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Sobre este blog

A veces es más interesante lo que sucede en la previa de una entrevista que la entrevista que se publica. A veces, también, las bambalinas de un reportaje merecen “una nota aparte”. ¿Cómo se preparó Esmeralda Mitre para recibir a elDiarioAR? ¿Qué era eso que tenía sobre su escritorio el empresario Claudio Belocopitt? ¿Y el momento exacto en el que Alberto Samid se enfureció delante del grabador encendido? Hay datos de archivo, referencias, climas, declaraciones o rodeos del personaje que no llegan a un texto. Y no hay entrevistado sin entrevistador así que este boletín también indaga en los fracasos y los aciertos a la hora de entrevistar, de la escucha y lo imprevisible. Gracias por venir será una ventana para que corra aire y también para conocernos.

Autora: Victoria De Masi

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Cómo fue cubrir la campaña de La Libertad Avanza

Un votante de Javier Milei durante los festejos del domingo en Mar del Plata. NA/ José Scalzo.

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“No voy a dejar que me extorsionen”. Esa fue la respuesta de Sandra Pettovello, futura ministra de Capital Humano, el ministerio que fundará Javier Milei y que llevará ese nombre que suelen asignarles las empresas a las oficinas en las que guardan los legajos de los empleados. Pettovello se lo dijo a dos colegas, mujeres y periodistas, que cubren Política para dos grandes medios de comunicación. Ellas la habían visto entrar en el búnker e hicieron lo que el reflejo periodístico indica: intentar que una (en breve) funcionaria pública hable, por primera vez desde que fue anunciada, con la prensa. Tendrá a su cargo el ministerio que agrupará las áreas de Niñez y Familia, Salud, Educación y Trabajo -todas, todas áreas sensibles-. Pero para Pettovello el hecho de responder es abdicar a la extorsión. Así que no permitió presentaciones detalladas ni preguntas de ningún tipo. Huyó.

Aquella escena me la contó una de las periodistas que intentó el intercambio y a quien conocía de leerla pero tuve el gusto de compartir con ella la cobertura de la campaña de La Libertad Avanza. Era el momento previo a los festejos por el triunfo y charlábamos en el primer piso. A nuestro lado había dos agentes de la Policía Federal con un perro entrenado posiblemente para detectar cosas que hacen daño. Tuve una epifanía: el perro cagando en la alfombra justo en la entrada de la sala de prensa, improvisada para la ocasión. Esta vez, la última en el Hotel Libertador, a los y las periodistas nos sometieron a una dieta líquida de café desganado, leche de calidad dudosa y agua. Por favor, terminemos con el chiste siempre bobo del periodismo sanguchero.

El domingo a la medianoche di por terminada mi cobertura de campaña de La Libertad Avanza. De madrugada y en la redacción de elDiarioAR, mientras cerrábamos nuestra primera edición de una presidencial, hicimos una “transición ordenada” con mi compañero Mauricio Caminos. Mauri no sólo es un experimentado en periodismo político, sino que puedo ver en él una destreza que yo no tengo por naturaleza: el interés por la rosca. Mauri, además, conoce a fondo eso que era Juntos por el Cambio y ahora no sabemos cómo nombrar, pero sobre cuyos escombros se levantará un aliado o una oposición o quien sabe. Algo más. Mauri siempre estuvo cerca de la izquierda y las organizaciones sociales. Es un buen movimiento para mí, pero sobre todo es justo para mi compañero. 

¿Pero cuándo arrancó esta cobertura?

En los últimos días de trabajo me pregunté cuándo empezó esta cobertura. Quiero decir: cuándo empezó en realidad. Me di cuenta de que Javier Milei me despertó mucha curiosidad cuando apareció en el panel de Animales Sueltos hace unos años. Nada en su discurso de ese momento me llamaba la atención. Ni la forma en que se acomodaba el pelo ni su tono, por momentos, encendido. Yo veía en él a un hombre con deseo, alguien que había profundizado en un tema, la economía, y que no le importaba otra cosa.

