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Empresarios divididos entre Massa y Milei, entre el parate y la devaluación

Sergio Massa y Javier Milei

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Guillermo Francos, eventual ministro del Interior de Javier Milei, entraba y salía ayer de la habitación del fondo de la planta baja del Libertador Hotel, sobre la avenida Córdoba, para atender una y otra llamada. Adentro el candidato presidencial libertario se preparaba para el debate. Desde afuera del cuarto sonaba fuerte una voz femenina, quizá de Karina Milei o de la aspirante a vicepresidenta, Victoria Villarruel. En el país del corto plazo, en el que también reina el rival de Milei, el ministro de Economía, Sergio Massa, las energías están puestas en el debate del domingo, después se depositarán en la siguiente jornada dominical de elecciones, en las que la Argentina definirá entre dos modelos bien opuestos, y sólo entonces comenzarán las definiciones sobre una transición que durará 20 días de cimbronazos y sobre el gobierno que arrancará el 10 de diciembre.

Los empresarios describen casi con unanimidad el presente crítico, incierto y poco ilusionante, pero están tan divididos como la sociedad a la hora del voto, aunque sin entusiasmo generalizado por ninguno de los postulantes, más bien resignados a lo que consideran el mal menor.

El campo, la industria y el comercio se encuentran al borde del parate porque las empresas acumulan una deuda por importaciones de US$55.000 millones, cuando por la normal operatoria deberían ser US$30.000 millones. El Banco Central no les libera los dólares porque carece de ellos y entonces los proveedores, muchas veces las casas matrices de las filiales instaladas en la Argentina, se resisten a seguir entregando mercadería. Uno de los hombres más poderosos de la Unión Industrial Argentina (UIA) admite que están dispuestos a sufrir una pérdida y pagar esas compras externas ya concretadas a un dólar oficial mucho más alto que el actual, de $365, con tal de que se normalice el flujo de ingreso de insumos y maquinarias. Porque la otra opción consistiría en que la actual detención de algunas líneas de producción sea masifique, con un impacto negativo aún mayor. Massa prometió aplicar desde el miércoles próximo un “crawling peg” (tipo de cambio de leves y constantes alzas), con una suba el primer día de $3,50, que pactó con el Fondo Monetario Internacional (FMI), pero reina la incertidumbre sobre cómo evolucionará apenas seis días después, el martes 21 de noviembre, después de los comicios del 19 y el feriado del 20.

El establishment económico en su mayoría había apostado primero a una opción electoral que sólo obtuvo el 11% de los votos en las primarias, por Horacio Rodríguez Larreta. Después se inclinó por su vencedora, Patricia Bullrich. Ahora en la UIA, la Cámara Argentina de la Construcción (Camarco) y las pymes prevalece el apoyo a Massa porque, pese al presente, es un político que destaca en su discurso a la industria y al agregado de valor a las materias primas. La Fundación Pro Tejer, del sector textil, lo respaldó sin nombrarlo en su jornada anual de este jueves.

Un día antes, Milei dijo en una entrevista con el escritor peruano Jaime Bayly que sólo daría dos años de protección a las fábricas y en 2026, con menos impuestos y menos derechos para los trabajadores, deberían competir con el mundo. No obstante, entre las grandes empresas de la entidad fabril niegan esa preferencia por Massa, aunque advierten que para competir también requieren que el país invierta en infraestructura y por eso reclaman más años de resguardo. Hay quienes sospechan de versiones incomprobables de que los dos principales grupos que pesan en la UIA, el Arcor de los Pagani y el Techint de Paolo Rocca, se resignan a respaldar a Milei con tal de dar vuelta la página del kirchnerismo. Una de las empresas de Rocca aportó a la campaña de Bullrich. En cambio, altos funcionarios del gobierno de Alberto Fernández consideran que la mejor manera de desplazar a Cristina Fernández de Kirchner del poder es con Massa presidente porque razonan que con el libertario en la Casa Rosada Axel Kicillof quedaría como líder opositor. “Quizás Sergio le prometió arreglarle las causas judiciales, pero hay que ver después en un gobierno suyo si ella empieza con sus cartas abiertas con críticas”, especulan en el albertismo residual.

Milei cosecha apoyos en la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC); la economía del conocimiento, un sector que encabeza el Mercado Libre de Marcos Galperin; la Sociedad Rural Argentina (SRA) y Confederaciones Rurales Argentinas (CRA). No está tan claro el posicionamiento de la Federación Agraria Argentina (FAA), con un pasado de rebeldía contra los arrendatarios y un presente en la Mesa de Enlace con la Rural, y el de la Confederación Intercooperativa Agropecuaria (Coninagro). Pero en general, a muchos que exportan les gustaría la dolarización, que las divisas que consiguen no deban liquidarse en pesos y que su precio se triplique desde el valor oficial hasta el paralelo o incluso vaya más allá.

