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Sobre este blog

Un resumen semanal de política internacional a cargo de nuestro responsable del área de Mundo, Alfredo Grieco y Bavio. Serán diez puntos geográficos para pensar nuestro presente cada vez. Vías de acceso a una realidad que excede por mucho las fronteras de la Argentina.

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36 horas, 100 días, y veinte veces 2001

Angustia de tres ante la pantalla del zoom. En el film argentino "36 horas" (2021) reestrenado esta semana, una productora que no produce busca inversiones que no consigue y busca endeudarse para pagar endeudamientos que nunca alcanzaban para pagar las deudas de una empresa que se financiaba a fuerza de déficit.

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El mundo, que nunca es decepcionante, nunca es, tampoco, tan gratificante. Su hábito es burlarse de los alardes de lucidez colectiva y del optimismo sádico de la experticia, sea comedida u onerosa. A veinte años del estallido argentino del 2001 vemos las consecuencias de su espejo tardío, el estallido chileno de 2019, en la revolución política de 2021. Cumplidos los cien días de Pedro Castillo en la presidencia peruana lo vemos sufriendo la misma parálisis y las mismas amenazas que había llevado a este sindicalista docente al poder de Lima para que enfrentara aquella parálisis y aquellas amenazas. La Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático regresa a los objetivos de la Cumbre anterior. Y pasados mucho más lejanos, que aun antes de la pandemia parecían obsoletos, reaparecen en las diez geografías que siguen en esta Newsletter semanal de Política Internacional de elDiarioAR.com, que hoy les llega aquí y así: 

1. Que lo pague la noche o 20 años a la larga sombra del 2001

Con las severidades de los monoblocks de Lugano I y II como escenario multitudes, grupos, solitarios, vecinos, intrusos, bodas, banquetes, rachas de hambrunas registradas en la crisis de 2001 como fondo y sustancia, Néstor Mazzini había compuesto Que lo pague la noche, un film cuya trama de ficción volvía más nítido, para quien lo viera desde la política regional, una rara virtud analítica. Era una polis y un ágora donde los lazos sociales aparentemente ya no vinculaban, ni eran sustituidos, donde esa anomia volvía imprevisibles e inconsecuentes las conductas, donde las costumbres alimentaban las paranoias y revelaban una energía devoradora en comparación con el eclipse de códigos barriales que antes lucían imborrables.

Ese espectáculo de una comunidad que se desmoronaba de a fragmentos era el reverso de la unificación en torno a una demanda cuya satisfacción revertiría esa fragmentación. Y cuya atención aseguraría el poder político a las fuerzas que se comprometieran con ese programa. La protesta quería un gobierno que se comprometiera a actuar con un programa dirigido a fortalecer la vida nacional de modo de hacer de ella una sociedad donde el Estado considerara DDHH, además de la educación, la salud, y la seguridad, el acceso a vivienda y alimentación costeable, y la provisión de agua, energía, transporte y comunicación. La aceptación de este pacto establecía una inteligencia nueva entre electorado y los gobiernos que votaba. Era criterio para preferir candidaturas, para guiar políticas de Estado. Pero también, como se ve en aquel film precursor, como se verá en las elecciones argentinas de medio término del domingo 14, dotan a cada votante de un instrumento para medir el cumplimiento del pacto de una precisión cortante al punto de que uso sea mutilador o mortal.