Me fascinó un poco más cuando se sentó en la mesa de Mirtha Legrand y dijo que lo de él, esa fama repentina, era “un error tipo 2”: “Hice todo mal y me salió bien”. Terminó de envolverme cuando lo escuché contar en otra entrevista que a sus padres los llamaba “progenitores”, que con ellos no hablaba hacía siete u ocho años, que para él sus padres estaban “muertos”. Hizo un esfuerzo para no angustiarse: transitó la infancia entre las patadas del padre y su juventud, entre el hostigamiento y el silencio que también el padre le imponía. Era 2018. En medio de todo eso, Milei instaló la idea de que practicaba el sexo tántrico y que podía demorar la eyaculación. Y que Conan en dos patas medía un metro ochenta y un centímetros. Ahora sé que mi cobertura empezó en ese momento.

A favor de Javier Milei quiero decir que le habló a los buleados, a las víctimas del bullying. El bullying: una forma cruel y violenta, que avergüenza a los niños y a los adolescentes; que los margina y los llena de rabia. El periodista Juan González cuenta la escena que sigue en El Loco, un perfil de Javier Milei que tuvo incidencia directa en la campaña. A Milei lo rodeaban los compañeros del colegio y le pedían que imitara a Mick Jagger. El ahora Presidente electo hacía su monería, descaderado y las muñecas a la cintura. Los compañeros se le reían en la cara. Yo, que estuve en los dos cierres de campaña de LLA en el Movistar Arena, fui capaz de desdoblarme y alegrarme por Milei: había llenado un estadio de gente que en vez de cargarlo lo vitoreaba de verdad. 

No quiero volver sobre el tema del psicotécnico, voy a volver al tema del psicotécnico. Cubrí los tres debates, dos in situ. Vi y viví ese momento desde el palco en el que nos descartan a los periodistas. Me sentí terriblemente incómoda. Aun si el dato hubiese sido cierto -porque después fue desmentido en esta nota- enrostrarlo es de soberbio y si no es soberbio, es de buchón. En algún momento entre que se estrenó Pizza, birra, faso y que se emitió Okupasyo tenía el trabajo que podíamos conseguir los pibes de mi edad en un momento de crisis total: un trabajo de mierda. No hubo psicotécnico, pero hubo alguien con poder decisión que consideró que yo no estaba apta y al día siguiente me pidió que no fuera más. Nunca cobré. A Milei no le renovaron la pasantía porque no era eficiente: ¿y? Ser Gobierno también es la revancha de Milei. Es su venganza contra las patadas del padre, contra la complicidad de la madre que nunca intervino, contra el bullying y contra cualquiera que, de manera arbitraria, un día te dice “no”.

Pero: ¿cuándo empezó la cobertura que decidí dar por terminada el domingo? Hay otro momento, el de la pandemia. Yo vivía en San Cristóbal, barrio al que me había mudado porque estaba cerca de Clarín, la redacción alrededor de la que orbitaba mi vida toda. Fue el tiempo en el que descubrí que el sol caía en línea recta a mi balcón. Un espectáculo que solo pude advertir en el confinamiento, yo a esa hora nunca estaba en casa. Transité el ASPO consumiendo a libertarios en ciernes. En Instagram veía a Lilia, que pasaba por la Singer sus disfraces de cosplay. Ahí estaba Dannan, un desagradable, y El Presto, otro. Estaba Lu Palavecino, exuberante, provida, anticomunista. Ahí en YouTube estaba Agustín Laje y su odio hacia las mujeres y cualquiera que no piense como él. Ahí también estaba Milei. Y yo los miré sin parar. 

En el ASPO nació el movimiento liberal-libertario-conservador-reaccionario: esto que ganó el domingo. Fue en ese momento donde se adueñaron de la palabra libertad y la resignificaron. Ellos se juntaban en el chat, nosotros los veíamos por televisión. Ellos iban contra la norma y se juntaban en el Obelisco a olerse los sprays que cargaban el veneno mortífero del Covid. Nosotros hacíamos videollamadas, amasamos pan y bailábamos en bombacha con los de la Bresh. Ellos se organizaron. Nosotros los subestimamos, no la vimos venir. Y acá está el malón. Esos que eran “los pocos” y ahora son “los muchos”. ¿Cuál será, en unos meses, “la mayoría tirana”? 

