El Garrahan entra en fase “reciclaje”, cierra salas y reubica pacientes: “Es muy grave y peligroso, pero no queda otra”

“El Garrahan está atravesando el peor momento de su historia”, alerta Teresa Alfaro, enfermera y delegada de ATE, que ingresó al hospital pediátrico en 1988, un año después de su fundación. A 38 años de su creación, el centro de alta complejidad más importante de Argentina y América Latina, al que llegan pacientes críticos de 0 a 15 años de todo el país y de otros países con enfermedades graves o poco frecuentes, enfrenta un proceso de desfinanciamiento que compromete prestaciones esenciales y afecta la atención de más de 28.000 pacientes por año. El hospital realiza anualmente 610.000 consultas, 12.000 cirugías, 110 trasplantes, 2,4 millones de análisis de laboratorio y 180.000 estudios por imágenes.
El miércoles pasado, en asamblea, los trabajadores resolvieron implementar estrategias de emergencia para sostener la atención ante la falta de recursos y la renuncia de personal especializado. “Estamos haciendo lo que se denomina ‘reciclaje’, es decir, vaciar salas de internación y reubicarlas en otras. La sala de cuidados intermedios (pre y posquirúrgicos) se cerró y fue trasladada al área respiratoria porque no hay médicos residentes. Y los de planta no dan abasto porque la demanda es muy grande”, explica Alfaro.

“Es una situación grave y peligrosa –advierte–, porque no se debería internar en la misma sala a un chico que tuvo septicemia, por ejemplo, que a uno que tiene una afección respiratoria. Pero no hay alternativa. Faltan recursos materiales y humanos. Si esto continúa, no sé qué va a pasar con tantos niños que dependen de este hospital”.
Fuentes internas señalan que la crisis ya impacta en las grandes cirugías, como los trasplantes cardíacos, que se han reducido, y se refleja también en largas demoras, postergación de turnos y retrasos en estudios.
Aunque el Garrahan genera ingresos propios a través del cobro a obras sociales, actividades docentes e investigación, el 80% de su financiamiento proviene del Estado Nacional y el 20% del Gobierno porteño. Actualmente funciona con el presupuesto de 2023, sin actualización.
“No queremos financiar ineficiencias. La plata está, los recursos están, queremos que lleguen a donde tienen que llegar”, argumentó esta semana la viceministra de Salud de la Nación, Cecilia Loccisano. “Hoy se quedan en el medio, perdidos en burocracias, en curros, en intermediaciones que estamos evitando. Ya tenemos algunas soluciones y estamos buscando más”, agregó en medio de una jornada de protesta de los trabajadores, que no derivó en ninguna propuesta oficial.
En octubre pasado, tras reclamos reiterados por mejoras salariales, los trabajadores iniciaron una huelga de dos días. Hoy el conflicto se agravó: los médicos residentes —con sueldos de $797.000, jornadas semanales de 60 a 70 horas y seis guardias mensuales de 24 horas— anunciaron que seguirán con las medidas de fuerza ante el ninguneo del gobierno nacional.

“Hace más de un año que no tenemos respuestas del Ministerio de Salud, que es nuestro empleador, mientras que nuestro sueldo está por debajo de la línea de pobreza”, denuncia Azul Santana, médica residente.
“Los pacientes están siendo atendidos por los médicos de planta, que asumieron también las funciones de los residentes, que somos unos 300 en total”, señala.
El deterioro salarial también alcanza a los profesionales con antigüedad. En el último año y medio renunciaron alrededor de 200 especialistas. Esta pérdida no solo afecta la atención médica, sino también la formación de residentes, en un hospital reconocido por su excelencia profesional.
“Reclamamos también por la pérdida de capital humano. El éxodo de profesionales con experiencia perjudica nuestra formación. Nosotros aprendemos viéndolos. Sin ellos, no tenemos práctica”, remarca Santana.
“El conflicto se resolvería si el Gobierno otorgara lo que corresponde, si reparte el dinero que los trabajadores merecen”, sostiene la sindicalista Alfaro.
El impacto no se limita a los pacientes y al personal médico. Los padres de niños con enfermedades críticas también padecen la crisis, con sobrecarga de angustia y dolor. Para muchas familias, el Garrahan es el último recurso: cuando fracasan los tratamientos convencionales y los diagnósticos no son alentadores, este hospital representa la última esperanza.

Maira Anrrique, de Resistencia, Chaco, es madre de Donato, un niño de dos años y medio que fue tratado por leucemia. “Donato tenía seis meses cuando empezó con fiebre diaria, palidez y moretones. Lo llevábamos todos los días al pediatra, pero no encontraban qué tenía. Estuvo internado un mes sin diagnóstico. Recién cuando llegamos al Garrahan, en julio de 2023, nos dieron respuesta: al día siguiente nos confirmaron que tenía leucemia, y en estado grave”, cuenta.
“Lo internaron de inmediato y comenzó con la quimioterapia. Estuvimos seis meses internados. La atención fue impecable: nos daban las leches especiales, los medicamentos, las cremas. Yo estuve sola con él en una habitación individual todo ese tiempo, por sus bajas defensas. Todos los días pasaba la nutricionista. Los médicos estaban siempre, día y noche, los mismos profesionales. Solo tengo palabras de agradecimiento para todos ellos”, agrega.
Un caso similar vivió Melina Ríos, médica residente del hospital y tía de un niño que también fue tratado por leucemia. “Es muy angustiante. Estoy con mis compañeros y también sufro por las familias porque mi sobrino, de ocho años, se salvó gracias al Garrahan”, relata.
El hospital cuenta con un total de 587 camas, de las cuales 132 están destinadas a unidades de terapia intensiva. Dispone de 20 quirófanos, 200 consultorios y sectores específicos para Trasplantes, Neonatología, Unidad de Quemados y el Centro de Atención Integral del Paciente Hemato-Oncológico. También alberga el único servicio público de Radioterapia pediátrica, equipado con un acelerador lineal.
Actualmente, se realizan alrededor de 450 consultas por día. En el área de internación hay unos 250 pacientes pediátricos, mientras que en las terapias intensivas se encuentran internados 110 niños con enfermedades de alta complejidad, informaron profesionales del Garrahan en distintos medios durante esta semana.
“Es absurdo lo que hacen, el único objetivo que tienen es pisotear y humillar al trabajador. Todos pensaban que no se iban a meter con el Garrahan, y se metieron. Acá están internados nada más y nada menos que el futuro del país”, advierte la gremialista y enfermera Alfaro.
“Estamos muy unidos hoy por hoy, pero la angustia es muy grande. Es muy triste y, si bien tenemos esperanza, también hay mucha preocupación”, lamenta la médica residente Santana.
LN/DTC
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