2. El estallido social chileno de 2019, una remake del 2001 argentino en el club de los países ricos

Este ideario de promoción social sería aquel según el cual evaluarían al gobierno del Estado. Lo que estallaba así era una visión del futuro regional que había sido compartida sin titubeos en la región. Con gráfica explicitación a partir de las cumbres iberoamericanas que siguieron al Quinto Centenario de 1992 festejado con la España derechista y liberal del popular José María Aznar. Como nunca antes de modo concertado, las naciones del subcontinente se habían orientado cada una política económica interna a favor del mercado y de la creación de un clima de negocios. Y entre ellas, al mismo programa neoliberal a través de la formación de bloques, uniones aduaneras, tratados del libre comercio. Todo confluía, en el horizonte doméstico, en un programa de promoción social de características nuevas. Uno que prometía igualdad de oportunidades. Para que nadie en la ciudadanía quedara excluido de carreras laborales que generaran una renta suficiente para pagarse vivienda, gasto sanitario y educativo. Y pagarse, siempre de su bolsillo, bienes como agua, energía, transporte, comunicaciones, que eran vistos como servicios y consumos que los particulares contratarían con empresas privadas.

La preparación nacional anterior de este escenario, que ahora en la década de 1990 todos decían compartir, hizo que el 2001 de Chile llegara recién en 2019. Había sido el país que diferencialmente más riqueza había creado por la aplicación consistente de las reglas del liberalismo económico. En Chile la protesta que en octubre cumplió dos años estallaba en un contexto de decidido crecimiento. En la Argentina explotó en un marco que tenía por detrás una prolongada recesión. Acaso esto permita señalar que una y otra encuentran al menos uno de sus orígenes en el rechazo común a un consenso político que no hacía su horizonte de un programa de reconocimiento y ampliación de los DDHH. En la aprobación del inicio del juicio político al presidente Sebastián Piñera hay una búsqueda de clausurar aquella etapa de Chile en que un político de derecha podía hacer campaña sobre la base de que era un exitoso empresario y ganar la presidencia con el 54% de los votos.

3. Bolivia y un presidente que no quiere zozobras

Luis Arce Catacora es del Movimiento al Socialismo (MAS), es el presidente de Bolivia, y fue ministro de Evo Morales. Como presidente cumplió un año, pero a cargo de la Economía y las Finanzas había pasado década y media. Algunos dicen que como presidente es un buen ministro del área económica. En todo caso, demostró que prefiere negociar a enfrentar, y dialogar a debatir. 'Lucho' puso fin al paro, a las marchas y bloqueos que desde hace seis días mantenían en diferentes regiones del país gremios y comités cívicos contra la Ley de Estrategia Nacional de Lucha contra la Legitimación de Ganancias Ilícitas y el Financiamiento al Terrorismo por el método más definitivo. Es decir, derogando la Ley. Que buscaba generar recursos a partir del avance de la tributación sobre la economía informal, de una magnitud muy superior a la privada formal en Bolivia, y gran generadora de riqueza con su dinamismo. “Todo lo que ha pasado está generando miedo, zozobra, incertidumbre, innecesariamente en el país, producto de que hay sectores que tienen otros intereses. Lo que queremos ahora es que podamos tener la tranquilidad de que se reanuden las labores y continuemos construyendo esta economía que necesita del conjunto de todas y todos los bolivianos”, dijo.

4. La inflación, y ese mundo que es cada vez más ancho y ajeno

Los números dieron la razón a los agoreros como Larry Summers que decían que al fin de la guadaña que fue la pandemia para las vidas estaría esperando la tijera de la inflación para recortar el poder adquisitivo de quienes volvían a las calles y a sus autos. En EEUU aumentó en octubre un 6% con respecto al mismo mes del año pasado, y es la mayor de los últimos 31 años. Brasil tuvo la más alta en 19 años. Un campeón de frenar que los precios suban, Japón, tiene ahora el alza más violenta y más alta de las últimas cuatro décadas. Los cuellos de botella en las cadenas de producción globales, ante la demanda post pandemia, están entre los principales resortes. La reapertura del consumo se aceleró con la vacunación. En EEUU, la Reserva Federal amplió la base monetaria comprando bonos del Tesoro y otros activos financieros, y recortando a 0% la tasa de interés. Como (otra vuelta al pasado) había hecho en 2008 ante la crisis financiera global. Donald Trump y Joe Biden inyectaron miles de millones de dólares a la economía en planes de estímulo fiscal destinados a la creación de empleo y aplaudidos por Paul Krugman.

