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Ulises Román Rodríguez

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De unos parlantitos chillones brota La Nueva Luna para ponerle ritmo a las manos enguantadas que seleccionan papeles, plásticos, vidrios, telgopores, cartones y metales que recorren la cinta. En ese pulpo grupal está Mercedes Cabrera, alguna vez tesorera de la cooperativa, que pidió volver a la cinta. “Prefiero el trabajo manual al de oficina”, dice la mujer que cambió la computadora y los trámites bancarios para estar “más cerca” de sus compañeros y compañeras.

Mecha -como la llaman todos- entró a Reciclando Conciencia en 2014. “Venía de una separación, con dos hijos y sin trabajo. No soy nacida acá y nadie me daba laburo. Siento que le debo un montón a la cooperativa porque es parte mi vida, de mis vínculos sociales y además me encanta estar en un grupo que contribuye a mejorar el medio ambiente”, dice la mujer que, a partir del trabajo colectivo, comenzó un camino de militancia en el Movimiento Evita y hoy es una referente de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP) del partido de Pinamar.

A eso las 11 llega una camioneta que trae una bandeja con facturas para el desayuno de media mañana. En ese momento la cinta se detiene y el grupo toma un descanso para recuperar energías con un mate cocido, responder whatsapps y fumar un pucho antes de volver a las tareas. 

Creada en 2014, la cooperativa Reciclando Conciencia -que actualmente cuenta con 36 socios y socias- es proveedora municipal del servicio de separación, transformación y disposición en plantas de reciclaje de residuos sólidos urbanos en el partido comprendido por Pinamar, Ostende, Valeria del Mar y Cariló, en el que cumplen un contrato de tratamiento de residuos reciclables.

“Hemos creado el proyecto de islas ambientales: un punto receptor hecho con pallets en el que pinamarenses y turistas dejan sus residuos para su reutilización separándolos según corresponda: cartón, plástico o vidrio”, dice Carlos -Charly, para todos- Méndez,  uno de los fundadores y actual presidente de la cooperativa.  

Inclusión, integración y educación 

En la Argentina, entre los denominados “rellenos sanitarios” -que desaprovechan el potencial de reutilización de los materiales- y los 5.000 basurales a cielo abierto que aún siguen en actividad se entierran 14 millones de toneladas de residuos por año que -según estimaciones del Ministerio de Ambiente- equivalen a 1 kilo por día por habitante.

Además del riesgo para la salud y los ecosistemas, más del 50% de lo que se tira o se entierra son materiales que podrían ser reutilizados industrialmente con la posibilidad de crear nuevos “empleos verdes” en el sector del reciclado.

En Pinamar, un grupo de personas se dio cuenta de que aquello que para un sector de la sociedad era basura para ellos podía significar una oportunidad. “Al principio éramos un grupo de vecinos con conciencia ambiental que empezamos juntando botellas que la gente tiraba en las calles y las amontonamos en el patio de una casa. Cuando tuvimos cientos de miles, que ya no sabíamos adónde meterlas, las vendimos y compramos una compactadora”, cuenta “Charly” sentado en una banqueta hecha con pallets y con los codos apoyados en una mesa de plástico compactado.

Ese proyecto se llamó Pinamar Reciclarte y fue el puntapié inicial para la creación de lo que hoy es Reciclando Conciencia: una cooperativa de recicladores que lleva adelante un trabajo social muy importante para la comunidad pinamarense.

La cooperativa funciona en un galpón de 800 metros cuadrados, sobre la avenida Intermédanos, en un espacio cedido en comodato por el municipio. El predio es lo bastante amplio para que ingresen los camiones recolectores con los bolsones de materiales que las y los recicladores se encargarán de separar y clasificar. A los costados del terreno hicieron una huerta y lo cosechado se comparte en los desayunos y los almuerzos. 

“Reciclando Conciencia se apoya en 3 pilares fundamentales que son la inclusión -porque aquí trabajan personas que en otros lados no les dan trabajo por su aspecto físico o su condición social-; la integración -porque chicas y chicos con capacidades diferentes forman parte de la cooperativa- y educación porque apoyamos de manera concreta a nuestras socias, socios y sus hijos para que terminen sus estudios secundarios y los incentivamos a seguir alguna carrera universitaria o terciaria”, dice Méndez.

