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Entrevista

Ernesto Picco, autor de “Soñar con las islas”: “En Malvinas hay una construcción de una pequeña patria”

Ernesto Picco

Walter Curia / eDiarioAR

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“Soñar con las islas” es un libro vibrante y valiente. El relato  de Ernesto Picco es uno de los primeros esfuerzos serios por romper la mirada sobre Malvinas cristalizada en la guerra, el dolor y la tragedia. Por tratar de entender además qué es lo que pasa hoy en las islas, quiénes son sus habitantes, qué buscan, cuáles son -nos guste o no, nos sirva o no a nuestros intereses- sus deseos. Ese tipo de inquietudes no son apreciadas, precisamente en nuestro país. Picco lo sabe.

Este periodista y docente santiagueño, ganador de la última Beca Michael Jacobs de Crónica Viajera de la Fundación Gabo, escribió una crónica de Malvinas “más allá de la de la guerra”. Estuvo allí dos veces entre 2018 y 2019 y se mezcló entre sus habitantes, sus emprendedores y sus autoridades. Oyó lo que tenían para decir. Viajó también al Reino Unido, a Londres, Newcastle y Portsmouth para desentrañar historias y develar secretos que no estaban tan ocultos pero parecían ignorados. El final del viaje, dice, “ha puesto en crisis una idea, un sentimiento, una crisis que espero se contagie a quien lea todo esto”. Picco fue en busca del enigma Malvinas y descubrió un proceso de cambio profundo en las islas. Una voluntad de salir de la insularidad en las nuevas generaciones. Un proceso de construcción de una identidad entre gente que se refiere a las islas como “su país”. Que se atreve incluso a juguetear con la idea de un futuro independiente del Reino Unido. “En términos simbólicos, en Malvinas hay una construcción de una pequeña patria”, asegura Picco.

Su relato nos habla de cosas que la mayoría de nosotros desconocemos. Sobre todo la clase política, depositaria de la demanda histórica de soberanía  argentina. “Hay muchísimo desconocimiento de las islas en general, de las islas reales”, sostiene Picco. Allí hace tiempo se ha dado una vuelta de página a la guerra. “La herida se ha ido desvaneciendo”, dice. Es pasado.

Picco vive en Santiago del Estero y elDiarioAr lo entrevistó este martes por vía remota.

 

En tu libro hablás de Malvinas como un “sueño”. Como unas islas que los argentinos “nos hemos inventado”. La realidad en las islas es según tu relato bastante diferente de nuestra idea de Malvinas, asociada invariablemente a la guerra. ¿Qué sabemos de verdad de las islas?

Es la sensación que he tenido al encontrarme con las islas. Es la misma que tengo cada vez que alguien que lee el libro y me comenta algo parecido a lo que me estás comentando ahora. Esta idea de que toda esa obsesión con la guerra, o con la guerra como tópico vinculado a Malvinas, nos tapa todo lo demás. Nos solapa todo lo demás. Y tenemos 40 años de historia después de la guerra. Historias que hay en las islas y que por otra parte son apasionantes. El modo en que ahí se ha reconstruido, en que se ha colonizado, cómo ha cambiado geopolíticamente el lugar. Los personajes ahí son interesantísimos. Y no conocemos a ninguno. En general no conocemos quiénes son los líderes políticos, quiénes son los artistas… Entonces yo diría que hay muchísimo desconocimiento de las islas en general. De las islas reales, materiales.

La filosofía del gobierno actual es que la Argentina tiene que ser pensada -hay una frase que es muy prototípica de este gobierno- “con la gente adentro”. Hay que hacer un país “con la gente adentro”. Es curioso que la mirada que hacemos sobre Malvinas sea sin gente. Como si no existieran esas personas que habitan las islas…

Es eso. Es como si no existieran. Como que el relato argentino sobre Malvinas no los cuenta. Y cuando cuenta el otro, el otro distinto, el otro  “enemigo” o el otro “adversario” es el soldado británico. Pasa en general, en los documentales, en las obras de teatro. Cada vez que se hace una nota, una efeméride, es el soldado que se encuentra con el tipo con el que se ha tiroteado, pero nunca  los isleños. Eso es sorprendente.

