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A 40 años de 'Brazil'

Terry Gilliam, ex Monty Python: “Tal como andan las cosas en EE.UU., no tengo razones para regresar jamás”

Terry Gilliam posa antes de la entrevista en el Hotel Melià Aiguadolç de Sitges.

Jordi Sabaté

Sitges —

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Terry Gilliam regresó al Festival de Sitges por tercera vez. La primera vez fue en 1985 para presentar Brazil, su mítica película, una versión libre, fascinante y sui generis de la novela 1984 de George Orwell. De hecho, de todas las aproximaciones que se hicieron en aquellos años al clásico orweliano, la suya es la más exitosa y la que mejor supo trasladar el espíritu del texto a la pantalla, incluso como crítica de su mundo real contemporáneo.

No es el único film notable de Gilliam, que firmó posteriormente obras de renombre como Pescador de ilusiones, Las aventuras del barón Münchhausen o 12 monos, además de sus populares producciones para el colectivo Monty Python, codirigidas junto al fallecido Terry Jones. Pero Brazil cumple estos días 40 años y Gilliam fue al festival catalán a celebrarlo y a recibir el Premio Honorífico a toda una carrera, al igual que el padre de los gremlins, Joe Dante, la española Carmen Maura o el padre de la saga Martes 13, Sean S. Cunningham.

En su encuentro con un grupo de periodistas, Gilliam, de 85 años, se muestra cansado de responder preguntas, pero se lo toma con humor y sigue respondiendo con amabilidad y simpatía, siempre con ese punto de viejo cascarrabias antisistema que tan buenos titulares regala a la prensa. De hecho, se presenta como un anti-mito, en las fotografías se burla de sí mismo y vistiendo pantalón deportivo, una holgada camisa tropical y el pelo recogido en una colita.

Sitges creció con los años. La primera vez que vine, era un pequeño festival de terror y ciencia ficción y ahora es muy potente, pero ya no podés ir a las galas en vaqueros y sandalias, y eso estaba bueno

“Sitges creció con los años”, observa en referencia al festival, “La primera vez que vine, era un pequeño festival de terror y ciencia ficción y ahora es muy potente”, suelta, aunque por el tono deja claro que la subida de estatus del evento no termina de convencerlo: “Antes podías ir a las galas en vaqueros y sandalias, todos íbamos así y estaba muy bueno, pero ahora te piden chaqué para recibir los premios”. Acto seguido, preguntado por la valoración de este premio, comenta que los premios –y recibió muchos, incluso un León de Oro en 1991– no le interesan como forma de medir el prestigio de su carrera. “Me gustan”, matiza, “tengo muchos premios en mi estudio y los miro de vez en cuando, pero solo son un pequeño recordatorio de lo que hacía en otras épocas”. Y remacha: “Para eso sirven y nada más”.

Respecto a su relación con el cine fantástico, que es el motivo principal del festival de Sitges, deja claro que no es muy fan de la fantasía. “Es la imaginación lo que me emociona”, responde. “La fantasía es un mundo estructurado donde tenés unas normas: una bruja puede hacer aquello, un zombi puede hacer esto... Todo un poco tedioso”, argumenta. En cambio, asegura que la imaginación es mucho más libre y fructífera. Opina que la gente teme a su propia imaginación y por ello se acoge masivamente a los mundos de la fantasía. “Les gustaría ser superhéroes de Marvel y creo que eso es patético, es mucho más interesante ser simplemente un ser humano y ver lo que podés hacer con tus capacidades y limitaciones”, opina.

'Brazil', una película en plena vigencia

Gilliam sí está de acuerdo en que con Brazil hizo una película intemporal, que en los inquietantes tiempos actuales sigue generando preguntas y reflexiones. “Básicamente, Brazil trataba sobre el mundo de hace 40 años, y en teoría en los países socialistas”, dice y se pregunta: “¿Por qué sigue vigente?”. Él mismo se responde que porque “el mundo no cambia tanto, más bien solo empeora”. Destaca de aquella distopía que “en Brazil, el mundo estaba mucho más organizado que en nuestro mundo actual, pero había cosas que hoy en día podemos reconocer”. Cita algunos personajes de la película que se dedicaban sistemáticamente a eludir su responsabilidad y comenta: “Eso es lo que hace la mayoría de la gente hoy en día en las corporaciones, y también los políticos: reparten la responsabilidad entre todos hasta que no queda nadie realmente responsable”. “Eso es lo que me molesta del mundo en el que vivimos”, agrega.

Pero una vez más, Gilliam se muestra reacio a aceptar las alabanzas sobre la película: “Hay que recordar que cuando hicimos Brazil, la primera vez que la proyectamos, e incluso después de su estreno, al final la mitad de la platea estaba vacía”. “La gente simplemente salía de la película, no les gustó y no la entendieron, y tanto ellos como el estudio la odiaron”, asegura. “Pero”, añade finalmente, “es interesante cómo la vida continúa y la gente empieza a decir: 'Oh, es una de las mejores películas sobre política'”... “Simplemente, creo que lo que hicimos en Brazil, todos lo sentíamos, fuimos auténticos a la hora de contar lo que el mundo podía llegar a ser”, concluye el realizador.

