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PERFIL

Nicolás Posse, el jefe de Gabinete silencioso que prioriza los negocios por sobre la política

El jefe de Gabinete, Nicolás Posse.

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La cabecera de la mesa del Salón Eva Perón de la Casa Rosada estaba reservada únicamente para él. Luego de estrecharle la mano a cada uno de los gobernadores, Nicolás Posse se sentó en su lugar, agarró el micrófono y se dirigió a los presentes. La mayoría de los líderes provinciales que se acercaron a la ciudad de Buenos Aires con motivo del llamado al Pacto de Mayo no conocían la voz del jefe de Gabinete, uno de los personajes más enigmáticos del gobierno de Javier Milei y el verdadero anfitrión de una reunión que, pese a la ausencia con aviso del Presidente, se extendió por casi cuatro horas y dejó a todas las partes satisfechas. “Tiene el don de la paciencia”, destacó uno de los mandatarios ante la consulta de elDiarioAR.

Posse forma parte del más estrecho círculo de confianza de Milei. Cuando se amplía el triángulo conformado por el Presidente, su hermana Karina y el asesor estrella Santiago Caputo, es únicamente para incluirlo a él, un ingeniero industrial de 58 años y cultivado bajo perfil, que hasta ingresar en la función pública se desempeñó como gerente general de Aeropuertos Argentina 2000, uno de las empresas del holding Corporación América, de Eduardo Eurnekian. Allí se conocieron con Milei hace más de 15 años, cuando el hoy presidente era el economista jefe del grupo y Posse una figura de tercera línea a cargo del proyecto Corredor Bioceánico Aconcagua, un ambicioso plan que nunca se concretó y que buscaba conectar ferroviariamente el Océano Pacífico y el Océano Atlántico.

Responsable de la coordinación de los “equipo técnicos” durante toda la campaña presidencial de La Libertad Avanza, Posse no concedió entrevistas desde que asumió al frente de su cargo. Se jacta de no contestar los mensajes de periodistas que osan escribirle y hasta hace alarde de eso en la cara de aquellos colegas que tienen la oportunidad de cruzárselo en persona. Pero su protagonismo en las retomadas conversaciones con los gobernadores lo sacó finalmente de detrás de bambalinas para lanzarlo al centro del escenario, justo cuando la oposición comienza a exigirle mayores niveles de compromiso con su función: a partir de este mes, tal como lo determina la Constitución, Posse deberá apersonarse en el Congreso para rendir cuentas acerca del rumbo de la gestión libertaria.

Sin embargo, su caso no deja de ser particular en los casi 30 años de existencia de la Jefatura de Gabinete, un “raviol” incorporado a partir de la reforma constitucional de 1994. Es que los movimientos de Posse se alejan del papel que, en la teoría, debe cumplir su figura: se lo ve poco propenso a aceitar el vínculo institucional con el Congreso y más interesado en monitorear el abanico de potenciales negocios que habilitaría el plan de desregulación de la economía impulsado por Milei, cuya letra fina delineó Federico Sturzenegger y que sufrió un duro revés esta semana con el rechazo al DNU 70/23 en el Senado.

Pac-Man

El silencio público de Posse es directamente proporcional al poder que ostenta puertas adentro del gabinete de Milei, incluso a costa de convertirse en el verdugo de muchos funcionarios que creían estar lo suficientemente respaldados. Mientras unos sufrieron la limitación de sus márgenes de acción cuando pensaban que podían tener injerencia en el Gobierno —casos como el de la vicepresidenta Victoria Villarruel o el del legislador Ramiro Marra bastan como muestra—, otros vieron rodar sus cabezas por el piso de los despachos sin entender demasiado la razón, al menos en un principio.

Fue lo que le ocurrió al exministro de Infraestructura Guillermo Ferraro. Una supuesta filtración de información reservada durante una reunión en Casa Rosada se convirtió en la excusa perfecta que encontró Posse para eyectarlo. “Los voy a dejar sin plata, los voy a fundir a todos”, habría dicho Milei, en secreto. Corrían los últimos días de enero y el Gobierno endurecía su postura con la oposición en el contexto de la tensión con los gobernadores por el debate en el Congreso de la malhadada ley Bases. “Al día siguiente [del despido], el jefe de Gabinete vino a mi casa a pedirme disculpas pero ya el daño estaba ocasionado”, contó Ferraro en una entrevista en Radio con Vos, y denunció que fue víctima de la “mala intención” de alguien del entorno del Presidente

¿Qué hubo detrás de la decisión de deshacerse de Ferraro? Su salida, que recién fue oficializada en el Boletín Oficial el 5 de marzo, no tuvo que ver con alguna impugnación concreta hacia su gestión. Más bien, según pudo constatar elDiarioAR de varias fuentes consultadas, se debió a los intereses directos del jefe de Gabinete en el manejo de un área clave: la política de telecomunicaciones. Posse buscaba centralizar el control sobre las relaciones con las empresas del sector y dirigir el proceso de licitación del 5G. Para eso fue importante otra maniobra: la intervención del Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom), que le otorgó al funcionario un control directo sobre el organismo a través de la supervisión de un hombre de su extrema confianza, el secretario de Innovación, Ciencia y Tecnología, Alejandro Cosentino.

Finalmente, a través de un decreto publicado el 26 de febrero y que lleva la firma del interventor del Enacom, Juan Martín Ozores, el Gobierno autorizaba a empresas como Starlink del magnate estadounidense Elon Musk a prestar servicio de internet vía satélite en el país. Y se informaba además que las competencias relacionadas a los servicios de comunicación audiovisual, desarrollo satelital y servicios postales pasaban a estar bajo la órbita de Jefatura de Gabinete, al igual que la tutela de los derechos de las acciones de organismos estatales como Corredores Viales SA, Agua y Saneamientos SA (AySA) y la Administración General de Puertos (AGP). Todo redondo.

