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Ni Una Menos, el grito que desde el sur anticipó el #MeToo

Bajo la bandera de “Ni Una Menos”, el 3 de junio de 2015, las calles de Argentina rebalsaron.

Celeste del Bianco

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El 8 de marzo de 2017 mujeres de todos el mundo se unieron en el primer paro internacional en el que sólo ellas fueron las protagonistas. En cada rincón del planeta, las protestas individuales de cada país se unieron para mostrar una sola cosa: ¿como seria un mundo en el que las mujeres dejaran de trabajar al menos un sólo día?

La fecha no fue casual. Ese día, el 8 de marzo, se recuerda la muerte 129 mujeres murieron en un incendio dentro de la fábrica Cotton de Nueva York. Pero ese aniversario de 2017 no fue uno más. Se convirtió en el anticipo de eso que se venía gestando en los lugares más remotos, y que tuvo su punto más alto pocos meses después, el el 5 octubre, cuando se conocieron las denuncias por abuso y acoso sexual contra el productor de Hollywood, el famoso y millonario Harvey Weinstein. Fueron las periodistas Jodi Kantor y Mega Twohey quienes lo contaron en una nota en The New York Times. La actriz estadounidense Alyssa Milano lo escribió en Twitter y el hashtag #MeToo implosionó. Tuvo medio millón de citas en menos de un día y fue tendencia en 85 países. Diferentes regiones, diferentes idiomas: “Yo también”, las palabras que lo unificaron todo.

Desde hoy, elDiarioAR se suma a la iniciativa Sparknews para visibilizar la desigualdad de género pero también para contar que son muchas las propuestas para enfrentarla. En esta primera entrega, elDiarioAR vuelve sobre los inicios de “Ni Una Menos” aquí, en Argentina, dos años antes de ese grito del global.

Un grito desde el sur

Más de dos años antes, en el sur del mundo las mujeres gritaron “Ni Una Menos”. El 3 de junio de 2015, las calles de Argentina rebasaron. En el Congreso de la Nación, pero también en las provincias. En pueblos y ciudades, las mujeres denunciaron los femicidios, el punto más extremo de la violencia machista. Una violencia que está presente en los intersticios de la vida cotidiana, camuflada o no, y que tiene una matriz: la desigualdad. “Vivas nos queremos”, el grito se extendió rápido por América Latina. En México, Perú, Colombia o Nicaragua organizaron manifestaciones. Desde Chile, un grupo de mujeres llamadas “Las Tesis” popularizaron la canción “Un violador en tu camino”, inspirada en la antropóloga feminista Rita Segato. Esas semanas también lo cantaron en las capitales de Europa, hasta en el interior del Parlamento de Turquía. En Polonia, las mujeres se vistieron de negro e hicieron una huelga general para mantener el derecho al aborto. En 2016, en Argentina se hizo el primer paro nacional contra los femicidios, que tuvo eco en México, Chile, Bolivia, Honduras, Francia y España. Un año después fue el Primer Paro Internacional de Mujeres.

“El espíritu de los tiempos”, así lo denomina la escritora y periodista Hinde Pomeraniec, una de las impulsoras del Ni Una Menos en Argentina.

¿Cuál fue el germen de la masividad de las demandas feministas en todo el mundo? ¿El MeToo de Estados Unidos es consecuencia del Ni Una Menos de Argentina? Quizás. Lo que sí sabemos es que por primera vez miles de mujeres y diversidades salieron a la calle a reclamar contra un sistema opresor que tiene consecuencias directas en sus vidas. En todos los puntos del planeta. Hoy, casi ocho años después de ese primer Ni Una Menos, en Argentina se vive una reacción conservadora. Una respuesta que también es general y que apunta contra los derechos de mujeres y personas LGBTQ+ en el mundo.

“Aparecieron trabajos que mencionaron al MeToo como el que disparó todo a escala global porque naturalmente las denunciantes eran personas conocidas y es lógico que tengan esa difusión. Nosotras no tenemos caras visibles, el disparador fue un tweet al que nos sumamos todas. Hubo muchos pequeños eventos que se fueron sucediendo”, afirmó Pomeraniec a elDiarioAR.

En Argentina, un tweet prendió la chispa. “Actrices, políticas, artistas, empresarias, referentes sociales … mujeres, todas, bah… ¿no vamos a levantar la voz? NOS ESTÁN MATANDO”, escribió la periodista Marcela Ojeda en Twitter tras conocerse el asesinato de Chiara Páez, una adolescente de 14 años que estaba embarazada y fue enterrada en un pozo por su novio de 17. Otras comunicadoras se sumaron al reclamo y convocaron a la primera marcha. Tres semanas después, se juntaron 250.000 personas en la Ciudad de Buenos Aires y muchas otras en 120 puntos de Argentina. Según detalla Paula Rodríguez en su libro “Ni una Menos” de editorial Planeta, al día siguiente de la manifestación la línea 144 de consultas por casos de violencia de género pasó de 1.400 a 13.700 llamadas diarias.

