Soy parte del mar implica un registro en primera persona de esas voces del periodismo del rock que estuvieron en el lugar indicado en el momento indicado. Charla relajada alrededor de las historias y las fantasías detrás de más de cinco décadas de discos y canciones, de shows y festivales, de vidas y milagros. Qué sea rock en clave periodística.
Lala Toutonian, el arte de la pregunta

Ella viene del punk y la lectura epifánica de la revista Cerdos&Peces, pero las vueltas de la vida la llevaron al puntillismo del metal. Su pluma, afilada y certera, ha sido testigo privilegiada de épocas (re)fundacionales para la contracultura argentina de los años 90: desde pisar templos del rock como Cemento y Halley hasta ser parte de la revista Madhouse, donde se volvió en una especialista de black metal. Después trabajó en Much Music y colaboró en medios gráficos como plataformas de aquí y de allá, de ahora y de hace tiempo: Los Inrockuptibles, Coolt, Panamá y La Agenda, entre otros.
Desde esos días a hoy, Lala Toutonian (Buenos Aires, 1970) fue transformándose en una entrevistadora de lujo, siendo récord (¿Guinness, cuándo?) la buena cantidad de plumas de la literatura argentina con las que conversó todo santo miércoles a lo largo de tres años en la librería Eterna Cadencia en el barrio porteño de Palermo. En cierto punto, este transitar a contracorriente –con la curiosidad y la resistencia como faros– la llevó a convertir cada texto y cada entrevista en un acto de militancia.
“Soy una militante del periodismo gráfico. Me hice periodista para poder escribir lo que veía, la escena que tenía enfrente, no quiero que se la trague la historia oficial. El metal y el punk me enseñaron a desconfiar de esta armonía fácil que me tiraba el esquema social. Pensá que también escribo, por ejemplo, sobre temas como el genocidio armenio porque se relacionan directamente con mi propia historia”, dirá en un momento de nuestra conversación vía zoom.
- Soy una afortunada. A los seis años aprendí a leer y escribir, y no hice nada más: escucho discos, escribo sobre eso; leo libros, escribo sobre eso. Sé que es muy reduccionista, pero mi pasión por el periodismo y, puntualmente, por el periodismo narrativo cultural, tiene que ver con la música y con la literatura. Es algo que se hace con el cuerpo; lo sentís en el cuerpo. Hay una vibración que te lleva. Hay una sonoridad afectiva con el mundo. Madhouse era un fanzine pero como se vendía en el kiosco, debía salir por distribuidora, entonces se hizo una revista. Era una época que estábamos transitando –no distinta a la actual– con una tristeza política y social muy fuerte, y la palabra era lo que teníamos de nuestro lado para comunicar.
- ¿Recordás las impresiones que te causó la primera nota que firmaste en Rock N´ Shows, año 1994?
- Yo siempre recuerdo que empecé a escribir notas en esa revista, pero hace poco me di cuenta de que no fue así. Porque en verdad arranqué como columnista en un programa de radio. Era la colaboradora de una gran amiga y hoy locutora mainstream, Susana Fernández Iogha. Ella hacía un programa en una FM de Vicente López y la primera entrevista que realicé fue a Tito García de Lethal. Yo tendría veinte años. En cuanto a la revista Rock N´ Shows, tenía una calidad de la san puta: papel laminado, full color, etc. En la redacción éramos –mirá, súper pro de género para la época– tres mujeres –una, la directora– y dos varones laburando, pero después los dueños terminaron presos: un poco raro todo, parecía lavado de plata. (Risas)
- ¿Cómo es que tu formación periodística está más ligada a las revistas y los recitales que a estudiar Comunicación Social?
