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ANÁLISIS

Por qué en un país sin movilidad social ascendente cala el sueño de vivir sin trabajar apostando a quimeras financieras

Allanamientos en Villa María por el caso de generación Zoe.

Alejandro Rebossio

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Las historias de vida se repiten: personas que dejan sus empleos y arriesgan el patrimonio que tienen para apostar por quimeras financieras, supuestas criptomonedas, que les prometen una renta fija en dólares para vivir sin trabajar y dedicar el tiempo a lo que realmente quieren hacer de su existencia. Hay una treintena de empresas investigadas por presuntas estafas, desde Generación Zoe, que este sábado movilizó a seguidores en el Obelisco, hasta Ganancias Deportivas en Mendoza, Adhemar Capital en Catamarca o Finantech en La Rioja.

“Suena exagerado, pero Zoe me cambió la vida desde que ingresé en agosto de 2021”, cuenta Yésica B., inversora en la empresa cuyo CEO, Leonardo Cositorto, está prófugo en República Dominicana. “Hace seis años que trabajaba en un lugar donde no era feliz, pero seguía porque tenía un buen sueldo y porque me daba miedo irme. Siempre quise viajar por el mundo, conocer, explorar. Zoe me ayudó a dar ese pasito. En noviembre di el paso de irme del país y en diciembre renuncié. En los cinco meses posteriores a ingresar cobré todo, sin ningún problema. Volví a Argentina y me encuentro con esto... Todos los medios acusando de estafa a una empresa que lo único que hizo fue ayudar a 100.000 personas en muchos aspectos. No es sólo lo económico. Es ir creciendo, conociendo, nutriéndonos de otra forma de vida, motivándonos, llevándonos por el camino de cumplir con lo que sentimos y vibramos. No comparto la parte de la religión de Zoe, pero simplemente evitaba eso y me quedaba con ese sentido de pertenencia, de comunidad. No tenemos que hacer ingresar gente para cobrar. Vos podés hacer la inversión, capacitarte en finanzas, trading, manejo de emociones, y mensualmente recibir los intereses. No es un mandala o telar de los sueños. No es un Ponzi”, descarta Yésica los esquemas famosos de estafas. Como ella, hay muchos más.

¿Por qué tantos argentinos, en un país donde el empleo no evita la pobreza ni asegura la movilidad social ascendente desde hace décadas, se ilusionan con la posibilidad de vivir sin trabajar, apostando a estos esquemas financieros que prometen ganancias aseguradas? Daniel Fridman es un sociólogo argentino que da clases en la Universidad de Texas-Austin y escribió el libro El sueño de vivir sin trabajar, subtitulado “Una sociología del emprendedorismo, la autoayuda financiera y el nuevo individuo del siglo XXI”. Fridman responde la pregunta de elDiarioAR: “Por lo que aprendí en la investigación para mi libro, la clave tiene que ver con la mezcla entre dos elementos: la posibilidad de ganar dinero con alta rentabilidad (ridículamente alta), y la participación en grupos que los convencen de que esa posibilidad está ahí en tus manos y depende de animarse, cambiarse a uno mismo, educarse en finanzas, etc. Los sistemas piramidales son fáciles de reconocer, sin embargo siguen floreciendo en muchos países. Un poco es porque, desde luego, los que entran al principio sí ganan dinero (a costa de los últimos). Pero por otro lado, es por la seducción de participar en un mundo de posibilidades infinitas (económicas y no económicas)”.

“Si te fijás cuando habla el CEO de Zoe, todo el tiempo salta de los negocios y la rentabilidad al coaching, las 'habilidades blandas', la religión, la comunidad, etc. Insiste en que otros no pueden ver el elemento 'educativo' y 'espiritual' que va fundido dentro del mecanismo de negocios que usan”, completa. “Estas redes tienen además un discurso combativo o alternativo en el que se colocan como víctimas de las finanzas mainstream [hegemónicas], que serían las responsables de que la gente común no pueda acceder a oportunidades de negocios como esas. Se presentan como una vanguardia en cuanto a los negocios que ofrecen pero también en las habilidades y motivación que inculcan. Y eso es muy seductor también. Al igual que las monedas alternativas, que son difíciles de entender pero que contienen un discurso de innovación, anti establishment”.

¿Todo eso cala aún más en una Argentina donde se ha arruinado el sueño de ascenso social? “¡Esa sería una gran pregunta de investigación! -responde Fridman-. Habría que correlacionar países según movilidad social y alguna manera de medir la economía de las pirámides. Suena razonable, pero pueden haber otras cosas de por medio. La capacidad regulatoria de los estados, por ejemplo. Y la seguridad o estabilidad del trabajo. Hubo picos de esquemas piramidales en los países post-soviéticos, eso es muy interesante. Nadie entendía bien de dónde salía el dinero. Mucha volatilidad y poco conocimiento. Eso me recuerda a lo que Zoe dice de las criptomonedas, algo que parece un poco magia”.

Fernando Moiguer, economista y experto en marketing, consultor y profesor en las universidades de Buenos Aires (UBA) y San Andrés, advierte sobre el error de mofarse de quienes apuestan por estos esquemas financieros: “Los acusan de cómo pueden creer en eso, pero no hay una mirada humana. El 80% de la gente en el mundo está quemada. En Latinoamérica está peor”. En la Argentina, la consultora de Moiguer ha medido que el 76% de la población está de mal humor social y el 81% comparte sentimientos negativos sobre el futuro. “Estamos exigidos y sobredemandados, con nuestra sociabilización restringida, con un presente cambiante minuto a minuto, con un bolsillo empobrecido, con un entorno social cada vez más fragmentado y con estructuras que se debilitan. La gente que trabaja bien la está pasando mal. Entonces te sale esto y timbeás futuro. El costo de ilusionarse parece razonable. Porque no hay compresión de qué está pasando. Está todo el caldo de cultivo listo para que esto ocurra. Donde te muevas no consiguen empleados porque la gente descubre que trabajando no come, no funciona. Y esto excede a la clase baja. Lo de Zoe ocurrió en una sociedad que anda bien como Villa María (Córdoba). La gente no es idiota sino que busca futuro. Vende todo porque en la Argentina no puede crecer. No es la primera estafa que nos comemos: tenemos una historia de estafas, incluido el corralito. A esto se suma que el esquema Ponzi crece en todo el mundo porque las redes sociales permiten acelerar el modelo”.

Otro consultor de consumo, Guillermo Oliveto, aclara primero que aún no ha investigado el asunto, pero se atreve a esbozar ciertas hipótesis: “Podrían ser varias cosas. Una es que claramente a la gente las cuentas no le cierran y que por eso buscan pegar un pleno. Otra: que hay más deseo que posibilidades en la sociedad contemporánea, y eso lleva a buscar atajos. Otra: que Argentina está muy acostumbrada a la pegada, a saltear varios casilleros. Otra: que como el contexto siempre te juega en contra y hay demasiada incertidumbre la única seguridad se busca en cierto refugio de dinero y se busca lograrlo como sea y lo más rápido posible…”. Alejandro Katz, ensayista y profesor de la UBA y de las universidades de Tres de Febrero y San Martín, suma su visión: “Las estafas piramidales no son nuevas ni argentinas. Aunque debe haber una relación entre contextos de crisis y aumento de esas conductas. Y la crisis aquí ya es muy larga”.

AR

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