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Análisis Claves políticas del discurso

¿No era que el ajuste iba a pagarlo la política? Recaerá sobre el Estado y la población

El presidente Javier Milei, minutos después de dar su discruso en las escalinatas del Congreso.

Alejandro Rebossio

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En la campaña electoral, Javier Milei prometió terminar con la casta, dolarizar y aplicar la motosierra sobre el gasto de los políticos. Pero terminó pactando con parte de la casta política y empresarial, dejó atrás las ideas de eliminar el peso y el Banco Central y en el discurso inaugural de sus cuatro años de presidencia prometió que esta vez, a diferencia del pasado, el ajuste recaerá sobre el Estado y no sobre el sector privado. Pero esto no significa que la población no lo sufra porque mucho del gasto estatal que se podará la beneficia y porque la liberación de precios antes controlados (en tarifas de servicios públicos, dólar oficial, Precios Justos de los supermercados, combustibles o medicina privada) también impactará. Por supuesto que buena porción de esta receta es consecuencia del desastre que dejó el gobierno de Alberto Fernández, Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa, pero esta realidad no implica que sea el Estado y no el sector privado el que padezca. Cuando Milei promete “un ajuste ordenado y que caiga con toda su fuerza sobre el Estado y no sobre el sector privado”, lo que está diciendo es que cortará las erogaciones, pero no subirá impuestos.

En el diario Clarín, el periodista Marcelo Bonelli adelantó algunos de los recortes que aplicará el nuevo jefe de Estado y su ministro de Economía, Luis Caputo. Las tarifas de gas, luz y agua subirán de forma gradual, pero rápido, entre enero y abril. De hecho, el presidente electo dijo en su discurso que estos precios están tan atrasados como cuando Cristina Kirchner entregó el poder a Mauricio Macri en 2015. Es decir, viene un tarifazo para las clases media y baja. Mucha responsabilidad tiene el gobierno anterior por atrasar su actualización. Lo discutible es la poca gradualidad. El presidente lo justifica: “No hay lugar para el dilema shock o gradualismo. Todos los planes de shock fueron exitosos, salvo el de 1959”, recordó el de Arturo Frondizi y su ministro de Economía, el liberal Álvaro Alsogaray, que pedía “hay que pasar el invierno”.

Ahora hay que pasar el verano y más también porque el economista libertario promete bajar la inflación en 18 a 24 meses y culpa de ello a la emisión monetaria del 20% del PBI de la administración de los Fernández. “Los empresarios no van a invertir hasta ver el ajuste fiscal”, sostuvo ante la mirada de Eduardo Elsztain, el que lo alojó en su hotel los últimos 50 días, entre otros. “Para hacer gradualismo es necesario financiamiento, pero lamentablemente tengo que decírselos: no hay plata”, alegó.

Clarín también anticipó que se cortará la obra pública, salvo la que cuente con financiamiento externo. Eso significa que cientos de miles de obreros quedarán en la calle. Se publicó que subirá el impuesto PAÍS a las importaciones. Esto y la devaluación del peso en el mercado oficial aumentará la inflación que azota a la ciudadanía. Bonelli también habló de congelar -pese a la suba de precios del 160% actual y en vías de aumento- los giros a las provincias, que en general los usan en educación, salud y seguridad; los beneficios tributarios a empresas privadas: las transferencias a las universidades públicas, por ahora gratuitas; y los salarios de empleados estatales. Todo ese ajuste sobre el Estado pegará sobre la gente, por más que la responsabilidad sea de la herencia y que ésta a su vez mezcle causales que tienen que ver con gobiernos anteriores, la pandemia, la guerra de Ucrania, la sequía agravada por el cambio climático negado y la desacertada política económica de los Fernández.

Milei dijo que “los argentinos de manera contundente expresaron una voluntad de cambio que ya no tiene retorno”, que “no hay vuelta atrás”. Repasó la historia para elogiar al liberalismo de la Constitución de 1853, volvió al mito de la Argentina potencia a principios del siglo XX, cuando había riqueza pero muy concentrada en pocas manos, y echó la culpa de la decadencia a las “ideas del colectivismo”. “Ven el Estado como botín de guerra de reparto entre los amigos”, sostuvo en una frase que sí describe una realidad que indigna a gran parte de la población. “Ese modelo ha fracasado”, tachó y comparó su victoria electoral con la caída del Muro de Berlín que terminó con el comunismo en 1989. “Estas elecciones han marcado un punto de quiebre en nuestra historia.”