De limpieza

Pero el affaire Ferraro no fue el único ni el más resonante. La semana que pasó, la polémica por el incremento de los sueldos del Presidente y su gabinete le costó el puesto a otro funcionario de relevancia en el organigrama de La Libertad Avanza: el secretario de Trabajo, Omar Yasin. El abogado laboralista, con pasado en el gobierno de Mauricio Macri y estrecho vínculo con la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, fue apuntado públicamente por el propio Milei como el único responsable del aumento que, según lo estipulado, debía recibir en su bolsillo. “Al secretario de Trabajo lo he despedido, en este momento lo están notificando”, anunció el Presidente en medio de una entrevista con LN+.

Sin embargo, el decreto que habilitó la suba salarial de la planta política del Ejecutivo no estaba firmado por Yasin sino por Milei, Pettovello y el propio Posse. Sí llevaba la firma del laboralista la homologación de la paritaria estatal que luego fue extendida al Presidente y sus colaboradores, pero no sólo la suya. También figuraba la rúbrica del secretario de Hacienda, Carlos Guberman, y del subsecretario de Transformación y Reforma del Estado, Armando Guibert, un exmenemista cercano al jefe de Gabinete que había negociado y cerrado las paritarias con los gremios estatales. Ni Guberman ni Guibert recibieron represalias por parte de Milei. Tampoco el secretario Legal y Técnico, Javier Herrera Bravo, pese a que todos los decretos que se publican en el Boletín Oficial son revisados previamente por su área. Yasin se limitó a homologar el acuerdo y terminó convirtiéndose en el chivo expiatorio.

“Lo limpió Posse”, fue la respuesta sintética que dio a elDiarioAR una alta fuente de Casa Rosada. La información disponible no da margen a malos entendidos: tanto el jefe de Gabinete como el ministro Luis Caputo estaban al tanto del incremento en los salarios de la administración pública. Pero para preservar a Guibert, un hombre fundamental en los propósitos de Posse, Milei echó a Yasin, con quien el jefe de Gabinete tenía algunas “diferencias de criterios”, según aseguraron a este medio desde el oficialismo. “Quizás Posse dejó correr el aumento para los funcionarios de alto rango porque no se consigue gente para ocupar los cargos vacíos”, especulaban esta semana desde las filas libertarias. Así y todo, el ex Corporación América no se inquieta y su sombra sigue expandiéndose: en reemplazo de Yasin, Posse promovió el ingreso del abogado vinculado a Techint Luis Cordero.

Los intocables

Con el correr de los meses, Posse logró apuntalar a un grupo de funcionarios de su máxima confianza en áreas del Estado que considera estratégicas. Además de los mencionados Cosentino y Guibert, otro nombre sobresale al momento de repasar la lista de los protegidos por el jefe de Gabinete. Es el de Silvestre Sívori, el interventor de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), un abogado especializado en derecho administrativo con pasado en el PRO que comenzó a colaborar con La Libertad Avanza en 2023, bajo las órdenes de otro personaje clave en esta historia: Federico Sturzenegger, el cerebro detrás del megadecreto de Milei y hoy al frente de la denominada Unidad Transitoria para la Desregulación de la Economía.

Sívori y Guibert fueron una dupla que, durante el periodo previo a la asunción de Milei, trabajó en las sombras junto al expresidente del Banco Central con un único fin: delinear políticas públicas y reformas con la idea de facilitar el camino hacia la desregulación económica y las virtuales privatizaciones de empresas públicas.

Una vez en el poder, Posse los resguardó bajo el ala de su cartera y dividió las tareas. Mientras que a Guibert lo ubicó en la Subsecretaría de Transformación del Estado, en un rol similar al que tuvo durante los 90 cuando estuvo a cargo de la reestructuración de la administración pública, a Sívori lo ungió como “Señor 5” de la AFI y lo rodeó de un grupo militares retirados. Todos ellos desembarcaron en la central de inteligencia con el aval de una figura tan gravitante como tapada: la del brigadier retirado Jorge Jesús Antelo, secretario de Estrategia Nacional.

Es que el espionaje es otro de los nichos de interés del jefe de Gabinete, que resolvió junto a Antelo unificar las competencias de Inteligencia de las fuerzas de Seguridad en la sede central de la AFI, cuyos fondos volvieron a ser reservados. Según un informe elaborado por el CELS en colaboración con el Equipo De Investigación Política (EDiPo), y difundido esta semana por la revista Crisis, quien se encuentra inmediatamente por debajo de Sívori en el actual organigrama de “La Casa”, como se la llama en la jerga de la comunidad de inteligencia, es el Coronel Mayor (retirado) C. M., designado al frente de la Secretaría de Producción de Inteligencia Nacional. Aunque diversas fuentes lo apuntan como el verdadero jefe de los espías en la era Milei.

La lista de las presencias castrense en la exSIDE se completa con el Coronel (r) B. A. H. a cargo de Planificación de Inteligencia Nacional; el Comodoro Mayor de la Fuerza Aérea (r) J. M. M., en la célebre Dirección de Contrainteligencia, a la sazón comandada por Jaime Stiuso; el Coronel (r) R. A. S. a cargo de la “Base 85”, y el Contraalmirante (r) O. P. G., elegido para comandar el área de Doctrina. La designación de exmiembros de las Fuerzas Armadas en puestos claves de conducción de un área vinculada a la inteligencia civil —algo que el CELS calificó de “llamativo y preocupante”— es un hecho inédito en 40 años de democracia. Quizás Posse, llegado el momento, deba dar una explicación.

PL/DTC

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