y alguien que piensa que la única solución es la estatizadora. Hay alguien que piensa que las cosas se resuelven con orden macroeconómico, y alguien a quien ese orden no le importa. Lo que pareciera enriquecer las miradas termina siendo un proceso de obturación. La coalición fue simplemente una cuestión electoral. Se necesita discutir las ideas y que haya espacios políticos de debate. Y no solo para lograr ganar, sino para discutir el para qué. 

¿Y si no hay punto de acuerdo entre los distintos actores del gobierno?

Ese es un gran interrogante, el debate sobre el método y sobre cómo vamos a resolver los conflictos. ¿Quién se tiene que ir, quién se impone a quién? En esta etapa en la que se exige obediencia, ¿las opciones son obedecer o no obedecer? Obedecer parece ser una etapa, un método de orden. Pero quizá no se trate sólo de obedecer, quizás sea momento de empezar a ver cuáles son los problemas que tiene la Argentina y las verdades relativas de cada uno. Porque posiblemente todos tengan una parte de verdad.

 

¿Usted se refería a la frase de Máximo Kirchner, quien le demandó obediencia a Alberto Fernández?

Bueno, está proponiendo un método político. 

Respecto a la interna en el gobierno, ¿de fondo percibe un choque ideológico entre una mirada estatista versus una libremercadista?

No quiero volverme el intérprete de un mensaje que no es claro. Cuando los mensajes no son claros, tenés intérpretes. Cuando los mensajes son claros, tenés oyentes. Hay una vocación de ciertos actores de la sociedad de resolver las cosas con más Estado, con más impuestos… estatista. Y del otro lado hay una visión que, sin anular al Estado, es más cercana a una solución dialogada. Pero esto tampoco termina siendo lo que propone el Gobierno, porque no hay una decisión genuina. Queda en un intermedio tironeado. Cuando uno elige un rumbo, tiene que ir a fondo con ese rumbo. Entonces, ni la propuesta de Macri, en la que hay sectores inviables, que “tienen que morir para que nazcan otros sectores”, ni la propuesta de que todo se resuelve con el Estado o ampliando los programas sociales y las jubilaciones. Hay un montón de cosas por hacer para que Argentina aspire a alguna modernidad, mejorando las condiciones materiales de las personas. 

¿Qué antecedente histórico tomaría como ejemplo para repetir?

De 1960 a la fecha hubo muy pocos períodos de crecimiento en la Argentina de años consecutivos. De cinco años consecutivos, en los 60 y en el 2003-2007. Los dos períodos tuvieron dos condiciones centrales. Había dólares y había prudencia fiscal. El resto de los años hubo déficit y faltante de dólares. Entonces sí hay una experiencia. El PBI per cápita de hoy es 12,5% más chico que el de 2011. La forma de reducir la pobreza en un país con una vocación igualitaria y de defensa de derechos muy fuerte, distinta al resto de América Latina, es creciendo. Pero tenemos un problema serio de crecimiento. Del 60 a la fecha tuvimos 22 recesiones. Somos el país que más recesiones tuvo. Nos sigue el Congo. Desde el 60 el mundo triplicó el PBI per cápita. Nosotros lo duplicamos. 

¿Su discurso se parece al de Martín Guzmán y Matías Kulfas?

Puede ser que ellos tengan un discurso parecido al mío. La verdad que los escucho poco. A Guzmán lo conozco desde hace muchos años, pero hace mucho que no hablo con él. Y Matías Kulfas es alguien que conoce de los temas industriales y de exportación.Pero hay una diferencia grande. Una cosa es el discurso y otra cosa es la acción.

Alberto Fernández plantea que, en una Argentina que está creciendo y mejorando el nivel de empleo, sólo falta apuntalar un poco la distribución del ingreso. ¿Es una visión demasiado indulgente?

La Argentina crece cuando tiene dólares para sostener el crecimiento. En el año 2021, hubo una cosecha y precios muy buenos. Eso creó un excedente de dólares importante, más los que llegaron por el acuerdo con el Fondo. Esa cantidad de dólares permitieron expandir el producto en esta primera mitad de año. Pero la actividad ya empieza a resentirse. Nosotros estamos viendo una segunda mitad del año con restricciones serias. Después del acuerdo con el Fondo y la sequía que hubo, el veranito de recuperación quizás empiece a tener sus límites, básicamente en la disponibilidad de dólares.  

¿Qué opinión tiene del acuerdo firmado con el FMI?

El acuerdo es bueno si el sello del Fondo te genera certidumbre y confianza, si te baja el riesgo país y te arma mercados financieros. Eso no pasó. No pasó porque hoy el Fondo no tiene ese sello de garantía. Hay que sacar al Fondo de ese gran tabú. Había que reorganizar la deuda, pero Argentina tiene que hacer las cosas independientemente de que las pida o no el Fondo. Escuchar a estos funcionarios que permanentemente están hablando del Fondo es sospechoso. El Fondo no tiene que gravitar en la elección y el camino que tiene que tomar la Argentina.

