Crimen de Báez Sosa

Viollaz pasó de arengador a agresor directo y Thomsen fue “el general con soldados” que remató el ataque

enviada especial a Dolores. —

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Ayrton Viollaz abandonó el rictus que mantuvo en las trece jornadas de audiencias, las anteriores a los alegatos. Sentado en la silla que ocupó siempre -segunda fila, pasillo, al lado de Máximo Thomsen- Viollaz giró la cabeza y no dejó de mirar a su derecha, a los fiscales y al equipo de abogados que representa a los padres de Báez Sosa. Tensó las cejas como un cable, casi no parpadeó. Él, que había sido apenas nombrado por los testigos y según la prueba presentada era un mero “arengador”, ayer quedó en el centro de la escena. Y con él, cada uno de los ocho imputados por el crimen de Fernando fue ubicado en tiempo y espacio antes, durante y después del ataque.

Como el resto de los acusados, Viollaz es coautor. Pero a excepción de los otros es quien dio la señal de largada: “Es ahora, vamos, es ahora”. Fue el grito al que acudieron todos, en tandas. Antes del ataque, Viollaz había chequeado que no hubiera custodia policial en la vereda. Con su venia, Enzo Comelli y Ciro Pertossi corrieron hacia Báez Sosa. El primero lo trompeó por la izquierda y el otro, por la derecha. Fueron dos piñas simultáneas y sincronizadas que pusieron a Fernando de rodillas. Viollaz arrancó la agresión que remataron entre Thomsen y Ciro Pertossi. Porque, demostraron ayer Fiscalía y querella, el plan consistió en dejar la faena servida a los “líderes” del grupo. 

“Se lo observa a Fernando arrodillado con la frente hacia adelante. La persona que pasa por delante de él, de la que se ve su pierna, es Ayrton Viollaz. En ese instante Fernando es agredido físicamente por Viollaz. La agresión guarda relación con las lesiones que presentaba el imputado en el nudillo derecho. Algo que confirmó Duarte (N. de la R.: el forense que practicó la autopsia al cuerpo de la víctima). Durante esos 8 segundos, Viollaz, (Blas) Cinalli y Lucas Pertossi están alrededor de la víctima. Pero una vez que cae, es Máximo el que se acerca”: esa es la reconstrucción que hizo el fiscal Juan Manuel Dávila en el alegato. 

Apiñados y durante más de diez horas de alegatos, los imputados y sus padres escucharon la condena que ambas partes pidieron al Tribunal: perpetua. Los postigos de la sala están cerrados durante las audiencias. Pero ayer, cuando caía la tarde, un rayo de sol se coló por una de las ventanas. La cortina flameaba por el soplido del aire acondicionado. Cada tanto, el rayo de sol cortaba las nucas rapadas de los acusados. Burlando leía números de fojas y nombres de archivos, mientras Silvino Báez se acurrucaba en el hombro de su esposa, Graciela. Los padres de Fernando presenciaron la audiencia tomados de la mano. 

Mauro Pertossi pasó el brazo por la espalda de María Elena Cinalli. Son los padres de Ciro y Luciano Pertossi. Él, cada tanto, se subrayaba un ojo con el índice para sacudirse una lágrima. “ADN de Cinalli”, decía Burlando. El padre de Lucas Pertossi, Marcos, apoyaba la frente en el respaldo del banco de adelante y se dejaba estar. La madre de Enzo Comelli, María Alejandra Guillén, no levantó la vista en toda la tarde. “Manchas hemáticas, paro cardiorespiratorio, shock neurogénico”, decía Burlando. Sergio Viollaz, el padre de Ayrton, tiene asistencia perfecta: no faltó a ninguna de las audiencias. Y es el único familiar directo que jamás agachó la cabeza. Incluso ayer, cuando su hijo era ubicado como agresor directo de Báez Sosa.

A Viollaz lo nombró Lucas Beigide, amigo de Fernando. Declaró que lo golpeó cuando quiso acercarse a su amigo, que ya estaba en el piso. Federico Raulera, Franco Cervera, Santiago Corbo -todos testigos presenciales del ataque- y Tomás Bidonde -otro testigo- también lo reconocieron como “un bloqueo entre Fernando y ellos”. En base a la declaración de los testigos y con las imágenes de las cámaras y celulares, los fiscales Gustavo García y Juan Manuel Dávila reconstruyeron, incluso, los 8 segundos de la agresión que no fueron filmados.  

A las 4.40 de la madrugada del 18 de enero de 2020, Ayrton dio la orden de atacar cuando vio que el último agente de Infantería asignado a la custodia de la cuadra había dado la vuelta para resolver otro conflicto. Lucas Pertossi se reúne con ellos después de verificar que en la esquina opuesta no hubiera policías. Comelli y Ciro Pertossi desmayan a Fernando de dos piñas que le asestan al mismo tiempo. Blas Cinalli golpea a Fernando antes de que caiga en la vereda: en el meñique izquierdo encuentran su ADN. Entonces Luciano Pertossi y Ciro, Comelli, y Matías Benicelli formaron un círculo que aisló a la víctima. El último en llegar a la escena es Máximo Thomsen. La Fiscalía y la querella entienden que los amigos “actuaron” para él, que le despejaron la zona.

Ambas partes coincidieron en que la muerte de Fernando fue una venganza por un altercado que habían tenido dentro de la disco. Dijo en los alegatos Fernando Burlando: “Fernando Báez Sosa defendió a sus amigos del líder de la manada, Máximo Thomsen. Y los obsecuentes de la violencia lo acompañaron de una manera proactiva. Thomsen anunció el desenlace de una manera elocuente: con un gesto en Le Brique”. El gesto al que se refiere Burlando es el que hizo Thomsen mientras lo sacaban de la disco, una señal de degüelle. Se supone que es un aviso a Báez Sosa que le había pegado en el estómago. Fernando no está en el cuadro.

Fernando Báez Sosa defendió a sus amigos del líder de la manada, Máximo Thomsen. Y los obsecuentes de la violencia lo acompañaron de una manera proactiva.

Para Fabián Améndola, abogado representante de Báez Sosa, los imputados se pusieron de acuerdo para matar entre todos. Dijo, además, que no es necesario hablar de definición de roles porque todos hicieron todo: “Y esto lo vemos en la forma de ataque sincronizado. en que Thomsen es como un general que está esperando que sus soldados lleven adelante la maniobra; todos sabían que se esperaba de cada uno, es decir, cumplir con ese designio común que era quitarle la vida a Fernando Báez Sosa”.

El remate del alegato incluyó la proyección de cinco videos con un tratamiento de “reconstrucción de pixeles”. No eran imágenes nuevas, sino realzadas y con un rastreo de movimiento motion tracking para distinguir a los imputados en una escena bestial y corta: el ataque dura apenas 45 segundos. No es sólo la velocidad, sino la precisión de los golpes y la organización del grupo. Quien no pegaba, golpeaba. Quien no golpeaba, bloqueaba. No fueron roles: fueron turnos.

VDM