Puede pensarse en una cuestión estratégica. La Argentina siempre ha pretendido y ha procurado que los isleños no tuvieran voz, es decir, que no formaran parte de la discusión acerca de los derechos sobre las islas con los británicos. ¿Hay alguna otra razón oculta para que ignoremos la existencia de los isleños?

Si la hubiera, yo la desconozco. No la he podido percibir en principio. Pero sí es muy notable. Y es notable también que ellos son conscientes de ese silenciamiento tanto del lado argentino como incluso del británico, porque para los británicos ni siquiera Malvinas existe como lugar, ni como lugar ideal ni imaginado ni nada. Incluso cuando vos entras al pequeño museo que tienen en las islas, es un museo que recoge la historia -desde donde empieza la historia para ellos que es 1833- y tiene una parte dedicada a la guerra que dice: This is our story, ésta es nuestra historia contada por nuestras voces. Y es muy impactante. Cuando veo ese video donde ellos cuentan su experiencia de la guerra en primera persona es donde a mí se me prende la lamparita y digo: acá hay una de las voces de esta historia, fundamental, que no la estamos escuchando. Con todo lo complicado que es escucharla para nosotros como argentinos.

Vos planteas el desafío de desligarse de la idea original que tenemos sobre las islas, que es casi como desligarse de nuestra nacionalidad. Hay un hecho curioso que relatás en el comienzo del libro: en tu primer contacto con habitantes de las islas, unos borrachines amenazantes en un bar, decís que sos chileno… (risas) Siempre tuve la sensación de que el libro estaba escrito por alguien que había conseguido alejarse de su nacionalidad…

Sí. Y no lo cuento en el libro pero mis abuelos son chilenos, entonces tengo ahí un poco de ascendencia por ahí. No es oficial pero no me cuesta tampoco. Los santiagueños siempre llegamos a algún lado y decimos que somos de Santiago lo primero que te preguntan es: ¿De Chile?... Entonces ya el tema de la chilenidad es una salida común. Pero sí, digamos, en ese momento es un reflejo ante cierto temor, porque vos no sabes con qué te encontrás, cómo te van a recibir. Claramente el ejercicio de despojo ha sido interiorizado. Funciona ya a nivel de reflejo. Pero sí.

En tu libro contás el proceso de transformación económica que vivieron las islas a partir de la decisión de la explotación de los recursos marítimos, y mencionas que se han enriquecieron desmesuradamente. ¿Cómo es la vida cotidiana en las islas de una población desmesuradamente rica?

Es una población desmesuradamente rica pero también, desmesuradamente, es una vida apática. Es una vida muy dura, aunque estén hasta las cejas de plata. Hoy la palabra “aislado” significa otra cosa, pero ellos son una comunidad muy aislada. Geográficamente porque tenemos un avión, el avión que llega a las islas cuando yo fui lo hacía una vez por semana. Con el contacto con el mundo exterior ahora son dos vuelos, pero sigue siendo muy difícil salir. Es un pueblo muy pequeño donde son los mismos tipos y tipas en general que se ven hace generaciones. Donde además no hay muchas actividades recreativas. Tienen que inventarse actividades sociales muy extrañas, que si las vemos de afuera hasta pueden parecer un poco bizarras. Pero es una vida difícil por el aislamiento. Por lo inhóspito del lugar. Es una vida muy de puertas adentro a pesar de que ellos intentan hacer deporte, motocross y kajak es una vida muy puertas adentro en casas pequeñas, difíciles. Con esta contradicción de que después, a partir del ’87, cuando Inglaterra los ayuda a crear esta área de exclusión en la que ellos pueden empezar a cobrar licencias a barcos pesqueros de todo el mundo, empiezan a inflarse su presupuesto al punto de que hoy son económicamente independientes y tienen todos un muy buen nivel de vida. Dos, tres camionetas por familia. Pero los isleños no tienen qué hacer con ese dinero.

