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El futuro de la expresidenta

Llantos, mudas de ropa para pasar la noche y un peronismo abroquelado en la defensa de Cristina Fernández

La expresidenta Cristina Fernández de Kirchner sale de su casa hacia la sede del PJ donde esperó el fallo de la Corte Suprema de Justicia
10 de junio de 2025 18:03 h

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En la víspera de la sentencia de la Corte Suprema que ratificó su condena en la causa Vialidad, Matheu 130 se convirtió en un búnker de guerra. Engrosado por la presencia de un centenar de dirigentes y varios centenares de militantes, la sede partidaria del PJ Nacional funcionó como base de operaciones durante todo el día. Cristina Fernández llegó a las 11.30, saludó a la militancia que había pasado la noche en la entrada del PJ, ingresó al edificio y, durante el resto del día, se dedicó a recibir a las decenas y decenas de dirigentes políticos, sociales y sindicales que comenzaron a aglomerarse, desde temprano, para formar un escudo protector en torno a la expresidenta.

Fueron todos. A la mañana, llegaron los senadores de Unión por la Patria. Escoltados por José Mayans y Juliana di Tullio, cayeron hasta los legisladores que están enfurecidos con CFK y La Cámpora. Fue Guillermo Andrada, que responde a Raúl Jalil, el gobernador catamarqueño que viene trabajando en tándem con Casa Rosada. Fue la jujeña Carolina Moisés, enemistada con el camporismo, y el camporista Marín Doñate. “En las malas nunca vamos a estar afuera”, deslizó un legislador.

CFK estaba convencida de que este martes Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti firmarían su condena. Así se los dijo a los senadores y, cuando algunos amagaron con largarse a llorar, los cortó en seco: “Nada de llantos. Hay que tener un plan porque la crisis de representación es grave. Hay que salir a seducir el voto en blanco”, arengó. Mientras tanto, los dirigentes iban entrando en olas.

Llegaron Federico Fagioli y Natalia Zaracho de Patria Grande, que venían de comenzar a organizar la vigilia en la casa de CFK en Constitución. Unas horas más tarde, rodeado de periodistas, llegó Juan Grabois –detenido y liberado apenas un día antes–. “La detención de Cristina es el inicio de una virtual dictadura”, denunció.

Llegaron los intendentes bonaerenses. Los diputados nacionales. Eduardo Valdés, Mónica Macha, Hugo Yasky, José Glinski. Habían referentes de La Cámpora y kirchneristas silvestres, kicillofistas enojados con CFK y cristinistas enojados con Kicillof. “Todo sigue roto, pero la van a meter presa. No podemos discutir ahora por las listas”, deslizó un kicillofista.

Los dirigentes que llegaban no se iban. Algunas legisladoras comenzaron a pedirle a sus asesoras que le trajeran una muda de ropa: la noche iba a ser larga. Se estaba organizando la resistencia. “El peronismo no va a permitir que la vengan a buscar en un patrullero”, amenazó Teresa García, apenas llegó. “Yo vine a cagarme a trompadas con la policía si intentan llevarla a la fuerza”, admitió, en voz baja, un dirigente bonaerense.

Se comenzó a organizar un operativo: Una vez recibido el fallo de la Corte en el PJ y, cuando llegue el momento de ir a la casa, la militancia y las organizaciones sociales acompañarán a CFK marchando hasta Constitución.

Los teléfonos estaban activados: Cecilia Moreau dialogaba con Sergio Massa, que llegó a las 4 de la tarde, luego de emitir un comunicado del Frente Renovador que denunciaba la “judicialización de la policía”. Dirigentes sindicales estaban en contacto directo con la CGT, que se comprometió a movilizar si el fallo salía. “Estamos todos en estado de alerta y movilización”, sintetizó Moreau, a la salida.

Faltaba media hora para que la Corte se reúna cuando llegó el primer rumor: Rosatti y Rosenkrantz ya habían firmado la condena, quedaba sólo la firma de Lorenzetti. Era solo cuestión de tiempo.

Afuera, la calle comenzó a volverse intransitable. La militancia comenzó a copar Matheu hasta la avenida Belgrano. No había policías, y los puestos de chori empezaron a prender el fuego. Se cantaba el himno y la marcha peronista. No había cantos contra Javier Milei, pero sí contra el Grupo Clarin: el autor intelectual de la condena según el cristinismo. “Héctor compadre, la concha de tú madre”, cantaban. Se escuchó, como en otras épocas, un canto casi vintage: “Mauricio Macri la puta que te parió”.

Cuando el rumor de que Lorenzetti ya había estampado la firma que confirmó la condena y detención de CFK comenzaba a extenderse, se vio ingresar el auto de Axel Kicillof. Algunos gritaban “Vamos Axel”. Pero la columna de La Cámpora le grito en la cara “Cuanto les falta para entender, no fue magia nos conduce una mujer”. No estuvo mucho tiempo, apenas una media hora, y se fue.

A una cuadra, frente al caos, unas señoras de 75 años conversaban en la entrada de una cafetería paqueta. “Ay pero que se vaya a Calafate y deje de joder”, se quejaban, mientras observaban como las columnas de militantes seguían ingresando.

MC

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