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Opinión Norberto Oyarbide (1951-2021)

El juez más rockstar: alta notoriedad y baja justicia

Juez Norberto Oyarbide

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Norberto Oyarbide no fue un buen juez, pero tampoco el peor de todos. Obviamente no fue el magistrado modelo que prevé la Constitución Nacional. Llegó al cargo en 1994 envuelto en sospechas sobre su independencia y se jubiló en medio de una confusa trama (que nunca se aclaró) en 2016, bajo esas mismas sospechas. Lo conocí en sus últimos meses como fiscal. Lucía impecables trajes blancos que combinaba con zapatos del mismo color. A menudo organizaba eventos en su oficina, a los que concurrían entonces importantes funcionarios judiciales. Tuvimos siempre buena onda en términos personales, aunque la relación profesional estuvo surcada por los desacuerdos.  

Había muchos Oyarbides. Cuando le tocó resolver casos complejos y de alto impacto público su trabajo fue coherente. Siempre se amoldó a las necesidades del poder de turno o a las propias, ligadas a los pedidos de enjuiciamiento que lo acompañaron durante toda su trayectoria. Oyarbide se acercó a ese modelo de juez que en “República de la Impunidad” (Ariel 2020) llamé “juez rockstar”; para definir a los jueces que buscan notoriedad y no hacen justicia. Pero Oyarbide se comportaba así en las causas que él llamaba de “ricos y famosos”, que eran sus preferidas. Disfrutaba de las tensiones propias de un cargo tan complejo. Incluso de momentos de mucha tensión cuando, por ejemplo, poderosos imputados durante las audiencias le reprochaban en su cara su trabajo como juez. Vi como soportaba esos transes sin despeinarse.

También le gustaba la ansiedad de los cronistas judiciales para acceder a información en off. Jugaba con esas necesidades y administraba esa información con mucha eficacia. Supo mover los expedientes al ritmo de los requerimientos sociales. Por ejemplo, procedimientos judiciales en momentos del prime time televisivo, citaciones a personas reconocidas en horarios precisos, resoluciones procesales publicadas el día indicado. Oyarbide supo jugar como nadie los “juicios mediáticos”

Cuando intervino en causas “normales” su trabajo era diferente. Recuerdo que en una época saludaba a todos los detenidos que pasaban por su juzgado y a todos les daba su teléfono celular para que lo llamen ante cualquier problema. A las chicas que colaboraban con él les regalaba flores los 21 de septiembre. También recuerdo sus obsesiones por la atención al público y a los abogados en su juzgado. Llegó a colocar cámaras en la mesa de entradas y personalmente monitoreaba la relación entre los empleados y los litigantes. A punto tal que muchas veces abría el micrófono y dejaba su opinión en las típicas discusiones entre abogados y empleados judiciales.

Pero todos los diferentes “Oyarbides” confluían en un punto: la exageración de sus actos. Teatralizó gran parte de su vida pública. Narraba con orgullo por los pasillos de Comodoro Py, siempre seguido por sus fieles custodios (los gladiadores), que Mirtha Legrand lo felicitó por su trabajo investigando medicamentos truchos. Convirtió algunas audiencias en sesiones cinematográficas. Recuerdo una tarde memorable, cuando recibió en su juzgado a Chiche Gelblung, acusado de hacer apología de las drogas. Protagonizaron escenas desopilantes. Uno en defensa de la libertad de prensa. El otro explicando la importancia del acto procesal de defenderse. Norberto Oyarbide tuvo muchos rostros como magistrados. Fue un modelo de juez, no un juez modelo, que dejó marcas muy importantes en el sistema judicial. Su polémico comportamiento, habla de él. Es verdad. Pero Norberto Oyarbide fue juez por mas de 20 años. Y ello habla del desempeño de nuestras instituciones. 

FD

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