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Nikola, el 'niño' androide que logra transmitir emociones con su rostro

Ilustraciones de las unidades de acción facial (UA) producidas por el androide Nikola

Toño Fraguas

elDiario.es —

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No le crece la nariz cuando miente y su creador no se llama Gepetto, sino RIKEN (acrónimo del Instituto de Investigación Física y Química de Japón). Este Pinocho de última tecnología se llama Nikola y, según sus desarrolladores, puede transmitir “con éxito” seis emociones humanas: enojo, disgusto, miedo, felicidad, tristeza y sorpresa.

Investigadores del Proyecto Robot Guardián han creado este 'niño' androide y han publicado este miércoles los detalles del proceso en la revista Frontiers in Psychology.

Nikola ha puesto a prueba la capacidad de las personas –de carne y hueso– para identificar seis expresiones faciales generadas por el movimiento de los “músculos” de la cara del androide. Es la primera vez que se comprueba la calidad de la emoción expresada por un autómata para estas seis emociones, señalan los autores del proyecto en un comunicado de prensa.

La criada robot Robotina (Rosie, en otras latitudes) se consideraba ciencia ficción cuando debutó en los dibujos animados de 'Los Supersónicos' hace más de 50 años. En la actualidad la realidad del robot sirviente es más ciencia y menos ficción. Prestar un servicio es el fin y el sentido por el que el ser humano comenzó a crear autómatas.

En el siglo I después de Cristo, el servicio que ofrecían los autómatas diseñados por el ingeniero griego Herón de Alejandría era el entretenimiento. La palabra 'robot' no fue acuñada hasta 1920 y lo hizo el escritor Josef Čapek a partir del vocablo checo 'robota', que significa 'trabajo duro' y que, etimológicamente, tiene relación con el término 'esclavo'.

Tras el logro de Nikola (trasmitir emociones) aún quedan muchos retos por superar, señalan sus creadores, entre ellos el de ser capaz de detectar y expresar emociones. El reciente estudio dirigido por Wataru Sato se ha centrado en la construcción de un robot humanoide, o androide, que pueda utilizar su cara para expresar diversas emociones.

Gestos silenciosos

Dentro de la cara de Nikola hay 29 “actuadores neumáticos”, mecanismos que convierten en energía mecánica la energía del aire comprimido o de otro gas. Esos actuadores controlan los movimientos de los músculos artificiales del androide. Otros seis actuadores controlan los movimientos de la cabeza y el globo ocular. Todo el mecanismo funciona mediante presión del aire, lo que hace que los movimientos sean silenciosos y suaves.

El equipo colocó los actuadores basándose en el Sistema de Codificación de Acciones Faciales (FACS, en sus siglas inglesas), que se ha utilizado ampliamente para estudiar mohínes y gesticulaciones humanas. Investigaciones anteriores han identificado numerosas unidades de acción facial –como “levantar la mejilla” y “fruncir el labio”– que comprenden emociones típicas como la felicidad o el asco. Los investigadores incorporaron estas unidades de acción en el diseño de Nikola.

Los estudios sobre las emociones, especialmente sobre cómo reaccionan las personas ante ellas, tienen un problema –señala el equipo que ha creado a Nikola–, y es que es difícil hacer un experimento debidamente controlado con personas vivas interactuando.

En el caso de este niño androide, varias personas reales han sido capaces de identificar cada emoción en el rostro artificial, lo que indica que sus movimientos se asemejan con precisión a los de un humano real, aunque ciertamente no todas las personas identificaban las reacciones con la misma precisión.

“Esto se debe a que la piel de silicona de Nikola es menos elástica que la piel humana real y no puede formar arrugas muy bien. Así, emociones como el asco fueron más difíciles de identificar porque no se pudo incluir una unidad de acción de arrugas en la nariz”, apuntan sus creadores en la nota de prensa.

Lentitud para la tristeza

“A corto plazo, los androides como Nikola pueden ser importantes herramientas de investigación para la psicología social o incluso la neurociencia social”, dice Sato. Los investigadores pidieron a la gente que calificara la naturalidad de las emociones de Nikola mientras se controlaba sistemáticamente la velocidad de sus movimientos faciales. Descubrieron que la velocidad más natural era más lenta para algunas emociones como la tristeza que para otras, como la sorpresa.

Aunque Nikola aún no tiene cuerpo, el objetivo final del Proyecto Robot Guardián es construir un androide que pueda asistir a las personas, especialmente a aquellas con necesidades físicas, para que puedan vivir solas. “Los androides que pueden comunicarse emocionalmente con nosotros serán útiles en una amplia gama de situaciones de la vida real, como el cuidado de personas mayores, y pueden promover el bienestar humano”, dice Sato.

TF

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