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Desde fatiga y sueño hasta distorsión del gusto y olfato: las secuelas del Covid-19 se pueden extender hasta 2 meses o más

El coronavirus puede dejar secuelas físicas, cognitivas y psicológicas.

Ana Breccia

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Baja energía, cansancio, desgano, mareos temporales, dolores en las articulaciones o disminución del gusto y el olfato son algunas de las posibles secuelas del paso del coronavirus en pacientes de Covid-19. La enfermedad no solo genera daño y malestar al momento de ser diagnosticada, sino también durante varios meses posteriores a la recuperación. Un estudio publicado en el Journal of the American Medical Association (JAMA,) concluyó que, entre 143 pacientes evaluados en Italia, el 87,4% reportaba la persistencia de al menos un síntoma -entre ellos, fatiga y dificultad respiratoria- más de dos meses después de ser dados de alta.

Gastón Abrego de 29 años se hizo viral en redes sociales luego de compartir el crudo relato de su internación producto del coronavirus. En diálogo con elDiarioAR, recuerda que los primeros síntomas, leves, comenzaron el domingo de pascuas. En el transcurso de los siguientes tres días su cuadro empeoró con fiebre y dolor de cabeza por lo que decidió someterse a un test que dio positivo. En un principio cumplió con el aislamiento en su casa, pero los síntomas comenzaron a empeorar, casi “no podía comer del dolor de garganta”, indicó. “Durante la madrugada empecé a sentir la falta de aire y saturaba mal, fui al hospital y me dijeron que tenia taquicardia. Al someterme a una tomografía me detectaron neumonía bilateral”.

Gastón quedó internado bajo respiración asistida, corticoides, jarabes y anticoagulantes en el hospital Central de la Ciudad de Mendoza, en el pabellón de Covid-19. Luego de una semana allí, fue traslado a otra institución tras presentar una leve mejoría.

Pasaron alrededor de tres semanas desde que el joven mendocino fue dado de alta y este lunes volvió a trabajar, momento en el que notó una de las secuelas más persistentes en su organismo. “Quise subir las escaleras y al llegar arriba no pude continuar. Me siento muy limitado en capacidad pulmonar y me agoto demasiado”, lamentó y notó que “al pasar tantos días en cama, los músculos se me han atrofiado”.

Este miércoles tiene turno con el neumonólogo a quien le comentará algunos indicios que le preocupan: “Tengo muchísimo sueño, me levanto y cerca del mediodía vuelvo a acostarme. En la noche, alrededor de las 21 también. No era normal en mí. También siento una especie de apnea durante el día”. La manera en que lo afectó la enfermedad es de llamarle la atención. Y es que el joven estaba acostumbrado a correr decenas de kilómetros como amateur. Durante el verano había comenzado a practicar escaladas, lo que también requería de mucho esfuerzo. Al momento de contagiarse, pesaba unos 70 kilos y no tenía patologías previas.

Las secuelas de Abrego no solo son físicas, también psicológicas y la terapia lo ayuda a sentirse cada día un poco mejor. “Veía a mis compañeros de habitación fallecer. Pasé por todos los estados. Fueron muchos días de soledad. No podía hablar, tenía que estar boca abajo. Nunca imaginé vivir una situación así”. Ese estado le hizo recordar mucho a su papá, quien falleció a causa del coronavirus en octubre del año pasado. “Estar ahí hizo que me pusiera en su lugar. Desde que lo aislaron en su casa nunca más lo volví a ver”, relató. “Cada hombre que vi morir ahí fue una parte de él que pude darle forma. La peor de las formas, pero que hoy siento que necesitaba para darle el duelo que nunca pude darle. Un día sin más desapareció y eso fue todo. Solo pude ver su cajón desde la lejanía. Su tumba lleva su nombre”.

“Mis síntomas, por suerte, no fueron muy graves”, relató Melina Rodríguez de 25 años. La joven del barrio porteño de Villa Soldati, contrajo la enfermedad a mediados de diciembre del 2020. Sus síntomas, fueron leves: “Solo sufrí un cansancio intenso que se extendió durante dos semanas”.

Lo que encendió su alerta fue la pérdida de olfato: “Una vez que lo noté, fui a hacerme el hisopado y a las pocas horas me dijeron que era paciente positivo”. Pasaron seis meses y, “el olfato aún no volvió”, aseguró y agregó que además “cada vez que hay un olor intenso”, siente “que hay un olor nauseabundo”. Y ejemplificó: “Si paso por un lugar con olor a nafta-aroma que antes no me disgustaba para nada, ahora no puedo soportarlo”.

Esos síntomas que no la afectaban para nada en su día a día, comenzaron a resultarle una carga. “Los olores extraños empezaron a trasladarse también en los gustos de las comidas. Amaba comer hamburguesas, milanesas de pollo y carne, asados, y ahora no puedo ni morder un pequeño pedazo, me resulta vomitivo. Incluso, mi dieta hace un mes está siendo vegetariana”, lamentó.

Mariana, enfermera del Sanatorio Mitre, indicó a este medio que actualmente nota que “están viniendo muchos pacientes post-covid que no se recuperan, que tienen tos, fiebre, dolor de cuerpo o los pulmones totalmente deteriorados. Ingresan, se los estabiliza y vuelven a sus casas”.

Un informe publicado en la revista científica Nature, sugiere que “los efectos residuales de la infección por SARS-CoV-2” se trasladan a la “fatiga, disnea, dolor de pecho, alteraciones cognitivas, artralgia y deterioro de la calidad de vida. El daño celular por la infección por SARS-CoV-2 pueden contribuir a estas secuelas. Los sobrevivientes de infecciones anteriores por coronavirus, incluida la epidemia de SARS de 2003 y el brote de síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) de 2012, han demostrado una constelación similar de síntomas persistentes, lo que refuerza la preocupación por las secuelas clínicamente significativas”.

¿Covid-19 prolongado o secuelas?

Desde el enfoque clínico, la persistencia de síntomas o la aparición de secuelas después de tener coronavirus requiere un enfoque multidisciplinario que pueda atender la complejidad de los cuadros. Así lo aseguró la médica infectóloga Elena Obieta.

“Al hacer un seguimiento los infectólogos tenemos que tomarnos el tiempo de dialogar con el paciente antes de dar un alta; preguntarle cómo se siente, si está cansado, si tiene una dolencia, si duerme bien, cómo está su familia”, señaló a Télam Obieta, integrante de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI).

La especialista indicó que “sería bueno que el paciente pueda acudir a un médico clínico y a partir de ahí se hagan las derivaciones que corresponden, por ejemplo, el que quedó con broncoespasmo deberá ir a un neumonólogo; el que tiene arritmia, al cardiólogo; si tiene insomnio deberá consultar con salud mental”.

Obieta, quien es también Jefa del Servicio de Enfermedades Transmisibles y Emergentes de la Municipalidad de San Isidro, sostuvo que “hay que diferenciar el Covid prolongado de las secuelas”.

“Si bien no hay una consenso exacto sobre la definición de Covid prolongado se podría decir que es ese paciente que sin tener un daño orgánico permanente o irreversible tiene algún síntoma y nunca dejó de sentirse mal, o se siente mal unos días y otros no, o tiene una mejoría muy progresiva que se extiende más allá de las cuatro semanas que comenzaron los síntomas y puede incluso llegar hasta los seis meses”, describió.

Mientras que “el paciente con secuelas es aquel que tiene un daño tisular irreversible con diferentes grados de disfunción”.

AB.

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