Hablás de isleños pero no empleás el término “kelpers” ¿Ese término te resulta fuera de lugar?

Yo uso el término de isleños porque  en general ellos hablan de sí mismos como islanders o como british. Muy pocos usan el de kelper. Aunque se usa. Pero en general el término es un término originalmente usado despectivamente. Tanto por los británicos como los argentinos. De hecho el kelper hace alusión al kelp, que es un alga fea, inútil, que está ahí.

Aunque hablás de una vida anodina, también mencionás que las nuevas generaciones  están transformando las islas, que cambiaron la cabeza y que están intentando abandonar esa insularidad. ¿Qué estás viendo en esa gente de menos 40 años, que está asumiendo responsabilidades, incluso ejecutivas, en las islas?

Esa es una de las cosas que más me ha sorprendido de todos los viajes, de la investigación, porque ahí uno se da cuenta de que hay un cambio generacional muy fuerte. Hay que tener en cuenta que los padres y los abuelos de estos “sub 40” que hoy están llegando a posiciones de mando en las islas eran granjeros empobrecidos, tipos que no habían salido en su vida de las islas, que no habían tenido educación secundaria. Y estos chicos se ven beneficiados por el crecimiento del estado que empieza a garantizar la educación primaria y secundaria de calidad pero sobre todo les empieza a pagar por primera vez la educación universitaria y de posgrado en el exterior. Entonces es una generación que ha viajado por el mundo, que tiene otra cabeza y que son  jóvenes cosmopolitas que después vuelven, con un sentido de pertenencia muy fuerte a pesar de eso, a tratar de seguir laburando en lo que ellos viven como su lugar. Y eso claramente en un corto, en un mediano plazo tiene que tener un impacto en cómo se siguen desarrollando las islas. En cómo avanza la relación con la Argentina también porque son gente que no tiene tan fuerte la herida de la guerra, que no ha vivido, que no ha visto argentinos entrar en el patio de su casa. Que sí se han criado esquivando las minas, pero claramente la herida de la guerra se ha ido desvaneciendo entre los propios isleños porque han decidido avanzar con su propio proyecto económico, político.  

Es una generación que ha viajado por el mundo, que tiene otra cabeza y que son jóvenes cosmopolitas que después vuelven, con un sentido de pertenencia muy fuerte. Eso tiene que tener un impacto en cómo avanza la relación con la Argentina.

¿Qué queda de la guerra en las islas?

Hay una cosa, hay una explotación comercial de la guerra porque el turismo es un tema central y el turismo de guerra es muy importante. Entonces hay un nivel utilitario de la guerra si se quiere, porque  por los distintos lugares por los que vayas, afuera del pueblo incluso, te vas a encontrar pedazos de hélices de aviones, pozos de zorros, trincheras, pedazos de aviones. Está todo estrellado y no se ha tocado eso. Y han quedado como marcas que forman parte de las postas del turismo de guerra. Y hay muchos turistas que van a ver eso. Van a hacer turismo de deporte y de vida salvaje. Pero también eso. Y está el cementerio de Darwin, que es un lugar con una energía muy fuerte. Pero no está tan a la vista. Está alejado y en medio de la nada, a casi 90 kilómetros del pueblo. Además, políticamente ha sido para Argentina un eje de conflicto. Porque todo el proceso de identificación de los cuerpos ha generado disputas muy delicadas entre distintos grupos de veteranos y familiares.

¿Y cuáles son las huellas intangibles de la guerra? Eso es más difícil de encontrar por lo que se advierte en tu relato…

Es un poco más difícil de encontrar porque es gente que ha vivido intentando dejar eso atrás.

