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La recaudación que le interesa a Milei y la que no, las presiones de Caputo y las de Trump

Milei, este jueves, en el Latam Economic Forum, que organiza Epstein para recaudar para la fundación judía Jabad y el hospital de niños Gutiérrez.
9 de mayo de 2025 08:32 h

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Ante un auditorio adicto, el de una mayoría de empresarios judíos reunidos en el Latam Economic Forum, Javier Milei fue tan ovacionado en su discurso violento este jueves como una semana antes lo había sido en la Expo EFI, donde predominaban los inversores bursátiles. No fue el mismo recibimiento de cruces picantes que los representantes del establishment del campo, la industria, el comercio, la banca, la construcción y la bolsa, nucleados en la Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp), le propinaron al ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger.

El Latam Economic Forum es organizado por el financista Darío Epstein, asesor de Milei en la campaña de 2023 y derrotado el año pasado en su intento por presidir la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA). En el Golden Center, del sindicato de comercio que lidera Armando Cavalieri, Epstein recibió primero al ministro de Economía, Luis Caputo, y al finalizar su alocución le comentó que en el fondo del salón había unos comerciantes de Once que le decían que “eso de los US$100.000 sin factura les funcionó siempre” y le preguntó si en 2026 iban a poder cobrar en dólares “directamente”. “Sin ninguna duda, pero con factura”, aclaró Caputo, que arrancó esta semana abogando por otro blanqueo de capitales, pero ahora se da cuenta de que el perdón impositivo permanente le puede jugar en contra del superávit fiscal.

Después llegó Milei y volvió sobre la idea de la dolarización “endógena”. ¿Qué quiere decir? Quiere incentivar que la gente que acumuló dólares fuera del sistema legal los use para comprar bienes, sin tener que cambiarlos por pesos. La idea de que no los cambien a pesos tiene que ver con un intento de evitar que la apreciación de la moneda nacional no se pase de rosca y que a la vez se fomente el consumo y la por ahora inexistente acumulación de reservas del Banco Central, comprometida con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

El Presidente defendió a los evasores como héroes que les habían robado a los “ladrones” que gobernaron antes que él. ¿Qué interés tendrían los tenedores de moneda norteamericana de gastarlos cuando valen tan poco, sólo $1.130? Uno podría pensar que quizás los incentiva el perdón fiscal, pero, como dijo Epstein, muchos argentinos ya se manejan de por sí con dólares y en la informalidad tal vez porque saben que la agencia tributaria no los persigue.

En el público, algunos banqueros comentaban la movida que sospechan que hizo el Banco Central de intervenir en el mercado del dólar futuro este miércoles para bajarlo y, así, empujar también la caída del tipo de cambio. ¿El objetivo? Recuperar la senda de la desinflación, perdida en febrero y marzo, y bajar la tasa de interés. ¿El riesgo? Esos hombres de banca apuntaban a que al descenso abrupto del dólar ahora le suceda un ascenso repentino en el tercer trimestre del año, entre el fin de la cosecha gruesa (soja y maíz) y la campaña de las legislativas bonaerenses en septiembre y las nacionales en octubre. En principio, las porteñas del próximo día 18 no deberían provocar una disrupción en los mercados.

Fuera del ex Parque Norte, otros banqueros advierten que del atraso cambiario nunca se salió de manera ordenada, que está pulverizando el ahorro de los argentinos, que sólo conviene gastarlo en caso de necesidad y que está derivando en una sucesión de defaults corporativos como el nuevo de Celulosa. El dólar barato baja la inflación, pero sube el desempleo. Abarata la competencia importada y encarece la producción nacional. Pero Milei privilegia el capítulo inflacionario: la tranquilidad para el consumidor de que las remarcaciones no son permanentes y de que reaparece el crédito, aunque por ahora con pocas cuotas sin interés. La duda de algunos trabajadores es para qué sirve la menor suba de precios sin el ingreso alcanza para menos que antes, ya sea porque el salario no se recupera lo suficiente o porque el empleo se contrae.

Hay empresarios del Cicyp también preocupados por el tipo de cambio, por más que se entusiasmen con las reformas tributaria, laboral y jubilatoria comprometidas con el FMI. Por eso, el presidente saliente del consejo, el ruralista Marcos Pereda, reclamó contra las retenciones, que reducen aún más el dólar que efectivamente cobran los exportadores del campo. “Una parte significativa del superávit fiscal actual proviene de ingresos transitorios y distorsivos, como los derechos de exportación, en especial del sector agropecuario”. Pereda le había adelantado su discurso a Caputo, que entonces prefirió ni ir. Lo reemplazó Sturzenegger, que también se enojó: “Todos los impuestos son distorsivos. Marcos, hablás de retenciones pero si pregunto aquí qué impuestos hay que bajar seguramente habrá distintas propuestas. Se hablará del impuesto al cheque, por ejemplo. Lo relevante no es la baja de impuestos sino la baja del gasto y lo verdaderamente relevante es la motosierra. Están reclamando mal la baja de impuestos, primero hay que bajar el gasto”. Otro ministro en tensión entre el jubileo impositivo y la necesidad de recaudar para sostener el objetivo del superávit fiscal.

La semana próxima Pereda dejará su cargo en el Cicyp porque a la Sociedad Rural le toca cederle la presidencia a la Cámara Argentina de Comercio, que preside Mario Grinman. Se trata de un empresario por demás oficalista, pese a los reclamos de comerciantes en crisis. Una opción es que él asuma la conducción del consejo o que lo haga Bettina Bulgheroni, esposa del presidente de Pan American Energy (PAE) y amiga de la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei.