Pero “Ni Una Menos” fue más que denunciar los femicidios, fue develar todo un sistema que los cobija y naturaliza las violencias. Demandas que tenían muchas décadas de lucha sostenida, pero que en el 2015 tomó masividad. La periodista e impulsora de la marcha Ingrid Beck explicó que “uno de sus principales logros fue instalar socialmente la idea de que los femicidios son producto de la desigualdad estructural”. “Además de ser una marcha masiva por los derechos de las mujeres por primera vez en la Argentina y en América Latina y el Caribe que convierte al movimiento de mujeres en una sujeta política, lo que hizo fue cambiar la manera de contar la violencia machista, la idea de vincular los femicidios con la desigualdad estructural. Además de tener demandas hacia los poderes públicos, también tenía demandas hacia la sociedad”, le dijo a este diario.

Es en ese punto en el que Beck encuentra una gran diferencia con el MeToo. “Acá se trasladó la idea de que la violencia es absolutamente transversal al origen socioeconómico, al nivel educativo o al lugar donde vivas. Nos pasa a todas en todos lados, no importa si tenemos o no privilegios. El MeToo es enorme en el resto del mundo, pero lo que hizo fue denunciar sobre todo los abusos sexuales de los poderosos. La narrativa que deja es que son los poderosos los que abusan de su poder contra las mujeres.

“Esa idea de que los abusadores son Harvey Weinstein o el gerente de una multinacional y no un X o el marido de una mujer a la que sistemáticamente violenta dentro de su casa. Porque esa mujer no tiene ni la plata ni las redes que tienen las actrices de hoy para poder denunciar”, agregó. Al hacer eje en los poderosos, deja afuera la matriz estructural de la violencia. “No relaciona la violencia machista con la falta de autonomía económica de las mujeres. No hay un link ahí, Ni Una Menos instala un poco esa idea de que para salir del círculo de la violencia necesitas tener redes, autonomía económica”, agregó la periodista.

En términos cronológicos el Ni Una Menos nació mucho antes y conquistó las calles. El MeToo tuvo visibilidad global porque partió del centro de la industria cultural. Los dos son síntomas de un tiempo. “Los tiempos son diferentes, pero hay aleteos de la misma frecuencia. Lo del Ni Una Menos fue una influencia, incluso si en Estados Unidos no lo saben. Es el espíritu de los tiempos, un clima de época. No es casual todo lo que vino después. No podemos decir que todo fue Ni Una Menos, pero no podemos no decir que fue un puntapié inicial en términos de masividad, es imposible soslayar”, agregó Pomeraniec.

Hoy, casi ocho años después de esa movilización inicial, el espíritu de los tiempos muestra una fuerte reacción conservadora en contra de los derechos de las mujeres, lesbianas, gays, travestis, transexuales y no binaries. Líderes de derecha expresan abiertamente su desdén por las conquistas alcanzadas y promueven su eliminación. La socióloga y comunicadora feminista Danila Saiegh consideró que está vinculado a que el movimiento dejó de ser marginal, creció en las demandas y, en varios países, incluso llegó al Estado. Como en Argentina, que desde el año 2020 existe el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación.

“En ese primer momento hablábamos de que no nos maten y era muy difícil que personajes públicos se pronunciaran en contra porque la consigna era de un nivel de demanda baja. Después, empiezan a ver que el feminismo es mucho más y que demanda muchas cuestiones, como el debate del aborto. Eso si empieza a calar más hondo y a incomodar a un montón de poderes. Muchos personajes e instituciones del poder real se empiezan a molestar muchísimo y aparecen discursos que parecían dormidos. Más católicos, conservadores y de ultraderecha que empiezan a caer muy bien en un sector de la sociedad”, describió Saiegh.

El expresidente Jair Bolsonaro en Brasil, el expresidente Donald Trump en Estados Unidos o la primera ministra Giorgia Meloni en Italia, son algunas de las caras más conocidas de estas expresiones. “Para muchas el feminismo ahora es del Estado y no hay nada que salir a militar o disputar. Eso también es un fenómeno para pensar. Sin duda hay un momento de reacción conservadora, discursos abiertamente antifeministas. Si el feminismo no cuestionara, no habría una reacción conservadora tan fuerte y específica. No existiría algo tal como el antifeminismo”, agregó.

Si las mujeres y diversidades no estuvieran en las calles, si no denunciaran los privilegios de los poderosos, pero sobre todo si no cuestionaran la matriz que reproduce esa desigualdad, la reacción no sería tan fuerte.

CDB/MG

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