- La revista Cerdos&Peces es el gran disparador en mi vida. A mediados de los años 80 yo era una adolescente. Tenía trece años cuando empezó la democracia, y a los quince ya estaba leyéndola. Ahí conocí a (Arthur) Rimbaud, a (Friedrich) Nietzsche, lo leía a Enrique (Syms), a Vera Land o Andrea Álvarez Mujica; la revista me abrió un mundo, inclusive a las drogas. Fue una época muy potente en el sentido cultural como contracultural. Soy generación X y tuve esa formación a nivel literario. En cambio, a nivel musical quizá no lo fue tanto; si bien los Redondos, por ejemplo, son de algún modo parte de mi educación sentimental, no así tanto de mi gusto. Un primo mayor me hizo escuchar Joy Division en esos días; es decir, empecé con el postpunk. En ese sentido, nunca me gustó el rock clásico de guitarra-bajo-batería; ¡qué horror un solo de viola, me puedo infartar! Y ahí empecé a ir a Cemento con amigas, chicas un poco más grandes que yo. En este punto, Omar (Chabán) fue fundamental. Sin conocerme, me decía: “Entrá, no te quedés en la puerta”. Y cuando entrabas, él estaba leyendo a Platón. Una locura porque yo recién empezaba con ciertas inquietudes filosóficas. ¿Cómo no va a ser Cemento parte fundamental de mi formación?
- ¿Cómo llegabas hasta lugares como Cemento? ¿Vivías cerca?
- Nací en Palermo, pero soy de Flores, que es donde crecí. Siempre me iba a San Telmo, a Palermo, al centro. Con dieciocho años, fui a Berazategui a ver a Los Violadores, y fue como cruzar la frontera. Ahora bien, la policía seguía siendo la misma de la época militar. Entonces, era salir de Arlequines, de Die Schule o del lugar que fuera y tener dos patrulleros en la puerta. No era fácil. A mí nunca me pasó nada: nunca me pararon, nunca me pidieron documentos. De hecho, yo era una persona que salía sin documentos. ¿Lo podés creer? (Risas) Mi mamá se volvía loca, yo ya no tenía a mi papá, lo perdí siendo muy chica. Ella me decía: “Voy a tener que salir a buscarte por las comisarías”. Además, yo me vestía como si fuese Nina Hagen. Siempre fui muy teatral en ese aspecto, muy Siouxsie (Sioux), tuve esa escuela, toda maquillada hasta el ojete. (Risas) Puedo decir que pasé los años 90 desnuda: andaba en bolas por la calle, con encajes y peluca. Pero tuve un culo aparte.
- En un punto, todo ese abordaje en la noche fue como una preparación en tu futuro profesional…
- Si hay algo que me destaca es la caradurez. Cuando empecé en Madhouse, en 1994, me metí en un mundo que no era el mío; o sea, el del metal. Yo conocía a Frank (Blumetti), pero por andar en recitales. En principio, yo arranqué en Rock N’ Shows por un primo que me recomendó con la jefa de redacción. Mi primo es Mario Ian, el metalero, quien me hizo trabajar después en el boliche Halley, donde organizábamos las fechas de los viernes o los sábados, no recuerdo. Por él conozco a los chicos de Madhouse, de la Metal, por estar ahí en Halley. Pero yo venía de The Cure y de los Smiths. (Risas)
Mi adolescencia había estado marcada por la muerte de mi padre, que ocurrió a mis trece años. A los quince me operaron de la columna, un dramón: un mes internada en el Hospital Italiano con un corset que usé cinco años, ¡era Marilyn Manson! Cuando empecé en Madhouse, primero lo hice como colaboradora; dejaba alguna notita, pasaba por la redacción, me iba. Más tarde me contrataron como secretaria de redacción. A nivel periodístico, Frank Blumetti –era el secretario de redacción– me enseñó todo lo que sé. Sigo manteniendo cuestiones estilísticas que él me marcó. Y más allá del género en sí, le debo mucho al metal porque fue muy importante en mi vida. Aunque soy la que metió PJ Harvey en Madhouse; o sea, hacía esas cosas. También estaba Eugenia Tavano, ella introducía Björk. Las chicas estábamos al costado, con la parte un poco más alternativa. Sin embargo, con el metal me pasó algo muy puntual y que agradezco. Me gustó Black Sabbath de entrada, entrevisté a Ozzy (Osbourne) –una nota que nunca salió porque jamás la pude desgrabar: no entendí una palabra de lo que me dijo Ozzy y mirá que sé mucho inglés (Risas)–, también a Tony Iommi. Con Lemmy (Kilmister) de Motörhead me fui de joda en Chile; o sea, tengo un montón de backside stories para contar. (Risas)
- ¿Cómo es que te especializaste en black metal viniendo del punk?