Llama la atención un testimonio de una maestra que menciona que en la currícula de los chicos en la escuela no aparece la guerra. Es un hecho extraño…

Sí. Yo creo un poco en lo que te decía recién, es un pueblo que ha intentado ir dejando la guerra atrás y que es un episodio muy feo. Ha sido un episodio muy reciente también para ellos. Pero el hecho de que no lo tuvieran en la currícula no quiere decir que no lo tuvieran presente también. Porque los soldados, por lo menos la generación del ‘80, iban a las escuelas, les explicaban por una cuestión de seguridad que identifiquen todos los tipos de minas con los que se pueden encontrar, las marcas… Y los chicos tenían a los soldados adentro de aula.

¿Eso dejó de ocurrir?

Eso fue dejando de ocurrir paulatinamente, porque de hecho todo lo que era peligroso ha ido disminuyendo, de hecho el año pasado Malvinas se ha declarado libre de minas, ha terminado el proceso de demining que venían haciendo. Han hecho explotar la última ahí en la playa de Gypsy Cove, que lo venían haciendo con una agencia de expertos que eran de Zimbawe. Y ahora es mucho más seguro andar. Lo que sí ha ocurrido es que la generación de los que eran niños o adolescentes durante la guerra, que hoy son padres de los chicos pequeños han empezado a pedir que se enseñe y han empezado a pedirles a los veteranos que vayan a dar charlas a las escuelas sobre qué ha sido lo que pasó en el ‘82. O sea que también hay algo que se mueve en relación a cómo se construye la memoria y qué pasa ahí.

Dejame volver sobre esta idea de memoria. La Argentina es un país que recurre permanentemente a este término para mantener presentes los horrores de la dictadura. ¿Qué recorte tiene hoy la guerra de Malvinas en la memoria de los argentinos sobre la dictadura?

Creo que está habiendo una relectura y están pasando cosas para repensar Malvinas adentro de la dictadura. Porque lo hemos venido pensando, yo que nací después de la guerra y que he hecho la escuela y la universidad en los ‘80, en los ‘90, seguimos aprendiendo la guerra como una patriada. Cuando en realidad lo que ha sido es un manotazo de ahogado absurdo y tenebroso para que estos sujetos se mantuvieran en el poder. Lo que está ocurriendo hoy por ejemplo con el hecho de que hay grupos de militares que van al banquillo a rendir cuentas por las torturas a los conscriptos en Malvinas, es un hito fundamental me parece para empezar a repensar esa memoria sobre la guerra. Si bien el tema de los torturados, los estaqueados y lo que sea yo creo que en general se ha hablado, el hecho de que vayan a juicio, que se esté motorizando, que se pueda hacer justicia por esa historia me parece que es fundamental para empezar a construir otra memoria sobre Malvinas. Es una historia trágica, es muy difícil pensar Malvinas por fuera del pensamiento trágico sin que eso joda a los ex combatientes por ejemplo. Porque son pocos los que hoy no se encuadran dentro de la categoría de héroes de Malvinas. Me parece que sería muy importante pensar otra vez Malvinas más allá de la guerra. Hay una memoria que no tenemos y es qué pasa del ‘82 para acá y qué pasa del ‘82 para atrás. Porque no hay que olvidar que antes de la guerra Malvinas tenía maestras que enseñaban el español, teníamos relaciones comerciales, isleños que venían a estudiar aquí. Todo eso se tiró por la borda con la guerra. Y ese es un punto además al que no sé si podemos aspirar a volver.

En prólogo del libro Jon Lee Anderson menciona a las Malvinas como “una islas que los argentinos siempre han deseado y que probablemente nunca tendrán”…

Y yo coincido con Jon Lee pero me parece que es muy difícil decirlo. Es muy difícil aceptarlo como argentino. Es muy difícil.

