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¿Dónde están un año después los protagonistas del asalto al Capitolio?

Aaron Mostofsky, con pieles, un chaleco antibalas de la policía y un escudo de los antidisturbios, durante el asalto al Capitolio.

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Hace ahora un año, el 6 de enero de 2021, una turba de partidarios de Donald Trump asaltó el Congreso de EEUU para impedir su salida del poder tras haber perdido las elecciones. No lograron su objetivo, pero estuvieron cerca. Aquel día histórico estuvo lleno de protagonistas: algunos eran líderes políticos, otros eran golpistas y algunos, incluso, las dos cosas a la vez. También había quien sólo estaba en el Capitolio haciendo su trabajo y otros a los que cumplir con su deber les llevó hasta allí. Así están algunos de ellos un año después: 

Los asaltantes

El FBI calcula que unas 2.000 personas participaron en el asalto al Capitolio y más de 650 han sido detenidas desde entonces. Sin embargo, dentro de ese grupo, hay algunas caras imposibles de olvidar. ¿Cómo no recordar al 'chamán de QAnon', que recorrió el interior del Capitolio a pecho descubierto, con la cara pintada y una espectacular cornamenta en la cabeza? Parecía que iba a ser todo diversión cuando se plantó en la mesa de la presidencia del Senado y se puso a rezar, pero acaba de ser condenado a 41 meses de cárcel.

Jake Angeli, que así se llama el chamán, pactó con la Fiscalía declararse culpable de un cargo menor para reducir condena. Fue un acuerdo negociado por el mismo abogado que lo había definido como “un jodido retrasado”. Ahora, con nueva representación legal, se dispone a apelar su sentencia desde la cárcel y se compara con Ghandi, Martin Luther King y Jesucristo. Otro que también se ha declarado culpable es el que saltó a la fama por robar un atril y saludar a la cámara al marcharse. La pena máxima que le puede caer es un año de cárcel y multa de 90.000 euros. Dice que quiere escribir un libro.

A diferencia de esos dos, otra de las “estrellas” del asalto ha preferido ir a juicio y no declararse culpable. La foto de Richard Barnett apoyando los pies en una mesa del despacho de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, le ha traído muchos problemas. Podrían caerle siete años de condena y no parece que la cosa vaya bien: ya se peleó con el juez, también con la Fiscalía y su entrevista posterior a la invasión llamando “zorra” a Pelosi no ayuda a calmar las aguas. Con todo, ninguno lo tiene tan mal como los 60 asaltantes acusados de golpear y herir a policías

Los policías

Ante el bochorno, estaba claro que la policía tendría que dar explicaciones. El día después del asalto, dimitieron los dos máximos responsables de la seguridad del Congreso de EEUU, los llamados “sargentos de armas” de ambas cámaras. Pero la actuación de muchos agentes impidió que el resultado de ese día fuera aún más bochornoso para el país y más letal para su sistema de libertades. Uno murió de un infarto al día siguiente de ser gaseado por los manifestantes y cuatro más que estuvieron de servicio aquel día se suicidaron en los meses posteriores.

Además, más de 140 policías que resultaron heridos vivieron para contarlo. Al agente Daniel Hodges la turba lo apaleó, le intentó sacar los ojos y por poco no lo mata aprisionándolo con una puerta. Meses después llamó “terroristas” a los asaltantes en su declaración en el Congreso. Al agente Michel Fanone lo lincharon, lo electrocutaron y tuvo que escuchar a un asaltante proponer que lo ejecutaran con su propia arma. También fue muy duro públicamente contra los republicanos que menospreciaron lo sucedido y, poco después de recuperarse, ha abandonado la policía de Washington DC después de 20 años para trabajar en televisión

Eugene Goodman salió ileso el 6 de enero de 2021, pero además salvó muchas vidas. El agente de la policía del Capitolio se aprovechó de que los asaltantes no conocían el edificio y los provocó para que le siguieran y alejarlos del Senado donde muchos legisladores estaban indefensos. Por poner en riesgo su vida para salvar a otros de la turba, el exmilitar recibió la medalla de oro del Congreso y otras distinciones, pero la decisión de la revista TIME de no elegirlo como su “persona del año” tiene a mucha gente enfadada

Mike Pence, al que querían ahorcar

La principal razón por la que el golpe de Trump no triunfó fue la negativa de su vicepresidente, Mike Pence, a usar una triquiñuela ilegal para anular el resultado de las urnas. Por eso los asaltantes entraron al grito de “ahorquemos a Mike Pence”. Ese gesto valiente le ganó el respeto de muchos, pero también le ha dejado en una situación muy difícil dentro de su partido y que comenzó con el tuit que Trump le dedicó el mismo 6 enero de 2021: “Pence no ha tenido el valor de hacer lo que debería”. 

