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Informe de la UNSAM

La nueva grieta: un estudio confirma el avance de la antipolítica en Argentina

Divorcio con la política: a los entrevistados les resultó muy difícil responder qué tendría que tener un candidato para que los entusiasme.

Sol Martínez Ferro / Ezequiel Fernández Bravo

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 “Todos los políticos son iguales”, “siempre estuvimos mal”, “hacemos un paso para adelante y dos para atrás”. Los discursos sobre la ineptitud, la ineficacia o la corrupción en torno a la política no son novedad en la Argentina. Pero después de dos años de pandemia, ¿entramos en una crisis de representatividad? ¿Cómo leer el avance de los posicionamientos antipolíticos en la sociedad? Según reveló un informe del Laboratorio de Estudios sobre Democracias y Autoritarismos (LEDA – UNSAM), estaríamos ante una nueva grieta en nuestro país.

Para realizar este estudio, el LEDA trabajó con 15 grupos focales en los que se consideró el perfil político, región y uso de redes sociales de los participantes. “Esta técnica resulta pertinente a la hora de estudiar no sólo opiniones políticas sino representaciones y valoraciones sobre las que se construye la confianza en las instituciones de la democracia y la representación política”, dice Ezequiel Ipar, Doctor en Ciencias Sociales y Director del LEDA. “Los grupos focales, además, permiten indagar en las tramas argumentativas y en las justificaciones de ciertos prejuicios y contenidos ideológicos”, complementa Lucía Wegelin, Doctora en Ciencias Sociales y coordinadora del equipo.

De acuerdo a los entrevistados, las causas de la crisis actual no están asociadas a la irrupción del COVID-19, sino que se remonta en el tiempo y tiene una “temporalidad cíclica y agobiante”, con altibajos. La falta de trabajo, la precarización y la inflación son sus síntomas principales. Dos puntos clave resaltan en esa memoria histórica: la crisis del 2001 y la hiperinflación del alfonisinismo. Desde entonces, el futuro aparece siempre como incierto.

¿Quién aparece como el o la responsable?: la política. Ipar explica que en los relatos de los focus group la política aparece cargada de una serie de connotaciones negativas que dan sentido a las posiciones anti políticas: es un engaño, destruye lazos, resulta inútil y está alejada de las necesidades del pueblo.

La nueva grieta

“La política no sólo aparece en muchos casos como causante de la crisis (en términos más o menos particularizados en diferentes fuerzas, según el caso), sino que también ella es siempre responsable de no conocer, ni proponer, ni intentar salidas de ese tiempo circular”, asegura Micaela Cuesta, Doctora en Ciencias Sociales y coordinadora del LEDA

Las razones de quienes sustentan posicionamientos antipolíticos son diversas: la desconfianza en ella, su inutilidad, su capacidad destructiva, la falta de cercanía con las necesidades de la población. De estos mismos relatos se desprende que estamos frente a un desplazamiento sobre la imagen de grieta: el conflicto ya no se registra entre “kirchnerismo” y “macrismo”, sino entre “los políticos” (“ellos”) y “nosotros”, los demás. Entre los primeros, ahora hay un factor igualador: todos son responsables de la crisis.

La nueva grieta aparece como una ficción montada sobre un “acuerdo político”, o como una pelea interna entre esos otros, ajenos a “nosotros”. Cuesta explica que este corrimiento expresa un reforzamiento de las posiciones antipolíticas, ya que también se depositan sobre los otros una serie de apreciaciones negativas sobre sus funciones y el modo en el que las cumplen.

¿Existe una “tercera opción”?

A la hora de interrogar a los y las encuestados sobre sus identificaciones políticas, se desprende una conclusión: estamos ante un escenario de crisis de representación. Ese espacio vacío es vivido como una falta que se padece, pero no parece haber expectativas ni esperanzas: a los entrevistados les resultó muy difícil responder qué tendría que tener unx candidatx para que lxs entusiasme, explica Wegelin.

Sola una cosa se repetía entre los y las votantes de diversas fuerzas y partidos, aunque sin mucho convencimiento: esa persona debería venir de “afuera de la política”. Este caldo de cultivo es condición de posibilidad para que, por ejemplo, una figura como la de Javier Milei genere entusiasmo.

“Milei aparece como habilitado por la crisis de representación pero también limitado por el escenario antipolítico que monta con su discurso ya que parece difícil imaginarlo integrado al sistema político democrático y sólo se lo imagina como marginal”, concluyen desde el LEDA.

Legisladores: “payasos, rosqueros, incompetentes”

En el ámbito legislativo, los resultados de los focus group fueron en la misma dirección. El Congreso está lejos de condensar la imagen del lugar en el que se resuelven las controversias de la democracia. Se lo asocia, en cambio, a figuras de significado variante pero siempre negativo. Una es la de ser la arena de “los chanchullos”: la corrupción, el acuerdo espurio, los privilegios. Los negociados incluyen no sólo al interés de los políticos, sino también a las élites y las grandes corporaciones.

Una segunda imagen es la de un lugar superficial, ajeno a los “verdaderos problemas de la ciudadanía” como las vacunas o la canasta básica, y centrado en discusiones que le interesan a pocos o que no tienen relevancia. Detrás de eso, las respuestas muestran que esa percepción no sólo obedece a la grieta, sino a una dinámica que estaría en el corazón de la política: obstaculizar y discutir por discutir.

Otros, directamente lo asocian al plano de lo ridículo: el ámbito legislativo como circo, un terreno en el que prima lo absurdo y se presentan “tonterías” o proyectos inútiles. Y unos últimos lo asocian a un lugar de ocio y descanso: el Congreso argentino alojaría a legisladores que van al recinto sólo a dormir. 

Futuro

¿Con qué colores está teñido nuestro futuro? Si al presente lo caracteriza una crisis inédita y multidimensional, la impronta del porvenir está marcada por el pesimismo: un país condenado a ponerse palos en la rueda. Entre todas las respuestas, los integrantes del LEDA identificaron tres grandes grupos que enmarcan las reflexiones. Al consultar sobre “los deseos para la democracia”, una parte de los entrevistados hizo hincapié en la idea de refundación moral. Esta idea implicaría, por un lado, superar rivalidades en pos de acuerdos que promuevan tolerancia y respeto. Pero además, un cambio en el propio quehacer político: a la demandada honestidad se le suma la idoneidad y la ejemplaridad.

Un segundo grupo asoció el futuro a la idea de progreso, al deseo de mejoría económica, laboral y educativa. A la búsqueda de un horizonte más igualitario y con mayor equidad social que permita evitar la sensación de que uno “sólo está sobreviviendo”. Finalmente, un tercer grupo, muy menor, apuntó a la necesidad de crear y de apelar a la imaginación política en esta coyuntura para construir formas nuevas de estar con otros.

CC

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