5. De vuelta al futuro de los '70s

El mismo presidente Joe Biden que predica en Glasgow su cruzada anti combustibles fósiles, reclama a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) que cuanto antes coloque más y más y más barriles de petróleo. Como en 1973 después de la guerra árabe-israelí de Yom Kippur, el cartel de los países exportadores de petróleo se niegan, y los precios suben por la escasez. El demócrata Biden quiere ser recordado como Roosevelt o Johnson por sus ambiciosos programas de gasto social; tiene más chances de ser recordado como Jimmy Carter, que heredó en 1974 unos EEUU paralizados por la escasez y la carestía de la gasolina. Y también marcada por la inflación. En un año de gobierno, casi no usó Biden la palabra inflación, convencido, con ese optimismo -que traduce en inacción- que destina a los males que no había previsto, que era un fenómeno transitorio. Ahora ha dicho que todo, desde el galón de gasolina a la hogaza de pan, está más caro, y que el combate de la inflación es uno de sus grandes desafíos.

6. Pedro Castillo, 100 días, logros y anuncios 

A los 100 días en el poder, los mejores logros de Pedro Castillo son anuncios. Mientras la oposición de derecha organizaba una marcha en Lima y elevaba sus amenazas de destituirlo, el miércoles Pedro Castillo anunció desde Huamanga, capital de la sureña región de Ayacucho, un aumento del salario mínimo a partir de diciembre y la puesta en venta del avión presidencial, y atacó a la presión de la derecha extrema.

“Con poca vergüenza, un sector me dice que no he hecho nada, cuando ellos en 200 años se dedicaron a robarle a nuestro país y no hicieron nada por la patria. Hoy quieren que un campesino resuelva en 100 días los problemas del país”, dijo.

Si logra llevarlo adelante con buen éxito, en diciembre un aumento del 7,53 % del salario mínimo vital haría que llegara hasta alcanzar los 1.000 soles (unos 250 dólares). Este presidente de izquierda es un ex dirigente docente que luchó con huelgas a favor de aumentos salariales. Una inercia parece llevarlo a impulsar esta medida que favorecerá a los mismos sectores a los que él pertenecía. Es decir, a muy pocos, porque más del 70% de la actividad económica es informal en Perú.

7. Hecha la ley, hecha la trampa del filibustero

Sin un solo voto de nadie que no fuera ella misma en sus diferentes formas de izquierda, la oposición en el Senado chileno necesitaba el lunes de todos sus votos para aprobar el juicio político contra el presidente Sebastián Piñera. Daba por descontada la disciplina militante para asistir, pero había un límite: las cuarentenas que debían cumplirse.

El diputado Giorgio Jackson estaba cumpliendo la suya en Santiago y recién podía votar el martes. Y si faltaba un solo voto, la acusación constitucional caía. Entonces, la oposición chilena aplicó el método conocido en EEUU como ‘discurso de filibustero’ y en Chile como ‘Ley Lázaro’.

En el caso del Washington, el partido en minoría coreografiará intervenciones desde las bancas tan largas que harán que el momento de votar un proyecto permanezca en un futuro perpetuo. Según el reglamento del Capitolio, interrumpir o detener a un representante que ha pedido la palabra en la Cámara es una grosera violación de la libertad de expresión que la Constitución garantiza y protege. El Partido Republicano descolló en esta gimnasia, servicial para obstruir legislación progresista. Bajo Barack Obama y ahora con Joe Biden, los esfuerzos por consensuar algún freno al abuso arbitrario de esta treta -en términos demócratas- son denunciados como una avanzada para envenenar las libertadas que hicieron grande a América en el Congreso que es el bastión que las defiende –en términos republicanos-. Si bien la ilimitación de la palabra libre queda asegurado, el ejercicio de su expresión está reglamentado. Debe estar de pie, no puede detenerse, no puede comer, no puede ir al baño. Los filibusteros se entrenan para este atletismo inmóvil de aristas extrema, practican con ayunos cómo pasar días sin comer, calzan indumentaria deportiva de alta performance (que incluye pañales para adultos).