Casas a conciencia

La misión de la cooperativa no se limita al reciclado sino también a la producción. Con las bolsas que recogen de la basura, tras pasar por una fábrica de polietileno en Buenos Aires, vuelven como bolsas de residuos que se venden al municipio. Con el plástico reciclado construyen sillas y mesas infantiles, maceteros, paragüeros, cuchas para perros y canastos exteriores para la basura que comercializan a través de su página de Facebook.

Con telgopor reciclado fabrican tablas de madera plástica, eco bloques, adoquines de polietileno y chapas acanaladas hechas con el aluminio del tetra brik que se utilizan para la construcción de decks, casas y objetos.

Una tarde de verano de 2018 se presentó en la cooperativa el arquitecto Carlos Levinton. El secretario de la Red Interamericana de Vivienda Saludable de la Organización Panamericana de la Salud quedó encantado con el trabajo de Reciclando Conciencia y les abrió una puerta con el Centro Experimental de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU-UBA) para desarrollar eco ladrillos hechos a partir del telgopor.

“Con bandejas de comida, potes de helados, envoltorios de electrodomésticos se pueden edificar paredes divisorias con el valor agregado de tener buenas prestaciones acústicas. Hasta el momento lo hemos usado para la construcción de una vivienda en Ostende, para la nave de la carpintería municipal y la ampliación de la cooperativa”, detalla Méndez y señala el edificio de enfrente que está casi terminado con los ladrillos fabricados por ellos.

La FADU aportó los planos de las máquinas trituradoras de telgopor y capacitación para el desarrollo del prototipo de bloque. Con este avance la cooperativa apuesta a que los socios y socias que no tienen vivienda propia puedan construirse su propia casa en un terreno fiscal que el municipio les cedió para hacer un barrio.

“Un lote en Pinamar y alrededores cuesta entre 20 y 30 mil dólares. ¿De dónde saca la gente que trabaja en la cooperativa ese dinero? Así que la idea es que las casas se construyan entre los socios y socias con los materiales que producimos en la cooperativa”, asegura Charly Méndez y menciona como modelo a “la cooperativa Tupac Amaru” fundada en Jujuy por la dirigente social Milagro Sala.

Limpiar para educar

Entre las estadísticas que maneja la cooperativa calculan que de lo recolectado hay 60% de plástico (bolsas, nylon), 20% de material de pesca (sogas, cuerdas, etcétera), 10% de vidrio (principalmente botellas) y el 10% restante son metales. “En el 2015 reciclamos 320 toneladas de materiales y desde ahí fuimos en un aumento promedio de 25% anual hasta llegar a las 1.200 toneladas en 2020”, explica el presidente de la entidad.

Como viene sucediendo en las últimas temporadas de verano, el equipo de Reciclando Conciencia salió en enero y febrero de 2021 a recorrer las playas de Pinamar y la zona para recoger residuos y dialogar con los turistas de la importancia de limpiar, separar y reciclar la basura.

De acuerdo con un estudio publicado en la revista científica Science, la Argentina está entre los 30 países que más contaminan los mares con residuos plásticos y, según el último Censo de Basura Costera Marina, realizado en 2019 por la Fundación Vida Silvestre Argentina y otras ONG costeras, los tipos de contaminantes más encontrados en las playas fueron -en este orden-: las colillas de cigarrillo; los fragmentos plásticos; envoltorios y bolsas de plásticos; telgopor, botellas y otros envases y tapitas.

“Proyectos como el nuestro suplen tareas que deberían corresponderle a los organismos gubernamentales. Por eso para los gobiernos de cualquier parte del mundo no es fácil aceptar este tipo de emprendimientos porque rompen con las estructuras”, dice Carlos Méndez.

La responsabilidad social ambiental se cumple, en gran parte, gracias a los recuperadores: aquellas personas que, a diario, meten las manos en la basura porque como ellos mismos dicen “sin recuperadores no hay reciclado”. 

“Entendimos que no es basura sino recursos y de ese modo los residuos se convirtieron en insumos y en puestos de trabajo y estos puestos de trabajo se transformaron en inclusión, igualdad de derechos y beneficio medioambiental”, concluye el presidente de una entidad que, en siete años de existencia, ha modificado la relación con los residuos de un amplio sector de la sociedad de Pinamar y genera conciencia a partir del reciclado.

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