Claro que ese salto impulsaría una hiperinflación que al menos inicialmente empujaría a la pobreza a más millones de argentinos y a la depresión al mercado interno, con la promesa de una recuperación medio año después. Al menos eso ocurrió cuando en 2002 estalló la convertibilidad y el dólar subió de $1 a $4. Entre los empresarios que se conforman con Milei anida el temor a que un plan de ajuste semejante, que incluirá la motosierra del gasto público escondida para el balotaje, provoque fuertes protestas callejeras. “Parece mentira que ahora, con la situación que hay, ya no haya marchas piqueteras, pero hasta Aníbal Fernández habló de calles regadas de sangre y muertos”, sospechan los pro libertarios. Algunos empresarios prefieren a Massa por el control social y otros a Milei, por la apertura económica.

Un pope de la UIA prevé que si gana la oposición, el martes 21 comience a desbocarse el dólar paralelo (el blue ya se despertó este jueves a $950 y el contado con liquidación, a $ 871). Imagina que en un gobierno de Milei el tipo de cambio real (ajustado por inflación) multilateral (en relación al dólar, el yuan, el real y el euro), el llamado TCRM, suba del actual nivel de 84, muy apreciado y similar al de 2017, hasta el doble, 168, muy devaluado y como se encontraba en el gobierno de Néstor Kirchner, tras el salto de 69 a 198 al volar la convertibilidad en 2002. Que el TCRM suba 100% no significa que el dólar oficial se eleve “sólo” 100%, a $730, sino mucho más, pero implicaría que los precios no se disparen tanto como la divisa. Para que eso se logre debería sobrevenir una crisis profunda como la del del inicio de 2002.

El mismo empresario fabril vaticina que con Massa también se incrementaría el TCRM, pero 30% o 40%. Basa sus números en el tipo de cambio especial para los exportadores que el ministro creó entre la primera y la segunda vuelta y que implica que deban liquidar el 70% de lo vendido al dólar oficial y el 30% al CCL. De acuerdo con estas especulaciones, el TCRM subiría a entre 109 y 117, es decir, el nivel que rigió entre mediados de 2018, tras la devaluación de Mauricio Macri, y fines de 2021, cuando Fernández y su entonces ministro de Economía, Martín Guzmán, comenzaron a atrasar el dólar por la presión no sólo del kirchnerismo para ganar las elecciones legislativas. Un salto del 30% o 40% del TCRM tampoco implicaría que el dólar oficial aumente “sólo” a $474 o $511 sino bastante más porque los precios también subirían.

El pope de la UIA elucubra que si gana Massa, renunciaría al Ministerio de Economía, su sucesor interino se haría del “trabajo sucio” de devaluar y subir tarifas, y después el 10 de diciembre el abogado tigrense asumiría como presidente con el plan de estabilización de precios. En la cúpula de Unión por la Patria admiten que deben subir la divisa, pero evitando repetir el traslado a la inflación como ocurrió con el salto de una y otra en agosto pasado. Otro ex alto dirigente de la UIA baraja que con Massa el dólar oficial se iría a $700 y con Milei, a $2.000. “En cualquier caso, sea quien sea el presidente, hasta marzo o abril no habrá recuperación de la economía”, agrega. Es que cualquier devaluación pega al inicio.

Massa visitó la UIA y la CAC en las últimas semanas. Milei no quiso. Ambos almorzarán sí, el miércoles el libertario y el jueves el peronista, en el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp), que reúne a la UIA, la CAC, la Camarco, la SRA, la Asociación de Bancos Argentinos (Adeba, que integra a los de capital privado nacional) y la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. Pero también hay reuniones y comunicaciones detrás de bambalinas entre los candidatos, sus personeros y los empresarios. Por ejemplo, hace pocos días, Eduardo Eurnekian llevó en su auto a Milei, su ex empleado en Corporación América, hasta el centro porteño para reconciliar posiciones, después de que el candidato libertario apuntara contra un reciente contrato del Gobierno con el empresario de origen armenio para confeccionar los DNI. Cada uno iba a encuentros distintos. Eurnekian se dirigía a un almuerzo con colegas. Allí comentó su viaje con el libertario, pero insistió con una advertencia que ya hizo en público: que representa un “peligro”.

Otro caso es el de Héctor Motta, ex tesorero de la UIA y dueño de la avícola entrerriana Calisa, que se viene escribiendo con Massa para proponerle ideas. Motta, que fue secretario de Producción de su provincia y que apoyó al derrotado candidato a gobernador peronista, le sugirió que convoque a las 30 cadenas de valor de la Argentina para que cada una expanda sus exportaciones en US$1.000 millones. En su caso, aspira a que China reabra la importación de pollo argentino tras la influenza aviar. Con un gobierno de Milei, que congele las relaciones con el gigante asiático, tal pretensión sería imposible. Motta también le propuso la creación de un fondo patriótico para saldar la deuda de importaciones que acumula la Argentina: mil empresas aportarían cada una US$5 millones y 10.000 inversores individuales, US$2 millones por cabeza. Así el Central se haría de divisas. Además, Motta reclama un blanqueo laboral que libere de cargas patronales por tres años y un fomento del empleo con aporte estatal. Habrá que ver si el próximo gobierno, urgido de equilibrio fiscal, lo acepta.

