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Sobre este blog

Una liana es una cuerda repentina que aparece ante nuestros ojos en medio de la adversidad y que, como Tarzán entre los árboles, agarramos para movernos de un lugar a otro, para sortear obstáculos, para sentir la seguridad de algo firme que raspa las manos y a la vez sirve de apoyo. En este espacio mi intención es rescatar algunas lianas del universo cultural y del mundo del entretenimiento –dos avenidas anchísimas–, algunas cosas para aferrarnos fuerte en medio de nuestras selvas personales.

Que florezcan, entonces, mil.

Autora: Agustina Larrea

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Oda a la errancia, series de noviembre

Agustina Larrea

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Sobre este blog

Una liana es una cuerda repentina que aparece ante nuestros ojos en medio de la adversidad y que, como Tarzán entre los árboles, agarramos para movernos de un lugar a otro, para sortear obstáculos, para sentir la seguridad de algo firme que raspa las manos y a la vez sirve de apoyo. En este espacio mi intención es rescatar algunas lianas del universo cultural y del mundo del entretenimiento –dos avenidas anchísimas–, algunas cosas para aferrarnos fuerte en medio de nuestras selvas personales.

Que florezcan, entonces, mil.

Autora: Agustina Larrea

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En Talampaya corté un par de ramitas de unos árboles que habían desarrollado espinas entre las hojas. Eran y no eran acacias, deben tener seguramente un nombre específico, aunque no lo descifré. Guardé adentro de una libreta esas ramitas en las que aparecían espinas y a través de ellas resonó de otra manera la tarea esforzada de absorber agua en los lugares desérticos. Pensé en el trabajo de un árbol para proteger cada gota, su exigua humedad, y decidir como esas acacias modificarse por tramos, estrecharse hasta hacer que algunas hojas se conviertan en agujas. Enflaquecerse para resguardar la posibilidad de alimento, el agua mínima que sacie y que permita salir adelante. Esa recolección “inútil” se transformó en una insistencia, materia viva entre una serie de poemas apoyados en la referencia del desierto. Unas ramitas emergidas del paisaje, accidentalmente encontradas, actuaban como mediadoras hacia la escritura.

Cada poeta arma el derrotero hacia su errancia. Rumbos que en el andar hallan una motivación. Recolecciones ingenuas: una piedra, un mineral que brilla, una hoja, un gajo, un puñado de arena en un frasquito, una imagen, una fotografía de un detalle intrascendente, una frase escuchada o desgajada, sin embargo, capaces de contener un universo, una pregunta.

Poesía y errancia, de Alicia Genovese.