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INFORME

Más allá del pánico: qué explica realmente la baja de la natalidad

La precariedad económica es uno de los factores que influye en la baja de la natalidad.

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A principios del siglo XX las tatarabuelas y bisabuelas parían un promedio de 6 a 10 hijos, una tendencia que casi mantuvieron las abuelas, que fue decreciendo con las mamás actuales que tuvieron entre uno y dos hijos.

Cuando una pareja decide formar una familia o maternar, como todo proyecto de vida, requiere de un contexto.

Un primer dato importante es que en América Latina el descenso de la fecundidad se inició en la década del sesenta, aunque en países como Argentina y Uruguay comenzó antes, como veremos a lo largo de esta crónica.

Y ese contexto llega acá porque hay muchos datos, investigaciones y análisis sobre cambios demográficos que colaboran a derribar mitos sobre ‘culpabilidades’ de las mujeres por la baja mundial de la tasa de natalidad.

Cuando el presidente de Argentina Javier Milei afirmó el 20 de mayo último en un discurso en la Cámara de Comercio de Estados Unidos (AmCham) que “ahora se están dando cuenta que se les pasó la mano en atacar a la familia, en atacar a las 2 vidas. Y ahora lo estamos pagando con caídas en la tasa de natalidad”, sin más argumentos, el titular del Ejecutivo intentó así justificar la baja de productividad en el país.

Por eso la importancia del contexto y los datos, porque la afirmación presidencial fue un impulso para poner en agenda todos los conocimientos comprobables sobre la baja de natalidad. Este artículo procura recorrer parte de estos conocimientos.

Que la ansiedad no oculte lo ganado

La “ansiedad demográfica”, como la llamó Elizabeth Krause en 2001, se refiere al fenómeno del descenso de la natalidad que, en sí mismo, plantea temas que requieren discusión e incluso reformas en políticas públicas.

Agustina Ramón Michel, investigadora del CEDES y profesora de la Universidad de Palermo, habla de esta ansiedad y comenta que “según el país y el período, fue en distintas direcciones y favoreció métodos estatales de todo tipo, que van desde la promoción de la reproducción (a través de incentivos fiscales, flexibilidad laboral, licenciadas extendidas, aseguramiento de guarderías, etc.) a las restricciones a la información sobre planificación familiar, las prohibiciones de venta de anticonceptivos, las políticas de un hijo que tuvo China, las esterilizaciones sin consentimiento sobre personas con discapacidad, llegando al dramático y conocido caso de las esterilizaciones forzadas y masivas ordenadas por Fujimori sobre mujeres campesinas indígenas en Perú”.

La profesional comenta que, si la baja de natalidad en Argentina “puede razonablemente generar temores sobre el futuro en general, del sistema de seguridad social en particular, y abrir discusiones relevantes sobre qué hacer con las vacantes en escuelas primarias y las salas de maternidad menos ocupadas”, estos debates necesarios “no deberían hacernos pasar por alto que estos cambios demográficos reflejan, en buena medida, cambios en los deseos personales y también en los vínculos sociales, que hoy pueden concretarse porque se cuenta con los recursos necesarios”.

En América Latina el descenso de la fecundidad se inició en la década del sesenta, aunque en países como Argentina y Uruguay comenzó antes.

“Al hablar de recursos, me refiero al acceso a información básica sobre prevención de embarazos y a contar y usar métodos anticonceptivos. Estos permiten alinear el deseo de ser o no ser madre o padre, cuántos hijos tener, con otros planes, anhelos y obligaciones”, añade Ramón Michel.

Resalta que “son al menos dos décadas en las que un ecosistema compuesto por gobiernos, escuelas, servicios de salud, centros de investigación, el mercado farmacéutico y organizaciones feministas ha trabajado para hacer esto posible, bajo el marco dado por la ley de salud sexual y reproductiva de 2002.” Pero esto no fue siempre, continúa la investigadora: “Por ejemplo, un decreto de 1973 vigente hasta entrados los ochenta, impuso un sistema muy restrictivo para la venta de anticonceptivos y prohibió actividades de lo que entonces se llamaba control de natalidad. Todo esto, bajo la inspiración de una ansiedad demográfica similar a la actual, que lleva consigo concepciones acerca del destino de las mujeres y la forma debida de la familia, que ya no tienen cabida en una sociedad plural como la nuestra.”

“Me inclino a pensar, de todos modos –concluye Ramón Michel– que las personas no entregan, así como así, el destino de sus vidas a proyectos políticos de turno”.