El verdadero valor de la decisión de Mike Pence de no acceder a lo que le pedía Trump el 6 de enero era que estaba muy claro que iba a tener un alto coste. Al exvicepresidente, un ultraconservador con mucha más trayectoria en la derecha religiosa que su antiguo jefe, ahora le gritan “traidor” en los mítines y buena parte del partido en el que lleva toda la vida está de acuerdo. Eso no sería tanto problema si Pence, como casi todos los vicepresidentes, no tuviera la esperanza de llegar a presidente. 

Su camino a la Casa Blanca pasa en primer lugar por ganar las primarias republicanas, algo que se antoja difícil en un partido donde el 68% de los votantes sigue pensando que a Trump “le robaron” las últimas elecciones presidenciales. La acusación de cobardía que le lanza el trumpismo es todavía más indignante porque el día del asalto, mientras el expresidente le criticaba en Twitter, Pence arriesgaba mucho más que su carrera política haciendo lo correcto. Sus guardaespaldas lo sacaron a toda prisa de la cámara para dar esquinazo a los que querían ahorcarlo, pero él se negó a abandonar el edificio porque quería que el escrutinio que presidía se retomara lo antes posible.

Mike Pence intenta ahora no hablar del tema. Evita criticar a Trump y, cuando no tiene más remedio, se refiere al día en que una turba trató de ejecutarlo simplemente como “un día de enero”. Presume de seguir en contacto con el expresidente y, de momento, tiene bastante pinta de que se presentará a la presidencia en 2024.

Su estrategia de congraciarse con Trump y presumir de sus logros parece, eso sí, una pirueta difícil. Recientemente, cuando en una entrevista preguntaron al expresidente por los gritos que pedían el ahorcamiento de su número dos durante el asalto, respondió: “Bueno, la gente estaba muy enfadada”. La respuesta de Pence a eso, como la de tantos republicanos, es de momento la amnesia.

Los republicanos con amnesia

Aquel día, con el miedo todavía en el cuerpo, muchos congresistas republicanos estaban verdaderamente enfadados con Donald Trump. Algunos le culparon de una “insurrección fallida” usando palabras como “irresponsable” o “imperdonable”. Un año después, en cambio, todo está perdonado. Más aún: cuando habían pasado apenas unas semanas, ni 20 republicanos votaron a favor del impeachment a Trump por lo sucedido. ¿La razón? Los congresistas del partido leen las mismas encuestas que el exvicepresidente Mike Pence y el 68% de los votantes republicanos sigue pensando que a Trump “le robaron” las últimas elecciones presidenciales.

La última moda entre los republicanos es decir que, en realidad, los asaltantes protagonizaron poco menos que un simpático viaje del IMSERSO al Capitolio. El congresista Andrew Clyde, al que en las imágenes de aquel día se le ve aterrado y ayudando a la policía a construir una barricada en una puerta, hoy dice que la turba iba por ahí “haciendo una visita turística normal”. En esto no se aleja demasiado de la última versión de Trump en la que el expresidente decía que los suyos irrumpieron en el Congreso para “besar y abrazar” a la policía.

Es una mentira fácilmente rebatible, pero no más absurda que las que defienden muchos de los mayores partidarios de Trump: que todo lo organizó el FBI o que los violentos eran infiltrados de extrema izquierda. El único problema para creerse eso es que los propios asaltantes han dejado muy claro quiénes son, cuál es su ideología y que no quieren que nadie les quite el mérito. Y también resuenan las palabras de Trump de aquella tarde, cuando por fin les pidió que se retiraran: “Os queremos. Sois muy especiales”.

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