En Chile, hay menos libertad. Las intervenciones en las Cámaras tienen límites temporales. La Acusación Constitucional es la única excepción. No están previstas limitaciones ni incomodidades para los alegatos de acusador y defensor, que a lo largo de su discurso que no pueden interrumpirle ni puede interrumpir tiene libertad para sentarse, beber, comer, ir al baño. En el tratamiento del juicio político a Sebastián Piñera en la Cámara de Diputadas y Diputados del Congreso chileno, el reto, para lograr la aprobación, y como a la izquierda no le sobraba ni un voto, era mantener encendida la sesión hasta que, levantado su cordón sanitario, el voto 78 viajara desde Santiago y entrara al hemiciclo. La hazaña fue del socialista Jaime Naranjo: la oposición celebró esta proeza como ‘Naranjazo’. Si alguien merece ser caracterizado como ‘representante profesional del pueblo’, ése es este septuagenario. El socialista habló desde las 10.45 hasta que casi quince horas después se abrazó a la 1.30 del martes con el treintañero Giorgio Jackson. Son colegas por sus diplomas: los dos son ingenieros. Pero no son compañeros de militancia: el diputado más joven actúa en la coalición con ingredientes más duros de la izquierda más cruda (Apruebo Dignidad) y el diputado con 30 años de vida parlamentaria es de la coalición que incluye el PS de Salvador Allende y los partidos de la ex Concertación (Nuevo Pacto Social).

Naranjo y Jackson fueron los héroes imprescindibles, los caballeros peregrinos en una épica (palabra que la oposición usó mucho el martes) sin la cual el grial de este juicio político a Piñera se habría desvanecido como en la epopeya trunca de 2019.

8. Moscú no cree en las lágrimas y ama a Managua

Ya el primer informe divulgado por el Consejo Supremo Electoral (CSE) anunciaba que el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, había sido reelegido el domingo 7 para un quinto mandato de cinco años y cuarto consecutivo con su esposa Rosario Murillo como vice con el 74,99 % de los votos.

Más de 4,4 millones de nicaragüenses estaban habilitados para votar presidente y vicepresidente, 90 diputados de la Asamblea Nacional y 20 del Parlamento Centroamericano (Parlacen). Según el CSE, votó el 65,34 % de la población empadronada; según el observatorio independiente Urnas Abiertas, fue del 81,5 % la abstención.

Que las elecciones se celebraran con siete precandidatos presos generó el inmediato desconocimiento por EEUU y otros países, y el que se llevara la situación a las Naciones Unidas. China ha tenido un papel, al votar en contra de que se discutiera la situación de Nicaragua en el Consejo de Seguridad de la ONU.

El apoyo decisivo es el reconocimiento de Vladimir Putin al ex sandinista como presidente legítimo. Rusia y Nicaragua tienen una relación muy estrecha en el ámbito militar, de seguridad y de inteligencia. Para Moscú, la amistad con Managua le asegura mantener una presencia estratégica en una región que es sensible para EEUU.  

9. Ducha escocesa y Pacto de Glasgow, o la Cumbre Climática está fría

Las negociaciones de la Cumbre n°26 de la ONU sobre el Cambio Climático se habían prolongado hasta el sábado 13 porque ningún acuerdo ‘realista’ resultaba suficientemente realista, es decir, suficientemente modesto en la letra chica, pero que a la vez no contradijera la grandilocuencia de letra grande. Como la redacción es una tarea más fácil que la realización, el acuerdo llegó.