- Mi romance con el black metal nació por un libro, Lords of Chaos de Michael Moynihan y Didrik Søderlind, publicado en 1998.Un chico que recién empezaba a colaborar en Madhouse hizo un informe sobre ese texto que contaba sobre unos músicos noruegos que se mataron; Varg Vikernes del grupo Burzum asesinó a Euronymous de la banda Mayhem luego de haberle asestado más de veinte puñaladas. Me enamoré del caso. Al libro lo tuve que leer en una noche para corregir esa nota y así entré en el mundo del black metal. Quedé fascinada.
Ahora bien, en la Madhouse, el punk –que era más o menos mi metier– estaba cubierto por chongos y que además escribían muy bien: Mariano Miramontes, Mariano Asch y Marcelo Pisarro. Entonces, a mí me quedó el black metal. En la redacción no le gustaba a nadie, a todos les parecía algo demasiado extremo. Ahora revisando las Madhouse –de vez en cuando voy al parque Rivadavia y busco ejemplares que me faltan–, noto que entrevisté a cualquier cantidad de bandas, pero hoy en día no podría escuchar un disco del género.
- A la distancia, ¿qué significó la Madhouse en tu vida?
- Yo estuve diez años en España, volví en 2010. En esa década estuve siete veces nada más en Buenos Aires, veía a mi gente y me volvía. Pero al regresar definitivamente, me tomaba taxis y me reconocían. Me decían: “Vos sos la de Madhouse”. Y yo decía: “Wow”. Habían pasado diez años, yo tenía cuarenta y aún me recordaban. Aunque esto además te dice quién nos leía: el tachero, la clase obrera. Y más allá del reconocimiento, me decían: “Yo te leía porque mi hermano mayor compraba la revista”; o “mi viejo compraba la revista”. Por eso recién ahora que estoy repasando esas notas, me doy cuenta del desparpajo que teníamos. Esto hace que pueda entender qué significó y por qué quedó tan presente la revista en el imaginario. En los años 90, Buenos Aires era una ciudad súper rebelde. Hubo un indulto. Estábamos en las plazas, comprando discos y revistas; íbamos a shows, entrábamos a los camarines; y yo todo eso lo transitaba con mucha curiosidad. Soy básicamente curiosa, necesito saber; es decir, más que querer entender, lo que quiero es preguntar. Por eso me gusta tanto el género de la entrevista.
- Hasta no hace mucho estabas en la librería Eterna Cadencia haciendo entrevistas una vez por semana.
- En Eterna Cadencia estuve tres años seguidos todos los miércoles; o sea, hacía una entrevista semanal. Y si bien era puntualmente literaria, es la curiosidad la que me llevó a formarme como lo hice. A los veinte años yo andaba por ahí, era muy amiga de los Attaque77, los Hermética; de un palo, del otro; mucha gente. Y sí, camarines, camarines, backstage, escuchar, preguntar, guardar data. Hay cosas que no me acuerdo, pero han quedado. Porque cuando las revivo, son muy importantes.
- En los últimos años se ha armado un tejido de voces femeninas que va del periodismo a lo musical y viceversa. Y del que sos una referente. ¿Cómo lo vivís?