Hay una escena de Brazil que a Gilliam le parece meritoria y es cuando uno de los personajes le pregunta al protagonista: “¿Cuántos terroristas viste?”. Él responde: “Bueno, acabo de empezar hoy, así que todavía no vi ninguno”. “Tanto en la película como en la realidad, hoy en día, los gobiernos necesitan terroristas para sobrevivir, así que creás terroristas o simplemente inventás la idea de que hay terroristas y la gente se la cree; ese es el mundo que nos rodea hoy en día”.

Mi esposa, que es quien de verdad me conoce y me soporta cada día, dice que soy un amargado, y es cierto

¿Pero es mejor el mundo de hoy en día, ultraliberal y tendente al autoritarismo, que el socialista que describe Brazil? Gilliam contesta evasivamente, diciendo que no confía en ningún sistema de gobierno. “Es básicamente mi problema”, asegura. “Lo que me gustó de Brazil es que hablan de terrorismo, pero nunca vimos terroristas”, agrega regresando a los temas que toca la película. “Pero mientras se pueda fingir que hay terroristas, el sistema marcha”, insiste y pone el ejemplo de la Franja de Gaza: “Mirá a toda esa gente en Gaza, todos son terroristas [para los israelíes, se supone]”. “¡Si está lleno de niños pequeños!, ¿esos son los que les preocupan?”, exclama.

De Monty Python a Don Quijote

El director, nacido en Minnesota pero crecido en California, que emigró a Inglaterra en 1967 tras la represión policial de las protestas contra la guerra de Vietnam, recuerda la etapa Monty Python como “una gran explosión creativa tras caer los muros levantados por la generación anterior, la de la postguerra”. Reconoce que las películas que codirigió en aquel tiempo junto con Terry Jones, ya que ellos dos siempre estuvieron más detrás de la cámara que actuando, al contrario de John Cleese, Michel Palin, Eric Idle o Graham Chapman, tenían una gran comicidad. Recuerda Los caballeros de la tabla cuadrada, La bestia del reino y Los héroes del tiempo. También La vida de Brian, donde participó como actor y guionista, pero fue dirigida solo por Terry Jones.

Terry Gilliam.

Aun así, matiza: “Las comedias son vida artificial, puedo reconocer que son muy graciosas, pero jamás pertenecieron a mi vida diaria”. “Mi esposa, que es quien de verdad me conoce y me soporta cada día, dice que soy un amargado, y es cierto”, apostilla entre risas. “Me paso el día deprimido porque no tengo trabajo”, desvela el realizador, que reconoce que lleva mal la jubilación. “De hecho, paso mucho tiempo al aire libre, en la naturaleza, me siento en el parque de Hampstead Heath, en el norte de Londres, y fotografío flores, hojas y cosas así porque de repente estas cosas me devuelven la vida”.

Asegura que se siente una especie de Quijote moderno, un mito que visitó en su cinta El hombre que mató a Don Quijote. “Soy un tipo que se cae de bruces y luego se levanta una y otra vez, que es lo que hace Quijote”, dice. “Como él”, prosigue, “llevo gran parte de mi vida con la idea muy ingenua de que el mundo es un lugar maravilloso y la gente es genuina y maravillosa, pero la realidad no es así”. Asegura que de ese idealismo quijotesco y reconcentrado lo salva su sentido del humor, del que el personaje de Cervantes carece “porque es básicamente un personaje trágico, no renunciará jamás a su sueño de un mundo noble”. Pero reconoce que ese idealismo “es lo que nos mantiene vivos al Quijote y a mí”.

Trump, el Brexit y los 'neocalvinistas'

Finalmente Gilliam cierra la entrevista refiriéndose a su país de nacimiento y repartiendo culpas a ambos lados del espectro político. “Trump está siendo brutal y creo que es un completo monstruo”, opina, pero acto seguido acusa a la izquierda de falta de realismo ante el actual presidente: “Hollywood estuvo tan atrapado en su mundo progresista y de pensamiento muy limitado, que se quedó paralizado”.

Hay que recordar que cuando hicimos 'Brazil', la primera vez que la proyectamos, e incluso después de su estreno, al final la mitad de la platea quedaba vacía, la gente no la entendía, pero con el tiempo se convirtió en una cinta premonitoria

Y a los actuales progresistas los llama neocalvinistas: “Hablan de no ser binarios, pero son las personas más binarias que conozco: estás con ellos o contra ellos, no hay término medio”. “Y si estás con ellos, vas al cielo, pero si no, arderás en el infierno”, remacha. Y asegura: “Me castigaron dos veces, me cancelaron dos veces en los últimos años y no era para tanto”. En consecuencia, cree que “tal como andan las cosas en EE.UU., no tengo razones para regresar jamás allí”.

Desde 1967 vive en Reino Unido, aunque tampoco ahorra reproches para su patria de adopción, en especial desde que en 2016 tuviera lugar el Brexit: “Vivo en la Nueva Atlántida, esta pequeña isla británica que se hunde en el frío y gris Atlántico por culpa de una panda de incautos...” “Pero”, se corrige esperanzado, “creo que poco a poco las cosas van a cambiar, volveremos, aunque no sé cuánto tardará porque el Brexit fue patético, una gran estupidez”.

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