Un año después, en las Legislativas de 2021, Javier Milei ganó una banca como diputado en el Congreso. A esa altura yo tenía una vida nueva: de San Cristóbal a Paternal, de Clarín a elDiarioAR. Ojo Público nos convocó para contar a las Nuevas Derechas en la región. No quise ir por Milei, quise contar a Milei desde el punto de vista de Ariel Mamani, 21 años, nacido y criado en la Villa 31, donde La Libertad Avanza arrasó en esas elecciones.

El año pasado anduve en otros temas, todos grandes y densos. Pero siempre miré de reojo a esa ola a la que le bajaban el precio: “un fenómeno barrial”. El 1° de enero de este año me instalé en Dolores para cubrir de punta a punta el juicio por el crimen de Báez Sosa. Y ahí me pasó algo. El 18 de enero, el mismo día en el que se terminaba la etapa de presentación de pruebas y se abría un impass para los alegatos antes del fallo, se cumplían tres años de la muerte de Fernando. La municipalidad de Dolores había habilitado su auditorio para hacer una homenaje. Recuerdo que me impactó el reclamo de los vecinos que se acercaron, todos en contra de los ocho jóvenes que estaban siendo juzgados: “mano dura”, “toda la ley”, “que no salgan más”, “linchamiento público”, “pena de muerte”, “si no es perpetua, no es Justicia”, “que los violen en la cárcel”. Algo ahí me hizo saber que el progresismo se había pasado de cómodo. 

La cobertura más difícil desde que trabajo “de esto”

Para marzo, con el calendario electoral encima, pregunté en una reunión de sumario qué íbamos a hacer con la cobertura de la campaña. Qué íbamos a hacer, puntualmente, con La Libertad Avanza. Somos una redacción pequeña conformada por periodistas especializados en temas concretos. Menos yo, que soy un médico rural que intenta curar cualquier enfermedad con paracetamol. Dije “cubramos a La Libertad Avanza”. Dijeron “sí”. Quedó el plural flotando en el aire. Dije “bueno, lo hago yo”. Y arranqué. Fue la cobertura más difícil de sostener desde que trabajo de esto. Voy a contar por qué.

Lo que más me interesaba era entender los motivos de las personas votarían a una opción de poder que iba a contramano del discurso de los últimos veinte años, incluyo en esas dos décadas el intervalo en el que gobernó el macrismo. Me puso a prueba porque mi ser ciudadana intervenía con el ser periodista. En algunas entrevistas con votantes pude reafirmar mis convicciones. En otras, les digo, me hicieron dudar. Al mismo tiempo busqué las entrevistas obvias, las que hacen a toda cobertura de campaña: los candidatos. Soy una sobreviviente de la sucesión de negativas. Puede ser terriblemente frustrante para un periodista leer y escuchar una seguidilla de “noes”.

Esa dificultad me obligó a ver por dónde filtraba el agua. Entonces mientras entrevistaba a votantes, traté de asistir a las reuniones que organizaba el espacio. Esto es, por ejemplo, tomar birra. No tomo birra. Fui igual. Los candidatos seguían siendo inalcanzables pero de a poco, con mucho respeto de ambos lados, fui generando relaciones con varios referentes que se convirtieron en fuentes. El intercambio fue fluido hasta las PASO. Luego se volvió intermitente pero cuando me veían entre ellos, en sus actos, me revalidaban. Santiago Oría, un caso, me escribió un mensaje en el que me hacía saber que no le había gustado mi crónica del estreno de su película. Pero Oría jamás me retiró el saludo. En un punto reconoce que fui la única periodista que se quedó a ver su documental hasta el final. Lo lamento, pero el periodismo sigue siendo una cuestión de guardias y cafés. 

