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Venecia, el Festival que continúa proyectando sus películas dentro de dos edificios fascistas

El Palazzo del Casino, construido en 1938, es una muestra perfecta de arquitectura fascista

Javier Zurro

Venecia —

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Cada día, a las 8 de la mañana, una cola de periodistas espera para entrar en la Sala Grande, uno de los sitios donde se ven las películas en el Festival de Venecia. Allí, por ejemplo, se pudo ver hace unos días Argentina, 1985, la película sobre el juicio a la dictadura militar argentina que ha emocionado a todo el mundo. Es irónico que una película que habla de libertad, de democracia y que denuncia crímenes de lesa humanidad y un genocidio se haya proyectado dentro de un edificio construido por el fascismo italiano y utilizado por Mussolini como contenedor del cine propagandístico y a favor del fascismo.

El Festival de Venecia mantiene sus dos sedes míticas casi 90 años después. No les importa que tanto el Palazzo del Casino como el Palazzo del Cinema fueran edificios construidos y utilizados por el dictador italiano. Su arquitectura no deja lugar a dudas a pesar de las remodelaciones posteriores. El Palazzo del Casino ha mantenido ese tono sobrio, de techos altos y columnas megalómanas que tanto gustaba a los militares fascistas. Allí no sólo se ven películas, sino que se hacen las ruedas de prensa y los periodistas trabajan durante horas en sus salas con cortinas rojas inmensas que parecen haber aguantado puestas desde los años 30. En el Palazzo del Cinema, que por fuera sí que sufrió un lavado de cara más evidente, las estrellas pasean en la alfombra roja y reciben las ovaciones del público.

La Mostra no esconde sus inicios fascistas, esos que muestran que, como todo, un festival de cine también es una cuestión política. Como contaba Clara Giménez Lorenzo en un artículo en ElDiario.es sobre la geopolítica de los certámenes de cine, la Mostra Internazionale d'Arte Cinematografica, hoy conocida como Festival Internacional de Cine de Venecia, fue el primer festival de cine que se organizó de manera regular y tuvo su primera edición en 1932. Su labor: usar el arte como forma de propaganda y el cine como principal arma. El fascismo italiano recurrió para ello a los dirigentes de la Biennale de arte, Antonio Maraini, secretario general y director del Sindicato Fascista de Bellas Artes; y al Conde Giuseppe Volpi de Misurata, presidente de la institución. 

Sorprendentemente no fue rechazado por la comunidad internacional y, como recordaba Giménez Lorenzo, la industria cinematográfica reaccionó con entusiasmo e incluso Louis Lumière fue parte del Comité de Honor. Del mismo comité formaría parte Joseph Goebbels en la edición de 1936. En ese momento de auge parecía obvio que había que dar a dicho evento un hogar apropiado que mostrara al mundo la fuerza del fascismo. El régimen invirtió dinero en el festival y en un tiempo récord inauguró, el 10 de agosto de 1937 y en su quinta edición, el Palazzo del Cinema, un edificio modernista diseñado por el arquitecto Luigi Quagliata que se convirtió desde entonces en la sede principal del festival.

No se conformaron con un edificio, justo a su lado y también en la isla del Lido, construyeron el Palazzo del Casino, un edificio mastodóntico diseñado por el Ingeniero Jefe de la Ciudad de Venecia Eugenio Miozzi en estilo racionalista e influenciado por la arquitectura fascista de los años 30. Construido en ocho meses en 1938, su labor no era exhibir las películas, sino dar juego y ocio a los invitados. Los interiores del Palazzo se llenaron de mármol, mosaicos y vidrios de Murano. Nada más entrar, un gran vestíbulo de entrada para recibir a la gente, una escalera monumental y tres grandes ascensores para llegar a las salas de juego y terrazas de los pisos superiores. Fue en los 90 cuando dejó de ser utilizado como Casino y readaptado como edificio para la prensa y para proyectar películas para acreditados, público e industria.

Fue justo en el año de inauguración del Palazzo del Casino cuando el festival dejó de ser apoyado fuera de Italia. Aquella edición quedó sepultada por un palmarés en el que la propaganda fascista se hizo demasiado evidente. El gran premio, llamado cómo no la copa Mussolini, fue otorgado ex aequo a Olympia, el documental sobre los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 filmado por la cineasta nazi Leni Riefenstahl, y a De una misma sangre, largometraje de Goffredo Alessandrini que prodiucía el hijo de Mussolini.

El año siguiente el cine de EEUU decidió no acudir y las ediciones de 1940, 1941 y 1942 son consideradas en los anales de la historia como “no celebradas”, ya que tuvieron lugar bajo el control total del aparato fascista. Entre el año 43 y el 46 no se celebraron, y ya después de la guerra la Mostra regresó y sus ediciones volvieron a contabilizarse. El propio festival dice que las películas italianas ganadoras entre 1937 y 1942 son trabajos propagandísticos. Tras la caída del fascismo el festival se convierte en una cita ineludible para el cine, aunque ahora bajo la sombra de Cannes, nacido en el año 39 para, precisamente, servir como contrapunto al certamen italiano de corte propagandístico fascista.

A comienzo de los años 50 más de 100.000 personas acudían al Lido cada edición, lo que hizo que se planteara una reforma del edificio principal. Lo curioso es que nunca se planteó cambiar la sede y escapar de aquel legado, sino que se diseñó una ampliación del Palazzo del Cinema que llevó a cabo el ingeniero Luigi Quagliata. Su proyecto constaba de un edificio de cinco pisos con teatros con capacidad para 5.000 espectadores y pensaba ampliar la sala grande hasta los 2.300 asientos y crear un espacio al aire libre y un jardín en la azotea con una vista panorámica de Venecia y el Lido. 

Nunca se realizó tal cual se ideó por falta de fondos y sólo se construyó el espacio al aire libre en 1952 y un pequeño anexo en la fachada principal del edificio de 1937 que sirvió para ampliar el vestíbulo de la Sala Grande y crear una zona destinada a oficinas y servicios. En esa misma remodelación se creó, justo al lado, la segunda sala en importancia del certamen en la actualidad, la Dársena, antes conocida como PalaGalileo. Mientras que el Palazzo del Casino sí que ha mantenido su arquitectura fascista y sus señas características, el del Cinema se ha ido modificando en varias remodelaciones, y lo que queda del edificio original son los dos lados redondeados y las fachadas laterales. 

El Festival de Venecia sigue teniendo problemas con su memoria histórica. No sólo porque sus dos edificios sigan siendo los mismos que se usaban durante la dictadura de Mussolini, sino porque el premio de interpretación mantiene el nombre de Volpi, ministro fascista. Mientras que la Berlinale cambió hace dos años el nombre del premio Alfred Bauer por su pasado Nazi, en la Mostra se mantienen herencias de un pasado oscuro que sobrevuela uno de los eventos cinematográficos más importantes del año.

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