¿Es más difícil decirlo o aceptarlo?

Yo creo que es más difícil decirlo. Hay un sentido común muy pesado sobre Malvinas que si vos te salís un poquito de ahí…

Un mirada más realista sobre las posibilidades de que la Argentina recupere las islas, ¿está condicionada además de por el relato dominante, por la mirada de los ex combatientes? 

No creo que solo por la realidad de los ex combatientes, porque si nos ponemos a pensar los ex combatientes en general han tenido una historia de peripecias, difícil, hasta que logran el reconocimiento de sus derechos. Me parece que no sé si pasa tanto por ahí, además yo tengo mucho respeto por los ex combatientes y a mí me conmueven profundamente todas esas historias. Es muy difícil salirse de eso hablando con los veteranos. Yo creo que la gran mayoría de los veteranos ha construido su vida y su razón de ser en torno a la mirada heroica de su paso por Malvinas. Y dislocar ese relato es romperles un poco su existencia. Su sentido de existencia. He tratado de ser muy respetuoso con eso a la hora también de cómo contar. Por eso también me he sentido yo muy interpelado, con la gente del Cecim, yo he tenido la suerte de conocer a uno de ellos en Monte Longdon, por  azar. Y el Cecim  tiene una mirada que intenta deconstruir esa mirada “heroica”. Pero es una excepción. A mí después de la publicación del libro me tocó conversar con muchos ex combatientes, gente que yo no conocía, que me ha llamado por teléfono para saber quién era, qué estaba escribiendo, cuál era la mirada... Y ahora se ha conformado el Consejo Malvinas también y hay una mirada más, no militarista pero sí más desde esta mirada heroica y patriótica de Malvinas.

¿Cuál fue la devolución desde esos sectores? ¿Leyeron el libro, se interesaron por el libro?

Sí, había en principio interés por el libro. Yo les he contado mi viaje, buena onda. Y esa buena onda yo sí he notado como que en algunos casos dejó de ser tan buena (risas).

¿Dejaron de tener contacto con vos?

Sí. Sí. No lo digo como que se hayan enojado ni nada porque no podría saberlo pero capaz que si les gustaba también dejaba de tener contacto. Me pasó con otra gente que después me apartaron por otro libro. Lo que siempre digo, primero despertó la curiosidad y fin.

Ese es el eslabón más sensible de toda esta historia. Son los seres humanos que sufrieron, fueron a una guerra, combatieron. Por una empresa delirante, además.

Y hay un tema muy delicado: a ellos no les gusta reconocerse como víctimas. Y la verdad es que han sido otro grupo enorme, otra generación víctima de la dictadura. Han construido una vida en torno a la mirada heroica… Esto hay gente que lo ha estudiado mucho mejor, mucho más, desde la academia. Yo lo estudié desde una lectura muy intuitiva.

Yo creo que la gran mayoría de los veteranos ha construido su vida y su razón de ser en torno a la mirada heroica de su paso por Malvinas. Y dislocar ese relato es romperles un poco su existencia.

¿Los gobiernos argentinos entienden qué está pasando en Malvinas?

Yo quiero ser muy prudente con la respuesta porque el foco de mi investigación y de mi relato no ha sido tanto aquí sino más en la vida cotidiana de Malvinas. Pero lo que sí te puedo decir es que, algo que lo cuento en el libro, el Museo Malvinas, que es un museo precioso, enorme, bellísimo, tiene ese mismo agujero. Porque vos ves que en el Museo Malvinas no están mencionados los isleños. En ese museo tan enorme, con tanto detalle, con tanta historia, con tanto objeto, no hay ni un isleño mencionado. Yo le di vueltas varias veces buscando, no fuera cosa de que se me pasara... Y no están. Qué quiero decir con esto, no sé si saben o no saben lo que pasa, lo que no pasa, pero en las producciones simbólicas uno puede darse cuenta. Lo que me están diciendo es que estas personas, estos otros, no están en el radar para ser un otro de contacto con el que vos puedas dialogar, conocer, ver qué pasa. También es cierto que para mucha parte de la dirigencia política Malvinas es el lugar confiable, al que uno puede apelar sin equivocarse. Vos veías, a ver, yo justo estaba volviendo de viaje cuando fue el debate presidencial del 2019 y todos, todos hablaban de Malvinas. Todos hablaban de Malvinas. Y vos te ponés a ver y era transversal a todos los candidatos. Con matices pero en general es un tema que atraviesa a la dirigencia política pero del cual me parece que claramente hay un desconocimiento sobre lo que pasa ahí.

