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El juego de Manzur y los jefes del PJ: microtriunfos en la derrota del FdT

Alberto Fernández durante una actividad en Quilmes

Pablo Ibáñez

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En una derrota grande, o incluso catastrófica, puede haber microvictorias. Mientras Alberto Fernández, que tiene el peso del resultado nacional, proyecta leves mejoras para, desde ahí, construir la hipótesis de resurrección del día después, el resto del dispositivo FdT opera sobre escenarios puntuales, la manera de minimizar el potencial revés electoral con buenos rendimientos propios.

Juan Manzur, los gobernadores y los intendentes del PJ del conurbano, a la vez que admiten la dificultad de revertir la derrota nacional y bonaerense del 12-S, apuestan a modificar la tendencia en sus territorios con la acción de cercanía -más conocida como “aparato”- en un movimiento para, en la matemática interna del peronismo, ubicarse en la vereda de los ganadores aunque sea dentro del club perdedor.

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En la “letra chica” del desembarco de Martín Insaurralde como jefe de Gabinete de Axel Kicillof, trámite que patrocinó Cristina Kirchner, figura una condición: el alcalde de Lomas debía garantizar, con su nuevo poder en el gobierno bonaerense, que los intendentes se involucren más en la elección para ayudar al gobernador a empatar el Senado provincial. No es una ecuación tan difícil: el FdT debe repetir el resultado en la Cuarta Sección, mejorar en el conurbano norte-oeste para ganar un senador más y lograr que Eduardo “Bali” Bucca entre en el reparto en la Séptima.

Con eso, el 10 de diciembre, el FdT queda con 23 senadores y Juntos con 23, y el desempate dependerá de la vice Verónica Magario. Kicillof pasó la primera parte de su gestión con un Senado controlado por JxC. Eso, en términos numéricos, sería imprescindible para permitir que avance una reforma legislativa para modificar la ley que limita la reelección de los intendentes a dos mandatos, lo que impedirá que 90 de los 135 alcaldes bonaerense no puedan reelegir.

Unos cuantos -al menos diez del FdT- ensayan un atajo: no cumplir la mitad del mandato vigente para que no cuente como segundo y, de ese modo, en el 2023 poder volver a presentarse. Insaurralde, que gobierna Lomas desde el 2009 con un break en el 2013 cuando asumió como diputado nacional, es uno de los que podría gambetear la prohibición gracias a que juró como jefe de gabinete.

El viernes, Insaurralde puso el quincho de Lomas para una cumbre de alcaldes y jefes territoriales, donde se afinó el tramo final de la campaña y la logística del día de la elección para lograr que la maquinaria peronista se haga notar en el resultado último, cumplir con el pedido que le hizo Cristina Kirchner, y convertirse en el dador de un respiro a un Kicillof que quedó shockeado por la derrota del 12-S.

Manzur repite la misma lógica. Da por hecho que mejorará la cuenta en Tucumán, sobre todo por el acuerdo con Osvaldo Jaldo, su vice al que dejó como gobernador, pero algo similar espera en las demás provincias del norte. Por su alianza matancera con Fernando Espinoza -Manzur fue secretario de Salud de Alberto Balestrini y La Matanza fue el distrito que más veces visitó desde que asumió en el gabinete nacional-, el jefe de Gabinete espera cosechar, convidado por Espinoza, parte de los beneficios de una eventual recuperación en este distrito de la Tercera Sección.

Entre los intendentes y Manzur hay un hilo en común. Aunque Insaurralde tiene como terminal en Casa Rosada a Eduardo “Wado” De Pedro, el dispositivo territorial del conurbano, al igual que los gobernadores del PJ se toparon con la oportunidad de poner en valor su peso político y territoriales en las generales del 14-N. Es, sin embargo, también una amenaza. ¿Qué ocurre si, con el PJ institucional metido de lleno en la campaña, con la maquinaría política peronista en marcha, la elección se pierde igual o peor?

“Cuantificar”

En 2019, tras la conformación del FdT, “Wado” De Pedro contó en una sobremesa en Tucumán, luego de la victoria en las PASO, que la decisión de Cristina Kirchner de competir por fuera del PJ en el 2017 no fue un antojo sino una táctica para medir cuánto valía cada sector. El resultado permitió, por caso, “cuantificar” que en Buenos Aires, Sergio Massa valía entre 10 y 15 puntos. Pero el 12-S, todo el FdT obtuvo menos de 34%. El score del 14-N, según una ecuación rígida de aumento de votos y comparación con Juntos, servirá para medir la importancia de la maquinaria-aparato del PJ o, llegado el caso, para demostrar que cuando frente a una ola negativa no hay despliegue territorial, ni medidas de beneficio económico directo, que sirvan para revertir el mal clima.

La noche del 12 de septiembre, como único orador en el Complejo C, el Presidente se declaró -duhaldísticamente hablando- padre de la derrota. Luego, solo frente a la presión pública de Cristina Kirchner, aceptó retocar su gabinete, desprenderse de figuras muy propias e incorporar jugadores silvestres de peso, movimiento que también será leído bajo el prisma del resultado del domingo que viene.

Massa también hace su apuesta: con Antoni Gutiérrez Rubí al frente de la campaña, con un menú electoral que abraza la agenda de “centro urbano” que hace años repite el presidente de Diputados, también el planteo de giro al centro que milita el massismo será sometido a la lluvia ácida de las urnas.

“Si mejora, Cristina dirá que obligó a Alberto a reaccionar y a cambiar el gabinete. Si no mejora, Cristina dirá que al final el peronismo no es determinante. Con un resultado o con otro, tendrá argumento para decir que ella tenía razón”, teoriza un operador que se mueve en diagonal en el PJ. Un funcionario nacional, que entorna a Fernández, disiente con eso: interpreta, con sorpresa, que lo que hizo la vice luego de la derrota tuvo efectos dañinos sobre el Gobierno y sobre ella misma, cuyo perjuicio seguirá más allá del 14 de noviembre. Un dirigente que suele hablar con Cristina, coincide en parte. “Cristina hizo cambiar el gabinete pero no puso ninguno suyo ni, tampoco, logró que se modifique el equipo económico que es el que peor anda”, le dijo a elDiarioAR.

Aparece, como balance último, el complejo ejercicio de diseccionar un resultado electoral. ¿La derrota del 12-S fue toda de Fernández? ¿Una eventual mejora en el 14-N es solo del peronismo territorial? El 15, sean cual fuesen los números, el primer movimiento oficial será hacerle un ADN al resultado para definir la paternidad/maternidad de la nueva derrota o de un eventual repunte.

PI

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