- Romina Zanellato armó un grupo de periodistas de música denominado “Música, maestra”, en el que yo soy la señora, la dark. Con estas pibas nos juntamos una vez por mes y la última leímos un libro de Björk para charlotear de eso. Con ellas aprendo un montón. Pero la mujer estuvo siempre. APat (Pietrafesa) la conozco desde el primer día. A Patra (Ariño)… De hecho, encontré una nota que les hice a las Penadas por la Ley a mediados de los años 90. La mujer siempre estuvo aunque quizá desde un lado marginal, entendiéndolo esto como en los márgenes. Yo estoy formada por Siouxsie (Sioux), Diamanda Galas, Lydia Lunch; o sea, las mujeres siempre estuvieron muy presentes en mi vida. En la literatura lo mismo: empecé leyendo a las hermanas Brontë. En Madhouse éramos dos mujeres las que escribíamos y veníamos de una generación anterior en la que estaban Gloria Guerrero, Laura Ramos, Adriana Franco; o sea, había toda una base de mujeres periodistas. A la que le seguimos nosotras: Mariana Enriquez, Eugenia Tavano, Carla Ritrovato, Corina González Tejedor. Yo trabajé mucho tiempo en Much Music donde éramos un montón de mujeres.
- ¿Por qué el punk? ¿Está ligado a que con el punk por primera vez las mujeres cobran relevancia en el mapa rockero?
- El punk, para mí, es el primer feminista. Me acuerdo que Pat (Pietrafiesa) me invitó a presentar un libro de Juan Carlos Kreimer en Strummer bar. Un chico de Página/12, Juan Carlos y yo, los tres en el escenario; pero Pat en un momento sube. “Ah, ¿vas a participar vos también”, le pregunto. Me dice: “No, para que seamos dos y dos”. Ella apenas moderó un poco, pero vos veías el escenario y éramos dos mujeres y dos hombres. Es algo impensado hasta hace no mucho. Y que hoy en día se vean esos resultados, de esa primera lucha, es una satisfacción enorme. Por supuesto, no me voy a cargar con que nosotras lo logramos ni mucho menos –lo lograron las pibas–, pero quiero creer que dejamos el terreno abierto para eso.
Por eso las Riot Grrrl resultan un segmento en la historia de la música tan clave. Y, otra vez, vienen del punk. ¿Por qué? Porque el punk ya arrastraba eso pero ellas se imponen políticamente. Todo esto se lo tengo que agradecer a Pat (Pietrafiesa); si ella, mediando los años 90, no me pasaba tanta información, yo no me hubiese enterado. Hace poco presentamos juntas el libro de Katlheen Hannah, Rebel Girl, y la gente la escuchaba a Pat embelesada, ella contando crónicas de la época y cómo la vivimos. Las mujeres pasamos a tener otro protagonismo pero era ahora.
- Militancia y resistencia, un sentimiento incontrolable…
- Absolutamente. Soy una militante de todo lo que me gusta: del punk, del realismo literario ruso, de los derechos humanos. Lo mío es pasión. El punk no es solamente un género musical, abarca un montón de cosas, la lucha contra la injusticia social. No es casual que el punk sea vegetariano: no querés que se mate a los animales y menos comértelos. Esa militancia hoy, en estos tiempos de mujer adulta, la siento más como una herencia. Yo no puedo escribir de algo que no me gusta porque sé que alguien lo va a leer, alguien lo va a interpretar. Yo no voy a hablar de reguetón en ningún lado, porque a ver si alguien interpreta que está bien y lo va a escuchar. (Risas)
Nuestro próximo invitado será Martín Pérez
Sobre este blog
Soy parte del mar implica un registro en primera persona de esas voces del periodismo del rock que estuvieron en el lugar indicado en el momento indicado. Charla relajada alrededor de las historias y las fantasías detrás de más de cinco décadas de discos y canciones, de shows y festivales, de vidas y milagros. Qué sea rock en clave periodística.
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