Cristina Kirchner le criticó la falta de dólares a Guzmán en el discurso que dio en el Chaco. ¿Coincide con la vicepresidenta entonces?

Los dólares no van a venir ni por el garrote, ni solo dando señales de prudencia a medias. Según el INDEC, hay 256 mil millones de dólares de argentinos, tanto acá como en el exterior. ¿Por qué esos dólares no están en los bancos, en rutas, en puertos, en el sistema productivo? ¿Por qué el comerciante de Arrecife o el que tiene campo en Azul decidieron ponerlos en una caja de seguridad fuera del sistema? No hemos podido construir un sistema que dé confianza. La verdadera brecha no es entre los dólares paralelos y el oficial, es entre la política y la sociedad.

Ni siquiera Macri, que era empresario, logró generar esa famosa confianza que facilite las inversiones. ¿Cómo se fomenta concretamente esa confianza, sin caer en declamaciones etéreas?

Con Macri vinieron los dólares. Pasa que vinieron para carry trade: pusieron una tasa alta y fue un mal diagnóstico porque no hubo una mirada productiva. 

Entonces vinieron por eso. Tampoco es tan fácil...

 

Nadie dice que sea fácil. No subestimo a nadie que esté en el gobierno, porque la verdad es que me ha tocado estar y sé lo difícil que es tomar decisiones. Conozco las restricciones que hay en todo sentido. Pero la salida tampoco es hacer nada, despotricar, criticar y cruzarse de brazos en una situación que sólo sostiene un statu quo de 60% de pobreza en los niños, inflación del 70%, déficit fiscal crónico y descapitalización de la balanza. Es desolador: 6 de cada 10 personas de entre 18 y 29 años se quieren ir de la Argentina. No necesariamente se van, pero se quieren ir. La única manera de aumentar genuinamente el salario es aumentar la productividad. Y para aumentar la productividad hay que mejorar las condiciones de los laburantes y su capital por individuo. No hay otro camino.

¿Propone reformas laborales, impositivas y jubilatorias, como hace Horacio Rodríguez Larreta? 

Hay que animarse a la tributaria, claramente, sobre todo para el sector pyme. Hay muchas Pymes que podrían exportar, generar trabajo y valor. Tienen capacidad creativa y hay que darles una solución. No pueden tener el mismo tratamiento que las grandes. Hay mucho para trabajar en ese sentido. Hay que discutirlo en profundidad, para que el Estado no le ponga el pie en la cabeza al sector productivo.

¿Y una reforma laboral?

Lo discutimos mucho con la CGT. Creo en el camino de los petroleros y el de SMATA, donde están llegando a acuerdos teniendo en cuenta las características propias de los sectores. Si las reformas van a ser para cercenar derechos, para dejar gente afuera, evidentemente no tiene sentido. Si la reforma implica que se va a crecer y se va a generar trabajo, que se va a incorporar tecnología y aumentar la productividad, todos los sindicalistas apoyarían. Nadie quiere retroceder. Me parece que hay que trabajarlo con una impronta. También aparecen los buitres que no tienen nada que ver ni con la empresa ni con el laburante ni con el sindicato. Simplemente es un sistema que pone en riesgo al esquema empresarial. 

Respecto a un cambio previsional, ¿qué opina?

Si no se genera laburo, cualquier reforma previsional es la nada misma. Es como querer tener déficit cero por ley o hacer intangibles los depósitos por ley. Si no hay generación de laburo, no hay manera de hacer sostenibles pasivos y activos. Hoy ANSES retiene por aportes y contribuciones menos contribuyentes que cuando yo la dejé.

Dado que la sociedad industrial de los 60 ya no existe ni volverá a existir, ¿qué debería hacer el Estado con los 7 u 8 millones de trabajadores de la economía informal?

La economía popular es un fenómeno complejo que existe acá y en otras partes del mundo. El Estado tiene que encontrar la manera de conciliar esa realidad con la vocación de aquellos que tienen una situación mucho más formalizada. Hay mucho por reconocer, por fortalecer la productividad, por incorporar nuevas formas de laburo. El Estado tiene que crear condiciones y no poner trabas. Si las nuevas formas laborales no van a tener ningún tipo de derechos, estaría faltando el Estado al mandato constitucional. Ahí entra el arte de gobernar. Por ejemplo, la cantidad de gente que labura en torno a la basura, que ha crecido mucho, se ha formalizado y ha incorporado tecnologías, quizás puede ser más productiva. Y así pueda tener mejores salarios, condiciones de seguridad y formas de trasladarse.

