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ANÁLISIS

La barra del bar o el grupo de Facebook: hombres que comparten fotos de mujeres para demostrar que son hombres

Un hombre con un teléfono celular

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31.000 hombres italianos compartían un grupo en Facebook en el que subían fotos íntimas de sus parejas y las comentaban: la semana pasada, la plataforma anunció que cerraba el foro después de montones de denuncias sobre su existencia. 70.000 hombres portugueses frecuentaban grupos de Telegram en los que, también, compartían fotos y videos de mujeres bajo categorías como “desnudos”, “embarazadas” o “voyeur”, según supimos hace unos meses. Cientos de hombres participaban en Coco, el chat en el que Dominique Pelicot 'ofrecía' violar a su esposa, Gisèle. Las noticias sobre foros o chats de este tipo horrorizan, y suscitan una pregunta nada original pero muy necesaria: ¿por qué tantos hombres deciden participar de este tipo de grupos?

Octavio Salazar, autor de libros como El hombre que no deberíamos ser (Planeta) o La vida en común. Los hombres (que deberíamos ser) después del coronavirus (Galaxia Gutenberg) lo tiene claro: “En esta época de mujeres cada vez más autónomas y con más poder, muchos hombres necesitan más que nunca validarse como tales, y creo que experiencias como la de los chats machistas cumplen con esa función de amparo y de creación de 'fratría'. Y la herramienta es la más clásica del machismo: devaluar a las mujeres, cosificarlas, violentarlas. De esta manera, ellos perpetúan la fantasía de, al verlas pequeñas a ellas, sentirse ellos más grandes. Además de que confirman el mandato patriarcal de concebirlas a ellas como seres para todos, disponibles y controlables”.

La feminista Rita Segato explica ese concepto de fratría como la alianza entre hombres que les permite reproducir los mandatos de la masculinidad. La fratría ampara y empuja a los hombres a comportarse como se espera de ellos, a poner en marcha esos mandatos que, de una u otra manera, con una u otra intensidad, implican violencia, dominio, superioridad.

Los hombres siempre se juntaron con otros hombres: el bar, el casino del pueblo, las gradas de un estadio, el partido de fútbol del hijo los fines de semana, la asamblea, las reuniones de vecinos, la cerveza después del trabajo. A esos espacios se les añadieron otros propiciados por la llegada de Internet: los chats, las aplicaciones de mensajería, las redes sociales. Y, ¿qué hacen los hombres cuando se juntan con otros hombres?, ¿de qué hablan los hombres cuando se juntan con otros hombres?, ¿cómo se comportan? No son preguntas irónicas o con segundas intenciones, sino más bien interrogantes cuya respuesta puede servir para reflexionar alrededor de cómo se construye la masculinidad, de qué es lo que se espera de un hombre, y de qué consecuencias tiene eso para ellos mismos y para el mundo.

Es frecuente que los hombres se reúnan para 'hacer' algo, para compartir una afición y tener conversaciones más o menos sustanciosas sobre su día a día. Es bastante menos frecuente que en esa reunión la conversación gire sobre temas profundos, sobre emociones, dilemas, problemas. No es genética, tampoco biología: la masculinidad se construye sobre la dureza, la inaccesibilidad emocional, la potencia, la voracidad, sobre la fantasía de la invulnerabilidad. En esa construcción, ellos son los cazadores, y no solo metafóricamente. Tradicionalmente, y desde que son chicos, muchos hombres entienden que las conversaciones masculinas tienden a pasar por alto lo sentimental y lo profundo y, si se trata de hablar de mujeres, a potenciar la broma, la cosificación, el menosprecio o el desdén. Eso es 'ser un hombre' y es desde esa lógica que se llega a participar de un grupo de Telegram o de Facebook en el que se suben fotos de mujeres sin importar ni el consentimiento ni las emociones ni las consecuencias para nadie.

El psicólogo chileno y director del proyecto sobre masculinidades Ilusión Viril, Pedro Uribe, afirma que hay algo de la sexualidad masculina “que, inconscientemente, necesita ser compartido, mostrado, socializado”. El problema, prosigue, es la falta de reflexión, de preguntas, de conversación con uno mismo y con la pareja. “No hablamos de qué queremos ni deseamos nosotros, ni tenemos esas conversaciones con nuestras parejas sobre cómo queremos gozarnos; nos falta capacidad de lenguaje. Así que eso aflora y muchos hombres tiran hacia adelante sin hacerse ni hacer preguntas y eso se transforma en violencia, en agresiones”, subraya.

La impunidad digital

Los grupos o chats en los que los hombres comparten fotos de mujeres y hacen comentarios machistas son la extensión de la juntada para ver fútbol o tomar una cerveza, pero con varias ventajas: la impunidad del anonimato –nadie te ve, nadie te escucha, nadie tiene por qué saber quién sos– y la posibilidad de contactar con otros hombres a los que, en su día a día, no llegarían. La periodista feminista Laura Bates describe en su libro Los hombres que odian a las mujeres (Capitán Swing) la manera en la que la violencia online y la offline se entrelazan.

Bates señala que es indispensable abordar la misoginia en general y mejorar la educación de los jóvenes “en materia de alfabetización en Internet, estereotipos de género, sexismo, relaciones sanas y consentimiento”. La periodista considera también urgente responsabilizar a las empresas tecnológicas por lo que sucede dentro de ellas: “Necesitamos una mejor regulación y rendición de cuentas de las plataformas de redes sociales”.

El psicólogo Pedro Uribe cree que los hombres encuentran validación en este tipo de espacios, pero también alerta sobre el papel de lo digital: “Hay un mal entendimiento también de lo que es privado y público y de cómo funciona lo digital. Se llega a ignorar lo graves que son determinados comportamientos en el mundo digital, como exponer a tu pareja en un espacio así. Eso es algo que, por ejemplo, aún no estamos entendiendo bien cómo está afectando a los adolescentes”.

Sea en un bar, en un partido, en un chat o en un foro de Internet, los comportamientos masculinos van dirigidos, muchas veces, a demostrar que son hombres. Recuerda Octavio Salazar que la masculinidad “es un ideal que siempre tiene que estar probándose ante los otros”, muy especialmente ante la mirada de quienes son tus iguales. “De ahí que los hombres siempre hayamos tenido espacios y hasta rituales que han cumplido esa función. Espacios donde hemos demostrado a nuestros amigos que cumplimos con los mandatos de género”, concluye.

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