Con muchos mileístas fuimos creando un lenguaje propio a base de stickers y emojis. A veces, en persona, con palabras clave (tengo testigos). Hubo audios larguísimos que eran borrados antes de poder ser escuchados. Encuentros en lugares que me llevaban hora y pico de viaje para 15 minutos de entrevista en off. Hubo quien me facilitaba información en forma de acertijo. Hubo quien, con mucha confianza, me habló como si fuese (yo) “un amigo”. Tuve que escuchar a un par que no hubiese querido escuchar nunca. Escuché cosas como estas: “¿De qué pueblo originario me hablás si los mapuches son chilenos?” o “si, entiendo lo que me decís sobre el aborto pero es una cuestión biológica, vos estás hecha para reproducir”. 

La Libertad Avanza tiene una biografía tan corta que les faltó el entrenamiento mediático. Muchos de ellos no hablan con periodistas simplemente porque no saben cómo hacerlo. Otros nos odian, por supuesto. Pero con los meses se fue armando, aunque uno no quiera, un vínculo. Es un vínculo laboral que admite la licencia de preguntar “cómo va ese asunto familiar que hace unos días te tenía preocupado” o “bancame que estoy colgando la ropa en el tender”. El periodismo es un oficio imposible para cualquiera que tenga un poco de corazón. Este trabajo implica traicionar a la fuente para no traicionar al lector. Implica, también, no pinchar demasiado a cierto entrevistado porque uno sabe que será una buena fuente cuando se lo necesite. El periodismo implica romper muchísimo las pelotas hasta que te atiendan y para que te corten. Hacer periodismo político pide ser tenaz, sagaz, falso, calculador, chismoso, pero intachable. ¿Quién puede?

Por otro lado, es imposible para mí sostener con textos de calidad la demanda que impone el periodismo digital. Digo de “calidad” y no me refiero a “vuelo narrativo”. Me refiero a que (a mi entender) no todo es un título y no todo hecho es “contable”. Me refiero a la cuestión del tiempo, de la que hablé acá y acá. La vorágine me lleva puesta, pierdo el criterio y yo soy por mi foco, mi mirada y mi punto de vista: la información siempre es conseguible. 

Algo más. El ecosistema de medios es cada vez más grande. Puede ser inabarcable cuando se trata de un partido político que gusta de hacer declaraciones fuertes en canales de streaming. Están los diarios, está la tele, está la radio. Y también están las redes sociales y YouTube y los space en Twitter. Más de una vez me pasó de haber visto y escuchado algo en algún medio que no pude recordar. ¿O era un simple posteo? 

Unas semanas antes de las Generales, mi amiga Natalí Schejtman me habló de una periodista que había cubierto la campaña presidencial en los Estados Unidos. La periodista en cuestión activó tres líneas de teléfono y creó usuarios en redes sociales de acuerdo al perfil de cada candidato. La idea era ver qué veían los votantes de cada uno sin que interfiriera su algoritmo personal. Tomé la idea prestada, activé una línea y creé un usuario tipo “libertario promedio” que intentó interactuar en redes sociales con otros adherentes. Había dispuesto tres momentos diarios de chequeo de Mi Usuario Libertario: mañana, tarde, noche. 

Fue una experiencia demoledora. La circulación de fakes, la edición de los videos para lograr argumentos mejores que los que yo misma había visto en su formato original unas horas antes (o la edición, incluso, para borrar todo tipo de argumento), el abuso de la inteligencia artificial para recrear imágenes o voces, la sobreposición y la rapidez de los posteos, el pensamiento mágico, las citas bíblicas, la necesidad de protagonismo y la narrativa violenta (paliza, aniquilación, domado, muerte, fusilamiento, “negros de mierda”, “putas de mierda”, sodomización: todas palabras y frases que vi pasar) me llevaron a un lugar del que temí no poder volver. Aquí viene el comentario que haría un editor: “Pero salieron buenas notas”. ¡Ja! Es difícil soltar. Hoy volví a entrar a La Derecha Diario. 

