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Carlitos González, caso 0 de “Mamás que Buscan”

Carlitos González

Gustavo Molina

Córdoba —

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Carlos González comenzó a sospechar en la adolescencia que era hijo de desaparecidos: en casa no había fotos de su mamá embarazada, quien, según la partida de nacimiento, dio a luz a los 50 años de edad. Además, en plena década del ’70, Lidia Lazarte, la supuesta mamá de este joven jujeño, era agente de la Policía Federal en Palpalá. Y su presunto papá, Ramón Vicente González tenía un cargo directivo de segundo nivel en la Dirección de Fabricaciones Militares de Altos Hornos Zapla, una compañía estatal dirigida por militares.

En los ’90, cuando ya se habían identificado cerca de medio centenar de bebés apropiados durante la dictadura cívico-militar, Carlos volvió a dudar sobre su origen. Lidia había muerto en 1984, cuando él tenía 12 años. Ramón González falleció en 1995. Ya radicado en Córdoba, donde llegó a estudiar diseño gráfico y se quedó a vivir, y sin el peso de que sus presuntos padres estuvieran con vida, Carlos envió un correo electrónico a Abuelas de Plaza de Mayo y contó su caso. No obtuvo respuesta.

Años después, ya en el siglo XXI, se acercó a Abuelas y contó su caso: “Me dijeron que no entraba en el rango de búsqueda, de 1975 a 1983. Según mi DNI, nací en 1972”, confió desesperanzado el muchacho a este cronista a principios de la década pasada. 

Carlos González, “Carlitos” o “Charly”, para los amigos que cosechó en Jujuy, Santiago del Estero y Córdoba, se enteró que en el espacio de la memoria del Cabildo de Córdoba -donde operó el centro clandestino de detención D-2 de la Policía cordobesa desde 1974 hasta bien entrada la dictadura del 24 de marzo de 1976-, funcionaba una delegación de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CoNaDI) y que allí podrían orientarlo en su búsqueda.

“Yo era hijo único. Después que se murió mi mamá, yo me quedaba solo en casa hasta que volviera mi papá de trabajar. Y entonces me ponía a buscar, hurgaba en los roperos, en las cajas cerradas, y no había fotos mías de chico. Después de la muerte de mi mamá, no hubo más contacto con los Lazarte, era raro. Otra cosa que me llamaba la atención, era que mis primos tenían 30 años, y yo tenía 5. Tampoco había relación entre las edades de mis papás con los papás de mis compañeros y de mis primos. Cuando murió mi papá, mis tíos dejaron de verme. Para esa familia, yo morí cuando murieron mis papás”, reconstruyó Carlos González en una charla en enero de 2018.

“El destino, la vida, la militancia por un mundo mejor, o la suerte, hizo que nos cruzáramos con Carlitos. Fue mi primer caso de búsqueda en la CoNaDi de niños víctimas de trata de persona. El 6 de julio de 2014 abrí su legajo. Y luego de meses de búsqueda, encontramos a su mamá biológica, Rosa Elena Mealla y los revinculamos. Y años después encontramos a su papá biológico y durante un par de meses, ambos se revincularon y disfrutaron”, recuerda María Gracia Iglesias, coordinadora del Programa Nacional sobre el Derecho a la Identidad Biológica. 

“En junio de 2014 la conocí a María Gracia. Un día salí al mediodía del trabajo y fui al espacio de la memoria donde funcionaba el D-2, María Gracia me pidió la partida de nacimiento. Le presenté la que tenía y faltaban datos básicos: el hospital donde nací y testigos. Además, con otra letra, estaba escrito un número de expediente”, detalló Carlos González.

Así comenzó la búsqueda de la CoNaDi para determinar quién era la madre biológica de este muchacho jujeño. Luego de ocho meses de trabajo, María Gracia Iglesias citó a Carlos González a una reunión. El hombre, que ya tenía 42 años de edad, fue a la entrevista “lleno de temores, era un mundo desconocido”: “Carlitos venía haciendo terapia, nuestro equipo cuenta con psicólogos y otros profesionales que arman una red de contención para ambos extremos de las búsquedas: las hijas y los hijos que buscan saber su identidad, de dónde vienen, quiénes son; y las madres, que muchas veces, debieron dejar a sus hijos por no poder mantenerlos, otras veces se los robaron y otras veces les mintieron que habían nacido muertos. Esa primera reunión en la que le dimos toda la información, fue muy especial, era devolverle a un hombre su historia”, detalla la funcionaria del Ministerio de Justicia y DD.HH. de la Nación a cargo del Programa Nacional sobre el Derecho a la Identidad Biológica. 

