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Sobre este blog

A veces es más interesante lo que sucede en la previa de una entrevista que la entrevista que se publica. A veces, también, las bambalinas de un reportaje merecen “una nota aparte”. ¿Cómo se preparó Esmeralda Mitre para recibir a elDiarioAR? ¿Qué era eso que tenía sobre su escritorio el empresario Claudio Belocopitt? ¿Y el momento exacto en el que Alberto Samid se enfureció delante del grabador encendido? Hay datos de archivo, referencias, climas, declaraciones o rodeos del personaje que no llegan a un texto. Y no hay entrevistado sin entrevistador así que este boletín también indaga en los fracasos y los aciertos a la hora de entrevistar, de la escucha y lo imprevisible. Gracias por venir será una ventana para que corra aire y también para conocernos.

Autora: Victoria De Masi

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“No me dejen solo, hijos de puta”

Rodolfo Walsh fue secuestrado el 25 de marzo de 1977 cerca de las avenidas San Juan y Entre Ríos de la ciudad de Buenos Aires por un Grupo de Tareas de la ESMA. Su cuerpo sin vida fue llevado a ese centro clandestino de detención y desde entonces permanece desaparecido.

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“Tampoco olvido que, pegado a la persiana, oí morir a un conscripto en la calle y ese hombre no dijo “viva la patria”, sino que dijo: “No me dejen solo, hijos de puta”.

Huyendo de los tiros, en el intento por llegar a su casa, de llegar vivo, Rodolfo Walsh vio morir a un chico que cumplía con el servicio militar obligatorio. En vez de blandir una escarapela, el jovencito pedía morir acompañado: “No me dejen solo, hijos de puta”.  

Esa noche, la noche del 9 de junio de 1956, Walsh jugaba al ajedrez en el Club Capablanca, en La Plata, cuando se oyeron los disparos, los primeros de una madrugada de represión. El peronismo llevaba nueve meses derrocado y Valle había organizado un levantamiento contra el gobierno de facto de Aramburu. Todo terminó a las pocas horas, con fusilamientos oficiales y fusilamientos clandestinos.

Seis meses más tarde, una noche asfixiante de verano, frente a un vaso de cerveza, un hombre le dijo (a Walsh): 

–Hay un fusilado que vive

Entonces Walsh dio con el sobreviviente y luego de oír su testimonio comenzó una investigación que se convertiría en un documento que desmentiría la versión oficial para dar cuenta del terrorismo de Estado. El libro se llamó Operación Masacre, es un clásico y una especie de biblia del periodismo narrativo. Walsh tenía 30 años en 1957, cuando se publicó. Lo secuestraron dos décadas después, el 25 de marzo de 1977, en plena dictadura cívico-eclesiástico-económica-militar. 

El viernes se cumplieron 45 años de su desaparición. El Sindicato de Prensa de Buenos Aires inauguró un mural en su homenaje en la estación de subte de la línea E -la violeta- que lleva su nombre, en San Juan y Entre Ríos, barrio de San Cristóbal, la esquina donde fue secuestrado.

Dado que es un gran momento para hacer periodismo, pero un pésimo momento para ser periodista. Dado que el mercado es cada vez más chico, exige nuevas habilidades y paga poco. Dado que la industria de la comunicación también demanda cualidades físicas y/o estéticas para acceder a un puesto de trabajo. Dado que el volumen/cantidad de seguidores que consigue y mantiene un periodista en sus redes sociales se pone en consideración para confirmarlo (o no) en un empleo. Dado que cualquiera puede dramatizar editoriales larguísimas en gráfica, tele y radio, editoriales muy muy sesudas que confirman que las mesas tienen cuatro patas o que el agua hierve a cien grados. Dado que se ha naturalizado que el/la periodista puede promocionar productos y/o servicios desde sus redes sociales; dado que puede hacerlo justamente porque es periodista y eso podría operar como garantía de confianza; dado que muchos y muchas promocionan productos y/o servicios que implican un conflicto de interés con los temas que cubren… Dado todo eso, ¿Walsh también desearía hoy atender un vivero?

Bueno, eso es contrafactico. Así que es todo por hoy. Hasta la próxima entrega.

VDM

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A veces es más interesante lo que sucede en la previa de una entrevista que la entrevista que se publica. A veces, también, las bambalinas de un reportaje merecen “una nota aparte”. ¿Cómo se preparó Esmeralda Mitre para recibir a elDiarioAR? ¿Qué era eso que tenía sobre su escritorio el empresario Claudio Belocopitt? ¿Y el momento exacto en el que Alberto Samid se enfureció delante del grabador encendido? Hay datos de archivo, referencias, climas, declaraciones o rodeos del personaje que no llegan a un texto. Y no hay entrevistado sin entrevistador así que este boletín también indaga en los fracasos y los aciertos a la hora de entrevistar, de la escucha y lo imprevisible. Gracias por venir será una ventana para que corra aire y también para conocernos.

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