En tu libro mencionas una aproximación de los isleños a la política o a los gobiernos de la Argentina. En un diálogo con la representante de las islas en Londres decís que el kirchnerismo les asusta y les da risa al mismo tiempo…

Sí bueno, le tienen fobia. Pero todos eh. No sé si porque recuerdan, sobre todo los años de Cristina, como los años más duros en términos de relaciones no solo a nivel con la Argentina sino a nivel latinoamericano. Yo creo que es el momento en el que el reclamo se regionaliza. Eso a ellos tan adinerados como están les complicó operativamente sus negocios, su relación con el continente. Ha sido realmente muy difícil para ellos. Y lo que me dice otra de las personas, uno de los integrantes de la Asamblea Legislativa me dice: “No puede haber nada peor que el kirchnerismo. No importa qué venga después.” Y es esto. Y yo estuve con Sukey Cameron, que es la representante, bueno, era hasta el año pasado, el día que lo elegía a Boris Johnson. Estaban eligiéndolo a Boris Johnson en el salón y nosotros estábamos a unas poquitas cuadras de ahí en la oficina de esta mujer y sonaba el teléfono y le decían que había ganado Boris Johnson y dijo uy, ganó Boris Johnson, que a ella tampoco le gustaba Boris Johnson, y ahí me dice esto, riéndose: “Y ustedes la tienen a Cristina, que encima quiere volver a ser presidente”… La sensación es esta, les da temor y les da gracia porque ha sido muy negativo para ellos. Sin contar que lo que vino después con el acuerdo Foradori-Duncan (NdE: por el nombre de los entonces vicecancilleres, en busca de una agenda positiva entre los dos países).

¿Es ese acuerdo lo que les despierta alguna simpatía por Macri?

Sí.

¿Ellos te hablaron de ese acuerdo? Es decir, ¿demostraron que efectivamente los había favorecido?

No en esos términos, porque es difícil que ellos reconozcan algo en general. Hay algunos que te dicen sí, es importante, las conversaciones con los científicos argentinos ¿no? Que eso se empezó a hacer, que eso es muy importante. Pero no en términos de reconocimiento o de decir que bien Macri, no a ese nivel. Más que decir que bien fulano, que bien mengano es nada es peor que los Kirchner, otra vez. Sobre todos de los más grandes. Los más jóvenes son como más astutos. Más polite en el término británico que no son de hacer definiciones tan tajantes, tan duras. Son astutos en cómo conversan. Cómo te hablan de Argentina. Más abiertos.

En dos o tres ocasiones los asambleístas hablan de las islas como su país. ¿Cómo la entendiste esa definición?

Ellos hablan de country, que puede ser entendido como territorio pero también significa país, sí. Es como que significa lo mismo en términos simbólicos. En términos jurisdiccionales, políticos, legales, tiene sus diferencias.