Iglesia y poder

La CoNaDi pudo reconstruir que Rosa Elena Mealla dio a luz a Carlos en octubre de 1972 en el hospital ‘Pablo Soria’ de San Salvador, la capital de Jujuy, ubicada a sólo 15 kilómetros de Palpalá. “Mi mamá biológica trabajaba en lo de una señora, Mary Ojeda, muy relacionada a los grupos católicos de Palpalá, que a su vez estaban muy relacionados con Paulino Arias, que después fue intendente de la dictadura. Cuando nací, mi mamá me anotó como Carlos Alberto Mealla, por lo menos, esta gente, me respetó el Carlos Alberto que me puso mi mamá. Cuando yo tenía tres meses, el cura de Palpalá y Paulino Arias, con esta señora Mary Ojeda, le dijeron a mi mamá, que era empleada doméstica, que no podía seguir trabajando en la casa conmigo. Y que lo mejor sería que me diera en adopción porque no iba a poder criarme. Imaginate, una empleada doméstica sentada, sola, pobre, sin familia, sin marido, frente a la patrona, el cura y uno de los hombres más importantes de Palpalá”, contó hace cinco años, Carlos González.

La mujer, con un bolso de mano, unos pocos pesos y un pasaje, fue obligada a abandonar a su hijo y a partir al destierro a Trelew, a 2.290 kilómetros de distancia. La ropa de Carlitos, que ella había tejido y comprado con sacrificio quedó en la casa de la patrona, y sólo la dejaron llevar con ella una pequeña almohada, donde escondió tres fotos de su bebé. Eran los primeros días de 1973 y gobernaba el dictador Alejandro Agustín Lanusse.

Cuarenta y dos años después, en febrero de 2015, el equipo de CoNaDi especializado en búsqueda de personas, virtualmente peinó Palpalá, buscando a quién podría ser la madre de Carlos Alberto González: “Fue un trabajo artesanal, porque en los casos de estas adopciones irregulares, el patrón es calcado: los bebés, que dados por muertos o aprovechando la vulnerabilidad de sus madres, fueron entregados a familias que los anotaban, presentando falsos certificados médicos y/o falsos testigos en los registros civiles a los que concurrían a inscribir el nacimiento, y consecuentemente se sustituía su identidad biológica. En ese mismo acto fueron borradas todas las huellas escritas despojando a los bebes de sus cadenas generacionales. Eso pasó con Carlitos, por lo que se hizo muy difícil dar con su mamá biológica”, detalla a elDiarioAR, María Gracia Iglesias.

Reencuentro

Pero en marzo o abril de ese año, las elecciones nacionales abrieron una luz de esperanza a través de la actualización de los padrones electorales: “Encontramos en Palpalá una mujer llamada Rosa Elena Mealla, y allá fuimos a buscarla. Nadie la conocía. Pero algunos vecinos del barrio nos dijeron que vivía una señora, Elena de Valdez. La entrevistamos y era la madre de Carlos González. La mujer nos contó que con el paso de los años se animó a regresar a Palpalá a buscar a su hijo, pese a que la habían penado, su patrona y Arias. Viajó desde Trelew a Capital Federal, primero, y luego regresó a Jujuy. Y para que no la descubrieran, se cambió el nombre, suprimió el Rosa y le agregó el apellido de su marido. También nos contó que su esposo sabía su historia de la apropiación de Carlos y que sus cuatro hijos no sabían nada”, explicó Iglesias.

Yo primero no quería saber nada. Me había abandonado. Tenía sentimientos encontrados, por una parte, mucha bronca, pero por otro lado, la necesidad de saber qué pasó. Cuando me encontré con mi mamá, me pidió perdón, y me contó lo de la señora Mary, del intendente y del cura. También me contó que cuando volvió a Jujuy, se pasaba horas en las plazas, viendo chicos de mi edad, buscándome, diciendo ‘lo voy a reconocer, es mi hijo’. María Gracia, ya me había contado que yo tenía una familia, que mi mamá estaba casada con un señor, Valdez, y que tenía cuatro hermanos, Antonieta, Fernando, Ivana y María Elena. Después de ese primer encuentro con mi mamá allá en Palpalá, que fue un punto de inicio, bloqueé Facebook, bloqueé todo, no quería que nadie se acercara ni se relacionara conmigo. Era algo absolutamente nuevo, desconocido”, recordó Carlos González en 2018.  