Los negociadores de casi 200 países llegaron a un nuevo pacto climático. Los negociadores acordaron la meta de no superar 1,5 grados centígrados a final de siglo pero tras diversos desencuentros, finalmente no acordaron la eliminación progresiva de combustibles fósiles como el carbón. Llegaron a un pacto entre los grandes emisores sobre como negociar y compensar las diferencias en sus niveles comparativos de dióxido de carbono.

Un punto de conflicto es el referido a “daños y pérdidas”, que está relacionado con la compensación a los países desfavorecidos por catástrofes climáticas que ellos no han contribuido a provocar.

10. 36 horas

En un arco de 20 años desde el 2001, en el film 36 horas -que se reestrena el jueves 18 en el cine Gaumont- el universo se volvió claustrofóbico desde Que lo pague la noche, la anterior obra maestra de Néstor Mazzini. Desde Villa Lugano, sus monoblocks, sus asambleas, sus torres, multitudes, rumores, antorchas, espacios abiertos, semi-abiertos, con vidrios rotos, puertas descabaladas y todas formas de brecha se llegó a un mundo donde el encierro es lo más perfecto, y lo que más se perfecciona.

La protagonista de la historia es una productora que no produce, perseguida por acreedores, que persiguen al productor, que es solo un deudor que persigue endeudarse con nuevas deudas que aumentan su déficit para que no pierda la esperanza de una nueva deuda.

36 horas es una película que se va transformando delante de nuestra vista. Su director y guionista avanza con su film sin pedir venias ni permisos, sin justificar qué ha hecho y qué no ha hecho con cada tono, registro, género y norma de buen gusto. Hay las cárceles del espacio, las oficinas de la productora que no produce, hay los taxis de viajes nocturnos, las paredes lentamente añejadas o demasiado rápidamente envejecidas de los domicilios de varias generaciones. Y hay una celda más opresiva de todas, la del tiempo. Porque las paredes se acercan, a lo largo del día y medio en el que se ahoga para asegurar la supervivencia de la productora con ciclos asfixiantes de déficits, deudas e intereses.

Asfixiante exploración de la desigualdad, y de las desigualdades nacionales, económicas, sociales, sexuales, generacionales, etarias, educativas, residenciales, corporales, educativas, escolares, capilares, pulmonares, alcohólicas, étnicas, vestimentarias, higiénicas, humorales, temperamentales, psiquiátricas, comunicativas, 36 horas logra algo que es más grande que el tamaño de su ambición: un relato que es minucioso en sus detalles etnográficos y, al mismo tiempo, alegórico en sus reverberaciones de sentido.

El antiguo ideal socialista de reducir la semana laborable de 40 a 36 horas hace de contrapunto irónico. También, en otro marco, la otra conmemoración de otros veinte años del otro 2001, el de las Torres Gemelas. Hoy este mundo que es azul como una naranja es más enigmático que el de Bush y Bin Laden. Y sobre todo, como el protagonista de 36 horas, más solitario. Si aquella de 2001 era una guerra religiosa, en 36 horas las referencias religiosas no cuentan.

EEUU y China son dos hiperpotencias que compiten, pero por separado, cada una con su propio desarrollo autocentrado. Una competencia en la que el resto del mundo no hace de público, porque la mayor parte del año no es un espectáculo.

EEUU se asfixia, se le acaba el tiempo del mandato presidencial, y Biden le faltará el poder cuando en 2022 el partido Demócrata sea derrotado en el Congreso. Si las elecciones fueran hoy, según un sondeo, el 51% del electorado votaría al partido Republicano, y sólo el 41% al Demócrata.

En China se reunió sin público el Partido Comunista para votar como ley una Declaración sobre el Pasado cuyo corolario es que la re-re de Xi Jinping por siete años más es una necesidad histórica. Caso único desde Mao. La Historia es una disciplina, se sabe, cuyo objeto no es el pasado: es el tiempo. Con el desarrollo chino, se extiende idealmente hasta la eternidad.

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