“En estos días mucho se ha hablado de la herencia. Ningún gobierno recibió una herencia peor que la que estamos recibiendo nosotros”, sostuvo sin recordar la calamitosa hiperinflación que Raúl Alfonsín le dejó a Carlos Menem en 1989 ni la depresión económica que Fernando de la Rúa le encajó a Eduardo Duhalde en 2001. “El kirchnerismo en sus inicios se jactaba de los superávits gemelos, hoy tenemos déficits gemelos por 17 puntos del PBI”, volvió a retomar la sinceridad el presidente. Apuntó contra 5% del PBI del Tesoro, 10% del Banco Central y 2% de la balanza comercial. Entonces habló de ajustar el Estado y “limpiar los pasivos remunerados del Banco Central.

“A su vez, el cepo cambiario es una pesadilla social y productiva, hoy el sobrante dinero es doble a la previa del Rodrigazo”, recordó la primera hiperinflación de la Argentina, en 1975, cuando gobernaba Isabel Perón y su ministro de Economía, Celestino Rodrigo. Ahí volvió a descarrilar hablando de que ahora hay un riesgo de una hiperinflación del 15.000% anual. El récord de 1989 fue de 3.079%. Pero Milei insistió con el 15.000%: “Este número que parece un disparate implica una inflación del 52% mensual. Hoy ya oscila 20% a 40% de diciembre a febrero”, anticipó lo que vendrá. “El gobierno saliente nos ha plantado ante una híper que llevaría la pobreza al 90% y la indigencia, al 50%. En consecuencia, no hay solución sin ajuste. Hay un desorden de tarifas como en 2015, una brecha cambiaria del 200% como en el Rodrigazo. Con los mercados financieros cerrados y el acuerdo con el FMI (Fondo Monetario Internacional) caído, esto es desafiante aun para un mítico cíclope.”

“El empleo formal está estancado en 6 millones de personas desde 2012 y es superado en un 33% por el empleo informal”, planteó otra verdad. “Por eso no debe sorprender a nadie que el salario real se destruyó a US$300, seis veces inferiores a la convertibilidad. Hoy debería ser de US$3500. Nos han arruinado la vida, nos han hecho caer 10 veces el salario”, volvió a arrojar números antojadizos e incomprobables, que olvidan que la caja de conversión de $1 a US$1 duró de 1991 a 2001 pero entonces estalló por su inconsistencia. “No nos debe sorprender que haya 45% pobres y 10% de indigentes”, se basó en datos provisores de la Universidad Católica Argentina (UCA), que usa una metodología distinta al Instituto de Estadística (Indec), que seguirá dirigiendo Marco Lavagna y que marcó 40% en el primer semestre de 2023. Habrá que esperar los datos de la segunda mitad, pero seguro que empeorarán por la inflación.

“Habrá estanflación, es cierto, pero no es algo muy distinto a lo que ha pasado en los último 10 años, cuando cayo el 15% PBI per cápita”, planteó Milei. “Este es el último mal trago para comenzar la reconstrucción argentina”, prometió y la muchedumbre reaccionó cantando: “¡Milei querido, el pueblo está contigo!”. “Tras el reordenamiento macro, bajará el riesgo país. Habrá contención del Ministerio de Capital Humano y luz al final del camino”, auguró antes de amenazar con quitarle el plan social a quien corte una calle. ¿Acaso se podrá marchar para protestar, y sólo se prohibirá el piquete? “La otra opción es la Venezuela de (Hugo) Chávez y (Nicolás) Maduro. Sabemos que será duro”, reconoció antes de citar al ex presidente Julio Argentino Roca y al liberal Alberto Benegas Lynch defendiendo la propiedad privada y el libre mercado y advertir a los políticos que interfieran los planes que votó el 55%.

AR /DTC

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