La pandemia profundiza la fractura del mercado laboral en la Argentina
La pandemia profundizó la fractura que atraviesa al mercado laboral en Argentina -ocupados y desocupados, trabajadores formales e informales, asalariados y cuentapropistas- y mostró la incidencia que tienen sobre ese escenario la precarización y el desempleo.
Tanto el empleo como los ingresos de los trabajadores en relación de dependencia formales fueron notablemente menos afectados en 2020 que los de informales y cuentapropistas. El aumento de la pobreza, que en la segunda mitad del año pasado afectó al 42% de los argentinos, perjudicó especialmente a esos grupos, a los que se suman los desocupados.
Durante 2020, según estadísticas oficiales, el 84% de los trabajadores asalariados formales mantuvo su ingreso aun en pandemia, pero entre los informales la proporción bajó al 67% y entre los cuentapropistas, al 36%.
A eso se le agrega que el nivel general de pobreza tiene una importante correlación con las diferentes realidades que atraviesan los distintos grupos ocupacionales. Mientras que la proporción de empleadores y asalariados formales bajo la línea de pobreza se ubica entre el 11% y el 15% respectivamente, los números están cerca de triplicarse entre cuentapropistas y asalariados (41% y 43%) y se cuadruplican entre los desocupados (61%).
Así lo indicó el documento “El mercado laboral argentino en perspectiva global. Una mirada de conjunto sobre el impacto de la pandemia”, elaborado por los investigadores de Capacitación y Estudios sobre Trabajo y Desarrollo CETyD – Escuela IDAES, de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).
El informe abordó la situación laboral argentina, aunque también puso como referencia de qué modo fue abordada la problemática del empleo en la región, Estados Unidos y la Unión Europea (UE) durante la pandemia.
Según el CETyD, los mercados laborales reaccionaron de distintos modos en el mundo ante la crisis. En donde los mecanismos de protección del empleo son débiles o inexistentes, la principal variable de ajuste fue el empleo. Así sucedió tanto en Estados Unidos como en el sector informal de Argentina, aunque en nuestro país, con mayor intensidad dado el mayor grado de fragilidad propia.
En contrapartida, la destrucción de los puestos de trabajo fue acotada en la Unión Europea y el sector formal de Argentina porque las instituciones laborales (empleadores, Estado y sindicatos) buscaron amortiguar el impacto de la parálisis económica sobre el tejido social reduciendo la jornada laboral, prohibiendo los despidos e implementando programas orientados a proteger el empleo. Es decir, en esos casos la principal variable de ajuste no fue el empleo, sino la cantidad promedio de horas trabajadas por ocupado.
A nivel global, una de las principales manifestaciones del impacto que ocasionó en el mercado laboral la emergencia sanitaria por el coronavirus se vio mediante la reducción del total de horas trabajadas por el conjunto de los trabajadores. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en 2020 se perdió el 8,8% de las horas de trabajo en el mundo.
Entre los asalariados no registrados en Argentina, el empleo se contrajo 38% entre el cuarto trimestre de 2019 y el segundo de 2020, mientras que la suma de horas trabajadas por los trabajadores informales disminuyó 47%. “Así, las empresas reducen sus costos laborales para hacer frente a la crisis, pero se logran preservar los puestos de trabajo con la asistencia del sector público”, evaluó el documento académico.
Entre los asalariados registrados de Argentina, la dinámica frente a la crisis fue similar a la de la Unión Europea, aunque aquí también la magnitud de las contracciones fue superior. En efecto, frente a una caída superior al 40% de la suma de horas trabajadas por el conjunto de los trabajadores, el empleo se redujo 4% entre el cuarto trimestre de 2019 y el segundo de 2020. Para contener esa situación, el Estado dispuso como ayuda el pago del Ingreso Federal de Emergencia (IFE) a trabajadores informales, beneficiarios de planes sociales y monotributistas de las categorías más bajas, y el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP), destinado a empresas de todos los tamaños, empleados, monotributistas y autónomos.