¿Al peronismo le cuesta interpelar a esos nuevos actores sociales?

El peronismo está viviendo esa metamorfosis. Una cosa era representar al laburante industrial. Esto es otra cosa.

Los programas Potenciar Trabajo están cerca del millón y medio…

Pero, ¿qué diferencia hay entre eso y un tambero francés al que le pagan una parte de lo que produce para que se quede en su pueblo? Quizás no haya mucha diferencia. Tenemos que ver la manera de conciliar el trabajo y la producción con el subsidio. Hay que pensar este tipo de situaciones con una amplitud totalmente distinta.

La guerra en Ucrania potenció aún más la inflación de los alimentos. ¿Qué propone para atenuar la suba?

El Estado y los productores tienen que conciliar la posibilidad de llegar a la mesa de los argentinos, en una situación crítica, sin descuidar la generación de divisas. Todo lo que restrinja exportaciones de trigo, genera menos dólares, atenta contra el crecimiento y favorece la inflación. Es un dilema muy grande. El Estado también puede innovar en aspectos impositivos para alivianar la canasta básica. Para encontrar un mecanismo todos tienen que aportar: los que producen, los que fabrican y básicamente el Estado. 

¿No está de acuerdo con la posibilidad de subir retenciones agropecuarias?

Hoy es un debate que debería ir al Congreso, porque se cayó la ley de presupuesto. Es una discusión difícil. Ya no es una discusión sobre qué hacer, sino sobre si están dadas las condiciones políticas. Hubo discusiones muy grandes en Argentina sobre las retenciones. Yo entonces agotaría todas las instancias para llegar a acuerdos que signifiquen un acceso a precios razonables en la mesa de los argentinos. Y eventualmente, si las cosas se agravan, no descarto ninguna de las herramientas que tiene el Estado. 

¿Por qué a la tercera vía peronista, en la que usted comparte espacio con Juan Schiaretti, Florencio Randazzo y Juan Manuel Urtubey, le cuesta hacer pie electoralmente?

Es el debate que tenemos con muchos compañeros: cómo nos cuesta hacer pie, cómo nos cuesta traspasar la pantalla para que los argentinos puedan vibrar con una propuesta más moderada, más racional y moderna. No sé si la etiqueta es moderada, moderna o racional, ponele la etiqueta que quieras. Es una alternativa distinta a lo que existe hoy y a la que propone el kirchnerismo, que es quien está gobernando en definitiva.

En 2019 a la candidatura de Roberto Lavagna y Urtubey le fue mal. En las legislativas del 2021 también fue magro el resultado de Florencio Randazzo. ¿Qué conclusión saca?

En las últimas elecciones, el proceso de Alternativa Federal fue un gran aprendizaje. Lo vivimos de esa manera. Creemos que muchas veces hay que decir las cosas sin tanta vuelta. En ese sentido, Cristina es auténtica. Ese es un mérito de Cristina. Me parece que el peronismo tiene que salir de su zona de confort. Los compañeros dicen las cosas sin vuelta. Excepto las organizaciones en las que para sentarse en una mesa hay que pedir permiso, estamos los libres del pueblo…

¿Se refiere a alguna organización en especial?

No, no... (se ríe). Hay que salir de la zona de confort. Yo entiendo que muchos compañeros tienen un compromiso y una lógica de trabajo. Y siento una profunda frustración por los compañeros que están viviendo este proceso. Nos debemos un debate, que posiblemente sea a largo plazo. Nosotros apuntamos a un relato y un discurso nuevos. 

¿No hay riesgos de que, en el intento de moderación, ese relato del peronismo moderno pierda su plus igualitarista? ¿Que se vuelva demasiado moderado, en un país tan desigual? 

La Argentina creció y aumentó su productividad cuando tuvo cuentas ordenadas, tuvo dólares y aumento de capital. No hay manera de aumentar el salario de los argentinos si no aumentamos la productividad. Si nosotros en un día, en la cantidad de horas que trabajamos, no producimos más que hace 10 años, no vamos a ser competitivos, no vamos a vender más. El tipo que labura en Toyota tiene que tener mejores instrumentales para ser más productivo y vender más pick ups. Y si vendés más pickups, el empresario va a ganar más, pero también el laburante. Lo mismo, con la economía popular. Entonces, la aspiración igualitaria está presente. Yo fui parte de los que hicieron la Asignación Universal por Hijo. Que me pongan el mote de no igualitario, me parece... al menos, que pongan un signo de interrogación. Tiene que haber algo entre la solución estatista, la de “aumentemos los planes y el gasto público” y la de “si esto es inviable, cerralo”. Tiene que haber algo en el medio, y eso es lo que nosotros proponemos.

En medio de la guerra en Ucrania y de la pulseada entre Estados Unidos y China, ¿qué postura debería tener Argentina en política internacional?