Desde que arrancó mi cobertura underground de LLA seguí las coberturas de los diarios y portales de noticias de más alcance: de Página/12 a Infobae. Traté de abarcar todo el arco de la gráfica/digital. Yo no he visto, desde que empecé, una cobertura a favor de Milei. Hubo etapas de publicaciones en contra del massismo o a favor de Bullrich, pero eso obligaba a una operación de parte del lector porque nunca eran en contra de Milei. Hemos hecho periodismo de denuncia, periodismo pedagógico, periodismo de datos, periodismo de chequeo, periodismo de desmentida, periodismo de opinión, periodismo de advertencia, periodismo lacrimógeno: no hizo mella. Escribimos para gente que tiene tiempo de leer. La gente no tiene tiempo porque hoy tener tiempo es un lujo, porque “lajente” tiene un laburo mal pago y el tiempo de viaje prefiere agotarlo en TikTok y no en elDiarioAR. 

En contra del periodismo, a favor de los piropeadores

La primera declaración pública de Javier Milei, el lunes, fue que privatizaría los medios de comunicación públicos: Radio Nacional, TV Pública, Télam. Creo que esta decisión de Milei está impulsada por el odio al Estado y al periodismo en general salvo a los cinco entretenedores con los que se sienta a hablar. Pero sobre todo creo que Milei lo hace porque es un ignorante. Inquieta el apoyo que recibió de individuos empleados en medios de comunicación, ignorantes también, que han abandonado el oficio hace años pero siguen en la redacciones como muebles viejos a los que ya nadie mira. También hay que hacer Patria con ellos. Aprovecho este párrafo para desearle suerte a los periodistas que cubrirán a La Libertad Avanza. No va a ser fácil. Para nada. Hay niebla, invierno y oscuridad, camaradas.

Larguísimo como audio de cuarentena esta entrega, perdón. Quiero saludar a los compañeros y compañeras del grupo de WhatsApp “Periodistas en cobertura de LLA”. Empezamos cinco o seis periodistas de gráfica y ya reúne a 38 colegas. Cada vez que añadíamos a alguno le dábamos la bienvenida con stickers alusivos. Allí intercambiamos información, contactos, coordenadas, posteos, fotos, documentos, chistes y chismes, planillas de excel y tres Prode. Nos debemos la juntada final. La madrugada del domingo después de pasarle toda la agenda que pude a Mauri me despedí de ellos: “Ganaron Las Fuerzas del Cielo pero ganamos nosotros porque hicimos equipo”. Para mí fueron vitales, un verdadero sostén. 

Que La Libertad Avanza sea Gobierno es una tragedia. Lo pongo acá para el que se atrevió a tomarme asistencia y me preguntó por qué mi nombre no aparecía en ninguna carta pública “en repudio”. Respondo: porque por mi posición no corresponde, porque a nadie le importa a quién voto y porque si leés dos o tres de mis notas no hace falta firmar nada. Confirmo mi posición de soldado que huye, aunque muchas personas muy queridas me hayan dicho que cómo voy a dejar ahora que “gané”. Me cuentan que es algo que se dice entre periodistas cuando alguno siguió la campaña del partido que resultó ganador. Yo lo único que gané con esta decisión es un alivio incalculable. También hay que saber retirarse. A mi se me abre un horizonte nuevo y por lo pronto esta certeza: vuelvo al borde porque si este es un país nuevo, entonces quiero estar lista para contarlo.

VDM/

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A veces es más interesante lo que sucede en la previa de una entrevista que la entrevista que se publica. A veces, también, las bambalinas de un reportaje merecen “una nota aparte”. ¿Cómo se preparó Esmeralda Mitre para recibir a elDiarioAR? ¿Qué era eso que tenía sobre su escritorio el empresario Claudio Belocopitt? ¿Y el momento exacto en el que Alberto Samid se enfureció delante del grabador encendido? Hay datos de archivo, referencias, climas, declaraciones o rodeos del personaje que no llegan a un texto. Y no hay entrevistado sin entrevistador así que este boletín también indaga en los fracasos y los aciertos a la hora de entrevistar, de la escucha y lo imprevisible. Gracias por venir será una ventana para que corra aire y también para conocernos.

Autora: Victoria De Masi

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