La hermana del presidente está encargada de otra recaudación que interesa, según comentan más y más en el mundo empresarial. Ella y sus asesores como el subsecretario Eduardo Menem, alias Lule, pedirían hasta US$50.000 a los empresarios interesados en reunirse con el jefe de Estado, según comentan al menos dos lobbistas y tal como vienen publicando diversos medios nacionales e internacionales a partir del caso $Libra. Los consultores aclaran que los pagos no aseguran ninguna otra contraprestación, como ser la adopción de alguna medida favorable a determinado interés, y apuntan a reforzar sueldos que públicamente se reivindican como bajos pero resultan insuficientes para sostener el nivel de gastos de funcionarios acostumbrados al buen vivir. No es plata para la campaña.

Para ese fin, los hombres de negocios pueden aportar en blanco a la Fundación Faro, que dirige Agustín Laje y para la que recauda Francisco Caputo, hermano del asesor presidencial estrella Santiago Caputo, o a las colectas menos iluminadas que organizan el subsecretario de Integración Socio Urbana, Sebastián Pareja, que ahora se quedó sin fondo fiduciario para ejecutar su política, y el vicepresidente del Banco Nación, Darío Wasserman, dos alfiles de Karina Milei. Pareja arma en provincia de Buenos Aires y Wasserman, en la capital que disputa el vocero Manuel Adorni. Al final de cuentas, son todos métodos de recaucación para la política que siempre existieron y que los continúan los renegados de la casta.

El ministro Caputo, alias Toto, también está en contacto permanente con los empresarios por estos días, pero para disciplinar sus precios. Además de utilizar la receta ortodoxa de bajar la inflación eliminando el déficit fiscal y su financiamiento monetario, también recurre a la herramienta ortodoxa de reclamar que no remarquen bajo la amenaza de usar “herramientas para defender a los consumidores”. Ya lo hizo el año pasado, cuando denunció a las principales prepagas por presunta cartelización mientras los trolls libertarios como el médico Daniel Parisini, alias Gordo Dan, escrachaban en redes sociales al dueño de Swiss Medical, Claudio Belocopitt. A partir de entonces, reina el temor empresario a criticar en público. Tras la salida del cepo cambiario el mes último, el propio Caputo escrachó en redes a las aceiteras y la fabricante de alimentos y productos de higiene Unilever, así como a la automotriz Stellantis. Sobre las telecomunicaciones y la energía también hay presión por los precios.

En el mundillo empresarial advierten de que al mismo tiempo que el ministro reclama contra las remarcaciones, a veces la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA), que dirge Juan Pazo, alfil de Toto, activa alguna consulta contra los remarcadores. Se preguntan por la casualidad. Comparan su estilo con el de Guillermo Moreno, el exsecretario de Comercio que negociaba con una pistola sobre el escritorio pero que fracasó tanto en su cometido que terminó manipulando las estadísticas públicas con la venia de sus presidentes, Néstor y Cristina Kirchner.

Caputo no sólo aprieta los precios sino todavía más los sueldos. Mientras los primeros corren al 3,7% el último mes medido (marzo), no quiere que el secretario de Trabajo, Julio Cordero, homologue paritarias por encima del 1% mensual. Por eso se indignó con el aumento del 5,4% trimestral que pactaron Grinman y Cavalieri para los empleados de comercio.

Toto ejerce presión, pero también la padece. De manos del gobierno de Donald Trump. Por ejemplo, para que cancele el swap con China (canje de monedas) que refuerzan las reservas del Banco Central. Ya con Joe Biden, Milei inspeccionó la estación china de observación espacial en Neuquén, sin hallar ningún rastro de uso militar, y excluyó a las empresas estatales como la china CCCC Shanghai Dredging del negocio de la hidrovía del río Paraná. Al gobierno de Xi Jinping le preocupa la presión norteamericana para hacer retroceder a China en el financiamiento y la construción de infraestructura en la región.

Por lo pronto, Caputo no piensa cancelar el swap. Y su subsecretaria de Comercio Exterior, Carolina Cuenca, recibió este miércoles a una misión comercial de 30 empresarios chinos que visitó la Argentina para comprar aquí los alimentos, la energía y los minerales que ya no pueden adquirir en EE.UU. Es que Beijing le impuso un arancel del 125% a los productos estadounidenses como represalia al 145% que primero les propinó Washington. Aunque China no lo quiera admitir, también busca colocar en otros mercados como la Argentina el 16% de sus exportaciones que iban a EE.UU., sobre todo manufacturas, tanto terminadas como insumos. Pese a que tampoco lo puede reconocer, sigue enviando productos a territorio norteamericano, pero triangulándolo por otras naciones como Vietnam o México.

Los negocios chinoargentinos continúan, mientras el gobierno de Milei negocio con su aliado Trump rebajas arancelarias a 50 productos argentinos a cambio de levantar 16 barreras a bienes estadounidenses, desde la maquinaria usada hasta la ropa de marca que enfrenta la falsificación no sólo en La Salada. Lo que quedó congelado a partir de la asunción de Trump es el viaje del presidente argentino a China. Puede que Milei haya dejado de atacar a China por dictadura comunista, pero tampoco quiere ofender a su amigo. En Beijing no desesperan. Pacientes por tradición, repiten su refrán: “Con prisa no se puede comer el tofu caliente”.

AR/MC

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