Rosa también le contó a su hijo que cuando pasó toda esta tragedia, ella tenía sólo 20 años, que no tenía mamá, había muerto, y que su papá la echó de la casa y le prohibió a sus hermanos hablarle. La patrona le dijo que no podía trabajar embarazada y que cuando el bebé naciera ‘lo tenés que entregar, no vas a poder con él’; y que cuando nació Carlos, la mujer la intimó: Con ese chico no volvés a esta casa’. También le dijo que su novio, que vivía en Campo Santo, Salta, no quería saber nada de ser padre.

En el hospital ‘Pablo Soria’ se apiadaron de Rosa y la dejaron estar internada durante dos semanas: “No tengo dónde ir”, les dijo la mujer a los médicos y enfermeras. Al regresar a la casa de Mary Ojeda, la mujer le dio un ultimátum: ‘Acá no podés estar con el bebé. Lo entregás o te vas’. Semanas después, le dieron una solución: ‘Ya tenemos una familia que está buscando un hijo’. Era el empleado administrativo de Fabricaciones Militares y la agente de la Policía Federal.  

Rosa Elena Mealla le contó a su hijo Carlos cómo ocurrió la apropiación: ‘Pensé que iba a demorar mucho y que no nos iban a separar. Pero un día, debe haber sido una semana después de volver del hospital, llegaron a la casa de la señora Mary, Paulino Arias y un doctor, un abogado. La señora me dijo ‘prestame el chico’ y te agarró. Mientras yo hablaba con el abogado, Paulino juntaba todo lo tuyo. Yo había escondido tres fotos. Después me hicieron ir a un estudio del abogado, ahí la conocí a tu mamá, la única vez que la vi. Ahí te agarraron, se lo dieron a ella y nos volvimos a lo de la señora Mary’.

La madre de Carlos regresó a la casa de su patrona y entró en depresión. No comía y mucho menos, trabajaba. Mary Ojeda también solucionó a su manera la situación: ‘Lo que podés hacer, es irte’, le dijo. En la terminal de ómnibus a punto de viajar al Sur, donde ya la habían advertido de que no regresara a Palpalá; no averiguara qué pasó con Carlitos y ‘no hiciera nada de nada porque ellos se iban a enterar’, Mary Ojeda sentenció a Rosa: ‘Nunca te olvides que tuviste un hijo y lo entregaste’.

“Mi mamá tenía miedo y culpa. Miedo por lo que le podía pasar; y culpa por haberme entregado. Yo ahora, la entiendo, entiendo su situación, sola, sin familia y con todos en contra. Me contó que le dio parkinson hace como diez años y que tenía miedo de no volverme a ver”, recordó Carlos a principios de 2018, cuando se decidió a contar su historia. Cuando madre e hijo se reencontraron, después de cuatro décadas, el parkinson disminuyó paulatinamente.

Ex directivo de Altos Hornos Zapla, ex intendente de Palpalá entre 1980 y 1983, en los tramos finales de la dictadura instaurada en marzo de 1976, coordinador general de Cáritas Diocesana Jujuy hasta su muerte en diciembre de 2021; intermediario en la apropiación irregular del hijo de Rosa Elena Mealla, Paulino Arias es omnipresente en Palpalá: “Mi hermana Ivana está casada con un nieto de Paulino Arias; y la coordinadora general del colegio donde trabaja mi hermana María Elena, es la hija de Mary Ojeda. Hasta hoy, esa gente sigue siendo poderosa”, marcó Carlos.

Entre 2015 y 2021 Carlos viajó a Jujuy a festejar sus cumpleaños en familia. También los Día de la Madre, los cumpleaños de sus hermanos y las fiestas de fin de año. Su hermana menor, María Elena –la más confidente-, “allanó el camino, pudimos asimilar todo y gracias a ella el camino fue más fácil. Mi mamá tenía miedo de que no la perdonara, pero yo le dije que lo importante era que ya estábamos juntos nuevamente”.

“La historia de Carlitos y Rosa, es la de miles de mujeres separadas de sus hijos. En los registros de la CoNaDi tenemos más de 12 mil hijas e hijos buscando a sus madres y padres; y sólo a 500 madres. Por eso la importancia de esta campaña ”Mamás que buscan“, para que ellas sepan que acá estamos para ayudarlas a encontrar a sus hijos. Rosa no supo cómo buscar a su hijo y como ella son miles de casos, porque fueron y son víctimas de un sistema que se aprovechó de su vulnerabilidad”, destacó María Gracia Iglesias.

A mediados de 2020 en plena pandemia por el Covid-19, los médicos le diagnosticaron un cáncer avanzado a Carlos. Sus hermanos lo buscaron en Córdoba y pasó sus últimos meses en Palpalá, con su mamá Rosa. Falleció en 2021.  

GM

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