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Opinión - Economías

Causas y consecuencias del dólar soja

Sergio Massa en el día en que anunció el nuevo esquema de dólar soja

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El 21 de agosto de 1947 en pleno desarrollo del primer plan quinquenal Juan Domingo Perón, de cara a los trabajadores ladrilleros, pronunciaría una de esas frases que quedarían para la posteridad. Si bien todavía transitaba los años de bonanza por vender a ambos bandos de la guerra que coronaría a Estados Unidos como el gran rector del mundo occidental y cambiaría el mundo para siempre. Su moneda, el dólar, ya se había constituido como la moneda global y el entonces presidente preguntaba al público: ¿Alguien ha visto alguna vez un dólar?

El último domingo, en un horario que se le está haciendo costumbre por recomendación de un asesor extranjero, Sergio Massa anunció que había llegado a un acuerdo con el sector sojero. Los exportadores lograron acceder a un tipo de cambio preferencial -de $200 por dólar- concretando una medida cuyo impacto no puede limitarse al terreno cambiario, sino que se extiende también al plano fiscal, al balance del Banco Central y que puede dar lugar a un nuevo esquema de gobierno.

Es que el presente de las reservas del BCRA ameritaría ser la principal preocupación económica del Gobierno si no fuera porque convive con una inflación que seguramente supere la barrera simbólica de los tres dígitos. Luego de los dos primeros años en los que el superávit comercial no redundó en un crecimiento proporcional de las reservas, el Frente de Todos se encuentra con una situación acuciante, fundamentalmente en materia de reservas netas y liquidas, es decir de dólares disponibles. 

El balance de la autoridad monetaria volvió a resentirse en el octavo mes del año, esta vez asociado al fracaso del dólar soja que habían ideado entre la entonces ministra Silvina Batakis y el presidente del Banco Central, Miguel Angel Pesce, y que culminó con la menor liquidación en un agosto desde 2005. El golpe fue tan fuerte que las reservas cayeron en el mes US$520 millones a pesar de la mejoría que se vivió después del 10, cuando el central compro divisas en todas las ruedas.

Miguel Pesce, uno de los últimos albertistas en el barco del FdT, es consciente de que tiene por delante los meses más duros en materia de reservas, incluso habiendo adelantado las importaciones de energía, como gusta de remarcar. Alcanza con ver el desempeño de esta variable a lo largo de los años: en promedio en 2020-2021 se pasó de haber acumulado US$2700 millones en los primeros ocho meses a llegar a noviembre con un promedio inferior a los US$500 millones. En este año se llevan comprados apenas US$40 millones, si nos enfrentásemos a una caída como la que se vio en el aquel período pasaríamos a un balance negativo de un Banco Central con cada vez menos recursos para enfrentar las presiones contra el peso.

Las alarmas se encendieron aún más cuando desde Washington advirtieron acerca de la contabilidad creativa. Es que según el entendimiento aprobado en el Congreso, para septiembre la acumulación de reservas netas debe ser de US$6400 millones y de US$8100 millones para diciembre, un objetivo todavía más ambicioso cuando se calcula que en la actualidad se encontrarían alrededor de US$1400 millones.

En este marco es que el Gobierno cede –como hizo en tantas otras oportunidades- pero esta vez en favor de los exportadores de soja, una fuente de dólares frescos que se estaba acumulando en las silobolsas, como reserva de valor a la espera de un nuevo esquema de retenciones o una devaluación. 

El Fondo Monetario Internacional (FMI), en su monitoreo permanente de la economía argentina, le prohibió explícitamente a Massa bajar las retenciones con el argumento de que la recaudación que surge de ese impuesto va a parar directamente al Tesoro, achicando el déficit fiscal y permitiendo acumular para el pago de intereses.

El exintendente de Tigre está obsesionado en no superar el 2,5% del PBI de déficit acordado con el FMI y por eso descartó la opción de las retenciones. Es la misma razón por la que implementó un recorte furioso sobre diversos ministerios como salud, educación, vivienda y obra pública para llevar como ofrenda a su encuentro con Georgieva el próximo lunes. Para congraciarse con la maestra, $180.000 millones valen mucho más que una manzana.

Así como no podía cambiar el esquema de retenciones, tampoco podía producir una devaluación tradicional como la que recomendaba el flamante viceministro Gabriel Rubinstein, ya que el impacto sobre los precios era sencillamente explosivo. En un contexto de suba de tarifas, aumentos del transporte e inflación mensual superior al 6% de manera sostenida, un salto del tipo de cambio como el que reclaman los exportadores hubiera tenido consecuencias irrecuperables para un gobierno que aspira a competir en menos de doce meses en las elecciones presidenciales.  

Descartado entonces la modificación fiscal y la devaluación brusca (la devaluación diaria avanza a paso redoblado) aparece el dólar-soja en su segunda versión como un compromiso entre lo que quiere el sector agrícola, lo que le permite hacer el Fondo y lo que necesita el FdT. Los problemas que se abren son varios y de diversa índole. En primer lugar el entuerto armado por el cual se les pagará $60 más por dólar, que implicará una mayor emisión de pesos por parte del BCRA que luego los buscará esterilizar vía Leliq, cuando el déficit cuasi fiscal es otra de las bombas de mecha corta para la nueva gestión. 

Al mismo tiempo, se incumple con una de las promesas que realizó Massa en su acto de asunción: terminar con el financiamiento del Banco Central al Tesoro. La medida esconde una maniobra, porque si bien la diferencia entre lo que se les pagaba y lo que se les pagará a quienes exporten soja correrá por cuenta del Tesoro, este se financia a través del BCRA colocándole una letra intransferible a diez años. 

Más importante aún es que, al abrirle la puerta al reclamo de los sojeros, se está dando lugar a que otros actores del agro reclamen un régimen especial para sus productos. En primer lugar el maíz y el trigo (o el malbec), que también exportan, pero quedaron fuera del beneficio porque son más consumidos en el mercado interno y permitirles un mejor tipo de cambio para exportar encarecería también la parte de la cosecha que se utiliza en el país, como si el dólar soja no impactara también sobre los precios ya que se usa para alimentar a la industria avícola y ganadera. 

Mientras avanza este régimen de excepciones, los importadores piden la liberación de los dólares que les restringe el BCRA atentando contra el nivel de actividad. Pesce explica que no es mala voluntad, pero que no tiene la cantidad necesaria de divisas para permitirles a los industriales saldar sus deudas en el exterior, que el “festival de importaciones” terminó.

 El futuro es incierto, pero los interrogantes claros: ¿Estamos en presencia de un desdoblamiento cambiario de hecho? ¿Puede este nuevo esquema cambiario evitar la devaluación por la que presiona una parte del mercado?

Parafraseando a Perón ¿alguien ha visto alguna vez un dólar oficial?

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