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Análisis

Aunque dentro de lo presupuestado, el Gobierno recurre a la maquinita para financiarse y el mercado discute su impacto inflacionario

Más emisión, pero en los niveles previstos según el Presupuesto.

Alejandro Rebossio

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Este mes, el Banco Central transfirió utilidades al Tesoro para cubrir sus gastos por $ 180.000 millones, lo que encendió las alarmas de los operadores y economistas que alertan sobre la “maquinita de imprimir billetes”, aunque otros de sus colegas mantienen por ahora la calma y descartan que el monto eche más leña al fuego a la de por sí elevada inflación que el Gobierno sigue sin domar. En los primeros siete meses del año, el Central le proveyó al Tesoro 510.000 millones por utilidades y adelantos transitorios.

En el Presupuesto 2021 que elaboró el ministro de Economía Martín Guzmán y del que se incumplió ya el objetivo de inflación anual del 29%, se prevé que en todo el año la autoridad monetaria, en manos de Miguel Pesce, le gire $ 1,2 billones. Es decir, transcurrido el 58% del año, le ha transferido el 42% de lo presupuestado. Claro que en el primer semestre la recaudación tributaria suele ser mayor, por la cosecha gruesa, con lo que resultan menores las necesidades de financiamiento. Por el contrario, en la segunda mitad de 2021 se vaticina un incremento del gasto por el impacto del alza de la recolección de ingresos en la fórmula de movilidad jubilatoria pero también por las erogaciones influidas por la campaña electoral.

Pese a ello, el equipo económico prevé que no se superará la meta de $ 1,2 billones e incluso su intención radica en no alcanzarla sino en conseguir más financiamiento en el mercado local de capitales. Los 1,2 billones suponen el 60% del déficit fiscal. El restante 40% se cubriría con endeudamiento, pero Guzmán pretende balancear más la ecuación. Depende de su habilidad y la de su secretario de Finanzas, Mariano Sardi, para colocar bonos.

A diferencia de los economistas y operadores ortodoxos, el ministro no cree que la emisión monetaria sea la principal causa de la inflación. Los cuatros años de gobierno de Mauricio Macri, con emisión monetaria negativa y tasas de interés por las nubes, bajo las presidencias del Banco Central de Federico Sturzenegger y Guido Sandleris, acabaron con una inflación del 54% en 2019, el nivel más alto desde 1991. Tampoco Guzmán considera que la emisión no influya en la inflación, como sostenía el kirchnerismo, y por eso aboga por la prudencia en el gasto, con las consiguientes tensiones dentro del Frente de Todos.

En el equipo económico llegaron a un consenso de que la maquinita impacta en los precios porque eleva las expectativas de devaluación del peso. Al emitir y poner dinero en el bolsillo de la gente, aquellos que tienen capacidad de ahorro mantienen la vieja costumbre de apostar al dólar en el mercado paralelo, con lo que se crea el clima de que el tipo de cambio oficial está atrasado, aunque aún sea competitivo. Los formadores de precios advierten la brecha entre los dólares y por las dudas ajustan los precios.

Entre los analistas hay diversas opiniones sobre la posibilidad de que se respete la meta de asistencia monetaria al Tesoro y sobre su impacto inflacionario. Martín Rapetti, de la consultora Equilibra, pronostica que se cumplirá, aunque “tal vez se sobrepase un poco”. Su colega Orlando Ferreres coincide: “Nosotros estamos cerca de la información oficial en este caso”, admite. Fernando Marull, de FMyA, calcula que los $ 510.000 millones acumulados en los primeros siete meses del año equivalen al 1,2% del PBI, “un número alto, pero menor que en 2020”. El año pasado se alcanzó el 8,2%. Durante el kirchnerismo, el récord fue del 5,2% en 2014.

En uno de los bancos extranjeros que operan en la Argentina califican de “pésimo” el nivel emisión de julio: “No hay más margen. La emisión de ahora de 180.000 millones es 100% por las elecciones, lo que muestra que tenés una política de corto plazo y confirma la falta de confianza del mercado. Como la inflación ya es demasiado alta, la gente con mayor velocidad se sacará esos pesos de encima vía compra de bienes, como autos o electrodomésticos, o de dólares. Esto puede traer otro fogonazo inflacionario, pero no soy tan pesimista porque aún pueden subir la tasa de interés y porque después de las elecciones pueden ajustar en nombre del FMI (Fondo Monetario Internacional)”. En otra entidad también del exterior elaboran un análisis menos dramático: “Por los gastos nuevos anunciados, creo que todavía es factible que se respete la meta anual de 1,2 billones. Incluso, el déficit primario va a terminar alrededor del 3,5% del PBI, menos que el 4,5% presupuestado. Si se fueran cerca del 4%, sería un problema porque van a necesitar más esfuerzo del Banco Central para esterilizar la emisión de pesos. Una mayor emisión te puede hacer caer más rápido la demanda de dinero y reducir el financiamiento de las licitaciones de bonos. Pero hoy no veo que lleguen al 4%. De todos modos, cumplir con los 1,2 billones es de por sí un desafío. No es buen momento para arrojar muchos pesos porque la gente tiende a dolarizarse, cae la demanda de pesos cuando hay elecciones. No causalmente el Gobierno está dando señales de pragmatismo para calmar al mercado: pagos al Club de París y al FMI, acuerdo con los acreedores de la provincia de Buenos Aires, contrato con Pfizer. Pueden no creerle, pero todo esto es un mensaje de que habrá acuerdo con el Fondo después de las elecciones”.

AR

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