No hay rechazo a la maternidad o la paternidad, hay preocupaciones económicas y sociales

Esta es una de las conclusiones del “Estado de la Población Mundial 2025- La verdadera crisis de fecundidad: Alcanzar la libertad reproductiva en un mundo de cambios”, que publicó el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), el último 10 de junio donde analiza las causas y consecuencias de la baja natalidad en 14 países.

Precariedad económica, discriminación de género, el escaso apoyo por parte de las parejas y las comunidades, la atención deficiente de la salud sexual y reproductiva, la falta de acceso a servicios asequibles de cuidado y educación de hijas e hijos, y el pesimismo sobre el futuro es el listado mas descriptivo de porqué se retrasa la decisión de tener o no tener hijos.

“Millones de personas en el mundo no pueden tener el número de hijos e hijas que quisieran. La razón no es su rechazo a la maternidad o la paternidad; son las barreras económicas y sociales las que impiden hacer realidad sus deseos”, se lee en el informe.

Para Susana Sottoli, directora regional del UNFPA la solución está “en la reducción de las desigualdades” y no en respuestas “simplistas o coercitivas” como los incentivos económicos por nacimiento, los retrocesos en los avances alcanzados en los derechos sexuales y reproductivos “o campañas que incentivan a las parejas para que tengan más hijos e hijas, con el objetivo de cumplir metas de fecundidad”.

El organismo de Naciones Unidas aporta propuestas concretas: licencia familiar remunerada, sistemas de cuidado con enfoque de género, atención de fertilidad accesible, parejas comprometidas con la distribución igualitaria de los roles de cuidado.

También el informe apunta que las personas más perjudicadas son las mujeres, niñas y adolescentes que viven en situación de pobreza, las mujeres rurales, indígenas y las afrodescendientes.

En ese sentido, la antropóloga Agustina Kupsch afirmó que la baja natalidad es un síntoma de precariedad, no de rebeldía.

Para las Naciones Unidas, la  licencia familiar remunerada o un sistemas de cuidado con enfoque de género representan medidas que podrían impactar en un aumento de los nacimientos.

Lo hizo en un posteo en su Instagram, aportando al debate: “Quienes tienen el deseo de maternar no encuentran sostén, red, dinero, tiempo, con ausencias estatales que las acompañen. La maternidad debe leerse y analizarse –como la vida- en contexto. Y el contexto es muy distinto según las maternidades que se elijan. Falta cuidado y ternura”.

Una lectura cualitativa que se sostiene con los datos aportados por el informe de ONU.

Cuando los datos demográficos se convierten en debates moralizantes y politizados

La ley 27610 de interrupción voluntaria del embarazo (IVE) se aprobó en Argentina en diciembre de 2020 “y el derrumbe de la tasa de natalidad sucede a partir del 2014, así que en principio ya tenemos un primer dato que descarta por completo cualquier posibilidad de que la aprobación de la IVE sea el factor que explique por qué cae la tasa de natalidad”, le dijo la socióloga María Puglia de Fundar, al periodista Reynaldo Sietecase durante una entrevista en Radio con Vos.

En este punto es importante recordar que, a la par de la ley de aborto legal se sancionó la norma 27611 (nótese que sólo hay un número de diferencia entre una legislación y otra) llamada de ‘1000 días’, pensada para proteger la salud y el desarrollo integral de madres, niños y niñas durante los primeros tres años de vida.

Puglia resalta en la entrevista radial que “buena parte de la caída de la tasa de natalidad en los últimos 10 años está explicado por el derrumbe de la tasa de natalidad en adolescentes, gracias al plan ENIA (Plan Nacional de Prevención del Embarazo No Intencional en la Adolescencia)”.

ENIA fue una política pública interministerial de alcance federal que se creó en el año 2017. Desde 2018 hasta 2023 se implementó en 36 departamentos de 12 provincias del Noreste (NEA) y del Noroeste (NOA) y en la provincia de Buenos Aires, logrando reducir el embarazo adolescente.

“Entonces, debiéramos estar contentos, este es mi mensaje, debiera ser una buena noticia”, afirmó la investigadora. Y agregó: “El problema acá es cuando los debates demográficos se convierten en debates morales”.

Pero, el plan ENIA fue desfinanciado por el gobierno nacional.

Este mes se presentó la publicación “Plan ENIA 2017–2023. Oportunidades de vida para adolescentes” que reúne resultados y metodologías de esta política pública, mientras en el Congreso hay proyectos de ley para reactivar el programa.