Es su país en este caso…

Sí, totalmente. Porque ellos han tenido hasta el ’82 una cosa muy rara, incluso que lo dicen todavía hoy, ellos se sienten más británicos que los británicos. Porque antes del ‘82 ellos reclamaban la nacionalidad británica que Gran Bretaña no les reconocía. No podían ir a trabajar, nada. Mientras que Inglaterra intentaba ver cómo hacer para cederle la soberanía a Argentina y ellos iban con los cartelitos de Keep the Falklands british y no sé qué. Había una intención de que no se vieran, no se escucharan esas voces, que después cambia con el referéndum de 2013. Pero volviendo a tu pregunta, hay un momento muy fuerte en el que ellos tienen el reconocimiento de la nacionalidad británica a partir del ’83, cuando va Thatcher y les dice ustedes son parte de “nuestra gran familia”, eso se junta también con la construcción de la identidad muy local muy fuerte. Ellos tienen sus propios pequeños hitos patrios. Una batalla durante la Primera Guerra Mundial que tiene lugar al Sur del Atlántico, los isleños que tuvieron participación. Algunos personajes que ellos intentan construir como pioneros empresarios. En términos simbólicos, hay una construcción de una pequeña patria que es muy interesante de leer más allá de Gran Bretaña.

Y un sentimiento de identidad bastante fuerte. Una de las entrevistadas  dice que el 80% de los que se van a estudiar afuera, regresan...

Los tipos vuelven. A ver, hay algunos, sobre todo los grandes, que se han ido y no han vuelto, o que se van y trabajan por ejemplo haciendo diplomacia, o en la Casa de las Islas o haciendo de representantes comerciales de algunas empresas por ejemplo. El propio Graham Bound, que es el creador del Penguin News, el periodista más importante quizás de Malvinas, que es un personaje atrapante, también se cansó. Llegó un punto que se cansó, se fue. Digo, hay excepciones. Pero en general parece ser esa la norma, de identidad, de arraigo.

De manera que en las islas hay un proceso de construcción de identidad que ignoramos y que debería ser aquello a los que más deberíamos atender.

Totalmente. Y que no es tan difícil hacerlo por otra parte. No hay que ir a Malvinas para entender esto. Si vos entras a la página web del gobierno vas a encontrar un paseo por el museo. Vas a descargar el libro de, ellos tienen un libro que hace Leona Roberts, Leona Roberts es una de las integrantes de la Asamblea Legislativa… La edición se llama Our island, our story, Nuestras islas, nuestra historia, y que te cuenta la historia de Malvinas, como su propio relato histórico local. Y hay un intento muy fuerte, siendo que Leona Roberts es chilena. Porque también ahí se mezcla una cosa de muchos emigrantes que van y son adoptados como isleños y construyen también su vida y que ya tienen hijos ahí. Sobre todo después del ‘87 empiezan a traer inmigración de gente que se va porque hay trabajo.

Esto nos conduce de alguna forma a una idea de independencia de las islas. Que es probablemente el reto más difícil que tiene la Argentina por delante. Porque rompería el reclamo histórico de que se trata de un enclave colonial. ¿Está en el espíritu de los isleños efectivamente esa búsqueda?

A mí la sensación que me ha dado, porque yo de hecho he tratado de hacerle esa pregunta a todas las personas que he podido, y da la sensación como que es un tema tabú. Es un tema del que todavía no se animan a hablar. De los tres o cuatro que votaron en el referéndum que no querían ser ni argentinos ni británicos, dicen “ustedes nos tienen que ayudar a que nosotros podamos… A que no necesitemos la base militar y que podamos ser más independientes”. Y usan “independientes” como un adjetivo, pero no como un objetivo a seguir. Pero la verdad es que ellos son económicamente independientes, o sea el dinero para vivir y funcionar lo generan ahí con el tema de la pesca.. Pero son geopolíticamente dependientes de, bueno, de esta tensión histórica. O sea económicamente no tienen obstáculos ahí. No los tienen. También me dice algo Sukey Cameron, la representante en Londres, que creo que es la que mejor conoce la historia de las islas, también una de las más duras pero más inteligentes, me dice: “Mira, lo que pasa es que nosotros todavía no tenemos el liderazgo suficiente para hacerlo. Estamos recién construyendo nuestro propio liderazgo político. Nos faltan un par de generaciones para llegar ahí”.