Hacia a fines de 2020, cuando el ritmo de contagios de Covid-19 tuvo una desaceleración y la actividad económica presentó una reactivación, el Gobierno decidió la suspensión de ambas medidas, que para Matías Maito, director del CETyD, fueron “inéditas y difícilmente sostenibles a lo largo del tiempo debido a las restricciones fiscales de la Argentina.
En declaraciones a elDiarioAR, Maito evaluó que el impacto de una nueva ola del coronavirus podría nuevamente afectar a la economía y, entonces, motivar que el Estado disponga “alguna forma” de ayuda para sostener el empleo.
“Los primeros datos de enero y febrero pasado mostraron una tendencia a la recuperación que hay que ver si se mantiene ahora. Es probable que la actividad económica se resienta, pero resta saber si la totalidad del empleo quedará atada a lo que ocurra en el aspecto sanitario”, consideró Maito.
Según el CETyD, en el cuarto trimestre del año pasado las tasas de actividad y empleo registraron mejores niveles que en el segundo, pero todavía por debajo de los del cuarto de 2019. En tanto que la tasa de desocupación también continúa en niveles más elevados respecto a un año atrás. En particular, la cantidad de trabajadores ocupados aumentó en 3,1 millones respecto de los valores observados entre abril y junio de 2020, pero continúa habiendo 865.000 menos que a fines de 2019.
Con excepción de la administración pública, el empleo formal creció en todos los sectores entre el segundo y el cuarto trimestre de 2020. Diferente fue la suerte de quienes estaban insertos en ocupaciones más precarias, porque al comenzar la pandemia el 45% de los asalariados informales había perdido su empleo y lo mismo le había sucedido al 27% de los cuentapropistas. Durante la segunda parte del año hubo “rebote” entre estos últimos grupos: el número de asalariados informales terminó siendo a fines de 2020 un 15% inferior al de fines de 2019 y el de cuentapropistas ya superó 11%.
Aunque todavía no hay información disponible al respecto, estos datos permiten suponer que parte de los asalariados formales que perdieron su empleo al inicio de la pandemia posiblemente se haya reinsertado en ocupaciones más precarias, como trabajadores por cuenta propia. A fines de 2020 se observó un descenso en el porcentaje de empleo asalariado, que mostró un valor bajo en términos históricos (70,5%). Así, la crisis habría reforzado el proceso de precarización que es característico de nuestro mercado laboral.
“Para achicar la brecha que separa al empleo formal del informal debe crecer la actividad económica. Argentina lleva una década de estancamiento, por lo que si no retoma el sendero de crecimiento sostenido de ninguna manera puede pensar en la calidad de los empleos y la estructura ocupacional”, explicó Maito.
Y agregó: “Si bien es importante la discusión salarial, también hay que empezar a analizar otros temas como el de la productividad. De qué manera se logra mejorar los niveles de productividad es un desafío central para la recuperación y mediante iniciativas que no representen un costo para el trabajador: intensificar el empleo, extender la jornada laboral, flexibilizar las condiciones, reducir los estándares de seguridad, etc. Hay que mejorar la productividad desde una perspectiva alternativa y no a costa del sacrificio de los trabajadores”, sostuvo Maito.
El impacto del COVID-19 y lecciones para el futuro en materia laboral
Los varones y las mujeres de hasta 29 años, de niveles educativos bajos y con trabajos informales fueron los más afectados en Argentina por la caída en la tasa de empleo registrada durante 2020 a causa de la crisis que ocasionó la pandemia y las medidas de aislamiento.
Así lo indicó un estudio realizado por los investigadores Manuel Mera, Matilde Karczmarczyk y Luciana Petrone, pertenecientes al Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), para el tercer trimestre de 2020 los varones hasta 29 años fueron quienes sufrieron una mayor baja en la tasa de empleo interanual, del 17%, seguido por las mujeres de esa misma franja etaria, con 11%.
Al mismo tiempo, la caída del empleo afectó en mayor medida a los y las trabajadores y trabajadoras de menores calificaciones. Quienes tienen estudios primarios incompletos redujeron su empleo en 28%, mientras que quienes tienen estudios universitarios lo hicieron en 7,6%, de manera interanual.
WC
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