Silvina Ramos, investigadora del CEDES en el que llevan adelante el Proyecto Mirar, resaltó que en la Argentina, la implementación del Plan ENIA “fue un movilizador de oportunidades para que las adolescentes pudieran tomar decisiones libres e informadas sobre su reproducción. Esa política, que reforzó otras de mediana data como la educación sexual en las escuelas y el acceso gratuito a la anticoncepción en los servicios de salud, se conjugó con un clima cultural para el cual la autonomía reproductiva y la búsqueda de inserción social a través de la educación y el trabajo eran aspiraciones colectivas”.

“En ese contexto, prevenir un embarazo para el que no se encuentra un lugar afectivo apropiado y porque se tienen otros planes para esa etapa de la vida, pasó de ser una aspiración a una posibilidad concreta que la política pública abría”, analiza Ramos.

Niñas y adolescentes madres: una realidad que no baja en la región

El intercambio para aportar contextos necesarios se extendió a Latinoamérica. Fue en el webinar ‘Nuevas narrativas sobre la transición demográfica global’ organizado por La Salud Reproductiva es Vital, una iniciativa impulsada por el Consorcio Latinoamericano Contra el Aborto Inseguro (CLACAI).

Una de las expositoras fue la doctora en Demografía por la London School of Hygiene and Tropical Medicine, Fátima Juárez profesora e investigadora en El Colegio de México.

En América Latina “el descenso de la fecundidad se inició en la década del sesenta, aunque en países como Argentina y Uruguay comenzó antes”, señala la especialista.

Pero esta evolución no ha sido homogénea porque la fecundidad adolescente “ha descendido a un ritmo más lento, lo que constituye un desafío persistente para la salud pública, dado el alto número de embarazos no planificados y abortos inducidos en este grupo etario”.

Juárez relaciona los problemas asociados a este fenómeno: el matrimonio precoz, el embarazo adolescente y la alta prevalencia de abortos inducidos.

“La región presenta una de las tasas más altas de fecundidad adolescente a nivel global, con un promedio de 60 nacimientos por cada mil mujeres de 15 a 19 años. También ocupa el segundo lugar en embarazos no planificados, con 69 por cada mil mujeres en edad reproductiva. Las tasas más elevadas se registran en el Caribe y Sudamérica”, informa la demógrafa.

Menos nacimientos en paralelo a las crisis económicas

En televisión también se debatió el tema. En La Nación+ Lorena Bolzon, abogada y decana del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral contó que “todo el mundo está atravesando cambios demográficos desde hace bastante tiempo: la baja de natalidad, el aumento de la esperanza de vida y las migraciones son los tres movimientos que más se están notando” en este proceso.

Bolzon es una de las autoras del informe ‘Estructuras familiares y cambios sociales Una mirada de la realidad Argentina’ que se publicó el 15 de mayo de este año.

El presidente Javier Milei al hablar en AmCham, donde aseguró que la ley IVE produjo un descenso en los nacimientos.

“Venimos de una historia con muchas madres separadas, que se hacen cargo de sus hogares. Eso también influye a la hora de decidir. La salida de la mujer al mundo laboral, al mundo profesional que se dio en los últimos años, no necesariamente siempre fue acompañada de mayores responsabilidades del varón dentro de la casa en el cuidado de los hijos, cuidado de los adultos mayores y demás”, contextualiza la abogada.

Destaca que las mujeres “que tenían cinco hijos o más en el 2010 eran un millón y medio aproximadamente” y que “donde había picos descendientes de natalidad, también coincidía de alguna manera con las crisis económicas o la falta de empleo”.

La narrativa económica

Federico Tobar, doctor en Sociología, asesor regional del UNFPA y especialista en financiamiento en salud, con experiencia como consultor internacional y ex funcionario del Ministerio de Salud de Argentina, habla de los paradigmas en disputa dentro de la teoría económica sobre fecundidad y advierte cómo algunos discursos son utilizados para justificar restricciones regresivas en derechos reproductivos.

Desde la óptica pesimista del tema, el profesional se remonta a Thomas Robert Malthus, que en 1798 sostuvo que la población crecería en progresión geométrica mientras que la producción de alimentos lo haría en progresión aritmética, lo que conduciría a un desequilibrio estructural y una amenaza al desarrollo.

“El error de Malthus fue proyectar una situación estática como si fuera dinámica, sin prever la posibilidad de un crecimiento exponencial en la producción de alimentos”, dice Tobar, quien alerta sobre la vigencia del paradigma malthusiano al introducir la noción de límites estructurales —actualmente también ambientales— al crecimiento económico. En esta misma línea se inscriben discursos pronatalistas contemporáneos, como el de Paul Morland en ‘La marea humana’, donde afirma que ningún país ha prosperado con una reducción poblacional.