La verdad es que ellos son económicamente independientes, o sea el dinero para vivir y funcionar lo generan ahí con el tema de la pesca.. Pero son geopolíticamente dependientes de, bueno, de esta tensión histórica.

Al mismo tiempo tienen que contemplar si esa aspiración no va en contra de los intereses británicos, de los intereses geopolíticos británicos…

Exacto. Eso va a ser un problema. El tema del Brexit ha movido un poco. Ha hecho ahí como una vibración delicada, que no se ha llegado a agitar pero ha generado un malestar interesante. Es decir, porque los isleños pensaron: cómo es esta relación que tenemos con Gran Bretaña, por qué nosotros no podemos decir que no queremos el Brexit. Porque solo vota Gibraltar de los territorios británicos de ultramar en el referéndum. En Gibraltar votan todos que no, por la cuestión que tienen con España. Y en general tampoco le convenía a Malvinas porque todo el producto de Malvinas no entra por Gran Bretaña sino que entra por España, por el puerto de Vigo. O sea a ellos les complica seriamente la ecuación económica.

Hay un proceso de fuerte incorporación de inmigrantes en las islas. ¿Percibís un cambio en la composición social, cultural, étnica en las islas? 

Lo está habiendo. La población en la islas desde el ‘82 para acá se ha duplicado. Y no son isleños que han vuelto. Son muchos británicos y son muchos inmigrantes. Y vos tenés una comunidad importante de chilenos, tenés una comunidad muy importante de santaelenos. Los chilenos festejan el 16 de septiembre con un acto en la casa del gobernador de las islas..  De hecho se habla en español en los supermercados. Vos vas a escuchar en la cola del súper a dos tipos hablando español. Es muy común. Entonces sí, yo creo que ya está habiendo y creo que se va a profundizar por esta necesidad que ellos tienen. Yo creo que es muy difícil seducir a ingleses que vayan a vivir a un lugar tan inhóspito pero es más fácil sobre todo de los países más pobres de Latinoamérica que van un montón. Y sí, en el futuro se va a profundizar ese cambio.

¿Recomendarías a la clase dirigente argentina, a la clase política, que visite las Malvinas?

Sí, sin dudas. Para ver estas cosas. Para ver quién vive ahí básicamente. No es algo que no se haya hecho ¿no?

Pero hay reticencia. De los políticos en general hay reticencia por lo que implica tener que sellar el pasaporte, esas cosas.

Bueno, pero eso a esta altura de las cosas, si los propios ex combatientes son capaces de superar esa pequeña arcada que te puede dar que te sellen un pasaporte en un territorio que es tuyo. Si los propios veteranos lo pueden pasar yo creo que la dirigencia tiene que pasar sin ningún problema. Me parece que es más una excusa que otra cosa concreta. Quizás pensar en una cosa más sistemática puede ser muy interesante, porque hay una cuestión de sensibilidad de los argentinos respecto de Malvinas como territorio. Territorio en el concepto más básico del término es el lugar y la gente. Nosotros pensamos solo el lugar. Entonces, me parece que mientras más gente conozca… A ver, no es un lugar para irse de vacaciones. Para mí contando que ni siquiera atrae el turismo y demás yo creo que al tercer día te quieres ir. Es realmente inhóspito. Pero me parece que es necesario conocer qué pasa ahí.  Para conocer a las personas, para conocer a la gente más joven. Para conocer cómo se vive. Para romper prejuicios. Solo la experiencia nos puede hacer cambiar de opinión o nos puede hacer entender mejor aquellas cosas a las cuales accedemos solo mediante la información, la distancia, los prejuicios, etcétera. Entonces la experiencia como cosa necesaria me parece que sí es importante. No lo había pensado a ese nivel, de pensarlo como una experiencia para la dirigencia política. Sí, sí. 

WC

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