No tenemos que ideologizar esa discusión. Creo que muchos compañeros se congracian con Rusia pensando que era la URSS de 40 años atrás pre-Muro de Berlín. En China hay un modelo político autárquico, con un Partido Comunista que toma decisiones y una sociedad que hace 6 o 7 año lleva a un crecimiento sustancial con un modelo decididamente capitalista. La lógica es de intereses nacionales. Creo en ese sentido que hay que trabajar mucho con Occidente. Mi familia, que emigró, no eligió ni China ni Rusia. Eligió Europa para irse a vivir. Y otros eligen ir al sur de EEUU e incluso Nueva York. Pero eligen Occidente, no eligen otro tipo de expresiones. Hay una cercanía cultural muy fuerte. Y sobre esa base de cercanía cultural muy fuerte, hay que construir sólidos esquemas políticos. Tenemos que ser menos hipócritas con Europa y con EEUU.

¿Qué quiere decir con menos hipócritas?

A los dirigentes de la Argentina, en este anti-americanismo muy grande. Esa lógica establece una barrera que tenemos que levantar en algún momento. Los países que han tenido vínculos políticos y económicos con las grandes potencias han tenido mejor desarrollo económico. Estoy totalmente convencido. El peronismo tiene que ser parte de la solución, no del problema. Tenemos que hacer un peronismo que esté al servicio de la Argentina. No estar nosotros en el centro de todas las internas. Es sustancial para lograr un panorama más igualitario. 

 

¿Qué papel electoral quiere tener en 2023?

Me veo con vocación de participar, hablando con muchos dirigentes del peronismo, algunos con más visibilidad y a otros con menos, planteándole a la sociedad una opción. Hay una gran abstinencia entre los que no tenemos rol en la política.

¿Con qué dirigentes se ve ofreciendo una opción?

Es algo embrionario. Hay actores del peronismo que evidentemente han mostrado su vocación, como Urtubey, Randazzo, Schiaretti. Creo que hay que armar una gran fuerza de centro, donde también haya actores de otras fuerzas políticas, del socialismo, radicalismo, fuerzas provinciales, para plantear una Argentina distinta. 

¿Esa alternativa dará la pelea dentro del Frente de Todos?

Nosotros somos peronistas. Yo soy afiliado. Nací en una familia peronista. Voté todas las opciones que presentó el peronismo. ¡Todas! Sin beneficio de inventario.

¿Cuál sería su candidato a presidente favorito?

No, falta mucho.

¿Y usted será candidato?

Tengo vocación y, la verdad, a uno le gustaría. Porque llega un momento en que pasar del análisis a la acción, pasar del diagnóstico a la acción, implica ponerse a consideración de la gente. Es un tema que tengo pendiente en mi vida política.

¿Será candidato a gobernador bonaerense? 

Hablar de eso ahora me parece muy prematuro. No hay aún un paraguas suficiente. Mi convicción es la de recorrer la Provincia de Buenos Aires, caminando.

¿Qué caracterización hace sobre La Cámpora?

No, no estoy en condiciones de… No me gustaría. Una vez Néstor Kirchner me lo dijo. “Estaría bueno que lo charles con Máximo, que es el Jefe de La Cámpora. Comete un bife con él”. Le dije que sí, que me debo una conversación con Máximo. 

¿Ya están saldadas las heridas con los dirigentes de La Cámpora?

No tengo relación con nadie del camporismo.

¿Se debe todavía una charla?

Seguro. Sería hipócrita de mi parte decir que estoy dispuesto a charlar con unos y no con otros. Pero, para que haya diálogo, dos tienen que estar dispuestos. Yo me he predispuesto en muchas oportunidades. Si no se ha dado es porque hay un mar de diferencias que no lo permite. Pero yo estoy dispuesto a dialogar cuando se dé. 

¿Con Cristina Kirchner retomó la relación?

No, con Cristina no tengo relación.

¿Qué opina sobre el crecimiento de Javier Milei?

Milei es un emergente lógico del fracaso de experiencias anteriores. No me gusta su política, que es más parecida a la de un surfer sobre una gigante ola de descontento que a la de un político queriendo aplacar y darle un fin a las sucesivas crisis argentinas. Me gusta más el aplomo, el acuerdo, el diálogo, la racionalidad, que el histrionismo. 

¿Cuál es la novedad o el atractivo que genera Milei?

No tiene nada de nuevo en sus ideas. Es un ortodoxo de vieja escuela, opuesto al pensamiento peronista heterodoxo en economía y de inclusión en política. Allá él si la gente lo vota, pero a mi me desvive el día después de ganar una elección y si los Milei en nuestro continente son los Bolsonaros o los Trump, no sólo me preocupa el futuro gobierno del país, sino la democracia misma.

AF

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