En ese sentido Tobar aporta que esta visión “rechaza fenómenos como la migración, a pesar de su potencial para resolver déficits de fuerza laboral, y presenta una lectura rígida del vínculo entre población y desarrollo”.

En contraposición, la perspectiva optimista tiene como principal exponente a Gary Becker, autor de ‘Teoría de la familia’: “Desde este paradigma, las decisiones sobre fertilidad son racionales, están orientadas a maximizar beneficios y dependen de preferencias individuales y del modelo económico en el que se insertan”, resume el especialista.

Luego, presenta cuatro líneas de investigación: una que demuestra que la edad materna al primer hijo tiene efectos en el rendimiento escolar y la trayectoria económica de las hijas e hijos, subrayando la importancia de las condiciones de crianza más allá del acceso a la educación; otra que vincula el momento elegido para la maternidad con una menor propensión al delito en jóvenes, en una relación facilitada por el acceso a anticoncepción y aborto.

El  Plan ENIA, hoy desmantelado, logró reducir los embarazos no intencionales en la adolescencia en un 50%.

La tercera tiene que ver con el “bono demográfico”, que plantea que un país alcanza una ventaja económica cuando la proporción de personas en edad productiva supera a la de personas dependientes. Y en cuarto lugar, presenta el estudio MILENA, desarrollado por el UNFPA, que mide el costo de oportunidad del embarazo adolescente y se ha implementado en 15 países de América Latina y recientemente en África.

“Desde esta mirada, el mayor impacto económico de las dinámicas demográficas y reproductivas en la región está vinculado a la maternidad temprana”, enfatiza el profesional.

Y finaliza: “Empoderar a mujeres y parejas para decidir libremente cuándo y cuántos hijos tener no solo mejora los proyectos individuales de vida, sino que también contribuye a un crecimiento económico sostenido”.

¿Por qué tenemos hijos?

Es el título de una reconocida charla TED y de uno de los libros del obstetra Mario Sebastiani, un profesional que hace 48 años acompaña a parir. Tiene un podcast y desde allí comparte su experimentada visión sobre la baja natalidad.

“Antes el pánico era por la superpoblación y hoy es por la caída de la natalidad. En vez de hablar de pánico, veamos el bonus, la solución, la ventaja demográfica”, sugiere.

Recuerda Sebastiani que “desde que existe el feminismo se logró la anticoncepción quirúrgica voluntaria (ligadura tubaria y vasectomía); la anticoncepción universal y gratuita en el país; la mujer pospuso la edad de tener hijos, y aparece el auge de la medicina reproductiva, la fertilización asistida”.

“Lo más importante, que lo dije en mi libro y en la charla TED ¿Por qué tenemos hijos?, es que las mujeres tengan hijos cuando puedan, no cuando la biología les es más beneficiosa. Tener un hijo es un proyecto de responsabilidad, no es un proyecto sólo biológico”, continúa.

“Todos decimos que tenemos hijos por amor, pero lo que aprendí de las parejas a las que asistí como obstetra es que existe la improvisación, el mandato, la soledad, el error en el método anticonceptivo. Entonces, las mujeres dejaron de lado estas pautas y tienen hijos cuando pueden, y si no lo tienen hay una frase que ya no se escucha: ”Me siento una mujer vacía“. La mujer no está más vacía, porque la mujer está codo a codo con el hombre gestionando la sociedad”, añade el profesional con una experiencia en su haber de haber asistido unos 12 mil partos.

En la misma línea de análisis de informes y especialistas que recorrimos en esta crónica, el obstetra coincide en que “si el proyecto de tener un hijo es una decisión responsable hacen falta necesidades básicas satisfechas: techo, agua corriente, salud, educación; esparcimiento y tiempo para los hijos”.

Suma algo fundamental: “Trabajemos como sociedad para que cada bebé en su vida adulta tenga trabajo”.

“Me preocupa la cabeza de los políticos que son cortos de pensamiento que necesitan resultados rápidos porque piensan en la próxima elección, y me preocupa que afecten la libertar y la vida de las mujeres prohibiendo la anticoncepción o el aborto. El aborto no contribuyó a la caída de la natalidad: cuando era clandestino estimamos 450 mil abortos anuales, con aborto legal tenemos unos 200 mil. Quitar derechos a las mujeres no aumenta la natalidad, aumenta el peligro en la salud, en la economía y en el aspecto social de las mujeres”, concluye Sebastiani.

SM/MG

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