Algunos empresarios conversan con integrantes del equipo de MIlei, como Nicolás Posse, otro ex empleado de Eurnekian y eventual jefe de gabinete; Guillermo Ferraro, que viene de la consultora y auditora contable internacional KPMG y sería ministro de Infraestructura, un sector que se privatizaría por completo; Diana Mondino, que iba a ser la canciller pero hay dudas; y Francos. Pero sólo pocos hombres de negocios le ven la cara al mentor de la dolarización y eventual presidente del Banco Central, Emilio Ocampo. Tampoco saben quién sería el ministro de Economía, aunque se presupone que deberá someterse a la receta del libertario. Milei es amigo de Federico Sturzenegger, el jefe del Central al que le explotó la devaluación de 2018 y que ahora aclara que guardará silencio “hasta las elecciones”. Pero Macri le envió la semana pasada a otros dos economistas para reunirse con Posse: Luis “Toto” Caputo, otro ex presidente de la autoridad monetaria que voló por los aires ese año porque no pudo dominar el dólar, y su sucesor en ese cargo, Guido Sandleris.

Otros empresarios se encuentran con el jefe de gabinete de Economía, Leonardo Madcur, que reconoce la necesidad de un plan de estabilización, pero hay dudas de si Massa se atreverá al ajuste inicial y se aferrará a la ilusión de zafar de su costo político con la cosecha del año próximo. También ven a Guillermo Michel, jefe de Aduana y responsable del cepo importador; Lisandro Cleri, vicepresidente del Central, y Marco Lavagna, secretario de Asuntos Económicos Internacionales y director del Instituto de Estadística (Indec). Pero Massa prometió que su eventual ministro de Economía será de fuera de UP. Suenan muchos que también permanecen callados: Marina Dal Poggetto, que asesoraba al radical Facundo Manes; Hernán Lacunza, que hizo lo propio con Larreta; y Martín Redrado, que aconsejaba a Massa hasta el año pasado pero en febrero último se sumó al gobierno porteño como secretario de Asuntos Estratégicos. Incluso el intendente de la capital, Horacio Rodríguez Larreta, que es economista aunque no ejerza, también aparece en la tómbola.

Martín Rapetti, otro ex asesor de Manes, autor de un reciente paper sobre estabilización de precios, era otra voz que el abogado tigrense escuchaba cuando presidía la Cámara de Diputados, antes de llegar a Economía. También oía al ex jefe de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES), Diego Bossio, que como candidato a diputado de Juan Schiaretti alternó críticas y elogios a Milei. Carlos Melconian, que hasta hace poco asesoró a Bullrich y a la Fundación Mediterránea, podría integrarse al directorio del Central porque Massa quiere que la mitad de las sillas sean ocupadas por la oposición en una señal de que el organismo sería independiente y dejaría de financiar el déficit fiscal. Del gabinete de Fernández sólo sobrevivirían Gabriel Katopodis, actual ministro de Obras Públicas, y Juan Manuel Olmos, vicejefe de gabinete, aunque quizá en distintas funciones.

Pero ahora Massa está concentrado en una elección que él se puso al hombro y que si la gana, lo fortalecerá. Igual toda UP está alineada en la campaña, con más o menos entusiasmo, desde Fernández, Cristina Kirchner y Kicillof. El gobernador, para quien no rige la veda de anuncios, está comprometido con la campaña porque sabe lo difícil que sería convivir con Milei.

Desde que Malena Galmarini perdió la interna en Tigre, también se puso a ordenar a los mensajes proselitistas junto a una veintena de asesores brasileños liderados por Edinho Silva, enviados por Luiz Inácio Lula da Silva. Habrá que ver cómo lo aconsejan para el debate del domingo. Deberá mejorar el desempeño de su candidato a vice, Agustín Rossi, que ante Villarruel no supo explicar que los vouchers educativos que proponen los libertarios destruyeron en Chile la educación pública y ahora las familias se endeudan para que sus hijos estudien, ni expuso cuánto será el costo de los tratamientos médicos como sí lo advierte el ministro de Salud bonaerense, Nicolás Kreplak, ni le aclaró que lo que ella llama “pseudo mapuches” de Villa Mascardi son los que esperan por el actual juicio por el crimen de un joven de apellido mapuche, Rafael Nahuel, que murió allí por tiros de los prefectos enviados por Macri y su ministra de Seguridad, Bullrich, en 2017. Igual en el Gobierno confían en la victoria: aunque Milei aventaja por poco en las encuestas, analizan que los indecisos son los que dudan entre votar a Massa o en blanco.

AR/DTC

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